El otro lado de Troya

Capítulo 1: La llegada.

Despedimos a aquella cuidad que nos había acogido por tanto tiempo, desde momentos inmemorables y aunque sabíamos que teníamos posibilidades de volver, todos y cada uno de nosotros lloró como nunca lo habíamos hecho. Estábamos yo, mis padres Calisto (el más hermoso) y Kalonice (victoria de la belleza), mis dos hermanos Obelix (pilar de la fuerza) y Thanos (noble), y por último, la menor de los hermanos, Nicia (ejército victorioso), quién soy yo.

Mientras nos alejábamos rápidamente en aquella carrocita humilde hecha de paja, con dos caballos mal cuidados, como cualquier ciudadano desquiciado en busca de otro futuro, recordé mi pasado, quién era y de donde venía.

Yo era una ciudadana de Focea, un pueblo griego ubicado en las costas del Asia Menor. Allí viví desde mi nacimiento hasta la edad que tengo ahora, 19 años. Fui una persona común y corriente, un tanto desobediente e irrespetuosa, no me gustaba actuar con mucha compostura, pero aún así la delicadeza y feminidad corría por mis venas. Mi padre trabajaba como alfarero, yo con mi madre nos preocupábamos del hogar, mientras mis hermanos tomaban clases de lucha –destaco que en mi cuidad nunca hubieron guerras, por lo menos mientras nosotros vivimos allí-. Nunca tuve los lujos que cualquier joven hubiera deseado, tales como los de la princesa de Focea, pero yo era feliz y me bastaba con eso, aunque a veces aquellas cosas podrían haberme hecho bien en algunos momentos. Mi vida era pareja, nunca había tenido problema alguno, ya que nuestros dioses estaban la mayoría de las veces del lado nuestro, pero como dicen por ahí, las cosas vienen cuando menos lo esperas.

Hace un tiempo atrás, me enteré de una batalla que se desató en Troya por parte de los espartanos, ya que la reina Helena había sido secuestrada por el príncipe de Troya del cual no recuerdo el nombre. Me tomé la idea de la guerra entre ellos muy natural, pero mis papás tenían algo más oculto, que no me habían contado hasta que…

"-Querida esposa mía, ¿Oíste los conflictos que se hayan entre la cuidad de Troya, cuidada por el gran Apolo, y los griegos?- escuché decir a mi padre, mientras almorzábamos en la pequeña mesa que se encontraba en unas de nuestras habitaciones. Tenía un gesto preocupado, pero aún así su hermosura no se borraba, sin importar las arrugas de sorpresa

-Calisto, si lo oí- mi madre tragó rápidamente la comida y suspiró, no podía entender la perfección de ambos- ¿Te han mandado alguna señal de alarma o algún mensaje?- mi madre miró a mi padre, tratando de contestarse a sí misma con sus propios ojos.

-Amada, me han llegado diversos mensajes de ellos- mi padre dirigió su mirada hacia Obelix y Thanos- nos han pedido lo que siempre esperamos…-

De repente, sin previo aviso, Obelix saltó de un movimiento, haciendo un estruendoso sonido cuando sus pies chocaron contra el suelo. Nuestras sopas se rebalsaron debido a la sacudida, pero aún así, con la mitad de su alimento encima de sus túnicas gastadas exclamó:

-¿Ha llegado el momento de combatir con nuestros primos, madre mía?-

Silencio…

Mi corazón se aceleró y parecía estar en una carrera que se dirigía a mi garganta, carraspeé y tragué saliva. Cuando pude concentrar la vista en un punto fijo, subí mi cabeza lentamente y todos miraban sus platos, de manera culpable.

Estuve procesando algunos minutos la información. Cuando todo estuvo claro, grité furiosa:

-¿Vamos a irnos de Focea para luchar contra los troyanos?- apreté mis puños para mantener el respeto y compostura. Nada de lo que dije me parecía con sentido… ¿Por qué nos meteríamos en una guerra que no nos afectaba del todo?

-Nicia, tú sabes que tu madre tuvo un hermano, ¿Cierto?- habló mi padre calmo, colocando su mano sobre las mías, bronceadas y temblorosas- Nunca te hemos hablado de él, pero ahora tienes que saber toda la verdad. El es Príamo, rey de Troya- respiré entrecortadamente- sirviente del dios Apolo y cuidador de todo ese pueblo. El siempre ha mantenido contacto con tu madre, y nos ha ayudado en muchas cosas, aunque tú no lo creas, pero algunos incidentes prohibieron que tu madre fuera de la realeza- se detuvo unos segundos, mirando sin mirar, con tristeza, pero continuó- Siempre mantuvieron una promesa, ayudarse a pesar de todas las cosas, tu sabes que tus hermanos son muy buenos en la guerra, y sabes que ahora Troya está en crisis. Todo comenzó cuando Troya y Esparta firmaron un acuerdo de paz, todos estaban dichosos del hecho y bebieron hasta el amanecer, pero tu primo, Paris, cayó enamorado en las manos de la hermosa Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta. Cuando los troyanos se retiraron de la cuidad, Paris le confesó a su hermano, Héctor, que había raptado a la princesa y que ahora iba junto a ellos a Troya. Héctor, furioso, tuvo que afrentar las consecuencias y ahora están en una frecuente guerra con Esparta, pero a esto se le sumó el Rey Agamenón, quién ha conquistado todos o la mayoría de los pueblos griegos. A pesar de que Príamo tiene tan buen ejército con el Príncipe Héctor, domador de caballos, al mando, ellos nos necesitan- apretó mis manos entre las suyas- Nicia, nos iremos a Troya, no a luchar contra ellos, sino con ellos-

Ahora las palabras se unían y tenían coherencia, claro, mis padres me habían ocultado aquel honor de ser pariente del rey de Troya, mi madre tuvo problemas y no fue de la realeza, y ahora Príamo nos quiere robar a Thanos y Obelix para poder ganar su guerra, que no tenía mucho que ver con nosotros. La injusticia me llenó y susurré:

-Padre, él no nos ha ayudado en nada, ¿Recuerdas cuando tuvimos escases de comida, y la gente se moría de hambre en las calles? Que Zeus te abra los ojos de una vez, oh padre mío, no arriesguemos a nuestros tesoros más preciados por un conflicto que no nos incumbe, en un drama por un chiquillo estúpido que se ha enamorado, por favor, no debemos dejar Focea, es mi hogar y no podemos traicionar así a mis hermanos…- hablé triste, sentía que mis ojos se mojaban y me hacían ver borrosa los rostros decepcionados de mis familiares.

-¿Acaso te preguntaste, Nicia hija mía y tan adorada, por qué nunca tuvimos algún problema con el alimento?, el rey de Troya nos ha sacado de diversos aprietos, donde, junto a los dioses, nos brindaron todo lo que necesitamos. Claro que debemos devolverle el favor, Nicia. Y si deliras por el futuro de tus hermanos, he soñado con los dioses, y me han dicho que este será un cambio totalmente positivo para nosotros como familia- acarició mi mejilla hirviente, dando un suspiro largo para poder pensar lo próximo que diría- Tus primos, Héctor y Paris, son muy valientes, no dejarán que nada les pase a ustedes…"

Cuando ya estábamos en la carroza, partiendo aquel viaje de 7 horas hacia Troya, me comencé a arrepentir de todo aquello. Quizás debería haberme rebelado contra mi padre desde un principio, así no estaría velando por nuestro cruel destino. Me parecía una absurdez todo este embrollo, quizás ellos si nos ayudaron, pero nunca se involucraron en nuestras vidas, ni menos nos vinieron a visitar, sólo conozco a mis "primos" y "tíos" por los rumores que he oído.

No quería arriesgar la vida de mis hermanos, ellos me habían enseñado todo lo que se sobre lucha y como usar mi espada, que cuando supe lo suficiente, les había ganado varias prácticas –claramente, nadie podía saber sobre esto, siempre lo hacíamos en secreto, era pecado que una mujer fuera guerrera-. Además, ambos eran tan inocentes que no mataban ni a una mosca.

Lloré en silencio, mientras los demás dormían, ¿Cómo mantener la calma en un momento tan tenso?, pero para no autodestruirme, decidí convertir la pena en ira, en odio contra esos tales primos y tíos, que nunca significaron nada para mí. Arrugué el ceño y me crucé de brazos lentamente, aún con las marcas de lágrimas, mirando hacia afuera de la carroza.

Luego de unas varias horas de sueño y lloriqueos, observé a lo lejos una pared gigantesca que se encontraba en medio de un lugar semi-desierto. Ese lugar no parecía estar en guerra, de hecho cuando nos acercamos aún más, quizás podía nombrarlo como la cuidad más hermosa y bonita que habían hecho los dioses, después de Focea, claro. Pero cuando el sol iluminó la bahía por completo, se hizo más doloroso, porque podía divisar los campamentos que hizo el ejército contrario en la costa, amenazando con un ataque que podría ser en cualquier minuto. Eran tantos griegos, tantas carpas, tantas personas trabajando en la costa que le terminabas de dar un serio respeto al reinado de Agamenón y Menelao.

Debido a los conflictos y que podíamos ser apresados, decidimos entrar por la puerta trasera del pueblo de Troya, donde solamente huéspedes pacíficos entraban sin problema alguno, interrogados e inspeccionados por los guardias troyanos que se hallaban en aquellas puertas de oro puro, con dibujos de los dioses y Apolo que maravillaban. Me imaginé que si aquella puerta que no se veía bien era tan hermosa, ¿Cómo iba a ser la de entrada?

Cuando por fin estuvimos dentro de la ciudad, salté rápidamente hacia afuera de la carroza, con las piernas adormecidas por el largo viaje. Las sacudí algunos segundos, me entregaron un poco de vino y algunos manjares que venían en la parte trasera del vehículo, saciando mis fatigas.

Cuando por fin estuve consiente, sin hambre y sin dolores, me fijé de donde me encontraba. Sinceramente, me asombré. Estaba rodeada de casitas construidas a base de piedra y techos de paja, pero que aún así mantenían el paisaje armonioso y perfecto. Trabajadores corrían de aquí a allá, mareándome con cada uno nuevo que veía. A pesar de lo duros y agotados que se veían, todos sonreían y hablaban entre sí e incluso a veces se podía escuchar unos gritos tales como "¡Salve rey Príamo y el dios Apolo!" "Con el ejército del Príncipe Héctor estamos salvados, se lo aseguro" "Paris ha sido muy valiente por luchar a favor de Helena, suertuda ella quién tendrá su mano". La gente parecía dichosa, algunos cantaban y tocaban instrumentos y otros acompañaban a la linda escena con bailes espléndidos. Fue cuando recordé mi odio hacia los cobardes de los príncipes, ¿Acaso los troyanos no se daban cuenta del desastre que se encontraba fuera de aquellas paredes?

-Hermana, hemos de encaminarnos al palacio real, vamos y honremos a nuestro padre- Thanos llamó mi atención con su voz suave, como terciopelo.

-Thanos, hermano mío, por favor, no lo hagamos. No tenemos porqué, ellos que arreglen sus problemas como los caballeros que son. Ahí está la salida, escapemos, te lo ruego- le imploré, apuntando hacia la misma puerta donde habíamos salido. No pude evitar soltar algunas gotas de mis ojos, la angustia me estaba consumiendo, nada podía ser peor que perder a alguien como Thanos y Obelix.

Thanos giró mi rostro con sus grandes manos, tratándome como una muñeca de porcelana, así me llamaba. Sonrió, triste, sabía lo que podía depararnos a todos

-Te ves hermosa hoy, Nicia, aquel velo que mi madre te ha hecho de seda costosa ha sido la mejor prenda que te has puesto. No llores por eventos que aún no suceden, esperemos lo que los dioses quieren de nosotros, siempre con su protección estaremos bien, te lo prometo- sus ojos azules cristalinos me llenaron de paz e inconscientemente me encaminé hacia el palacio de Príamo, después de todo no tenía opción, si huía sola, los griegos me hubieran raptado y no hubiera salido de allí, por lo menos, con vida.

La última frase de mi hermano me quedo merodeando en un lugar oscuro de mi mente, los dioses no siempre querían lo mejor para nosotros, a veces ni siquiera lo correcto, cuando se enfurecían nos castigaban sin previo aviso y teníamos que aceptarlo. Pero yo no sería aquellas que aceptarían la muerte de mis hermanos, mis soportes, mi vida, nunca podría perdonárselos a aquellos que nos miran de reojo y se burlan de nosotros desde el Olimpo.

Caminamos por el pasillo del jardín delantero del castillo, que poseía todo tipo de flores, árboles, frutas e incluso animales. Las piletas de plata resaltaban como tesoros, con un agua cristalina que daban ansias de beberla. Nunca podré explicar la hermosura del castillo cuando entramos a la sala principal, las paredes totalmente blancas como la piel de Obelix, el suelo tapizado con un color rojo pasión, y en el techo te encontrabas con una lámpara colgante de mil y un diamantes que caían de ella. Las escaleras de mármol tenían forma de caracol, donde el tapizado rojo daba su final. Daba la impresión que todos los días los dioses tomaban su tiempo para limpiar el palacio de Troya y pulirlo, al contrario de las afueras de este, donde estaba todo polvoriento y sucio.

-¿Señora… Kalonice?, sígame, por aquí, la familia real los espera en el trono del balcón- apareció una esclava justo al lado nuestro, sumisa y tranquila, hablándonos sin mirarnos a los ojos y dirigiéndonos hacia unas pequeñas escaleras que estaban en el costado derecho del salón principal.

Subimos las escaleras que estaban por afuera del palacio, pero que ocupaban solo la mitad del primer piso y nos daban una vista exquisita de Troya. Cuando llegamos a nuestro destino, encontramos un balcón gigantesco, techado por oro, lleno de columnas de mármol que sostenían esta construcción. A una esquina de la entrada, la cual eran ventanales transparentes, se encontraban diversas estatuas de dioses, y una de Príamo con toda su familia. También había varios asientos, algunos en la derecha y otros en la izquierda, hechos de plata pura y siempre dejando un espacio al centro, con la descarada intención que la silla de oro del poderoso Príamo se notara mucho más que las sillas de plata. Seguía encontrando la cuidad muy maravillosa, totalmente contraria a lo que yo tenía en mente.

Cuando los cinco de nosotros estábamos en fila, ordenadamente, le dimos la cara a todo aquellas personas que se hallaban sentadas en estas sillas, con aspecto de superioridad y poderío. Me sentí totalmente incómoda cuando el rey Príamo fijo su vista en mí, concentrado y sorprendido al mismo tiempo. Miré hacia una chica que se encontraba con un bebé en sus brazos, tenía cara desolada y agotada, su cabello negro estaba totalmente alborotado y sin arreglar, pero aún así tenía una pequeña corona de margaritas sobre su sien, agitaba ansiosamente a la criatura en sus brazos, entreabriendo la boca, como si quisiera decir algo prohibido.

Junto a ella se hallaba un hombre de cuerpo totalmente formado, estructurado, como si hubiera sido construido por los mejores artistas de toda Grecia. Sus ojos oscuros mostraban calma, mas que su boca se torcía levemente hacia un lado. Su cabello enrulado y color chocolate estaba bien peinado, pero un mechón que caía sobre su frente morena daba aspecto de rebeldía. Era demasiado "hombre" como para ser un adolecente.

Al lado de él, quienes nos miraban eran Príamo y Hécuba, los reyes de Troya. Príamo, canoso, tenía aspecto sorpresivo y asustado, quizás el era el único en aquella habitación –aparte de mí- que entendía el significado de la guerra contra Esparta. Hécuba no tenía expresión, aún así mantenía un rostro pincelado.

Un chico se encontraba mirando al frente del hombre de aspecto rebelde y duro, pero él era totalmente distinto. Era perfecto. Sus ojos relucían y parecían resplandecer el salón, su nariz era respingada y su boca era justa para poder sonreír de manera seductora, tal cual como lo hacía en ese momento. Su cabello era igual de enrulado que el "hombre", solamente que más oscuro. Deduje que este era Paris, el príncipe de Troya, donde yo había escuchado que era el hombre más hermoso que podía haber pisado el planeta.

La chica que se encontraba en el asiento después del de Paris, era hermosa, rubia, de ojos celestes y tez nívea. Pero aún así, ella tenía postura asustada. Ella era Helena, la ex Reina de Esparta, actual Princesa de Troya.

Aquellos minutos de silencio parecía que habían incomodado a todos los presentes, entonces fue cuando el Rey Príamo exclamó con alegría:

-¡Bienvenidos sean, Kalonice y su familia! Es un honor para nosotros de tenerlos en Troya, especialmente a ti, hermana- Príamo se incorporó y caminó con gracia hacia mi madre. Al hacer esto, los demás que estaban sentados se levantaron, mirando desde lo lejos- Estas igual de hermosa como te recuerdo, pareciera que los dioses de la vejez no han pasado por tu casa- el Rey lanzó una carcajada, seguida por un suspiro.

-Oh, hermano mío, Rey de este maravilloso lugar llamado Troya, sirviente de Apolo y merecedor de todas las cosas buenas que han pisado la tierra, para mí es mucho más que un honor estar junto a ustedes estos días que se que han sido duros para ti y todos los troyanos. A todos nosotros nos ha afectado como familia, por eso, hemos tomado conciencia y por voluntad propia, vinimos a ofrecerte ayuda de cualquier tipo- mi madre parecía totalmente convencida de sus palabras, yo me limité a echarme a reír y llorar cuando dijo que nosotros habíamos planeado venir aquí.

-Hermana, dejemos esos asuntos para más tarde, ¡déjame saludar a todos los presentes!- Príamo saludó a mi padre y a mis dos hermanos con una inmensa hospitalidad y diciéndoles todos los cumplidos habidos y por haber, esperé mi turno, para oír que mentiras tenía el rey para mí y que haría para poder ganar sus batallas con ayuda de mis dos hermanos, que ahora, parecían esclavos de las leyes de Troya.

-Querida Nicia, ¿Cómo olvidarte?- me miró de la misma manera como lo había hecho cuando entré al lugar, asombrado- Te conocí cuando apenas eras un engendro de 1 año, y no puedo creer que la belleza que siempre tuviste ha crecido año tras año, tú que posees ojos color cafés y cabello color oro, bendito sea por los dioses aquel que tome tu mano por matrimonio- dijo convencido Príamo, tomando mi rostro entre sus arrugadas manos, mirándome con esos ojos intensos color azul oscuro.

"No se preocupe, oh mi rey, no me casaré dentro de unos buenos años más" pensé, riéndome para mis adentros, burlándome de la situación.

Ahora Príamo nos dio la espalda y dijo:

-Les presento a mi familia real- y con un gesto, las personas de la realeza nos saludaron uno a uno, presentándose cordialmente, donde yo, obligatoriamente respondía con una sonrisa falsa.

La chica del bebé era Andrómaca, estaban Paris, Helena, culpables de toda esta guerra, Hécuba y… el último que faltaba por saludar, Héctor, esposo de Andrómaca, líder del ejército en el cual mis hermanos iban a estar.

Luego de haber saludado a Thanos, se dirigió hacia mí, con aspecto varonil y recto. Sus ojos pacíficos se encontraron con los míos, los cuales estaban llenos de rabia e ira, llenos de tristeza y angustia. Sentí como el nudo de mi garganta amenazaba con salir, pero cesó cuando –luego de unos segundos- el príncipe Héctor me miraba aún mas pacíficamente que al principio. Entonces fue cuando noté lo atractivo que era el domador de caballos de Troya. Aquella postura y esa barba que daban el toque de hombre maduro, pero con rasgos de un niño, esos ojos profundos y dulces, que me miraban directamente, esa boca que se transformó en una sonrisa ladeada, que terminó por darme una aceleración él en corazón y comenzó a provocar una guerra en mi estómago. Su piel tostada parecía más deliciosa que cualquier manjar, su cabello más suave que cualquier tela de alto costo, y sus labios besables, más aún que los de su hermano Paris. Mantuve el aliento por tres, cuatro, cinco, seis segundos, hasta que el Príncipe Héctor se inclinó a besar el reverso de mi mano, haciendo que ahora la guerra de mi estómago, se transformaran en mariposas que bailaban alrededor de un hermoso prado. Tampoco había notado lo tonificado que estaba, tal vez era demasiado.

-Prima…- habló esa voz gutural que me estremeció por completo. Traté de pasar desapercibido aquel respingo y respondí con un movimiento de cabeza, parecía un canto grave de ángeles.

El enamoramiento me invadió por algunos minutos, y no cesé de mirarle, incluso cuando ya estaba hablando con mis dos hermanos sobre la guerra. Recordé que por culpa de él, de Paris, de los que estaban sentados en las sillas, de los que estaban trabajando, de los que estaban viviendo en ese lugar eran culpables de que yo estuviera allí, atrapada, obligada a ver cómo mis dos hermanos se sacrificarían por un lugar que no es nuestro hogar, viendo caer sangre inocente y no troyana en las batallas que terminarían por dejarme muerta y ahogada en un mar de tristeza.


Hola a todos!

Bueno, recientemente terminé de ver la película Troya y comencé a leer La Odisea para la escuela. Yo soy muy fácil de obsesionarme con cosas y terminé por obsesionarme con Troya y el Príncipe Héctor, encontré que es el mejor personaje de la película y me encantó (Nunca debió haber muerto!). Entonces se me vino a la mente esta idea. No me sé de muchas cuidades entonces investigué lo más que pude y encontré Focea.

Ojalá les guste :)

Flavia Wolf