Prologo

"Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche." Edgar Allan Poe.

Todo comenzó en una noche de primavera, en tiempos antiguos, cuando el castillo de las princesas aún se localizaba tras pasar el bosque Everfree.

La luna llena, atravesaba los confines de Equestria, pero, en un hogar de la "vieja Canterlot", un llanto irrumpió en la profundidad de la noche.

—Bueno señores — Dijo el médico —esto es algo que puedo decir con certeza, su hijo es ciertamente especial —

El padre no dijo nada, el unicornio gris únicamente escucho como aquellas palabras entraban por uno de sus oídos, y salían por el otro, Courage Jewel, un semental de pocas palabras, bastante serio, pero con un corazón de león, amaba a su querida yegua de pelaje negro más que a nada, Virtous Baker, la cual era una terrestre sin capacidades mágicas, excepto por la cuestión de que sus panes tenían un gusto "mágico", según las propias palabras de Courage.

El potrillo tenía características que nadie en aquel entonces había visto, los médicos observaban al pequeño ya más tranquilo sobre los cascos de su madre, su pelaje era algo fuera de lo común, a pesar de tener una capa grisácea como la del padre, el potrillo presentaba manchas negras como las de su madre, en distintas partes de su cuerpo, siendo las más prominentes en su rostro, parte de su tórax y en sus pequeños cuartos traseros.

Virtous observo a su pequeño hijo y de inmediato lo arropo con las cobijas, de su cama.

Desde el día de su boda con Courage, la fundación de su panadería, o el hecho de enterarse de que iba a ser madre, ninguno de esos momentos, se comparaban con este, tener al pequeño frente a ella, le hizo sentir una calidez emocional dentro de ella, no le importaban aquellas manchas que tenía su hijo, al contrario, sabía que el doctor decía la verdad, su pequeño potrillo era especial.

—¿Ya decidiste algún nombre para el pequeño amor? — Pregunto Courage acercándose a su amada, mientras no le quitaba el ojo de encima a su hijo.

Y sin previo aviso, un brillo de la luna llena se reflejó en el pequeño potrillo.

El nombre apareció en la mente de la madre y sin dudarlo respondió —Brave, Brave Moonlight, en honor a la sagrada luna llena que nuestra querida princesa de la noche levanto el día de hoy — El potrillo no entendía nada de lo que sus padres murmuraban y aun así una gran sonrisa se dibujó en su rostro.

A pesar de la seriedad de Courage, esa sonrisa lo contagio levantándole el ánimo, se había convertido en un padre y no podía estar más orgulloso, su esposa y su querido hijo eran más valiosos, que cualquier piedra preciosa que existiese en toda Equestria.

Los doctores abandonaron la habitación y la familia disfruto de un momento cálido, nadie decía nada, pues ninguna palabra bastaba, los dos padres, se quedaron quietos, observando al pequeño, orgullosos de sí mismos.

Mientras tanto a la lejanía, la princesa Luna al igual que el pequeño dibujo una sonrisa ante la escena que presenciaba, en aquellas épocas, Luna solía dar largos paseos para observar a sus súbditos, antes de realizar su trabajo en el reino de los sueños, nada la hacía más feliz que ver a familias coexistiendo con su amada noche, era de los pocos momentos en los que se daba cuenta de que su noche era realmente especial, y el hecho de que aquel chico naciera bajo su "Luna llena", la hizo que sentirse amada dentro de ella, y sin embargo sentía una terrible curiosidad ante las manchas tan curiosas que presentaba el pequeño potrillo.

—Bueno supongo que de nada sirve seguir preguntándomelo — Dijo la princesa para sí misma.

Luna amaba su trabajo, y pese a que algunos ponis, no salían a disfrutar del anochecer, sabía que el ciclo de "día y noche" era importante para mantener el ciclo de la armonía en su amado reino.

Curiosamente aquel potro le había proveído una sensación de calidez, como cuando recuerdas a alguien que estuvo en tu vida, pero no recuerdas cuando ni donde, era extraño.

Tan pronto como pensó en eso, dos imágenes fugaces aparecieron en su mente.

Extrañada, hizo caso omiso de aquella sensación, una luz apareció sobre su cuerno, y con la ligereza de un movimiento cerro sus ojos, pues era momento de cuidar los sueños de los ponis.

Pero poco sabía Luna, que de alguna forma, su vida, y la del potrillo se entrelazarían de una forma tan personal, que de haberlo sabido ninguno de los dos lo crearía.

Notas de autor.

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