*Nota del autor: Quizá al ver el formato del primer capítulo se sientan perdidos y por qué no incómodos, me permito explicarlo velozmente, para no cansarles; este fic surgió por efecto de ver uno de los animes que más me han impresionado, bajo la autoría del, desde mi punto de vista, extraordinario grupo artístico CLAMP: X/1999.

Apocalisis, en sus distintas partes, es un fic en el que planeo reflejar un poco de lo que dicho anime me dejó, no prometo una obra fascinante pero sí una digamos, entretenida. Espero que la nueva faceta que doy a cada uno de nuestros entrañables personajes de HP, sea lo suficientemente atrapante para que se queden; no pretendo hacer una copia del anime, ni mucho menos contarles una idea ajena al mundo de Rowling, pretendo, en medida de mis posibilidades, darles un poco de ambos y por qué no, arrancarles por mínima que sea, al menos alguna emoción.

"Alfa", primera parte de Apocalipsis, se encuentra publicada en "Potterfics", no obstante la presente versión contiene correcciones allá no vistas. Este primer capítulo supone un nivel introductorio a los personajes, con algo de suerte, quizá no se aburran y el siguiente acabe por atraparlos.

De antemano, gracias.

Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a JK Rowling a excepción de los que cualquier lector de la obra podrá identificar, la idea base del fic se inspiró en el anime X/1999 de CLAMP, a la que se la ha añadido mucho de mi locura acostumbrada; yo sólo uso sus personajes e ideas, respectivamente, con el fin de entretener y sin fin alguno de lucro. ¿Estamos?, ¡Estamos!

Yo lo vi, no fue un sueño,

era como el delirio de un agónico…

¿El mundo?

Quizá, sí…quizá era el mundo…

que se debatía dando las últimas bocanadas,

o quizá era la tierra, que clamaba como una madre moribunda…

No lo sé, no lo entiendo del todo,

sólo comprendo, que si yo lo veía, ella también…

y entiendo que, de alguna forma, los destinos de todos se entretejen,

como una tela fina y delgada…

El destino de uno, puede influir en el de los otros,

el deseo más profundo de alguien,

seguramente hará sufrir a alguien más…

¿Qué no hace una persona para lograr su deseo más profundo?

¿Qué no es alguien capaz de sacrificar por amor?

Yo tengo un deseo, que sé interrumpe los de otros…

y esos otros seguramente desean también cosas

que impiden el deseo de alguien más.

Yo lo vi, fue un sueño…

de esos sueños que lo revelan todo, que lo muestran todo…

el destino, al final siempre se cumple,

pocos son los que lo pueden cambiar…

pocos son los que tienen un deseo tan grande,

que puede interrumpir el entramado del destino.

Yo lo vi, no fue un sueño,

era el futuro que se me revelaba…

para mostrarme la agonía, que habría de comenzar…

~Hermione Granger~

Caminaba por la calle atiborrada, era sencillo llegar al lugar, eso habían dicho: da vuelta a la derecha en la tercera, sigue tres manzanas al frente, en la esquina un restaurante chino, vuelta a la izquierda y al ver el puesto de frutas, girar a la izquierda en el callejón, subir la escalera y tocar en el 6-b, quinto piso. Sorprendida por no ver más que niños jugando, Hermione Granger, llamó a la puerta y esperó.

-Gracias por venir. –Dijo la mujer que abrió la puerta, de unos cuarenta y tantos, Hermione asintió y entró a la casa sin mucho ánimo, las manos en los bolsillos del rompevientos y el cabello sujeto en media cola; escuchó agua hervir, vio la casa limpia y respiró tranquila, aquello tenía apariencia de hogar, casa feliz, incluso escuchaba el rumor de felicidad, la mujer le señaló un pasillo extendiendo el brazo.

-¿Dónde? –Preguntó, le incomodaba últimamente hacer ese tipo de trabajos, pero ahora tenía fama por ello, era la única capacitada para realizarlo, con la experiencia, la mente fría y el poder para concluirlo; la mujer señaló una puerta y Hermione cabizbaja, entró. Lo que vio la incomodó todavía más: sentada en el suelo, con la cabeza reclinada en las rodillas de un chico, una joven de largo cabello rubio, sonreía mirando hacia arriba, al rostro del joven, apuesto, de mirada cálida y facciones tiernas, le comentaba algo sonriendo; sintió un vuelco, lucían tan enamorados que sintió pena. -¿Es él? –Quiso saber, miraban las dos desde el marco de la puerta, la mujer asintió con una seriedad homicida. -¿Está segura? –Recibió otra vez un sí, Hermione sacó su varita y se concentró apuntando desde ahí, quiso apuntarle directo al pecho, al corazón, quería que fuera rápido, lo más posible. –A veritáte abhórret –El rayo azul impactó el pecho del chico, que se dobló como si fuera de papel, la joven dio un grito y Hermione convencida de que tenía que ser más rápida repitió la frase haciendo gala de poder, él tenía el rostro pálido, mortecino. –¡A veritáte abhórret! –El cuerpo se contrajo y ante su mirada triste y las lágrimas desconsoladas de la chica que se aferraba a él fuertemente, el chico pareció brillar; cayó al suelo, su piel se volvió arenosa, sus ojos desaparecieron para dejar vacías las orbitas y lo único que quedó, fue un cadáver con ya demasiado tiempo de haber muerto: huesos y ropa.

-Gracias señorita. –La mujer, madre de la chica, corrió hacia ella, se arrodilló a su lado y la envolvió en sus brazos, le besó la frente y con una sonrisa intentó consolar a la pobre niña, que lloraba a grito abierto ante semejante espectáculo, intentando débilmente aprisionar lo que quedaba del cuerpo del joven; Hermione miraba sin comprender, caminó un poco hacia ellas, se inclinó y levantó la corbata de entre la arena, la miró, era gris.

-Era feliz con él… pese a que era producto de magia, lo hizo para tenerlo siempre, era feliz… ¿qué había de malo en dejarla?, no hacía mal a nadie… un amor tan grande no merecía ese final. –Susurró viendo la arena en el suelo, oyendo los sollozos, hablándose quizá más a sí misma.

-No podía permitirle estar atada a un cadáver, no es vida… lo amó demasiado, al punto de hacer esto… su corazón está enfermo. –La madre no parecía compungida por su hija, más bien lucía contenta meciéndola en sus brazos.

-Usted pudo dejarla ser feliz… aunque fuera con una mentira, ahora quizá no vuelva nunca de su dolor. –Masculló Hermione mientras andaba rumbo a la puerta, necesitaba salir.

-Sí… pero la amo demasiado como para dejar que ame a alguien más, para dejar incluso que alguien más le haga daño, alguien además de mí… yo, también estoy enferma. –Confesó la mujer en un tono triunfal, casi demencial; Hermione, apesadumbrada, salió del lugar. Bajó la escalera y miró al cielo, "Le amaba tanto, que no podía permitir que amara a alguien más, que alguien más le dañara incluso".

-Somos tan absurdos. –Susurró Hermione viendo al horizonte, el ocaso caía y como siempre estaba sola. –Realmente… el amor enferma. –Rió triste y echó a andar, sacó un cigarrillo y se lo llevó a los labios. –Estoy enferma… muy enferma…

~Pansy Parkinson~

Miraba fijamente por la terraza, los jardines, las bardas, las flores de los rosales, los jardineros de uniforme, la fuente fresca y brillante; tragó saliva con violencia y miró nuevamente tras ella, silencio, sombra, vacío, en un cuarto decorado con belleza, con recato, con estilo; caminó rumbo a la puerta y salió al pasillo, las campanas del reloj del comedor sonaban, en la mesa su padre la esperaba. Sirvieron como siempre, vajilla de porcelana fina, vasos de cristal cortado y vinos de buena familia; mamá no ha venido a comer, tiene cosas pendientes que concluir, personas más agradables que tratar, sonrisas muchas que repartir.

La carne al puro estilo gourmet sobre el plato la esperaba, su padre comía lentamente y ella callaba educada; las manos en el regazo, la mirada en el mantel clavada, cuando alguien tomó aire con fuerza para comenzar con la acostumbrada reprimenda, cerró los ojos con una resignación molesta y una sonrisa alerta por si era ocasión.

-Pansy… come, se enfría. –Exclamó llanamente, con el tenedor ante los dientes, la sonrisa de amoroso interés fingida; denso silencio de regreso, ella miraba todavía, indecisa no en saber qué cubierto seguía, sino en si comer de verdad pena valdría.

-¿Para qué comer?... no lo entiendo, si muriera de hambre, a nadie le importaría… da lo mismo si como ahora o luego, de todas formas, no tengo hambre, no tengo deseo, creo que… no tengo nada. –Exclamó mirando la copa de vino, un cuchillo y un plato fino se enfrentaron duramente y pudo ver de reojo la sombra clavada fijamente, como estaca en su rostro displicente.

-Me importaría a mí y a tu madre… come niña, no sigas con tonterías, me cansan tus arranques de ironía, tus tontas ideas sin sentido. –Exclamó furioso, ella le miró ofuscada, seria, alterada; miró el plato detenidamente, no tenía ganas ni de clavarle el diente.

-Si les importara me acompañarían todo el tiempo, casi nunca están en casa, casi no hablan conmigo, es más que obvio que no les intereso… quizá hubiera sido mejor nunca salir del colegio, quizá hubiera sido mejor no volver al terminar… irme, ser independiente, buscarme una vida más allá de ser la Parkinson que todos quieren, morir durante la guerra… habría sido mejor si no me hubieran traído a sus vidas. –Susurró apesadumbrada, pasando sus dedos delgados sobre el decorado de los hermosos vasos.

-He dicho que comas… y deja ya de fastidiar Pansy, te lo damos todo, no te hace falta nada y para eso nosotros tenemos cosas que hacer… tu madre y yo estamos ocupados, tenemos mucho pendiente, gente qué atender, asuntos que arreglar. –Ceño fruncido, manos apretando los cubiertos, volvió el hombre la cara al plato, Pansy suspiró sonoramente, pensaba en cuántas veces antes había tenido ya esta misma conversación, sin llegar a nada más que a lo mismo siempre, quieres lujos, paga con soledad por ellos, resígnate y vive como si nada pasara, como si nada además de los lujos y las comodidades valiera; ¿qué caso tenía comer?, era lo mismo que preguntarse ¿qué caso tiene vivir?; miró un momento al hombre ante ella, no sentía el más mínimo afecto por él, jamás lo iba a ver más allá del sujeto que paga los caprichos de la niña mimada que él mismo creó; era verdad, no valía la pena discutir más, a menos que…

-Provecho padre… -exclamó con una sonrisa irónica en los labios, las cejas levantadas y un nuevo espíritu, nuevos bríos; ¿para qué comer si no vale la pena vivir?... Pansy lo había recordado en aquel preciso instante, con su padre ante ella y la ausencia de su madre: a veces molestar a alguien es suficiente motivo para seguir alimentándose, para vivir.

~Draco Malfoy~

Era cierto, la venganza es un platillo que se come frío, lo había aprendido de la mala forma; muerto el rubio mayor, se había quedado a cargo de todo, él era el heredero, él y nadie más, ni ella; empujaba la silla lento, porque ella no podía hacerlo, su ausencia la había dejado insensible y aunque él se lo recordaba, Draco no era Lucius.

-Luces cansada madre. –Susurró besando su frente con ternura.

-Estoy agotada de vivir… de recordar. –Contestó mirándolo fijamente, Draco se sentó ante ella en la banca del jardín, Cissy respiró profundo y miró a otro lado sonriendo irónica. – ¿Sabes ya quienes fueron?

-No, he hecho todo cuanto has ordenado… he investigado, he dado con algunos, pero no con él. –Dijo mirando al suelo, las manos juntas en las puntas de los dedos, pálido como siempre, vacío como desde hacía poco.

-¿Los has matado? –Interrogó emocionada, él levantó la mirada y le mostró su rostro compungido, ella supo que era tan cobarde como siempre temió, pero un raro brillo resaltó y la esperanza le volvió. –Pero lo harás, ¿no es cierto?... matarás a esos que han destruido a tu familia acusándonos de traidores.

-Voy a buscar, los atraparé y pagarán por mi padre y por tu estado… pero no pidas que siga siendo lo que me has vuelto. –Susurró, ella carcajeó sonoramente.

-Te he pedido que seas un Malfoy, un digno hijo de tu padre… ¿y qué has hecho?... llorar como una nenita, como siempre… -Cissy le miraba con tal rostro de repulsión que Draco se puso de pie de un golpe, erizado hasta la médula.

-Tú quieres un Malfoy madre, terminé el Colegio hace poco, me hago cargo del negocio familiar, te doy mi tiempo para buscar a los mortífagos que asesinaron a mi padre y te dejaron en ese estado… -no la miraba, veía al horizonte sonriendo, apresando entre su mano la varita con fuerza. -… y sin embargo, me tachas de cobarde y de no ser lo que esperaban tú y él… ¿me hace más hombre matar?, ¿me hace más Malfoy?

-Te hace más poderoso vengarte y mostrar tu poder… sufres por lo que han hecho a tu familia, toma revancha, pon en alto el apellido que tu padre te legó… -Cissy sonreía al ver que lograba despertar el lado Malfoy en Draco, el lado Black que amaba en Bella. -… vuélvete un hombre, defiende lo que amas y no te dejes humillar.

-¿Qué es más importante madre?... ¿el orgullo o el amor? –Preguntó sonriendo más ampliamente, apretando la varita con fuerza.

-El orgullo. –Contestó Cissy sonriendo con seguridad y frívola altivez, Draco se volvió; un estruendo, un relámpago rojizo los cubrió, en algún sitio del jardín una rosa blanca se deshojaba, como Cissy entre brazos de Draco con el cabello extendido sobre el suelo se desangraba.

-Es una lástima que haya sido precisamente esa tu respuesta. –Susurró mirándola a los ojos con una sonrisa, con la mirada nublada, ella le puso la mano en los párpados y sonrió malvada; él le tomó la otra mano y la pasó por su barbilla sonriendo.

-Llorar es signo de debilidad… hoy, hijo mío, te has vuelto un hombre… un Malfoy… un Black. –Susurró sonriéndole, él le besó la frente y asintió con seguridad.

-Gracias madre… y perdó… -No terminó, ella le cubrió los labios con su dedo y sonrió, Draco la miraba con una sonrisa maliciosa, sensual se podría decir incluso.

-No, entiende esto… no hay mayor placer que morir a manos de alguien a quien se ama. –Refirió, se incorporó apenas y lo besó en la frente, él sonrió enternecido.

-Jamás me pasará eso, con tu muerte no queda nadie que me ame. –Susurró abrazándola con fuerza, ya no lloraba, estaba feliz.

-Lo mismo pensaba yo luego de la muerte de tu padre. –Contestó Cissy y la fuerza se le escapó.

~Neville Longbottom~

Caminaba por el pasillo, los papeles, las notas, las ideas a flor de piel y una sonrisa concienzuda en los labios, estudiante, contento, realizado; echó a andar por la calle, mezclándose entre los muggles, ignorando las miradas extrañadas, el llevar cargando un libro que parecía florecer era demasiado llamativo, alterado lo guardó y caminó más aprisa, más desesperado y menos contento ante la idea de adónde iba.

Vio a lo lejos el aparador con maniquíes, frunció el ceño, ellos estaban dentro, tenía que visitarlos aunque como que no quería; se mezcló entre los pasillos, hasta cierto punto, deseando que nadie lo viera, que nadie lo identificara; llegó a la puerta indicada, la acostumbrada, la abrió con sutileza y se encontró a los dos, el uno callado y sonriente, la otra amistosa y locuaz. Conversó un rato con ellos –si es que se puede llamar conversar a mostrarles los libros y evitar que los arruinaran–, lloró discretamente en un rincón, su madre seguía igual de ajena y risueña, igual de abstraída; carcajeó disimulado al ver a su padre resbalar con una sábana y resignado salió tras despedirse, una visita de dos horas diarias tristemente siempre es suficiente.

Andaba por el pasillo casi llorando su realidad, cuando gritos lo hicieron volverse, dos hombres (uno de ellos muy pequeño) y una mujer, intentaban controlar a alguien en estado de trance; empapada en lo que parecía ser té, Sybill Trelawney era conducida a una habitación a fuerza de empujones y renegando por lo bajo.

-Un gracioso de séptimo curso le puso una Bomba Multiplicadora de Sortilegios Weasley en la tetera, le ha dado un ataque de nervios… y no es para menos… -Minerva McGonagall exclamó al verlo en el pasillo, él le ayudó a llevarla, siguiendo a un sanador y seguidos a su vez por el hombrecillo.

-¿Cómo es que no pudo adivinarlo? –Preguntó irónico Flitwick corriendo tras los dos, Neville sonrió de lado.

-Aquí… recuéstenle. –Dijo el sanador, Neville la empujó un poco para que se recostara, pero antes de poder hacer algo más, ella se volvió, lo tomó por el nudo de la corbata con fuerza y pegó sus gafas de mosquito a su nariz para mirarlo.

-Defenderás al elegido con tu vida, pero has de morir por ella, en brazos de esa serpiente… una a la que le entregarás el corazón, para que lo devore… cuando tu cuerpo esté frío entre sus anillos, ella abrirá los ojos, pero será tarde para los tuyos… ¡Oh Longbottom!... jamás conocerás el placer de un amor correspondido en totalidad, te quedarás en el mismo limbo del olvido en que tus padres están sumergidos… y el que pudo ser el elegido, si no lo fue en el pasado… no lo será a tiempo en el futuro. –Trelawney lo había dicho de tal forma que todos se quedaron azorados, Neville la miraba sin comprender, no cabía en su mente semejante profecía, no había en su memoria datos que lo ayudaran a bloquear aquello o a relacionarlo con algo previo.

-Atrás Neville, déjanos atenderla. –McGonagall lo empujó, él miraba asustado y confundido, levantó los libros del suelo y esperó a saber que ya todo estaba bien; se despidió de los tres profesores con un asentimiento y salió a la calle.

"Defenderás al elegido con tu vida" recordó andando por la calle, cuando un ¡plop! sonaba en la bolsa derecha de su chaqueta, metió la mano para sacar una nota, "Comida a las 3 con Harry", sonrió y volvió al camino, aún le quedaba tiempo. "Has de morir por ella, en brazos de esa serpiente" se detuvo a ver el cielo.

-¿Serpiente? –Se interrogó, quiso cruzar la calle, pero un auto a toda velocidad se lo impidió; la ráfaga dejada lo hizo tambalearse, el escudo de una familia rica de sangre limpia le saludó desde las placas, que él supiera, no conocía serpiente alguna, tampoco amaba a nadie. –Otra predicción absurda de Trelawney… Harry reirá mucho cuando se la cuente hoy en la comida. –Neville volvía al camino, la vida seguía igual.

~Blaise Zabini~

Hacía mucho tiempo que el trabajo de oficina no le gustaba más, hacía mucho tiempo que eso había pasado a formar parte de su vida anterior, hoy lo importante era sentirse bien por sobre todas las cosas, pero no era de fiestas, de cenas o bailes, él era de silencio, de paz y de ideas; pese a los problemas constantes de su madre, porque sí, eran muchos, la amaba enormemente y si había algo que ella le había enseñado era a valorar los instintos. Por eso Blaise había tomado la decisión, luego de su graduación, de simplemente dejarse llevar por la vida igual que una pluma en el viento, esa era la mejor forma de sobrevivir en este caos del mundo mágico, este mundo que parecía venirse al piso a pedazos.

Era tarde y bebiendo algo en el Callejón, distinguió aquélla sombra, como una especie de mal agüero cubriendo el cuerpo de tres hombres al fondo del bar; los conocía, eso era obvio, los tres eran seguidores de Él y aunque ya nadie recordaba lo malo que había sido, sí recordaban que sus seguidores eran gente peligrosa; no dio importancia a esa aura maligna que los cubría porque gente así siempre merece morir, pero sí dio importancia a la mujer encapuchada que los seguía al abandonar el lugar.

Guiado por una sensación de anhelo incomprensible, los siguió también, pagando con dos monedas tiradas duramente sobre la mesa; caminaron largamente, ellos riendo, ella sigilosa, él intrigado; llegando a una esquina, supo que ella no podía aplazar más las cosas, iba a actuar. La escuchó reclamarles algo, la escuchó sorprenderse cuando ellos carcajearon, la oyó atacar y pelear con garra, pero iban a vencerla; sacó la varita de su bolsillo, se recargó en el muro pensando en si actuar o no, sonreía socarrón de creer que ella pudiera pensar que le preocupaba su seguridad, cuando la única razón que tenía para seguirla, era la imperiosa necesidad de saber.

No fue si no hasta que un cuerpo cayó y ella dio un grito de dolor, que impulsado por algo que, en ese momento no era amor, entró en la situación y la ayudó a defenderse; de dos hechizos pudo vencer a uno, mientras los otros dos intentaban huir corriendo por el otro lado del callejón. Dos rayos verdes brotaron de la varita en la mano de la mujer tirada a sus pies, el tercer hombre se levantó espantado y ella fue clara y tajante en sus palabras.

-Diles a todos lo que ha pasado… diles que yo no perdonaré a los culpables. –Exclamó seca, el sujeto salió corriendo sin decir nada; serio se volvió a verla y cuando sus miradas chocaron, comprendió que esa mujer estaba enferma de rabia.

-De nada servirá matar a dos, se reproducen igual que ratas. –Dijo airado con las manos pegadas al cuerpo, sin siquiera pensar en levantarla, la caballerosidad de alguna forma se le había olvidado; ella se incorporó limpiándose las manos en su pantalón, mirando de lado a lado, como si temiera que alguien pudiera notar que había ahí dos cadáveres más para sumar a la lista de muertos, ya demasiado larga.

-No me importa si brotan mil del infierno mismo… a todos les cortaré el cuello, gente así no merece respirar siquiera. –Aseguró ella sin volverle la cara, él sonrió divertido.

-Son peores que demonios y por lo que veo, no tienes oportunidad. –Comentó para decir algo, mientras ella se marchaba por el otro lado de la calle.

-Tengo la suerte de mi lado. –Le mostró una carta de tarot y él intrigado la siguió firmemente. –No necesito un guardaespaldas si es lo que quieres hacer. –Dijo al rato.

-No te estoy cuidando… sólo quiero ver qué tan rápido acaban contigo. –Masculló de mala gana, ella no volvió a decir nada, él se metió las manos a las bolsas; esta chica era un viento nuevo, un aire impetuoso en el que él, una pluma dispuesta a experimentar, se sentiría muy bien de ser llevado.

~Cormac McLaggen~

-Hay algo que no me gusta… -murmuró viendo el fondo oscuro, el traje claro, la butaca en la que estaba sentado, el color de la alfombra. -… debe ser la poca luz.

-Sí te pongo más, parecerás un fantasma. –Refirió la chica de mala gana, harta estaba ya de escucharlo hablar de sus fotos, de su porte, de su rostro, de su fuerza, de su galanura, ¡Carajo, es que no piensa más que en sí mismo!

-Creo que exageras… mira mi barbilla, parece una mancha lo que tengo ahí y es la sombra, si no quieres trabajar conmigo no lo hagas…yo sólo quiero darle lo mejor a mi publico. –Comentó sonriendo, ella se dispuso a volver a sacar la fotografía.

Cormac McLaggen era el modelo de uniformes de quidditch más famoso del momento, no jugaba porque no necesitaba hacerlo para ser popular, ya causaba desmayos suficientes en los sitios a donde entraba como para querer más; era guapo, más de lo que ya era en Colegio y presumido hasta por debajo de las uñas. Ella, Alexa, era su fotógrafa oficial, lo había llevado a la fama y cada día intentaba mantenerlo ahí. El problema es que así como era bien parecido era un pesado de primera, nadie lo toleraba mucho, ansiaba chicas que lo alabaran todo el tiempo y cuando se cansaban pedía aún más; Alexa era pues, la única que aún lo soportaba y con el tiempo, Cormac se había acostumbrado a pedirle más y más, lo que empezaba a sufrir en demasía.

Con el estado del mundo mágico actual, Alexa sabía que en breve la belleza de Cormac se vería opacada por lo único que opaca a las celebridades: la desgracia social. Por eso mismo procuraba no contradecirlo y dejarlo subir más y más, su venganza era un día verlo caer con estrépito; esa tarde se concentró en darle toda la luz que pidió, en darle los jugos y frutas que quería, hablar de lo lindo que se veía, lo agradable que era y de lo genial que sería si aceptara jugar quidditch como tanto se lo proponían. Cormac estaba pasando un día genial a su lado, tanto que a punto estuvo de hacerle la propuesta, que muchas ansiaban escuchar.

Alexa, una austriaca de sangre inglesa, estaba apoyada mirándolo a través de la cámara para tomarle otras fotos, cuando algo estalló justo sobre su cabeza y Cormac, sorprendido, recibió los golpes de todas las rocas desprendidas; cayó al suelo cubriéndose con los brazos, sacó su varita del bolsillo de su chaqueta y se liberó de las piedras, encontrándose rodeado de una enorme nube de polvo. Tosió desesperado para poder respirar y alcanzó a ver que el exterior relucía la marca verde en el cielo, mientras la gente de todo el Callejón escapaba como podía cargando a sus heridos; descompuesto y perdido se volvió a todos lados, recordando que no estaba solo.

-¡Alexa! –Gritó tosiendo todavía, ella no le contestó. -¡Alexa ¿dónde estás? –Empezó a mover escombros, uno a uno, sin sentir siquiera que las manos le sangraban; cuando la encontró, estaba boca abajo, sobre su cámara como cubriéndola, la alzó en brazos y le miró la cara, estaba toda empapada en sangre, llena de polvo y sofocada. –Alexa, ¿estás bien? –Se veía hermosa, era una belleza que no había notado antes.

-Cormac… n-no, no me quiero morir. –Le susurró a medias, espantado la aferró con fuerza y se desapareció camino a San Mungo; nada más aparecer en la recepción un hombre enorme lo golpeó haciéndolo tambalear, todo era un caos, todos traían heridos.

-¡Por favor, un sanador! –Clamó corriendo de lado a lado, nadie lo atendía, pasaron largos minutos, pero nadie lo escuchó, todos estaban muy ocupados; cuando una enfermera lo atendió, Alexa había muerto en sus brazos. Se quedó sentado con la camisa manchada de sangre, la sangre de la chica que más lo había ayudado en su vida; comprendió que la fama no servía de nada y que el mundo y la gente, eran unos malagradecidos para con la belleza.

~Cho Chang~

Leías para que él te oyera, te interesa animarlo, luce gris y frío, roca a la intemperie; ¿no estarás confundiéndote?, no es para menos, él está ahí tres metros bajo tierra, ¿no estarías tú también así?... es mi punto de vista ¿verdad?, no necesariamente la realidad.

-"Es tan corto el amor, y tan largo el olvido" –Se quedó mirando las páginas corrompidas por líneas. –Bonito ¿verdad? –Preguntó mirándolo, él contestó con un viento suave. –Sí, también me gusta. –Sonrió, pasos fuertes la hicieron volverse.

-Perrrdón… no creí encontrar a alguien, las veces que he venido, siempre está solo. –Susurró sosteniendo el ramo de rosas blancas que había traído. –Cho Chang.

-Viktor Krum. –Susurró sonriendo tristemente. –Tú eres el de las rosas blancas.

-Sí… y tú la de los girrrrasoles, has vuelto a aferrarte a su recuerrrdo. –Viktor sonreía mientras acomodaba las flores sobre la lápida, cuidando no cubrir las letras.

-Algo así. –Contestó Cho triste, ya se lo habían dicho, tenía que olvidar a Cedric.

-No debes pasarr todo el tiempo aquí… -Viktor calló mirando la lápida, luego se volvió a ella y sonriendo le tomó la mano. -… vamos te invito un café, salgamos de aquí.

Miraba El profeta, habían asesinado a varios ex mortífagos, todos muertos por una explosión en el pecho, por el mismo asesino que amenazaba con seguir; se rumoraba que era uno de ellos, el rumor menos fundado era que se trataba de cierto rubio con dinero y poder; Cho tomaba a sorbos el café, cuando una pareja de chicas entró a la sala donde estaba, se sentaron a su lado, ella siguió leyendo, sin evitar oírlas.

-Dicen que va por él, que no parará hasta atraparlo… Hermione es la mejor y busca detenerlo, sobre todo desde que ha empezado a matar a no mortífagos.

-Lo peor es que lo hayan confirmado, Malfoy… él, ahora que ella lo sigue, no va a perder la oportunidad de asesinarla… será espantoso…

-Ella fue hoy por él, al parecer le dieron aviso… ¿será cierto?

-¡Claro que sí!… ví a Viktor Krum salir corriendo cuando lo supo, iba tras ella, seguro a protegerla, sólo espero que no le haga daño a él…

-Viktor. –Exclamó, se levantó derramando el café, las chicas le miraron y sus ojos le dijeron que lo habían descubierto, sabían quién era y qué ocurría; era obvia, lo había sido todo el tiempo, quería a Viktor que se declaraba contento, pese a que quería mucho también a alguien más; no dio tiempo a que dijeran algo, al salir y chocar con Harry lo ignoró, sólo le interesaba él. Sabía cómo localizar a Viktor, él mismo le había enseñado, llegó al lugar, era parte del Bosque Prohibido, entró corriendo siguiendo el aroma de su loción; escuchó el estruendo y en seguida dio con el lugar, caía lentamente al suelo, Viktor se desplomaba sangrando, formando con sus labios un nombre: "Cho"; tras él pudo verla a ella, herida, inconsciente; pero no le interesaba, sólo le interesaba él, le dolió, dolió tanto que sacó la varita dispuesta a todo, pero el rubio se había vuelto mucho antes.

Estruendo, rojo, dolor, oscuridad; todo estaba negro, era noche cerrada y Cho dormía en San Mungo y McGonagall y Flitwick volvían de ayudar a Sybill con lo del té; al pasar por la puerta la vieron por la ventanilla, él solicitó información.

-La señorita Chang está todo el tiempo ahí, no hay forma de despertarla, ha estado así desde lo ocurrido, pocas personas la visitan, entre ellas la señorita Granger… los sanadores creen que no despierta, porque no le interesa hacerlo. –Flitwick guardó silencio y agradeció a la enfermera, caminó rumbo a la puerta; Cho dormía placidamente, soñando como cada noche con lo de siempre:

-Vamos te invito un café, salgamos de aquí. –Viktor le tomaba la mano y sonreía, y es que sonreía igual que Cedric la última vez…

~Ron Weasley / Harry Potter~

Caminaban los dos por la calle, como desde hacía un tiempo; Ron era quizá el más serio de los dos, Harry por su lado, procuraba parecer tranquilo o en su defecto lo más alegre posible, pero el cansancio no le ayudaba mucho; dieron vuelta en una esquina, Grindmould Place estaba ya muy cerca, trabajar como aurores y estar todo el tiempo en pie de lucha al lado de Hermione era por demás agotador, sobre todo desde que ese asesino había surgido, desde que había más locos por las calles, desde que Hermione parecía demasiado entregada al trabajo para vivir.

Estaban a dos casas de llegar cuando Harry lo vio, un perrito chillando de frío oculto entre unos arbustos; se acercó sin darle importancia a lo mojado del animal y a lo desprotegido que parecía, se inclinó y le pasó la mano por el lomo para acariciarlo, Ron se detuvo mirando desde cierta distancia. El pelirrojo bostezó sonoramente, Harry parecía muy entretenido así que decidió dar unos pasos con la idea de que eso lo haría volver al camino, pero no pasó. Entonces se volvió a verlo, Harry reía triste, enternecido al ver al animal que al fin dejaba de llorar sintiendo su calor y su afecto.

-Harry. –Llamó algo preocupado por el silencio de su amigo.

-Está solo Ron, no tiene familia… -susurró apesadumbrado, proyectándose en el animalito, Ron notó que se movía violento dejándolo asustado. -… se encariñará, vamos, es mejor dejarlo solo. –Harry se puso de pie y el cachorro comenzó a chillar dolorosamente, Ron miró a Harry con cierto gesto de desagrado. –Mejor así, si no luego sufrirá más. –El pelirrojo lo miró fijo y sin que le dijera algo, se volvió, tomó al cachorro y lo cargó; Harry frunció el ceño, esto era algo innecesario.

-Vamos, lo cuidaremos y le buscaremos un hogar… -Harry miraba a Ron asombrado, ¿No había escuchando nada de lo que le había dicho? -… luego, cuando tenga a alguien más y nos vea, nos recordará y será feliz, el cuerpo de alguien puede estar solo, pero su alma nunca… tú estás con nosotros y aunque nos perdieras, siempre nos recordarás. –Sonriente lo miró, lo estrechó por los hombros y llegaron hasta la escalera de entrada, Harry se sentía mejor, subieron los dos en silencio con el perro.

-Ron... –Empezó algo avergonzado, acometido por un sentimiento de agradecimiento enorme que lo hizo sonrojarse.

-Calma hermano, yo siempre voy a ser tu amigo, pese a todo, pese a todos, lo que yo siento por ti es más que una amistad, es casi un lazo de sangre… así que deja ya la vergüenza y démonos prisa, Hermione ha de estar ya comiendo y nosotros aquí preocupados, ¡Anda, anda!, entremos. –Ron entró en la casa con estruendo, Harry miró cómo ponía al perro en el suelo, y claro lo escuchó saludar a las dos chicas en casa.

-Un lazo de sangre. –Susurró pensando mientras veía al piso, pensando si aquello estaría bien, sobre todo tomando en cuenta la de problemas que normalmente tenía, unos pasos lo hicieron volverse.

-Imagínate, si a él te une un lazo de sangre, ¿Qué crees que nos una a los dos? –Ginny lo miraba, pensó por dos segundos, se sentía en un hogar, acompañado de ellos nada le hacía falta.

-Pues, seguramente algo mucho más profundo. –Comentó apabullado porque ella fuera tan sencilla y simple para decirlo; no le preocupaba mucho el sentirse avergonzada, ella con él, siempre era una persona fuerte y completa.

-Cierto, porque te quiero como a un hermano, a un amigo… -Ginny sonrió y tendió sus brazos para prensarlo en ellos; lo apretó con fuerza, los dos cerraron los ojos y se quedaron callados un segundo, abrazándose tan fuerte que hubieran podido sentir dolor. -… y mucho más. –Ginny sonrió, él también, el resto sobraba.

~Luna Lovegood~

-"Pocos creen, pero yo sé que es así, pocos saben que no estamos solos, que todo vive, sueña; yo no sólo creo en los thestralls, yo creo en todo y eso me ha traído más problemas que a nadie, por la simple razón de que soy llamativa" –Pensaba mientras entraba en un cafecito del Callejón Diagón, las cosas no andaban bien en el mundo, últimamente habían muerto demasiados conocidos; la perdida de los Weasley no era la única, pero sí de las más importantes, Bill y Charlie… las cosas no andaban nada bien.

Pidió como siempre café, miraba a la calle cuando se le vino como un presentimiento horrible y absorbente, las cosas no estaban bien y lo peor es que ella no tenía a nadie que pensara como ella, nadie que sintiera lo mismo.

-Nadie es como yo… estoy sola. –Susurró creyendo que nadie le oía.

-Qué curioso, exactamente lo mismo que yo pienso. –Dijo una voz a su espalda, se volvió asustada y se encontró con ella, su rostro cálido y su cabello claro.

-Fle… Fleur Weasley. –Exclamó sorprendida, de todas las personas que podían interrumpir su monologo aquella era la menos esperada.

-Repites mi nombre, ¿tanto te sorprende verme aquí? –Preguntó mirando al frente, una taza de té humeante entre los dedos, vestida de negro, totalmente de negro.

-No, es que… pues… -Quiso disculparse, pero no sabía qué decir. -… siento lo de Bill, lamento mucho eso.

-Todos lo lamentan, pero pocos lo entienden, no es tan fácil… no es tan sencillo. –Fleur parecía ya no tener siquiera lágrimas, Luna la miraba fijo.

-Es cierto… nadie entiende cuando pierdes a alguien cercano, siempre piensan que te comprenden, pero nadie entiende hasta que lo vive. –Susurró la rubia mirando su taza, se la llevó a los labios, las dos de espaldas, las dos pensando, absortas en sus propios dolores, sumergidas en su soledad y en el abismo de diferencias entre las dos.

-Es verdad, pero sabes qué es lo peor… -Susurró Fleur con una medio sonrisa en los labios, mirando al frente. –… uno no está solo, estamos más acompañados de lo que nosotros mismos entendemos. –Sonrió mientras se llevaba la taza a los labios, Luna se descubrió a sí misma soltando la taza, mirando al frente, impresionada, pensaban lo mismo.

-Cierto… tienes razón, pienso igual, yo… -Pero la interrumpió, Fleur no estaba acostumbrada a escuchar, a ella la escuchaban, fuera educado o no, fuera congruente o no con lo que pasaba.

-No estamos solos… nunca, las cosas, las plantas, los animales, todo lo que nos rodea, nos protege, el problema es que algunas cosas son señales, medios… lo vive, la naturaleza lo sufre y nos muestra a su modo lo que pasará en el futuro… -Fleur dio un trago a su té, Luna hizo lo propio con el café. -… jamás entenderé porqué a Bill, ¿por qué Bill?... no espero respuesta, sólo sé que me lo arrebató, alguien lo quitó de mi lado, aun cuando lo amo… igual que muchos otros, muggles y magos…

-Es la vida, según dicen. –Exclamó Luna, pero la verdad es que ella tampoco lo entendía, sólo entendía que de algún modo creía en todo, porque sólo creyendo que no estaba sola y que volvería a verlos a todos, podía seguir viviendo.

-No es la vida, es el destino… pero eso no importa, quizá debemos sufrir ahora… -Fleur seguía hablando, Luna estaba pálida, porque ella lo sabía, no estaba del todo sola, tenía fe. -… dime rara Lovegood, pero pese a eso, tengo fe en volver a verlo, en recuperarlo, porque no estoy sola, pese a todo no estoy sola, hay ahí afuera más gente de la que creo y más vida de la que veo… tengo fe. –Confesó entendiendo lo confuso que era, pero no pudo reír a gusto, alguien la abrazaba llorando.

-Eres casi tan confusa y sincera como yo. –Susurró Luna llorando de alegría.

~Fleur Weasley~

-No debes abrazar a la gente sólo porque piensa lo mismo que tú… ¿has notado las miradas raras? –Susurró dando otro trago a su taza.

-Lo lamento… es que, me ha dado tanto gusto ver que alguien piensa como yo. –Dijo suavemente, ocultando las lágrimas que recorrían sus mejillas.

-Llorar no es bueno, menos en alguien como tú, creí que eras alguien mucho más fuerte… más fría, menos común. –Fleur la miró y Luna carcajeó sonora haciendo que se erizara. – ¿He dicho algo gracioso?

-No es eso, es que cualquier persona puede llorar, todo el mundo puede hacerlo y eso no tiene problema, llorar es algo que pasa y ya, quienes lloran son personas de gran calidez, sensibles y dulces… -Luna no la miraba, estaba fija en su taza, Fleur escuchaba. -… llorar es bueno, es una muestra del alma.

-Cuando lloras por algo simple… pero, si lloras por algo doloroso como he hecho yo las últimas semanas me temo que no es tan bello como crees. –Fleur miraba seria al frente, fría, seca, porque no estaba dispuesta a seguir llorando, a seguir entregada al dolor.

-Te equivocas… llorar por Bill como lo has hecho es algo hermoso… -Luna terminó su café y llamó al mesero para pagar tanto su orden como la de Fleur, ésta le miraba sorprendida, en la Madriguera todos lloraban últimamente y a pocos les parecía eso bueno, por el contrario, quien les visitaba solía irse deprimido. -… muestra que le amaste como a nadie más, es un ejemplo de que lo que sentías por él era enorme… no has querido a nadie como a él y su ausencia te hiere… muestra que eres una gran persona sensible y linda… pero sobre todo muestra, que tú no vas a olvidar a Bill y que él por lo tanto siempre estará vivo.

-Tú, eres muy rara Lovegood. –Fleur la miró, Luna pagó la cuenta y se volvió a verla con una enorme sonrisa.

-¿Tú crees? –Preguntó mientras se ponía de pie.

-No sólo lo creo, lo confirmo con lo que acabas de decir… rara y además sincera, para algunos ese nivel de sinceridad es poca educación. –Fleur frunció el ceño.

-Por eso mismo es que no encajo, la gente prefiere siempre estar acorde con lo normal, a mí eso no me gusta a menos que me sienta cómoda con ello… debo irme. –Luna sonrió y se puso al fin de pie por completo, Fleur no sabía si debía decir algo.

-Gra-gracias Luna. –Susurró algo contrariada, ahora que le caía el 20, Luna había pagado la cuenta y al parecer todas sus palabras anteriores habían tratado de ser frases de aliento.

-Descuida… en realidad soy quien debe agradecer. –Luna sonrió y se inclinó para despedirse con un tímido beso; se erizaron sin saber porqué, a Fleur nunca antes le pareció la piel de una chica más tibia y suave, a Luna jamás se le hubiera pasado por la mente que Fleur podría sentirse, oler y caer tan bien.

-¿Tú?... ¿por qué? –Preguntó Fleur luego de que se miraran un instante de incómodo silencio, que hizo que ella se sonrojara y Luna retrocediera un par de pasos, como quien huye de algo horrible.

-Porque por un rato, no me sentí tan sola. –Luna sonrió ampliamente y fue rumbo a la puerta, justo antes de perderse entre la gente, se volvió alegre y miró a Fleur que se había quedado congelada. –Podemos vernos luego… ¿verdad?

-No pienso morir, así que sí… después de todo, dicen que el que busca encuentra, Lovegood. –Exclamó seria, pensando en que aquello había sido demasiado raro, demasiado como Luna; clavó los ojos en su taza, no quería mirarla más.

-En ese caso, nos veremos muy pronto Fleur… ¡adiós! –Y salió saltando alegre.

~Lavender Brown~

-Mira es Lavender Brown… luce tan demacrada, es una lástima, es tan guapa…

-No es para menos, todos sus parientes fueron asesinados, como están las cosas parece que pronto no serán la única familia en desaparecer…

-Es un milagro que ella haya quedado con vida, supe que mataron a sus padres ante ella…

-Lo peor es que iban pasando un par de muggles y a ellos no les hicieron daño alguno… yo me sentiría morir… -Lavender escuchaba atenta, sin volverse a ver a los que hablaban; de unos días al presente, se le había hecho costumbre escuchar eso, ¿y cómo no?, si esa era la verdad, la cruda verdad de su vida.

Las cosas no estaban bien, para nadie era secreto que el mundo mágico colapsaba, entre los mortífagos que buscaban venganza por la muerte de su amo y los magos que habían perdido familiares y amigos en sus manos, cada quien se hacía justicia con su propia mano y ella realmente comenzaba a creer que así debía de ser; tal vez Harry hubiera vencido al mayor de todos los problemas del mundo mágico, pero ¿y lo demás?, no habían cesado las muertes, al contrario, parecían haber aumentado y ella lo había sufrido en carne viva.

Ahora, sola como estaba, le importaba muy poco, sentía odio por todo y por todos, no había una sola cosa que pudiera aliviar su ser, ni siquiera ver a Ron y Harry peleando para reponer la seguridad, ni siquiera el pelirrojo, ni siquiera sus amigas, ni el resto del mundo que continuaba girando, pese a que ella estaba sola, pese a que nada le quedaba, pese a su dolor, todos seguían viviendo.

Se sentó a mirar al vacío en la terraza de su apartamento, pensando, pensando una y otra vez, tratando de entender en qué momento todo se había perdido por el desagüe, en qué momento ser adulta le había valido un carajo. Sola no se sentía, porque en un mundo donde nada importa, uno no se puede sentir solo, para nada; algunos seguían considerándola una persona valiosa y eso le ayudaba a seguir viviendo, a tener trabajo, a seguir adelante sin problemas. Sacó lo que se había vuelto por mucho su herramienta de trabajo y de venganza, un juego de tarot, lo mezcló y lo partió, jaló la pequeña mesita y sacó tres cartas.

-Pasado… -puso una a su izquierda. -… presente… -una frente a ella, delante de su pecho, recordando raramente que estaba justo delante de su corazón. -… futuro. –a su derecha, luego sonrió. –Veamos qué le depara el destino, al bastardo que me los arrebató. –Susurró mirando la fotografía de sus padres, colocada dentro, sobre la mesa de la sala; levantó la carta del pasado, ahí estaba La Fortuna, sonrió de mala gana, "Es cierto, la suerte los ayudó a huir"; levantó la del presente, La Torre, suspiró, "Los muy desgraciados están durmiendo en casa, tranquilos, placidos", dejó la carta sobre la mesa y luego cerró los ojos con fuerza, se apretó la frente con ambas manos, quería descansar, quería venganza.

Intentó aclarar sus ideas, pensar en algo que no fuera eso, pero no podía, era lo único en su mente, la única opción que le quedaba; miró la tercer carta, si ella lo decía, se levantaría de esa silla y haría lo que muchos en estos momentos en el mundo mágico, aunque fuera malo, aunque no estuviera bien; extendió la mano hacia la carta y le dio la vuelta con lentitud.

-El tarot no miente, la adivinación puede ser una gran herramienta… Trelawney tiene razón, abre la mente… renueva el espíritu. –Se levantó de su silla sonriendo, tomó la varita de la mesa de entrada y abrió la puerta; se puso su chamarra para poder irse en paz, tomó las llaves y cerró. En la mesa, el futuro sonreía armado con su guadaña...

~Alicia Spinnet~

Había algo raro desde unos día antes en el equipo, últimamente Alicia era mucho más rápida, ágil y fuerte que antes; todas las jugadoras que la enfrentaban decían lo mismo, el rumor no se dejó esperar, sospechaban que estuviera usando algo para rendir más en los partidos; bastaba verla tomar la quaffle y volar a toda velocidad, para saberlo, Alicia era mejor, lo que no era bueno, no si antes era apenas una jugadora mediana. El problema no fue el extraño incremento de sus habilidades o que pudiera frenar en seco como ninguna otra, el problema era que ahora el entrenador exigía mucho más.

Lo que aquella mañana le había parecido un don, un milagro que la llevaría al fin a ser cazadora titular del equipo o convocada a la selección inglesa para un mundial en el que el país pondría toda su esperanza, por lo terrible de su situación, se volvía ahora un infierno; Alicia ya no soportaba entrenar más, le era imposible mantenerse siquiera en pie y aunque idolatraba al entrenador, no podía seguirle al ritmo.

-¡Vamos!… la quaffle te pasa rozando y tú ni la miras, ¡Muévete Spinnet! –Gritó por tercera ocasión, eran cerca de las nueve de la noche, ella sudaba a chorros y sentía que se le cerraban los ojos de sueño.

-Entrenador, es tarde, no he comido nada en días, continuemos mañana.

-¡No! –Gritó enfadado, ella no lograba enfocar correctamente. –Pronto son las evaluaciones para la selección, si quieres entrar ¡Debes practicar! –Dijo al tiempo que le arrojaba una bludger, que apenas logró esquivar.

-Si estoy cansada, tendrá el mismo resultado. –Susurró volando de los aros de un extremo a los del otro lado a toda velocidad, entonces pasó, una terrible tormenta azotó el cielo y todo se iluminó por un rayo que cayó a tierra con estrépito.

-¡Spinnet!... terminemos. –Gritó el entrenador, Alicia asintió resignada y vio que el hombre preparaba cuatro bludgers, encantadas para seguirla. -¡Voy a soltarlas!

-Sí. –Asintió y rogó a Merlín tener las fuerzas aún para soportar esa parte, las bludgers salieron y de inmediato lo supo, era una locura, la tormenta no le dejaba ver las bolas, sólo los relámpagos se las concedían de vez en vez, era casi una sentencia; una la golpeó por la espalda, un chorro de sangre brotó de su boca, se lanzó en picada con la esperanza de perderlas en un amague; algo pasó, la escoba no respondió más que a tumbos y se vio a sí misma ir a toda velocidad contra un árbol, iba a matarse si chocaba.

-¡Frena, Spinnet! –Gritó el entrenador mientras un enorme estruendo ahogaba su voz, Alicia hizo lo único que se le ocurrió, levantó las manos del mango de la escoba para cubrirse el rostro, el entrenador voló hacia ella; todo se puso negro, rojo y ya no supo más.

-Despertaste, ¡Al fin! –Gritó una de sus compañeras, se removió bajo las mantas.

-¿Qué pasó? –Interrogó con la voz pastosa, la garganta seca, se sintió dolorida pero supuso que era por el entrenamiento previo.

-Es lo que queremos que expliques, cuando te encontramos estabas bajo la lluvia, y el entrenador… -la chica contuvo un gemido, Alicia sintió una punzada, recordó llamas y gritos. -… murió, los sanadores insisten en que el rayo destrozó el árbol y lo quemó, pero no entendemos que hacían tú y él volando directo hacia el árbol. –La chica la miró ansiosa, Alicia no dijo nada y prefirió pedirle que la dejara sola.

-Llamas. –Susurró mirándose las palmas de las manos, recordaba sentir mucho miedo, dolor, recordaba haber vuelto el rostro al entrenador que le gritaba para que frenara; entonces lo supo, había invocado fuego, era la única palabra que había llegado a sus labios y como si tuviera varita la había usado. –Ignis –Dijo con fuerza al tiempo que sus manos se llenaban de flamas rojas; contuvo un grito, ella lo había matado.

~Oliver Wood~

Asomó la cabeza por la chimenea, estaba en la cocina con el delantal puesto y unas cómicas pincillas en el pelo, sonrió de buena gana, juntó aire en sus pulmones y gritó.

-¡Katie! –Alto y fuerte para que lo oyera, ella se volvió asustada con la varita en la mano, un vientre pronunciado anunciaba llantos nocturnos para dentro de tres meses.

-Me has dado un susto enorme Oliver. –Dijo sonriendo y cómicamente le aventó el trapo con que limpiaba la mesa. -¿Pasa algo malo?

-No nada, vine para avisarte algo… al parecer necesitan de mí en una reunión importante, así que tardaré un poco en llegar, para que no te preocupes, ¿de acuerdo? –Sonriente la miraba, ella frunció el ceño y fue a sentarse frente a la chimenea.

-Oliver, ¿sabes qué día es hoy? –Preguntó suave, sonrojada y algo incómoda por hacer la clásica pregunta de novia primeriza.

-No, ¿qué día es hoy? estaba en la idea de que era Lunes, pero no sé. –Oliver sonriente emitió disfrutando de su rostro, ella palideció apenas y agachó la cara para ver al suelo, entonces él agregó. –Pero quizá esto nos ayude a saber qué día es hoy, alguien me lo trajo a la oficina diciendo que lo encargué hace tiempo. –Introdujo en las llamas la mano con una caja diminuta, Katie emocionada lo abrió contenta y sonrió al ver el contenido: un hermoso broche de carey para el cabello, con su nombre grabado.

-Oliver, gracias. –Dijo sonrojada y contenta.

-No tienes que agradecer, ahora me voy porque la reunión es en el Ministerio y tengo que entregar antes los artículos de esta semana, cuídate mucho por favor y no te esfuerces en la cena… sólo me interesa comer y ya, ¿de acuerdo? –Oliver le guiñó un ojo y se dispuso a desaparecer cuando Katie se puso de rodillas para inclinarse en la chimenea, metió la cabeza y le dio un tímido y fugaz beso en la mejilla, susurrando casi de inmediato algo que por poco no entiende.

-Te amo. –Dijo, él sonrió de buena gana y le devolvió el beso en los labios, Katie suspiró de la misma forma que la primera vez, era raro, pero en gran parte por eso la amaba, porque suspiraba cuando la besaba, pese al tiempo transcurrido.

-Yo más, en realidad, las amo. –Susurró, Katie sonrió, volvió a su oficina y se puso a ver los pergaminos sobre su mesa; la pequeña chimenea palpitaba a su lado, se concentró por dos segundos en lo que tenía que entregar, para luego terminar de nuevo como casi siempre en los últimos días, mirando las noticias recientes del mundo mágico. –El mundo se está volviendo loco.

Tomó su saco, dejó la oficina y salió al callejón, entró en una tienda y compró flores, chocolates en otra; pasó a Sortilegios Weasley para saludar a George, últimamente el pelirrojo necesitaba apoyo moral; luego de intercambiar puntos de vista sobre la situación y enterarse que Harry había salido del país para una misión, volvió a su camino. Entró al edificio del Ministerio, saludó a algunos conocidos, vio a Hermione de lejos, demacrada y ojerosa como en los últimos meses, alcanzó a distinguir la melena roja de Ginny y suspiró al ver de nueva cuenta los anuncios de las últimas víctimas de los mortífagos prófugos, ahí dos pelirrojos más le devolvieron la mirada; supo que era momento de actuar, levantarse y hacer algo pese a que no estuviera muy seguro de qué, miró la punta de su varita, como desde hacía unos días, la punta emitía un raro brillo.

-Si esto me sirve para protegerlas, lo usaré… no voy a dejar que nada malo les pase, sea como sea nadie les hará daño, porque me tienen para protegerlas. –Susurró a sí mismo, el elevador pronto se llenó de gente y se descubrió sonriendo; las cosas no estaban tan mal, era su aniversario y cenaría con Katie, reirían y serían como en los últimos dos años de matrimonio, felices; obviamente, luego de ver a Parvati Patil.