Un muchacho de unos dieciséis años iba corriendo por los pasillos del colegio tan rápido como podía, tenia el pelo negro azabache y los ojos de color verde esmeralda estaban brillando por las lagrimas acumuladas que no querían salir. Ese chico era Harry Potter

No podía creer que había sido Snape quien le había dicho a Voldemort lo de la profecía, al principio iba a ir a al despacho del director a reclamarle el que nunca se lo contara pero justo cuando estaba enfrente de la gárgola cambio de idea y decidió dar una vuelta por el castillo para clamarse y no arrepentirse de las cosas que pudiera decir

Caminado llego hasta una puerta que era mas pequeñas que todas las demás del castillo, era demasiado pequeña como para que pudiera entrar por ella una persona, la abrió con cuidado y paso por ella a gatas, cuando entro y se puso de pie vio que la sala era todo lo contrario de la puerta era una sala plateada de enormes proporciones pero entera vacía exceptuando un espejo al fondo del todo atraído por una fuerza extraña Harry fue avanzando hacia el espejo y al tocarlo la superficie se movió y al otro lado apareció la misma habitación pero en la habitación del espejo había una chica sentada en el suelo llorando, Harry se dio la vuelta y vio que detrás suyo no había nadie, volvió a mirar el espejo y la chica seguía ahí sentada pero ahora estaba hablando o bien sola o bien con alguien que Harry no podía ver.

Este volvió a tocar la superficie del espejo y vio que podía meter la mano entera, al final de unos minutos se decidió y paso a través del espejo al otro lado.