Hola y bienvenidos, a todos aquellos que le dieron una oportunidad a este vago intento de fic. Soy nueva en FF, por lo tanto, este es mi primer fic. No estaba segura en subirlo o no, pero mi hermano me convenció de hacerlo y ¡aquí estamos!

He leído muchas historias en FF, muchas de ellas he agregado como "Favoritos", en muchas me he inspirado, así que si encuentran algún parecido se debe a eso. Estoy total y completamente EN CONTRA del plagio, por lo tanto, si algún autor encuentra coincidencias en mi fic y en el suyo, pido disculpas y quisiera que me lo hiciera saber. Nosotros acordaremos qué hacer al respecto.

En fín, creo que esta de más decir que Harry Potter y todo lo que confiere a esta historia no me pertenece en absoluto, sino que es de la increíble y fabulosa J.K Rowling. La trama es de mi total autoria.

He dejado en varios fics, reviews bajo los nombres de "Rose Malfoy" y "Sakura-TGVB".

Sin más que decir, por favor dejen su opinión en un review, por más mala o buena que sea.

Gracias :)


CAPITULO 1.

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Madriguera, Ottery St. Catchpole. Invierno de 2023.

Suspiro cansinamente. Sus botas de cuero le estaban lastimando los pies dolorosamente. Pero no podía darse el lujo de detenerse, había salido en búsqueda de alimento hacía unas horas, y estaba segura de que sus amigos se preocuparían por ella. Si es que no lo estaban ya.

Continúo la rigurosa caminata por las calles de aquel pueblo rural. Faltaba muy poco para llegar a la Madriguera, lo sabía por aquel recorrido que había hecho con sus abuelos desde pequeña. Recordaba aquellas tardes, durante las vacaciones de Navidad en las que todos los Weasley se reunían a celebrar las fiestas, donde solían jugar quidditch con sus primos. Siempre jugaba de cazadora, porque aquel era su puesto por excelencia. Jugaba en ese puesto para el equipo de Slytherin, en Hogwarts. Así es, el Sombrero Seleccionador la había enviado a la casa de las serpientes, luego de tres minutos de lucha mental. Ella deseaba, por sobre todo, destacar. Quería hacer la diferencia en su familia y, aquello era lo que ella y Albus, habían decidido en el Expreso de Hogwarts: ambos marcarían la diferencia en la numerosa familia Weasley. Y lo habían logrado.

Sonrió para sí misma, luego de recordar los días de colegio en su amado Hogwarts. No podía evitar sentir nostalgia de aquellos tiempos, donde las diversiones pasaban desde ganar la Copa de las Casas o la temporada de quiddicht, hasta molestar a los Gryffindors y Huffupuffs, por el simple hecho de hacerlos cabrear hasta los mil demonios. No es que le gustará hacer llorar a todo alumno que se le cruzara, simplemente era una serpiente y, como tal, debía provocar terror y respeto a todo aquel ser vivo que consideraba inferior. Y, ¿Qué mejor forma que intimidando a gryffindors molestos y a huffulpuffs indefensos? A excepción de su prima Lily Potter. Ella sí que era digna de respetar, tenía un carácter explosivo como el de su tía Ginny. Era una justiciera total y, siempre que la pillaba a ella y sus amigos con las manos en la masa, les gritaba y los amenazaba con lanzarles maldiciones a lo loco. Los cinco primeros años en el colegio, habían sido de los mejores. Pero no podía hablar igual del sexto.

Recordaba que, durante la primera parte del curso, había recibido cartas de sus padres donde les decían a su hermano y a ella, que debían ir a una misión de suma importancia y qué para las festividades, fueran a la Madriguera ambos. No había recibido otra carta de ellos desde entonces. Ni siquiera en Navidad, le habían escrito. No quería ni pensar que podía haberles pasado. A Albus le habían enviado una carta similar, pero solo decía que tío Harry, asistiría a la misión. Era por eso que ellos habían empezado a sospechar desde ese momento. Por otro lado, Scorpius no sabía nada de sus padres. La última carta de Draco y Astoria Malfoy, decía que habían salido de viaje y que no se preocupara por nada. Le habían dicho a su hijo que se fuera con sus amigos en las vacaciones. Ellos no habían tenido sospechas de ningún tipo, hasta que un día el diario "El Profeta", les trajo la peor noticia que jamás hubieran pensado.

El diario había caído en la mesa del desayuno, y tan pronto lo hizo, el pánico sobrevoló por el comedor. Tostadas cayeron al suelo, tasas y vasos de derramaron y alumnos y profesores gritaron o quedaron estáticos, con el miedo inundando sus rostros. Allí, en la primera página del diario, una noticia opacaba a todas las demás. Ojala hubiera sido por ser una buena, pero no era así. Rose aún recordaba el desconcierto en el rostro de todos los profesores, hasta de aquellos que tenían fama de ser serios. "Volvió" era el corto título que, sin embargo, bastaba para helar la sangre. Había vuelto, eso decía el periódico pero ¿Cómo? ¿No había sido destruido? ¿Qué demonios había ocurrido?

A partir de ese momento, todo se había vuelto oscuro y tenebroso. La Marca Tenebrosa había aparecido en el cielo, numerosas veces. Pero no habían creído que él había regresado. Nadie quería creerlo. Pensaban que solo había sido un maldito seguidor aficionado a la Magia Negra, pero no era así. Un ataque a la ciudad inglesa de Manchester, había dejado claro que no había sido de un aficionado. La Marca había aparecido ese día en el cielo seis veces, simultáneamente. Aurores habían acudido al lugar, pero llegaron tarde. Al llegar al lugar, cuerpos muggles, habían sido tendidos por las calles desiertas y manchadas de sangre de la ciudad. El Ministro Shacklebolt había quedado consternado ante esto. Era un episodio terrorífico y catastrófico. Los muggles no habían muerto por Avada Kedavra, sino por métodos de tortura, lo que asimilaba que habían sido mortifagos. Eran los únicos capaces de matar tan despiadada y cruelmente.

A Rose aún le helaba la sangre, recordar lo que había seguido después. Muerte, sangre y destrucción. Lo peor era que aún nadie sabía cómo el-que-no-debe-ser-nombrado había vuelto a la vida. Nadie lo había visto, pero no había dudas de que era él. Era algo imposible de pensar, pero no existía otra explicación. Voldemort había vuelto y solo sus padres y su tío Harry podría con él.

Diviso cerca de ella, una casa de muchas chimeneas, y volvió a sonreír exhausta. La Madriguera, por fin había llegado.

Irrumpió dentro de esta con las bolsas en sus manos. Vio cerca de ella el mullido sofá, que estaba en la cocina y se tiro encima. Se apresuro por quitarse los botines de combate, que solía llevar siempre, por las dudas. Siempre tenía la corazonada, que en cualquier momento llegaría una banda de motifagos a Ottery St. Catchpole, y que ellos tendrían que salir como posesos de allí.

- ¡Llegaste! – Escucho una exclamación a sus espaldas. – Albus y Scorpius salieron a buscarte, estaban muy preocupados.

Rose reconoció la voz. Con dificultad se dio vuelta y vio a la chica de cabello castaño oscuro y ojos de un hermoso e impresionante azul claro. La chica era pálida y de mirada suave pero intimidante, su voz tenía un ligero tono angelical. En frente de Rose, estaba Lizbeth Nott, mejor amiga de Rose, perteneciente a la casa de Slytherin, prima de Scorpius y compañera de curso.

- Sabía que harían eso. – Rose suspiro. Si las cosas no estuvieran tan feas, ellos no habrían salido. Saco su varita y conjuro su patronus para enviar su mensaje. Un escorpión se materializó al instante y ella no pudo evitar sonrojarse. Había descubierto en su tercer año que su patronus era ese animal, el cual, por obvias razones, tenía algo que ver con cierto rubio arrogante y egocéntrico. – Supongo que con eso bastara. – Dijo ella, ocultando su rostro colorado, estilo Weasley de la castaña.

- Si, supongo. – El tono de Lizbeth, se había vuelto sombrío. – Mi madre me ha enviado una carta. – Dijo mientras se sentaba al lado de Rose en el sillón de la cocina. El rostro de Lizbeth se veía lejano y apagado. Rose se impaciento ante la falta de explicación de la castaña. – Mi… mi padre ha… desaparecido. – Dijo con un susurro débil y tembloroso. Rose vio una lágrima caer por su pálido rostro. No soporto y, aunque la castaña odiara las muestras de afecto, la abrazo. Lizbeth rompió a llorar con aquel gesto.

Durante unos momentos, solo se escucharon los sollozos de la Nott y nada más. Rose intentaba consolarla, acariciándole la cabeza con ternura, pero ella sabía que no era la mejor consolando. Su hermano, Hugo era el mejor en esa materia, pero él no se encontraba en la Madriguera en aquel momento. Tanto Hugo como Lily, se encontraban en el número 12 de Grimmauld Place, donde vive la familia Potter. Ginny Weasley se encontraba allí también, a la espera de ser enviada a una misión, al igual que James. El hijo mayor de los Potter, había egresado de Hogwarts el año anterior, y se había inscripto en la academia de aurores, junto con Fred Weasley y Mason Wood, sus mejores amigos. Rose sabía que el destino de James era ser un auror, después de todo era un gryffindor, y ellos siempre aspiraban a ser uno de ellos.

Por otro lado, ellos cuatro se encontraban allí con Ted Lupin y Victoire Weasley. El metamorfomago y la rubia, se habían casado hacía un año y vivían en la Madriguera con la abuela Molly, desde la muerte de Arthur Weasley. Ellos solían vivir en un pequeño departamento en Hogsmade, pero el abandono de Molly le destruía el corazón a Victoire, por eso decidieron ir a vivir con ella. El problema real era que ellos dos, apenas se encontraban allí. Teddy era auror y, ante la situación, el cuartel lo requería. Victoire, por otro lado, estaba a cargo de la Oficina del Uso Incorrecto de Magia, del Departamento de Seguridad Mágica, por lo que estaba todo el tiempo atareada. Y ellos cuatro estaban solos todo el día en la casa. A Rose le daban ganas de gritar, cada vez que recordaba eso.

- Eso no es lo único que me dijo. – Lizbeth había dejado de llorar, pero seguía con expresión y voz sombría. Rose tuvo un mal presentimiento.

De repente, se escucharon pasos fuera de la Madriguera. Rose y Lizbeth se pusieron de pie inmediatamente, aunque la pelirroja estuviera descalza y la castaña con el rostro marcado por las lágrimas. Ambas sacaron sus varitas y señalaron, con ellas, la puerta. Preparadas para atacar, de ser necesario.

La puerta se abrió de golpe y Rose no tardo en conjurar un Demaius. El hechizo lanzo hacia tras a la persona que estaba entrando y se pudo escuchar un grito sonoro.

- ¡Scorpius! – Se escucho un grito varonil desde afuera. Rose vio a su primo Albus correr hacia la persona que había caído, de espaldas, en el jardín. Vio, también, como Lizbeth salía corriendo hacia afuera. Rose bajo la varita y se quedo dura, en medio de la cocina, como si alguien la hubiese petrificado.

- ¡Scor! – Grito un chico de cabello negro y ojos verdes. De no ser porque no llevaba gafas, sería idéntico a Harry Potter. El rubio platino, pálido y alto, tenido en medio del jardín, estaba con los ojos cerrados y una mueca de dolor. - ¡Scorpius! ¿Me escuchas? – Albus le gritaba a su amigo, a todo pulmón, zarandeándolo de un lado a otro.

- ¡Oh, Merlín! – Exclamo Lizbeth arrodillándose al otro lado, del cuerpo del rubio. – ¿Esta inconsciente?

- Al parecer, - Dijo Albus. – Rose ha mejorado sus hechizos. ¡Ennervate!- Exclamo, Albus. Los ojos grises del rubio, se abrieron de par en par. Al principio, pareció confuso y difuso, pero luego volvió en sí. Se levanto bruscamente y miro hacia la casa.

Una pelirroja veía lo sucedido, aún dentro de la cocina. Los ojos metálicos del chico la hipnotizaron, cuando estos chocaron con los suyos, de color azul. Rose sintió un calor abrumador a su alrededor y, solo, atino a mirar y nada más que eso. Aquellos ojos siempre la dejaban hipnotizada, sumida en quién sabe qué.

- ¿Te gusto hechizarme, Weasley? – Le dijo, sonriendo de lado, Scorpius. – No necesitabas hechizarme para que te preste atención, Rose. – El chico dijo su nombre en un tono insinuante, Rose sintió su cuerpo arder. Un brillo de malicia apareció en los ojos del rubio. Albus y Lizbeth supieron, instantáneamente, que habría grandes problemas.

Rose volvió en sí, al darse cuenta de la arrogancia en la voz del chico. Detestaba la confianza que poseía el rubio y su maldita forma de sacarla de sus casillas. Salió de la protección de la casa, guardando su varita en el bolsillo de sus jeans. Ella seguía descalza, pero no le importaba. Malfoy la estaba retando y no se echaría atrás. Avanzó con paso decidido, dispuesta a batirse en un duelo de palabras, como los que siempre tenían. Pero Scorpius no quería un duelo de esos.

El rubio se paró de un salto, impresionando a Albus y Lizbeth. Acababa de ser derribado por un hechizo aturdidor y se encontraba fresco como una lechuga. Saco su varita de sus pantalones negros y disparó, contra Rose, un Rictusempra. La pelirroja, no se dio cuentas de las intenciones que poseía el chico, por lo que, el hechizo le dio de lleno. Sintió que iba a morirse, no soportaba las cosquillas. Siempre las había odiado y, más ahora. Cuando era niña, su padre siempre la sorprendía con las cosquillas. Ella las odiaba, le provocaban desesperación.

Sintió sus costillas partirse y no pudo evitar arrodillarse en el suelo. Comenzó a reír de forma lunática.

- Eso te pasa por hechizarme, Weasley. – Escucho a una voz masculina, decir. El tono arrogante y el arrastre de las palabras, delataron a Scorpius, que sonreía de lado con triunfo. – Algo que no ocurrirá de nuevo. – Concluyó, con voz lúgubre.

Albus y Lizbeth se miraron simultáneamente. Con una mirada cómplice, ambos se levantaron y caminaron, escabulléndose, hacia la entrada de la cocina. Sabían lo que vendría después de eso. Rose iba a enfurecer terriblemente, cuando el hechizo terminara. No querían estar presentes en ese momento, por lo que, como buenas serpientes que eran, se metieron silenciosamente en la casa y cerraron la puerta.

El hechizo termino y Rose pudo sentir el aire, de nuevo, en sus pulmones. Estaba agitada y le dolía horrores el pecho, pero no iba a mostrarse débil. Se levanto del suelo y saco su varita, con expresión iracunda. Sin pensarlo dos veces, aireada, conjuro un encantamiento.

- ¡Expeliarmus! – Grito todo lo que su voz le permitió. La luz roja salió de su varita, con intención de impactar en el rubio que, sabiendo lo que querría hacer la chica, conjuro un Protego.

- Te dije que no lo harías de nuevo, Weasley. – Susurro, Scorpius lo suficientemente fuerte, como para que la pelirroja lo escuchara. - ¡Confringo! – La voz del Malfoy menor, le produjo a Rose, escalofríos que la paralizaron por unos minutos. Pero volvió en sí para escabullirse detrás de una gran roca, en el jardín de la Madriguera. La maldición dio contra esta e hizo explotar la roca en miles de pedazos. Rose se hirió con los golpes de estas, pero las magulladuras no iban a pararla.

- ¿¡Eso es todo lo que tienes, Malfoy!? – Le grito, entre excitada por la batalla y enfurecida por lo competente que era él ante ella. En Hogwarts, se habían batido en algunos duelos en las clases de DCAO, donde ella había demostrado saber más hechizos debido a las horas de lectura en la biblioteca, pero Scorpius era mucho más práctico y eficaz que ella, en los duelos. Se levanto, torpemente y con un brusco giro de varita, conjuro otro hechizo. - ¡Expulso! – Terció con la voz, rasposa. Las costillas le dolían pero ella ignoraba ese malestar. No iba a mostrarse frágil ante Malfoy.

Sin embargo, el chico esquivo el hechizo, hábilmente. Dio grandes y rápidas zancadas hacia la derecha. El Expulso dio de lleno en un gnomo indefenso, el pobre salió volando a su suerte, debido al potente encantamiento.

Rose refunfuño, molesta, algo inentendible y preparo su varita para atacar de nuevo. Scorpius, hizo lo propio, deteniéndose en medio de unos árboles. La diversión acababa de empezar. Ambos se miraron, retadoramente, perdiéndose en los ojos del otro. Rose estaba increíblemente eufórica. La competencia era algo que la entusiasmaba pero, esta vez, era mejor debido a su oponente. Claro que, ella jamás admitiría eso delante de nadie.

El sol se ocultaba por el horizonte, anunciando el inicio de la noche. Ambos observaban a sus adversarios, midiéndolos, analizándolos, tal y como las serpientes que eran. Ninguno pensaba bajar su guardia y el escrutinio continuaba. El sol cayó, en el oeste, y la oscuridad los envolvió.

Rose recordó la primera vez que había visto al rubio. Su padre había señalado a la familia Malfoy, en el andén 9 ¾ y, le había dicho, que lo superara en todo, que fuera la mejor. También, le había insinuado, que no iniciara ningún tipo de amistad con el Malfoy menor. Que decepción y furia, tuvo Ron Weasley, cuando le llego la carta de su pequeña Rosie, donde le contaba que había quedado en Slytherin y que se había hecho amiga del hijo de Malfoy y la hija de Nott. Rose había disfrutado mucho de hacer enfadar así a Ron. Incluso, el pelirrojo, había ido a Hogwarts a despotricar contra el Sombrero Seleccionador y a exigir que cambiaran a su hija de casa. McGonagall había hecho oídos sordos ante su pedido tan inmaduro, lo que cabreo más a Ron. Pero su tío Harry había llegado al rescate, antes de que le lanzara una maldición. Gracias a él, Ron había entrado en razón. Dejo de hacer el ridículo ante la directora con sus replicas infantiles, con la condición de que Rose entrara al equipo de quidditch. Ron creía, tercamente y lo cree, que la razón por la que su pequeña hija estaba en la casa de Salazar, era por el mínimo parentesco con los Black.

Scorpius había sido su amigo desde entonces. Desde la primera vez que se vieron, Rose supo que el sería motivos de dolores de cabeza como, extrañamente, de risas. El rubio era el vivo clon de su padre, el exmortio Draco Malfoy, tenía todos los razgos de un Malfoy: rubio, ojos grises metálicos, piel pálida… Pero había algo en él que lo hacía diferente a los demás a Malfoy, el problema era que Rose aún no lograba asimilar qué era.

Continuaron con su duelo de miradas por unos minutos más, hasta que Scorpius sonrió de medio lado. Aquel gesto, pareció la señal de ataque, porque ambos hicieron movimientos con sus varitas, preparando un hechizo.

- ¡Expelliarmus! – Gritaron, al unísono. Las luces rojas chocaron entre sí, luchando por saber cuál era la más fuerte.

Scorpius y Rose comenzaron a reírse, entre divertidos e histéricos. Disfrutaban de aquel duelo, como si lo fuera todo. No se dieron cuenta de la fuerza de sus conjuros y de la destrucción que estaban, de forma negligente, logrando en el jardín de la Madriguera. Estaban tan sumidos en ganar, que no notaron, tampoco, un par de ojos que miraban con reproche aquel espectáculo.

Ninguno de los dos noto una varita ser alzada ante ellos. Un hechizo les dio a ambos de lleno, dejándolos inmovilizados. "Petrificus Totalus", pensó Rose. Miro hacia el umbral de la puerta donde estaba parada, una mujer increíblemente hermosa. Su cabello rubio, estaba pulcramente peinado en un recogido, sus ojos celestes miraban a los jóvenes con reproche y sus brazos estaban a posados sobre sus caderas. Victoire Lupin, la prima de Rose estaba sumamente enfadada.

- ¿Qué es este espectáculo? – Dijo, severamente, con acento francés. Rose trago duro, se venía un gran sermón.

- Finite Incantatem. – Pronuncio la veela. Ambos chicos, pudieron moverse libremente, de nuevo. Pero sentían sus articulaciones entumecidas. - ¡A dentro! ¡Ahora! – Victoire había heredado, el carácter reprendedor de la abuela Molly, algo que, a la vista de Rose, no concordaba con su aspecto radiante.

Dentro de la Madriguera, la chimenea chisporroteaba. Rose no se había percatado del frio que estaba haciendo, todo por el duelo. Vio a Albus y Lizbeth sentados en el sillón y a Teddy, parado en frente de ellos, con expresión preocupada y tensionada.

- Siéntense. – Sentenció el metamorfomago que, debido a su estado de ánimo, tenía el cabello negro y los ojos tan grises como los de Malfoy. Scorpius y Rose no dudaron en hacerlo. - ¿Qué creían qué hacían? ¡No saben el peligro que corrían allí afuera! – Les replico el pelinegro. La apariencia oscura y tétrica de Teddy, hacia que Rose dudara que fuera él. Teddy siempre había sido una persona alegre y divertida, que rara vez se enfadaba, pero eso fue antes de que llegaran los tiempos oscuros como esos.

Al lado de Ted, estaba Victoire que miraba a todos con la misma expresión que su marido. Rose escucho sollozos, noto que, al lado de Albus, Lizbeth tenía los ojos hinchados. "Algo ha pasado", Rose lo supo de inmediato.

- En fin, no creo que tengan explicaciones razonables, de porque se pusieron en semejante peligro con los problemas que está pasando el Mundo Mágico, así que iré directo al grano. – La voz de Ted, era sombría y oscura. Rose no reconoció al chico bromista y amable, que había ido a Gryffindor en sus tiempos. Aquel Ted Lupin, no era el de siempre y noto el mismo desconcierto, en el rostro de Scorpius. Supuso que Albus y Lizbeth ya lo habían oído hablar así. – Si leyeron El Profeta, sabrán que han ocurrido una serie de desapariciones, entre ellas Theodore Nott. – Repuso el metamorfomago, caminando hacia la ventana de la cocina y mirando por esta. Todos los presentes, le siguieron con la vista. Rose pudo escuchar un sollozo de Lizbeth. – También ha desaparecido, uno de los hijos del matrimonio de los Abercombie, entre otros.

- No creo que debamos decirles… - Dijo Victoire, caminando hacia él. Su tono era una súplica. – Teddy, son muy jóvenes. Tío Harry, no…

- ¡No, Victoire! Ellos tienen que saber. – Repuso, Ted, su voz tenía un matiz siniestro que a Rose le helo la sangre. Ahora entendía porque el Sombrero, había debatido en enviar a Ted a Gryffindor o a Slytherin. – Ha habido una fuga en masa en Azkabán, como en el año 1996. – Rose abrió los ojos, aquel último dato la había sorprendido. Escucho a Albus gemir, el pánico podía sentirse en el aire.

El rostro de Teddy se contrajo en una mueca de odio. Entonces Rose supo que le ocurría. Sus padres habían muerto en la última guerra mágica. Comprendió que todo aquello, había dejado en Teddy, una cuota de rencor hacia los mortífagos, pero que ahora salía a la luz.

- Pero hay más, ¿No? – Terció Albus, mirando a Teddy fijamente. Victoire se froto las manos, nerviosamente. En el rostro de Ted, apareció una sonrisa que produjo en todos, miedo y terror.

- Claro que lo hay. – Susurro, con voz lúgubre. – Lo mejor de todo, - Añadio, sarcástico. – es que la tumba de Bellatrix Lestrange ha sido saqueada. – Un grito de pavor salió de la boca de Lizbeth. El corazón de Rose latió desbocado, ella sintió una mano sobre la suya. La agarro con fuerza. – Su cadáver, - Esta vez la voz de Teddy, se había entrecortado. Victoire le dio la mano para darle fuerzas. – No está…

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Tiempo Simultáneo. Borgin y Burkes, Callejón Knockturn, Invierno de 2023.

Eran aproximadamente las doce y media de la noche, el frio empañaba las ventanas de aquel basurero en el cual trabajaba, impidiéndole mirar hacia el exterior del callejón. Si tan solo su queridísima madre le hubiera dejado por escrito como seria su endemoniado "retorno" no tendría que estar trabajando en ese basurero de sol a sol para conseguir el ejemplar original de Nigromancia Experta de anónima autoría. El libro era un cúmulo de conocimientos sobre la magia mas tenebrosa que se remontaba a tiempos lejanos, desde el inicio de la humanidad.

Busco en la estantería que se encontraba detrás de ella, y encontró el maldecido, temido y odiado libro de tapa forrada en cuero negro liso y de hojas amarillentas y empolvadas. El mismísimo Tom Riddle lo había buscado en sus tiempos, ya que aquel ejemplar contenía los secretos de la inmortalidad que eran aún mejores que los Horrocruxes.

La puerta de la tienda se abrió, dejando pasar a una figura alta y encapuchada. La joven de ojos y cabellos azabaches, sonrió tenebrosamente al ver a aquel personaje. La figura se acerco a ella, cerniéndose. Se quitó la capucha, mostrando el rostro joven de un muchacho de unos veinte o veintiún años de cabello casi rapado y ojos gris topo.

- ¿Lo conseguiste? – Le pregunto la chica con tono meloso y abrumado en malicia.

- Claro que lo conseguí. – Señalo el joven, llevo su mano a un bolsillo en la capa y saco una varita torcida, aparentemente de nogal. – El cementerio de los Black no está muy bien cuidado, supongo que se deberá a que todos sus miembros son repudiados. – La chica agarró la varita que el muchacho le tendía, la acaricio suavemente, mientras una sonrisa de maldad se colaba en sus labios.

- Perfecto, Maurice. – Dijo en un susurro, que al único hijo de Marcus Flint, le erizó cada pelo de su musculado cuerpo. – Él va a estar muy complacido del regreso de mi madre, y más aún si ella puede observar el ritual de nigromancia de esta noche. Bien hecho, Maurice Flint.

- ¿Ya consiguieron todo? – Pregunto el muchacho, con un deje de nerviosismo. La chica en frente de él era hermosa, delgada de silueta enmarcada, con curvas poco voluptuosas. Cabello lacio y negro azabache, en contraste con su pálida piel. Su rostro era blanco como la luna, sus labios rojos y carnosos con un lunar oscuro en la comisura izquierda, nariz perfecta y pómulos altos. Era hermosa en conjunto pero sus ojos, eran como dos agujeros negros, en aquella oscuridad no podía distinguirse pupila alguna lo cual, sumado al brillo malicioso, la volvía una belleza aterradora e intimidante. Si no fuera porque la conocía desde su entrada en Hogwarts, habría salido corriendo como alma que lleva el diablo, en ese preciso instante.

- Todo. – Dijo ella con la voz serpentina. – Solo falta el ingrediente principal. – Agrego abriendo el libro sobre el mostrador. Se escucho durante un breve instante, un grito fantasmal de dolor, que cesó en cuanto la chica giro las páginas. – El único medio por el cual revivir todo el poder del Lord, es por el Ritual Nigromante, donde también traeremos el poder mi madre y de los demás mortios que reviviremos.

- ¿Tú lo harás? – Pregunto Maurice, estupefacto al ver la capacidad de aquella magia tenebrosa.

- Soy la única capaz de hacerlo. – Contesto ella, taladrándolo con sus ojos azabaches. – Son pocas las familias del Mundo Mágico que poseen la nigromancia en sus venas – Sonrió con maldad al recordar sus orígenes. – Más allá del lugar en donde me crié, soy una Black, y los Black tienen cualidades únicas.

Porque su misión era simple: traer de vuelta al Lord Oscuro y a todos los mortífagos que fueron leales seguidores suyos. Reclutar, de entre las familias puras, a más seguidores y preparar todo para el castigo a los traidores. Desde los seis años, cuando su madre apareció en su casa, supo que ese era su destino. Debía limpiar al mundo de los malditos y asquerosos muggles, Lord Voldemort debía reinar. Y haría todo lo posible para que asiera fuera, como que se llamaba Selene Bellatrix Lestrange Black.

Tiempo Simultáneo, #12 de Grimmauld Place, Invierno 2023.

Ginny Potter se encontraba sentada en el viejo sillón de terciopelo, en la sala principal de la gran casa de los Black, ahora perteneciente a su marido. Tenía una taza de café cortado en las manos y hojeaba El Profeta con súbito nerviosismo.

Las noticias de ese día no eran muy alentadoras, había desaparecido Theodore Nott, antiguo Slytherin compañero de año de Harry y ex mortífago renegado. La última vez que lo habían visto había sido en el Ministerio la tarde del día anterior, ya que él era parte del cuerpo de aurores. Su esposa Daphne lo había catalogado desaparecido cuando había intentado comunicarse con él debido a la demora, a través de un patronus y él nunca había respondido.

Por otro lado, Keyon Abercombie de 12 años, hijo de Eun Abercombie y una muggle, había desaparecido ese mismo día. Había ido a Hogsmade a la casa de uno de sus amigos de Hogwarts. Y nunca había regresado. Lo habían buscado exhaustivamente y no habían dado con él.

El Primer Ministro Muggle, también había catalogado la desaparición de personas en diferentes partes del mundo de manera misteriosa. Shacklebolt había afirmado el arduo trabajo de los aurores en encontrar a los desaparecidos, pero Ginny sabía que no los hallarían tan fácilmente.

Antes de partir, Draco Malfoy había hablado con Harry a cerca de una citación a través de la Marca Tenebrosa. Él le había dicho que, desde la muerte de Voldemort, no había sentido el dolor característico de su llamada. Los habían llamado a una reunión en las afueran de Manchester, el mismo día en que había sido la matanza de muggles. Harry había puesto en duda la advertencia de Malfoy, que poco después partió rumbo a quién sabe dónde con su esposa y le dejo a Harry encargado a Scorpius, diciéndole que pronto se comunicaría con él.

La noche de la matanza en Manchester, Harry se había despertado gritando de dolor llevándose la mano a la frente, más precisamente a la cicatriz. Ginny estaba horrorizada ante la escena, no tenía idea de qué hacer. Al día siguiente, Malfoy se comunico con Harry. La información que le llegó fue aterrorizante: varias familias sangres puras habían acudido al llamado de la Marca y, al parecer, el que no debe ser nombrado había regresado. El mismo Malfoy lo había visto.

Aquella información había sido entragada a Harry por un recuerdo que, según los aurores, no tenía alteración alguna, lo que significaba que Malfoy era de fiar.

Otra guerra se avecinaba y Ginny simplemente esperaba que sus hijos no corrieran más peligro del que ya tenían…

- ¿Mamá? – Escucho la voz varonil de su hijo mayor, James Potter, que acababa de llegar, vestido con su túnica de auror.

- ¡James! – Le saludo alegre la mujer, vio las usuales expresiones traviesas y contentas de su hijo, preocupadas y cansadas. Sus ojos castaños como los de ella, además mostraban urgencia, temor… Algo iba mal, realmente mal.

James se sentó junto a ella revolviendo su cabello azabache, que de por sí ya era alborotado aunque no tanto como el de Albus. Suspiro y miro a su madre con el rostro serio.

- ¿Cómo están Hugo y Lily? – Pregunto con un ligero temblor en las manos. - ¿Tienes noticias de Albus y Rose? – La voz de James era nerviosa, contenida en un pánico medianamente controlado.

- Hugo y Lily están arriba, con los gemelos Scammander. Rose y Albus se encuentran bien, tu hermano me envió un patronus esta tarde. – Respondió ella, con evidente preocupación en su voz. Dejo el diario y la taza de café en la mesa en frente del sillón y encaro directamente a su hijo. - ¿Qué ocurre James? ¿Ocurrió algo?

Ginny fijo sus ojos castaños en los de sus hijo, tratando de ver más allá de su expresión seria de auror. El temple de James era indescifrable aunque su molestia y preocupación saltaba a la viste en el leve temblor de sus manos.

- El día de hoy he estado en el Ministerio con Teddy, Victoire, Freddy y otros aurores de nuestro escuadrón… - Dijo él al cabo de un breve silencio. Ginny tomo una de sus manos entre las suyas, intentando reconfortarlo. – El resto se quedo en Azkaban, haciendo guardia e interrogando a antiguos aurores. Hace unas horas el auror McDamon, uno de nuestros mejores magos, me envió un patronus con un mensaje urgente… - James se quedo mudo por un momento, deseando que su padre regresará pronto de la misión a la que había ido con sus tíos, necesitaba que él volvierá. – Ha habido una fuga en masa en Azkaban… Diez prisioneros en potencia se han escapado y hubo más de cincuenta bajas de nuestro lado… Mason Wood entre ellos… -La voz de James se quebró repentinamente y cayó en un llanto desesperado. Ginny abrazo a su hijo, consolándolo e intentando no quebrarse ella también. Debía ser fuerte, como siempre lo había sido.

- Eso no es todo… - James se recuperó durante unos breves momentos, Ginny lo miro horrorizada, ¿No era todo? – La tumba de Bellatrix Lestrange ha sido profanada. Han robado su cadáver y su varita.

- Eso… - Ginny negó con la cabeza histéricamente. - ¿Qué? ¿Cómo? Pero… ¿Qué clase de cosas son estas? ¿Por qué todo está pasando así? ¿Para qué lo harían…?

- Le ha llegado una lechuza al ministro que, al parecer, pertenece a Malfoy. Según Kigsley tiene información clasificada que solo los aurores de alto rango pueden saber. – James volvió a tomar su postura rígida de auror que con tanto empeño había entrenado, tanto como su velocidad para esquivar maldiciones. – Según datos que se le dieron a Teddy, Malfoy ha estado metiendo sus narices entre las familias puras que fueron reclutadas y logró saber que se trata de una magia antigua y tenebrosa. El Ministerio le ha comunicado a papá a cerca de esto y esperan que él regrese pronto con más datos desde dónde sea que este.

- ¡Por Merlín! Esto es tan… - Ginny se mordió el labio y suspiro. Las cosas no tenían sentido, simplemente no lo tenían. – Aterrador. La última vez fue horrible pero ahora…

- Vamos a vencer mamá. – Dijo James con convicción. – Papá pudo con él dos veces, yo creo que una tercera no le costará.

- Esta vez es diferente, James. – Ginny no quería ser pesimista pero esa magia había traído de nuevo a la vida a aquel monstruo, reviviéndolo de entre los muertos. La persona que había hecho eso debía ser alguien sumamente poderoso y malvado. – El enemigo ha revivido en otras circunstancias… Esta vez es distinto.

James notó la realidad cuando su madre había pronunciado esa última palabra. Distinto, terrorífico, desesperante. Así era como podía describir aquella situación.

Durante su estadía en Hogwarts había sido un chico de carácter terco y difícil de llevar, pero los años le habían demostrado a James que el terco llevaba siempre las de perder por su mente cerrada. Él, como el buen auror que era, a través de un duro entrenamiento basado principalmente en la disciplina y la dedicación, había podido cambiar su forma de pensar y actuar, siendo mucho más flexible que antes.

La situación presente era mucho más delicada de lo que mostraba. Estaban situados ahora en la calma antes de la tormenta, el momento de preparación para lo que se avecinaba.

Ginny Potter tomó la mano de su hijo y juró, para sí misma, que no permitiría que nada le ocurriera a su familia. El Trío de Oro habría prometido lo mismo de haber estado unido con ella en ese momento…

Un destello fuera de la casa llamó la atención de la madre y su hijo. Era medianoche.

Ambos se acercaron a la ventana. Lo que vieron los dejo helados: la Marca estaba en el cielo, teñida del verde enfermizo fantasmal, la calavera con la serpiente saliendo de su boca…

Ginny contuvo un grito y James apretó los puños…

Él había vuelto.