Disclaimer: InuYasha & Co. no me pertenecen. La historia es 100% sacada de mi imaginación y puesta sobre "papel" en mis ratos de ocio.

* Nota: Este fic participa en la actividad "¿Le temes a la oscuridad?: Mes del terror en ¡Siéntate!"

* Tema elegido para el primer capítulo: Brujas — maldiciones.

* Advertencia: Contenido gore, por lo que no creo que sea recomendable para personas sensibles. Muerte de personajes.

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Entrar en territorio prohibido el día equivocado, había sido el mayor error de sus vidas. No hicieron caso a las advertencias y ahora tendrían que pagar las consecuencias. La maldición de una malvada bruja fue la perdición de todos y la causante del derramamiento de su sangre en manos de ellos mismos.

Terror en el bosque

Capítulo 1: La maldición de la bruja

La búsqueda de Naraku se estaba volviendo realmente tediosa. Ya varios días habían pasado desde su último encuentro y, salvo rumores de monstruos insignificantes y criaturas malignas en las cercanías, no habían obtenido nada. Sin embargo, los alterados comentarios de los habitantes de una pequeña aldea en las montañas, motivó al grupo de amigos a seguir adelante e indagar más allá del bosque, pese a las constantes advertencias de la gente de mejor no hacerlo y alejarse.

Hoy es noche de luna llena… deben buscar refugio —había dicho un anciano campesino, preocupado por protegerse rápidamente en la seguridad de su pequeña choza—. Es peligroso que se queden aquí.

La noche está maldita. Tengan cuidado o serán devorados por la criatura del bosque, que en cada luna regresa sedienta de sangre —había advertido otro, ingresando igualmente a su hogar, sellando puertas y ventanas.

Ninguno de ellos se preocupó realmente ni tampoco comprendió la magnitud de esos avisos. Y, es que, el luchar contra seres muy fuertes en infinidad de ocasiones, les mantenía preparados en todo momento para enfrentarse a lo que fuera.

Por azares del destino, el joven líder del clan de los hombres lobo y sus fieles acompañantes, Hakkaku y Ginta, llegaron exactamente al mismo lugar para investigar, sin imaginar que estarían pisando territorio prohibido. Una extraña presencia maligna los había atraído desde lejos, haciéndolos pensar que, posiblemente, estarían muy cerca de volver a encarar a su enemigo.

Por supuesto que, tras iniciar una inútil pelea entre machos para ver quién se quedaría con Kagome —y, posteriormente, mataría a Naraku—, InuYasha y Kôga, acordaron una tregua temporal, puesto que sus agudizados sentidos se pusieron, súbitamente, en alerta. Un repentino silencio sepulcral invadió el lugar de manera abrumadora. La oscuridad cubrió el cielo del ocaso mucho antes de lo esperado, dando paso rápidamente a la noche.

Sin darse cuenta, un campo de energía se cerró tras ellos, obstruyéndoles cualquier vía de escape y dejándoles un sólo camino. El bosque se fue tornando más oscuro y tenebroso a medida que sus pasos avanzaban. Los árboles, frondosos y verdes, se fueron deteriorando a su paso, quedando únicamente troncos secos y sin vida. Sus ramas, ahora desprovistas de follaje, se mecieron al compás del viento, proyectando feas sobras con la tenue luz de la luna que apenas se filtraba a través de las oscuras nubes. Un panorama digno de asustar hasta al más valiente y temerario guerrero.

Los movimientos de los presentes se volvieron más sigilosos y algo torpes, en cuanto notaron el cambio drástico del panorama a su alrededor. Algo no andaba bien. La presencia de algo siniestro los asechaba desde alguna parte desconocida; podían sentirlo.

—Kagome, tengo miedo... —balbuceó el pequeño zorrito, aferrándose más a los protectores brazos de la joven azabache.

—Yo también, Shippô —contestó ella, abrazándose a él para reconfortarlo, buscando a su vez la cercanía de sus amigos—. Todo es tan… extraño.

—Kagome, ¿puedes percibir algún fragmento de la perla? —inquirió la exterminadora y la joven Higurashi negó con su cabeza.

—O-oigan... creo que será mejor volver por donde vinimos —se aventuró a decir Hakkaku, sumamente nervioso—. Esto m-me está asustando mucho.

—P-por lo que dijo la señora Kagome, n-no creo que Naraku esté por aquí, ¿verdad? —concordó Ginta, sintiendo claramente el temblor de sus piernas.

El hombre lobo tenía razón. La presencia maligna que se sentía en esos momentos era muy distinta a la de Naraku. No era demoniaca; era más bien humana, pero poderosa, esperpéntica y perversa. Algo que indicaba estar fuera de su alcance, a pesar de sus propios poderes y fuerza.

—Dejen de lloriquear, par de miedosos —los acalló Kôga, ciertamente irritable por aquella extraña atmósfera. Sus instintos le estaban advirtiendo del peligro, por lo que no dudó en acercarse más a la azabache—. No te preocupes, Kagome, yo te protegeré.

—¡Silencio! —Exigió InuYasha de repente, moviendo inquietamente sus orejas y poniéndose en alerta. Parecía haber captado algo inusual y, por primera vez, no mostró signos de estar molesto con el movimiento del sarnosito, al contrario—. Algo se acerca.

Todos se tensaron y permanecieron inmóviles ante el comentario. Temerosos, trataron de localizar la ubicación de aquella extraña presencia, la cual no demoró en hacer su aparición. De entre las penumbras, una luz llameante de color celeste surgió delante de ellos, flotando en el aire. Una luminiscencia muy similar al fuego mágico de zorro, aunque…

—Deja de estar jugando, Shippô —solicitó el monje Miroku, con una sonrisa nerviosa, rogando que su pequeño amigo les estuviera haciendo algún tipo de broma—. Ya no es divertido.

—Y-yo no estoy haciendo n-nada —se defendió el zorrito, sintiendo los pelos de su colita erizarse.

Una aguda y burlesca risa femenina hizo eco en el sepulcral silencio, estremeciendo al grupo. De entre las penumbras, la figura de lo que parecía ser una persona se materializó ante sus ojos, sosteniendo entre sus manos aquella flama azulada. Una mujer vieja, fea y encorvada, vestida con una túnica negra les sonrió desde una distancia muy corta.

—Son muy valientes para venir a estas tierras prohibidas, pero también muy imprudentes —comentó con voz tétrica, enfocando sus grandes y saltones ojos sobre ellos—. ¿Nadie les dijo que no debían venir a jugar a este bosque?

—¿Quién eres y qué quieres? —preguntó InuYasha, desenvainando casi por inercia a Colmillo de Acero. Tenía un muy mal presentimiento.

La anciana soltó una nueva risa burlesca y chillona. Parecía divertida por la desorientación del peculiar grupo, conformado por humanos y demonios. Y, hubo uno de ellos que llamó especialmente su atención.

—Así que eres un híbrido —dedujo ella con interés—. La mezcla de dos especies… dos tipos de sangre corriendo por tus venas…

—¿De qué demonios hablas, maldita bruja?

—Tu sangre es lo único que necesito para volverme más poderosa e inmune a cualquier criatura viviente —declaró la fea y anciana mujer—. Y como nadie sale vivo de mis dominios, el sacrificio de tus amigos servirá para sellar el pacto de mi inmortalidad.

—¡¿Qué dijiste?! —gruñó InuYasha, optando una posición ofensiva, preparándose para atacar—. Vieja despreciable; la única sacrificada serás tú, ¡porque acabaré contigo primero!

Alzando su Colmillo de Acero, InuYasha se impulsó velozmente para cortar la siniestra y amenazante figura de ojos saltones, pero antes de siquiera alcanzarla, ésta se desvaneció delante de él, reapareciendo al otro extremo del grupo. ¡¿Qué demonios?!

Los ojos de la bruja se iluminaron repentinamente de un color rojizo y la pequeña llama azulada que levitaba aún sobre sus manos se desintegró, esparciéndose en exactamente ocho partículas. Las pequeñas lucecitas penetraron individualmente los cuerpos de los presentes, al tiempo que la anciana recitaba un oscuro conjuro en un lenguaje antiguo e incomprensible… una maldición que marcaría el nuevo y cruel destino de cada uno de ellos.

Y, así como aquella bruja había aparecido en aquel tétrico escenario, así mismo desapareció, dejando únicamente la resonancia del eco de su macabra risa como trasfondo.

—¿Qué… qué me está pasando? —inquirió Sango de pronto, comenzando a temblar involuntariamente. Sus manos parecían haber cobrado vida propia, aferrándose fuertemente a su Hiraikotsu.

—Sango, ¿q-qué ocurre? —titubeó Kagome, volteando a ver a su amiga sin poder moverse. Su cuerpo entero estaba siendo sujetado por una invisible fuerza.

De pronto, y de la manera más inesperada, la cabeza de la exterminadora rodó a los pies de Miroku y el cuerpo de la mujer cayó, inerte al piso. El monje, al igual que los demás, observaron la sádica escena con horror, sin poder procesar lo que acababa de ocurrir... la terrible maldición de la bruja de la cual estaban siendo objetos, sin oportunidad de escape.

Continuará…

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N/A: ¡Hola a todos!

Muy bien, lo confieso… ¡esto no me gusta! xDD

Es la primera vez que me atrevo a escribir algo tan feo y siniestro. Si bien me agrada el drama y el suspenso, creo que introducirme al género del terror, va más allá de mis capacidades. Me da escalofríos xD. Aún así, por estar en fechas halloweenenses y eso, me atreví a participar en la actividad del foro ¡Siéntate! y retarme a mí misma una vez más.

Éste será únicamente un Two-shot, el cual espero culminar, posiblemente, el último día del mes. Espero que les guste y les provoque piel de gallina xD.

De antemano, ¡muchas gracias por su apoyo y por sus reviews! Ya saben que su comentario siempre es bienvenido, además que me harán muy feliz al dejarme conocer su opinión =).

¡Besos y hasta pronto!

Con cariño,

Peach n_n.

P.D.: A favor de la Campaña "Voz y voto". Porque agregar a favoritos y no dejar un comentario, es como manosearme la teta y salir corriendo (gracioso, pero cierto xD). Gracias :P.