Capítulo 1. "Has vuelto".
La primera cosa extraña que Ginti vio aquella mañana fue que Memine había vuelto a Viginti. Después de casi 6 meses desaparecida a saber dónde, la gata estaba ahora acurrucada en uno de los sofás. Cuando lo vio, levantó la cabeza y maulló. Parecía alegre de volver a verlo.
Lo segundo que notó fue que todo estaba extrañamente silencioso y, aunque no creía mucho en las supersticiones, confiaba lo suficiente en su instinto como para saber que siempre había calma antes de la tormenta. Algo iba a pasar ese día, estaba claro.
Y lo tercero, fue una nota sobre la barra del bar. Después de coger a Memine en brazos y saludarla, en parte muy aliviado de que hubiese vuelto, agarró la nota y la leyó. Era de Nona.
"Asegúrate de tener todo limpio hoy y de estar de mejor humor que de costumbre. He desviado tus clientes para este día hacia otros jueces. Luego te haré una visita con alguien. Te estoy avisando con antelación para que te comportes. Nona."
Ginti frunció el ceño. "¿Tengo el día libre?", pensó. Definitivamente su instinto estaba en alerta máxima. Por desgracia, Nona no le había dicho cuándo iría a verle, así que tendría que esperarla allí sin poder salir. De todas formas sí que tenía algunas cosas que hacer en Viginti.
Se aseó un poco y se cambió, poniéndose su habitual uniforme de barman. Se preparó algo de comer y le sirvió un pequeño plato a Memine también. No era estrictamente necesario para los jueces comer, beber o dormir, pero sí era conveniente. Un alma humana residía en ellos al fin y al cabo. O más bien, los remanentes de un alma humana que había sido conducida al vacío. A veces los jueces hablaban entre ellos brevemente sobre cuáles habrían sido los actos hostiles del alma que portaban para haber sido llevados a la oscuridad y no a la reencarnación. Bromeaban. Ya no importaba de todas formas, lo único que conservaban era su apariencia de cuando habían sido humanos, nada más, ningún recuerdo, ni siquiera su nombre. Podría haber jueces de la época medieval, o incluso de antes, o más novatos, como Decim y él mismo. Ahí dentro, donde estaban ahora, su cometido no era ser humano, si no juzgarlos, por eso no tenían que ser como ellos en cuanto a emociones, aunque sí con el tema de las necesidades básicas.
"¿Por qué has vuelto?", preguntó Ginti mirando a Memine, aunque sabía que ella no le podía responder, no le importó. Prácticamente se había hecho la pregunta a sí mismo. La miró fijamente mientras la gata hundía la cara en el plato que había en el suelo para ella. Sabía la razón por la que se había marchado hacía 6 meses, aunque al principio no supo entenderlo. Aquella chica...
De forma inconsciente, Ginti desvió la mirada hacia una de las muñecas kokeshi que descansaban sobre la barra del bar. "Mayu... se llamaba Mayu, ¿verdad?", pensó. Era la única clienta cuyo nombre recordaba, y no sabía por qué. Inmediatamente notó cómo una sensación de enfado se apoderaba de él, y enfocó sus ojos hacia otro lado. Esa estúpida había elegido un camino estúpido junto a ese estúpido cantante, y él mismo se había sentido estúpido por primera vez en los 5 años que llevaba como juez.
"Sabes Memine...", empezó a decir después de suspirar. Miró hacia el techo frunciendo el ceño, sin estar muy seguro de que quería decir en voz alta lo que se le pasaba por la cabeza, aunque al final se decidió. "Por mucho que diga Occulus, la mayoría de los jueces sí sentimos emociones, el problema está en cuando esas emociones son causadas por agentes externos, es decir, humanos". Hizo una pausa, decidiendo que no le convencía lo que había dicho. "Quiero decir, emociones que nublan y obstruyen nuestro papel de jueces. Sentimientos de cercanía hacia ellos". Sí, eso era. Ginti había demostrado ser totalmente contrario a Decim en cuanto a expresar emociones. Decim había sido completamente estático e inexpresivo, y Ginti se enfadaba, se hartaba de los demás, demostraba arrogancia, entre otras cosas no muy positivas que le hacían confirmar que el lugar de su alma definitivamente había sido el vacío. Nona era otra igual, y Clavis también. Ambos tenían distintos estados de ánimo, aunque lo de Clavis y su siempre entusiasta comportamiento era algo extraño, incluso para los que ya le conocían desde hace tiempo.
Y para sorpresa de todos, un día había llegado una humana a Quindecim que decía saber que estaba muerta, y de repente Decim se transforma, y llora, y ríe, y habla de emociones y de justicia para los humanos que son juzgados. Todo por una simple humana.
Ginti apretó los dientes con fuerza. Su enfado iba en aumento.
"4 reglas. 4 simples reglas que todos los jueces tienen que cumplir, y va él y rompe dos de ellas". Ginti sabía que no estaba siendo del todo justo, ya que había sido Nona la que había implantado esas emociones en Decim. Pero aún así no le gustaba nada que él pudiese cambiar las cosas a su antojo, de repente cambiar la forma de juzgar que se llevaba haciendo desde hacía siglos. Y todo por una humana.
Memine maulló, habiendo terminado de comer, y de un salto se subió a la barra, acercando su cabeza a la mano de Ginti para que le acariciase.
"No estoy celoso, Memine, no digas tonterías...", murmuró entre dientes mientras su cabeza aún le daba vueltas al tema. "Mi trabajo es juzgar y punto, para eso he sido creado. No me hace falta sentir nada más para hacerlo bien, y menos por un humano."
"Me dais pena, vosotros los jueces. Yo he decidido por mí misma. Quizás no ha sido una vida de la que otros se enorgullecerían, pero YO he decidido consagrar la mía a _"
Un sobresalto sacudió a Ginti como una descarga eléctrica. ¿Qué narices había sido ese pensamiento? ¿Y por qué ahora de repente?
"Maldición...", siseó entre dientes, pasándose por el pelo la mano que no estaba acariciando a la gata.
No entendía por qué pasaba el tiempo y a ella sí podía recordarla. Recordaba todo su juicio, desde que llegó con aquel tipo, de quien sólo recordaba que era cantante, hasta que se metió en el ascensor y eligió un camino equivocado. Ella era como los demás, nada especial. Otra simple humana. ¿Entonces por qué...?
Memine rozó con su pata la muñeca kokeshi que tenía los ojos maquillados de azul, maullando alegremente. La imagen de ella le había estado atormentando de vez en cuando, en los momentos que tenía tiempo para pensar, sin clientes, ni una gata de la que preocuparse. "Atormentando". Vaya elección de verbo para describir lo que le ocurría. Pero era verdad, en parte al menos. Nunca, en los años que llevaba como juez, había estado "descontento" con la elección que había hecho después de los juicios. Humanos para el vacío, y humanos para reencarnar. Así de simple.
Pero con ella había tardado varios días. Su juicio no le había permitido decidir a dónde mandarla, y sólo se puede juzgar una vez. ¿La solución?. Tenerla varios días en Viginti con él, sometiéndola a ciertas situaciones extremas, como elegir si mandar a alguien al vacío a cambio de salvar a ese cantante al que amaba. Y ella no cedía, actuaba como que él era lo más importante en su vida, ya haría cualquier cosa por él, menos sacrificar a otros. Eso le había dejado sin ideas y sin tiempo para pensar en algo más. Pero fueron esas últimas palabras de ella, esas que se le habían venido a la mente repentinamente hacía un momento, las que le habían hecho mandarla al vacío de forma justa pero estúpida. Y él no había estado de acuerdo.
"Sacrificarse yendo al vacío... por otra persona", pensó Ginti, alejando a Memine de las muñecas antes de que las estropease. "Los humanos son todos unos idiotas".
Dejó a la gata en el suelo y volvió a la barra, dispuesto a beber algo mientras ordenaba un poco la ya ordenada colección de botellas que tenía allí. Colocó con cuidado la muñeca de Mayu otra vez como estaba y se echó un vaso de su vodka más fuerte, dispuesto a aguantar gracias a ello lo que fuese que Nona le iba a decir, o a quien fuese que le iba a traer al bar. Se bebió el vaso de un trago, deleitándose en la forma en la que el alcohol ardía en su garganta.
Un pensamiento repentino se cruzó por su mente. "¿Te imaginas que viene acompañada de...?. Imposible, jamás". Se bebió el segundo vaso tan rápido como el primero, deseando que sus pensamientos y su instinto no tuviesen nada que ver, y que este último se equivocase por una vez. "Aunque...", miró a la gata, y luego a la muñeca, "es raro, encima hoy ha aparecido en mi mente demasiadas veces, y el día sólo acaba de empezar. Tengo un muy mal presentimiento".
De repente, el sonido del ascensor se escuchó a la entrada de Viginti, seguido del sonido de las puertas abriéndose y luego de la voz de Nona.
