Bueno, lo de siempre. Kenshin, sus amigos y sus amigotes no me
pertenecen... snif... sino a Watsuki Nobuhiro sensei... ahhh, amo a sus
personajes y no es mi intención lucrar con ellos (aunque ahora que lo
pienso, no me gustaría que alguien se adueñe de las historias que invento
con ellos...) sino entretenerles y hacerles suspirar un poquito.
Bien, este es mi primer fic que trata el tema de la reencarnación. Veamos como sale. Espero que el tema y el modo no les choque demasiado.
Por Siempre Mía.
Acto Uno.
Un grito desesperado.
Por favor, necesito ayuda urgente. Esto que me está sucediendo no es normal... ¡Dios!... afortunadamente mis padres no pueden verme en estos momentos... debo ser una deshonra para mi familia, no sé qué hacer... estoy tan asustado... llego a tiritar de solo pensar que alguien pueda descubrirme, pero, ¡no lo puedo evitar!.
Ya nada resulta... ni los baños de agua fría, ni las meditaciones bajo la cascada, mis estudios para mis historias o las largas oraciones en el templo ni nada. Ni yo mismo sé con certeza por qué me sucedió esto a mí, que hasta hace un año me sabía un hombre normal como cualquier otro... si mi hermano lo supiera, o su esposa, seguro que entre los dos me matan, pero, pero... yo de verdad sería incapaz de dañarla, de tocarle un solo pelo... por favor, que alguien me ayude, me siento tan solo... tengo miedo de no controlarme y... no, no quiero hacer daño a nadie...
Les contaré mi historia... quizá así, al releerla, yo mismo pueda
entenderme. Tal vez ustedes sean
los que puedan comprender y en ese caso les pediría que me ayudaran.
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Provengo de una familia bastante normal. Mi padre, Himura Kakunoshin, se casó con Sato Omasu. Tuvieron dos hijos: Aoshi, mi hermano mayor que me lleva por cerca de ocho años y yo, Keishi. Mi padre es maestro de kendo y posee un dojo bastante afamado en la capital, donde nacimos con mi hermano. Pero ambos, el kendo nos lo tomamos como un hobbie, de hecho, mi hermano se decidió por la carrera de periodismo y aunque es muy joven, pues tiene a la fecha veintinueve años, ya es conocido como un hombre que hace preguntas certeras y excelentes artículos. Y yo, personalmente, estoy muy orgulloso de él. Bueno, no sólo yo. Mis padres también.
Debo confesar que a mí siempre me llamó la atención el dibujar manga y contar historias a través de los dibujos. Sin embargo, muy a mi pesar, debo reconocer que mis habilidades no van por ese lado. Mi madre me impulsa a buscar otro camino y me ha dicho que quizá escribiendo historias me vaya mejor que dibujándolas... ella es muy cariñosa... bueno, soy su regalón, además, me parezco más a ella por heredar su cabellera rojiza y sus ojos de un color singular. A veces parecen violetas y otros azules. Mi hermano, en cambio, es una réplica de mi padre, con sus cabellos oscuros, aunque sus ojos son más definidos hacia el azul que los míos.
Cuando salí llamado hace dos años para hacer el servicio militar, mi madre me recomendó aprovechar ese tiempo para meditar. Ella sabe mejor que nadie que poseo un increíble mundo fantástico en mi cabecita. Yo me preocupo porque en este país la gente no suele leer muchas novelas... quizá se me dificulte hacerme un lugar dentro de la literatura, pero mamá dice que no pierdo nada con intentarlo. Como sea, hice mi servicio militar y estoy contento por haberlo superado y no tener que realizarlo nunca más. Al principio me costó. Tengo una estatura aceptable, pero llegué delgadito y bueno... mis superiores no creían mucho en mí. Afortunadamente mi increíble resistencia física y mis habilidades en el kendo (gracias, papi) me hicieron un tipo respetado e incluso alguien me ofreció quedarme en el ejército, pero... a mí nunca me ha gustado la violencia ni me interesa aprender tácticas de matar, así que rehusé tal posibilidad. Algo muy dentro de mí siempre me ha dicho que lo mejor es no conocer técnicas para matar... no quiero hacer eso... nunca.
Después de salir del ejército, mi hermano Aoshi me invitó a vivir con él y su esposa a una región muy bonita. Yo acepté la oferta, pues mis padres estaban retomando sus respectivas vidas después de criar a sus hijos y querían privacidad. Entonces tomé mis maletas y decidí empezar una nueva vida y en el camino... descubrir mi vocación.
Mi hermano es un hombre afortunado. Su esposa, Misao Kamiya, es muy joven y hermosa... vamos, que tiene mi edad. Aoshi siempre se ha llevado bien conmigo... lo admiro mucho y dice que quizá se le hace fácil tratar a Misao porque es como tratar conmigo, aunque lo dudo... Misao es bastante explosiva cuando quiere, aunque una gran persona... es diferente a mí -que soy algo más reflexivo- y totalmente opuesta a mi hermano, pero dicen que las personas diferentes entre sí se complementan y yo pienso que es cierto, porque se llevan estupendamente. Ella le da color y alegría a la vida de mi serio, pero cariñoso hermano. Él, en cambio, pone cierto orden en la vida de ella, cosa que se agradece.
Hasta ahora, vamos bien... ya me siento más tranquilo. Siempre me resulta agradable hablar de mi familia... la vida ha sido muy amable conmigo. Mi madre dice que quizá, en mi vida pasada sufrí mucho o se cometió alguna injusticia contra mí y de esta forma el destino me "paga lo que me debe". Pero yo no creo en el destino. Yo creo que todo lo que pueda pasarme depende de mí, que soy yo quien controla mi vida, aunque ahora estoy dudando de ello.
Por favor, no piensen mal de mí cuando sepan lo que a continuación viene. Ya bastante mal me siento yo, como si fuera un pervertido que merece morir. Lo peor es que de momento no tengo escapatoria. Por favor, ayúdenme.
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Mi cariñoso hermano me extrañaba mucho luego de dos años de no saber nada de mí. Cuando terminé el servicio militar, estuve algunos días en casa de mis padres, y después recibí su invitación. Aoshi insistió en que me fuera con él, aunque sabía que yo no quería ser una molestia. Por eso mandó acondicionar un cuartito para mí dentro del mismo sitio donde se encuentra su casa. A mi cuartito se accede por un pasillo y en él tengo todo lo que necesito: espacio para mi cama, mi computador que adquirí hace poco, algunos muebles y mis queridos objetos personales. Así, por las noches, me retiro a mi lugar y no les molesto cuando ellos necesitan tener su intimidad. Me siento muy bien con ellos. Nos reímos mucho y bebemos sake. Yo trabajo como ayudante de maestro de kendo en una escuela de niños primaria y secundaria y mi taller ya cuenta con algunos alumnos realmente interesados. Los directivos de la escuela saben que yo sería incapaz de dañar a un niño y confían mucho en mí...
Misao tenía una hermana mayor, llamada Okón. Su historia es algo triste, porque su marido la engañaba, por lo que decidió separarse e incluso cambiarle el apellido a su hija única. Lo peor fue cuando sufrió un accidente de automóvil, muriendo a los pocos días. Entonces le encargó a Misao que se hiciera cargo de su pequeña y que por favor, no permitiera que su padre se le acercara. Como es de esperar, acompañé a Misao a los funerales. Okón era muy querida y había mucha gente, quizá por eso no presté demasiada atención a la pequeña que lloraba desconsoladamente cerca del ataúd. Estaba más pendiente de Misao. Y de los padres de ella que también estaban destrozados.
Los padres de Misao no se opusieron a que ella se hiciera cargo de la sobrina. Ellos se reconocían no estar en condiciones de guiar a una niña y Aoshi parecía un hombre muy respetable. Pero la niña quiso pasar algunos días junto a sus abuelitos y no se le negó la oportunidad. Así fue que yo no la conocí formalmente hasta dos semanas después, cuando llegó a vivir con nosotros.
Kaoru contaba con ocho añitos. Es una niñita muy tierna, de lindos ojitos azules. Cuando la conocí, sentí mucha ternura por ella y me presenté como su tío Keishi, aunque realmente no tenemos ningún tipo de parentesco más que el político.
Al principio todo fluía de manera natural entre dos desconocidos. Kaoru amaba mucho a su tía Misao y se esforzaba por no dar molestias. Incluso nunca se metió a mi cuarto, lo que yo le agradecía. Un día, de regreso de dar mis clases, pasé cerca de una tienda y compré un osito... fue un impulso tonto, pero quería regalárselo. La enorme sonrisa que me brindó me dejó muy satisfecho, pero algo inquieto. Quería que volviera a sonreír para mí. Y decidí ser más atento y agradable con ella, diciéndome que aún debía extrañar a su mamá. Kaoru fue inscrita en la misma escuela en que yo daba clases, así que podía llevarla y traerla de vuelta. Y con el tiempo, ella me daba su manita y me conversaba de sus amigas. Era una chica especial. Nunca me pedía helados salvo que yo se los ofreciera o regalos, como otras niñas. Y le gustaba que Misao la peinara y le hiciera un par de trenzas.
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Un día esperé a que Kaoru terminara de conversar con sus amiguitas. Pero me descuidé. No me fijé que otro hombre se acercaba y se la llevaba por la fuerza. Una de las amigas de Kaoru me lo advirtió y corrí tras ellos. Los divisé pronto y me acerqué al padre de Kaoru. Él tironeaba de su manita y le pedía que fuera con él.
-No, tú le hiciste daño a mi mamá... ella se murió por tu culpa... ¡Tío Keishi, no dejes que él me lleve!-
Era increíble el temor y la lucidez que podía tener una niñita de ocho años sobre lo que pasaba en su casa y esto me enfadó. Para mí, un niño nunca debiera pasar por ese tipo de desgracias. Mi propia infancia fue muy feliz y protegida junto a mi hermano y mis padres... me acerqué al hombre y lo obligué a soltar a Kaoru, pero no me esperaba que ella saliera corriendo, y en su escape, no divisó el auto acercarse a ella...
Fueron días terribles. El conductor del vehículo estaba muy choqueado por lo sucedido y aunque le dejé en claro que no fue culpa suya, se ofreció a pagar parte de los gastos de hospitalización. Yo me sentía terrible... Kaoru perdió mucha sangre y necesitaba una transfusión urgente. Misao no quería perder a su niña y ofreció toda su sangre para ella, pero se quiso morir cuando supo que las sangres no eran compatibles. Al padre de Kaoru no lo pude ubicar después y me sometí a un examen para darle la mía. El doctor me advirtió que me sacarían todo lo que pudieran sin comprometer mi salud, porque... ese tipo de sangre era raro. Cuando Aoshi supo esto, se hizo también un examen y entre los dos, pudimos ayudar a que se salvara. Esto estrechó aún más los lazos entre Aoshi y Kaoru, a quien veía como hija verdadera. Mi hermano siempre ha gustado de proteger a los más débiles y vio la manera de poner una demanda contra el padre de Kaoru para que nunca más se acercara a ella.
Mientras Kaoru se recuperaba, el médico nos comunicó que las radiografías mostraban que los huesos de la cadera estaban trizados y en otras partes rotos. Es decir, tendrían que enyesarla desde el pecho hasta las piernas, que también resultaron dañadas, durante seis meses como mínimo, antes de empezar un tratamiento de rehabilitación. Yo me sentía muy culpable por no prestar más atención a la niña y Aoshi me animaba y me decía que yo, como instructor en una escuela, sé mejor que nadie lo impredecibles que pueden ser las reacciones de un niño. Cuando la niña estuvo consciente, pidió hablar conmigo y me agradeció alejar al hombre malo. Yo sabía que pasaría al menos un año antes que volviera a caminar y sin poder evitarlo, me puse a llorar en tanto la abrazaba y le pedía perdón. Ella colocó su manita sobre mi cabeza.
-Tío Keishi... tu pelo es muy cortito y pica... es muy gracioso, ¿verdad?... el doctor dice que tendré que estar mucho en cama y pienso que me aburriré. ¿Sabes? No entiendo por qué lloras, si estoy viva y la gente solo debe llorar cuando alguien bueno se muere. -
Yo levanté mi cabeza. Era cierto, ella estaba maravillosamente viva y yo... yo... me encargaría que durante su larga convalecencia no se aburriera.
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Aoshi le regaló un Nintendo a la pequeña. Aunque ahora que lo pienso, Misao lo disfrutaba más. Se pasaban las horas jugando videojuegos compitiendo contra nuestra chiquitita. Misao aún estudiaba en la universidad y esperaba sacar su carrera pronto para acompañar a Aoshi quien decía que Misao era una alumna excelente y ya se adelantaba en sus escritos un talento innato para comunicar una idea claramente. Mientras, Aoshi cada día recibía más elogios hacia su trabajo.
Yo, en tanto, llegaba de la escuela y pasaba directamente al cuartito de Kaoru. Ella entonces apagaba el juego de video y prestaba atención a mis palabras. Había decidido que yo fuera su cuentacuentos oficial. Al principio me resultaba fácil recordar los que me contaba mi madre. Pero como todos los días debía contarle uno o dos, pronto se me acabó el repertorio. Misao y Aoshi me aportaban con leyendas de la zona y cuando hasta eso se me hizo poco, tuve que ver la manera de contarle historias originales.
Me pasaba en mis ratos libres en la escuela anotando en un cuadernillo las ideas más locas que se me vinieran a la mente. Mezclé a la caperucita con los enanitos de Blancanieves quienes resultaron ser unos mafiosos que agarraron a patadas al lobo malo que resultó ser un yakuza que se manejaba con el código samurai que quería venganza. Pero apareció la Mujer Maravilla a salvar el día, aunque luego no era la Mujer Maravilla, sino un zorrito pequeño que gustaba de los héroes americanos y de ponerse hojitas de colores en la frente para alegrar su día. Cuando incluso mi hermano se sentaba en la cama de Kaoru para escuchar mis historias, pensé que realmente eran buenas. Un día, mi hermano me pidió mi cuadernito y después me llegó con la noticia.
-Hermano... espero que no te moleste, pero... le enseñe tus historias a un editor amigo mío sin revelarle que eres mi hermano, y quiere que redactes estas historias y se las envíes. Le gustaron mucho.-
Fue así como por azar del destino, me convertí en lo que hoy soy. Escritor. Desde cuentos infantiles hasta novelas más largas. El editor estaba fascinado con mis historias, y yo, todo lo que escribía se lo dedicaba a mi pequeña Kaoru, mi mayor fuente de inspiración...
Cuando le quitaron el yeso, la carita de mi pequeña estaba tan radiante... debería empezar a asistir al centro de rehabilitación para niños minusválidos. En esa época, Misao estaba cargada con trabajo de la universidad y Aoshi fue enviado a hacer un reportaje sobre los templos de Kyoto. Como son más de dos mil, ya se imaginaran el trabajo que tuvo el pobre. Pero Aoshi me comentaba que el trabajo lo hacía muy feliz, porque sentía que conocía las calles de Kyoto y era una sensación muy especial, que quería compartir con Misao. Por eso, cuando ella lo acompañó un fin de semana, llegó maravillada ante las diferentes sensaciones. Y se interesó mucho más en la región.
Entonces yo me hacía cargo durante todo el día, cuando no tenía que ir a la escuela o escribir, de cuidar a la niña. En el centro de rehabilitación, pedí que me enseñaran a hacerle ejercicios para ayudar a que pronto volviera a caminar. Kaoru era una chica muy valiente y soportaba el ejercicio y los dolores y cuando terminábamos, yo le daba dulces o le contaba cuentos. Otras veces le traía a sus amiguitas para que jugaran.
-Tío Keishi... eres la persona que más quiero en el mundo.- me dijo un día. Yo sentí como si mi corazón diera veinte vueltas dentro de mi pecho y le miré de reojo. Ella me sonreía en toda su inocencia y yo... me sentía muy extraño.
-Yo también te quiero mucho, pequeñita. No quiero separarme de ti, y lo sabes, ¿verdad? -
-Sí, Tío. Eres muy lindo conmigo. Eres como mi papá número dos.- Kaoru trataba a Aoshi como su papá número uno. -
Muchas veces en esos días me tocaba bañarla, pues nos turnábamos con Misao en estas obligaciones. Yo me sentía cohibido con esto, aunque luego recordaba cuando me bañaba mi mamá y lo veía de lo más normal. Aunque yo metía a Kaoru bajo el agua de la ducha o la tina, tomándola de su delgadito talle para que no esforzara sus piernecitas que aún no estaban firmes y le pedía que fuera ella quien lavara sus partes íntimas y ella, con mucho cuidado, lo hacía y yo desviaba la vista. Era gracioso porque yo debía meterme bajo el agua con ella y por ello vestía ropas ligeras y salía chorreando agua.
También debía ayudarla con sus deberes de la escuela, para que no perdiera la costumbre de estudiar. La nenita se sentaba en mis piernas, porque decía que se sentía más cómoda allí.
Pronto cumplió los nueve años, algunos días después que yo cumplí mis veintiuno.
Durante las vacaciones de verano, decidí dedicarle más tiempo a mis escritos, pues se publicarían en Septiembre y deseaba revisarlos mejor antes de entregarlos. A veces dejaba a Kaoru jugando a los videos en su habitación cuando no estaba Misao, quien aún debía quedarse en casa de compañeras terminando sus innumerables trabajos universitarios. Pero en cierta ocasión, Kaoru me sorprendió tocando a la puerta de mi cuarto.
-Tío Keishi... ¿puedo quedarme contigo un rato? Tuve una pesadilla y tengo miedo... -
Sentí algo helado en mi espalda. Sus pesadillas eran relacionadas con el accidente y el psicólogo nos advirtió que pasaría mucho tiempo antes que mi niña dejara de tenerlas. Venía andando apenas con sus muletas, así que la tomé en brazos y la acomodé en mi cama.
-Tío Keishi, ¿qué haces?-
-Releo una historia que escribí hace tiempo.-
-¿por qué?
-Porque así veo si está bien o está mal escrita. Generalmente uno nota los errores de lo que ha hecho cuando el tiempo pasa... -
-Ahh, ya veo. Me gustaría leer tu historia, tío. ¿Puedo acercarme? Te prometo que no te voy a molestar. -
Así nos pasamos las siguientes dos horas leyendo en silencio, aunque como era tan jovencita, desconocía muchos kanjis que yo debía explicarle. Ella apoyaba su cabecita en mi brazo y de pronto noté que ya eran cerca de las tres de la mañana, pero aún yo estaba muy animado. Kaoru tenía sueño, pero no se quería dormir aún. No quería soñar cosas feas nuevamente. Así que le preparé leche caliente y galletitas. Ella comió feliz y luego me pidió que la devolviera a su cuarto para dormir. Pero yo estaba muy cómodo con la compañía de mi joven invitada, así que le ofrecí mi cama, prometiendo cuidarla y velar su sueño.
Y así fue.
Una de las primeras noches en que lo hice.
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Aoshi regresó de Kyoto y fue abrazado y besado por su hijita Kaoru. Yo miraba la escena muy contento por mi hermano quien había extrañado mucho a su familia. Junto a Misao le contamos las novedades y celebramos el reencuentro. Pronto nos iríamos todos de vacaciones a alguna playa. Las ventajas de vivir en una isla es que tienes mar hacia todos lados y Kaoru quería conocer el mar.
Durante esa noche sucedió algo realmente extraño. Aoshi nos hablaba de los lugares visitados y de pronto nos pusimos a conversar animadamente sobre Kyoto y otros lugares. Misao entonces se unió a la fiesta.
-Claro- repuse yo- el cementerio es espectacular, porque dicen que tiene tumbas de hace más de cien años. Me pregunto si aún está la de Tomoe.-
-Oh, claro que está - Me dijo Aoshi.- pasé a visitarla y le dejé algunas flores. Estaba llena de polvo, casi no la reconozco.
-Genial... ¿de qué Tomoe están hablando? ¿Alguna novia de Keishi?...-dijo Misao mientras examinaba un mapa para planear nuestras vacaciones.
Con Aoshi nos miramos extrañados.
-¿Tomoe? - repetimos a un tiempo...
Nos miramos durante mucho rato con mi hermano... casi no respirábamos. Yo jamás había estado en Kyoto ni tenía manera de conocer el cementerio. Pero ese nombre lo tenía en mi cabeza desde que era un niño. A mi hermano le pasaba lo mismo. Decidimos dejar la conversación hasta ahí. Aoshi tampoco entendía por qué visitó una tumba que llevaba más de cien años allí.
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Kaoru iba cada noche a mi habitación. Yo le tenía preparada una silla junto a la mía y leíamos mis cuentos hasta muy tarde.
-Tío - me dijo una noche -yo me sé una historia que soñé... quizá te guste.-
-A ver... cuéntamela.-
-Era de un hombre que estaba muy triste porque había sido malo. Entonces él prometió cambiar y ayudar a la gente usando una extraña espada. Él era un hombre muy gentil y se llamaba Kenshin. ¿sabes? Se parecía mucho a ti. Era muy simpático. Pero él tenía el cabello largo, no como tú que lo mantienes cortito y pica... me hace cosquillas en la palma de la mano cuando te toco. Pero además tenía una cicatriz en la mejilla... en esta - se indicó la mejilla izquierda de la cara- y además siempre estaba triste, porque decía que había sido muy malo.
-Vaya. Es una historia muy bonita. Y tú la soñaste.-
-Sí. Anoche. Quería contártela para que la pusieras en tus cuentos. Porque al final él era un hombre muy bueno y un hombre bueno merece tener su propia historia.-
Reflexioné en las palabras de mi niña. Ella rodeó mi cuello con sus bracitos delgados.
Y yo la rodeé con los míos y la apreté contra mí.
Y en ese momento supe que algo andaba mal. Muy mal.
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Kaoru era muy cariñosa conmigo. Me relataba mis propios cuentos de la manera en que ella los entendía y así podía saber yo si los comprendía un niño. Pronto Aoshi llegó con algunos boletos de tren.
-Mañana nos vamos a Tokio a visitar a nuestros padres. Y después, a conocer el mar, Kaoru.-
-Síii, el mar, el mar... yo nunca lo he visto... ¿tú conoces el mar, tío Keishi?
-Claro que sí. Es muy bonito. Es del color de los ojos de tu padre. Y los lagos son del color de los ojos de tu mamá-
Kaoru se acercó a Aoshi a contemplar sus ojos. Y luego los de Misao. Pronto llegó a los míos.
-Tío... y tus ojos... ¿a qué se parecen?.-
-A nada en especial, Kaoru... -
Misao descubrió lo celoso que podía ser Aoshi en la playa, dos semanas después, cuando este se negaba a dejarla sola mientras ella portara solo el traje de baño. Es que mi cuñada es muy hermosa... a mí personalmente no me da nada cuando la miro en bañador, pero reconozco la belleza cuando la veo... entonces miraba a mi Kaoru en su traje de baño color azul. Pensaba que al crecer, sería tan hermosa como Misao y que a mí me gustaría, en ese momento tomarla en mis brazos y... no perder el tiempo contándole historias, sino ver el modo de hacer todos sus sueños realidad.
Diablos... ¿qué fue eso?
Una tarde, cuando regresábamos a la cabañita, Kaoru se desasió de la mano de Misao y se acercó a mí. Me pidió que me agachara porque quería decirme algo.
-Tío... descubrí que tus ojos son del color del atardecer en el mar. Bueno, en realidad, de cualquier atardecer. Pero parece que los de aquí son más bonitos, porque estamos todos muy tranquilos. Papá no debe trabajar y puede jugar conmigo y mamá puede dedicarme todo su día. Y tú, te ves muy relajado. Siempre cuando mire tus ojos, voy a recordar cuando conocí el mar. -
-Kaoru- repuso Aoshi- con tantos halagos, tu tío no buscará novia porque ya tiene quien lo haga sentir importante.
-Mejor así. Porque no se casará y no tendrá que irse de la casa. Y seguiremos siendo nosotros cuatro.-
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Aoshi decidió salir con Misao a un lugar para bailar. Yo me sentía cansado y me ofrecí a cuidar a la niña. Caminaba con cierta dificultad sobre la arena de la playa y mucho mejor en el pavimento. Cuando yo me ofrecía a ayudarla, ella se negaba, porque quería caminar sola, apoyada en un bastoncito.
La dejé durmiendo en una cama y me retiré a un futón. A ella aún le cuesta levantarse del piso, por eso es más cómodo que duerma en una cama por si quiere ir al baño en la noche. Me estaba quedando dormido cuando la escuché gritar.
-¡¡¡Tío Keishi... Kenshin...Kenshin...!!!-
Pronto llegué junto a ella.
-Ese hombre malo... quiere quitarme mi casa... no lo dejes, por favor... -
La desperté remeciéndola por los hombros.
-¿Kenshin...?-
-No, pequeña. Soy tu tío Keishi. Pero estoy aquí, estás a salvo.
-Tío... era horrible. Un hombre malo venía a atacarme... y yo no podía defenderme y yo... yo... se parecía a mi papá de verdad... -
No sé cuantas veces maldije a ese sujeto aquella noche. Abracé a la nenita y ella me pidió que me quedara con ella. Me sentí muy nervioso ante la idea, pero acepté. Realmente estaba asustada. Me acosté junto a ella y Kaoru me abrazó. Pronto la sentí respirar tranquila.
Cuando llegó Aoshi, le narré lo sucedido, cuando me miró con cara de sorpresa.
-Disculpa, hermano... sé que se ve mal, pero ella no me permitió irme. Tú sabes mejor que nadie que yo jamás le haría daño.
-Keishi... no te vayas... - me abrazó Kaoru en sueños. Aoshi asintió.
-Kenshin, sé que eres muy respetuoso con ella y con cualquier niño. Pero te prometo que sí me enfadaré si esto se repite en diez años más.-
Yo sonreí nervioso.
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Me pasaba las tardes, cuando regresamos a casa, observando a los niños del parque. Estaba algo asustado ya. Me estaban sucediendo cosas sorprendentes con la pequeñita. Por eso miraba a los niños, intentando convencerme de que mis sentimientos hacia ella eran normales, pero yo sabía que no lo eran.
Y ella... era tan solo una niña...
Pedí cita con un Psicólogo. Había oído hablar sobre la pedofilia y yo no quería ser uno de esos asquerosos que se enamoran de los niños y luego los violan. Hablé con él sobre Kaoru largo rato y él me escuchaba atentamente.
-Dime... ¿has tenido novia?
-En varias ocasiones, antes de los dieciocho en que entré al ejército. Después, estuve un tiempo con una chica de mi trabajo, pero... por esos días conocí a la niña y ya no sentía lo mismo con mi novia, así que terminamos.-
El psicólogo habló muchas veces más conmigo. Y finalmente su veredicto me dejó atónito.
-Escúchame. No tienes rasgos de un pedófilo de esos a los que tanto temes. De hecho reconoces sentirte atraído hacia otras mujeres y tus sentimientos por la niña, aquellos que consideras "impuros", se gatillan únicamente cuando la imaginas más crecida. Mira, esto puede ser un enamoramiento, algo así como cuando idealizas tanto a una mujer que luego ninguna te satisface. Pienso que puedes ver a tu mujer ideal en esa niña, porque aún no crece y mantienes la ilusión de que sea lo que esperas. En ese caso, pienso que nunca le harás daño, pero tú piensas que sí...
-Es que doctor... me muero por besarla... eso no es bueno.-
-Pero tampoco tan malo porque no es pariente consanguínea tuya y si esperas unos siete años, puede que algo te resulte. Mira... lo que te sugiero, es que te cambies de casa, dejes de ver a la niña y conozcas otras mujeres, más acordes a tu edad. De lo contrario terminarás hecho un manojo de nervios, porque ya lo estás.
La sola idea me dejó pálido.
-¿Dejar de ver a... mi niña?
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Mi libro de historias salió publicado en Septiembre, como se esperaba, y Misao cursaba ya el último año. Me prometí irme de la casa en cuanto Misao saliera de la universidad y trabajara.
Pero entonces... ¿quién cuidaría a mi Kaoru?
Siempre me prometía que esta vez la alejaría de mi habitación. Pero cuando ella tocaba a mi puerta, yo... aplazaba el momento en que tuviera que alejarla de mí... y me dejaba abrazar por ella cerrando los ojos. Y escuchaba su dulce voz leyendo mi historia.
Estoy condenado, ¿verdad?
Siento que cada vez que estoy con ella, me imagino caminando a paso lento, pero seguro, hacia un abismo. Ella me atrae como la miel a las moscas... me atrapa, me envuelve en su risita infantil, en su inocencia de niña... soy un maldito, ¿cómo puedo pensar así de ella? Me acompaña cada noche hasta que rendida, la devuelvo a su cuartito, y luego en mis sueños la veo conmigo, en una situación que me atormenta, porque algo me dice que no debo estar con ella para no hacerle daño. La veo envuelta en un kimono, siempre. Sus ojos son los mismos, por eso sé que es ella. Mi Kaoru, mi Kaoru...
¡AHHHHH! Me estoy volviendo loco...
¿Por qué mejor no espero pacientemente a que crezca? No es mucho tiempo... ¡Sí, es mucho tiempo!!... ¿Cómo lograré controlar mis emociones? Sé que ella será hermosa... ¿Y si no se enamora de mí? Y si le parezco abominable cuando le diga lo que siento por ella... esto es tan inmoral... soy su tío... no, no lo soy... al menos eso me alivia considerablemente... ¿entonces? La espero... sí, la espero, y luego... veo el modo de enamorarla, de atarla a mi vida... pero no puedo ser tan injusto, ella debe decidir... sí, si, que decida qué ropa usar, qué labial poner sobre sus labios que de seguro han de ser deliciosos... que escoja profesión, que si quiere se cambie el nombre aunque el suyo me provoca un inmenso placer de solo pronunciarlo... que decida la edad a la que quiere casarse, el motivo, la fecha, que decida lo que quiera, pero que al final... se quede conmigo, sólo conmigo...
Soy un asqueroso, lo sé... por favor, no es necesario que me lo digan, lo sé perfectamente. Al menos aún puedo dar clases de kendo en la escuela, porque no me pasa nada de esto con los demás niños. Ya tengo asumido que estoy perdidamente enamorado de una chiquilla de nueve años y estoy tan desesperado... el tiempo pasa tan lento, ella el próximo mes cumple diez años y yo aquí, viendo cómo crece tan lentamente que muerdo la sábana de mi lecho cada noche para no gritar de la desesperación, de ver como mis amigos consiguen novias hermosas y yo aquí solo, esperando a que la mía crezca, con la incertidumbre de que quizá no me ame... es que siento que la necesito conmigo, que requiero del peso de su cabecita sobre mi hombro, del peso de su cuerpo sobre el mío, de su compañía... de su voz... ¡Cielos! ¿Por qué soy tan estúpido? ¿Por qué no me voy un día simplemente? ¿ Y no verla nunca más? No puedo hacer eso... no podría soportar sus lágrimas ante mi partida nuevamente... ¿Mi partida? ¿En qué estoy pensando, si yo nunca me he ido de aquí?
Como sea... ¿y si me marcho? Pero alguien debe cuidarla... yo la cuidaré. Sí. Eso es para mí algo de vital importancia. Entonces, está decidido. Lo siento, amigos... pero he tomado ya mi decisión.
Aunque me pudra en el infierno de mi propia conciencia, aunque ustedes piensen lo que quieran de mí, ya nada me importa. Aprovecharé estos años para estar en su compañía... para verla crecer y reír junto a ella de sus logros, para tomar su manito cuando tenga miedo y Aoshi no esté allí para abrazarla... observaré que nada le pase, la protegeré de lo que sea, con mi vida si es necesario. Guardaré cada recuerdo dulce en mi memoria de ella, lo retendré en mi mente cada noche antes de dormir y la veré en sueños. Le diré cada día que es la joven más bonita y fingiré una sonrisa cuando tenga novio... y así aguardaré pacientemente una oportunidad, la que sea que el cielo quiera brindarme... y cuando eso pase, le ofreceré todo lo que soy y puedo llegar a ser por ella.
Pero el día en que ella me diga que ya no me quiere... que no me necesita, ese día yo, simplemente... ya no tendré una razón para existir. Sin ella, la muerte será bienvenida como la más dulce liberación que pueda llegar hasta mí... y yo partiré a su encuentro.
Mayo 14, 1991
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Keishi Himura guardó el documento cuando sintió el familiar golpecito en la puerta. Entonces apagó el computador y abrió la puerta de su habitación. Kaoru portaba una taza de té y otra de leche para ella.
El joven encendió el televisor y escogió un programa que seguía junto a Kaoru todas las noches. Kaoru se recostó en el pecho de su querido tío y prestó atención a la pantalla.
-Tío... ¿te puedo contar un secreto?-
-Claro, Kaoru. Si sientes que puedes confiármelo, me sentiré muy honrado.-
-Lo que pasa es que cuando yo vengo a tu pieza, es como un desafío para mí, porque el pasillo es un poco largo. Ahora último ya camino casi tan normal como los demás niños... y se burlan menos de mí. Cuando yo vengo hasta aquí, papá no lo sabe ni mamá, entonces yo vengo sola y camino y entreno. Porque ellos siempre me cargan para ir a todas partes porque dicen que así no me caigo ni me hago daño. Pero así siento que no puedo mejorarme y no quiero que los niños se rían de mí porque no pueda hacer algo que ellos sí.-
Keishi acarició la cabecita de cabellos negros con mucho cariño. Cuando pensaba en la niña, venían a su mente imágenes de Jazmines... ¿qué loco, no?
-Mi amor, tú eres una niña muy inteligente... no te debe molestar lo que digan los demás niños. Seguramente están celosos de ti que eres tan lista que pudiste dar un examen y demostrar que podías estar en el quinto año aún habiendo perdido el cuarto.-
-Pero ellos se ríen de mi forma de caminar... odio al hombre que causó esto... -
-Nenita... en un tiempo más, podrás caminar a todas partes. Y seguramente cuando crezcas, tendrás una forma de andar que los volverá locos y querrán todos ser tus novios.
-Bah, son todos unos tontos, tío... no me interesan, primero muerta antes que estar de novia con uno de ellos. Cuando yo crezca, quiero ser muy bonita para que tú me sigas queriendo.-
Keishi se movió algo incómodo. Pero sintió algo muy cálido en le pecho con esta declaración.
-Kaoru... yo siempre te voy a querer mucho... siempre voy a cuidarte.-
-Tío, yo siempre quiero que tú me cuides. Porque te pareces al hombre que aparece en mis sueños que es como mi héroe.-
-Prometo no defraudarte. Nunca, pequeña.-
Vieron televisión durante un rato. Kaoru entonces decidió hacer otra pregunta a su tío.
-¿Tío... cuando yo sea grande... tú me seguirás queriendo? ¿No te irás? El hombre de mis sueños dice que me cuidará siempre, pero una vez se fue y yo lloré mucho con eso. Si tú te fueras, yo también lloraría mucho.
Keishi prestó cierta atención a las palabras de Kaoru.
-¿Él se fue?.
-Sí... dijo que no quería hacerme daño y se marchó. Tío, me sentí muy triste... -
Keishi meditó por un momento en las palabras de la niña. Estaba pasando algo muy raro... él había soñado algo similar la noche anterior y Kaoru antes no le había comentado ese sueño. Recordó que incluso lo puso en su escrito. Pero Kaoru lo estaba abrazando más fuerte.
-No te vayas... ¿ya? Quédate... así, cuando yo sea mayor, te casas conmigo.-
Keishi al oír esto, enmudeció.
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Fin acto uno. Enero 3, 2004.
Notas de Blankaoru.
Bien, aquí está la nueva idea de Blankis. Supongo que esta trama puede no gustarle a todo el mundo, de hecho, siento que me estoy metiendo en un tema delicado, pero hacía tiempo que tenía esta idea en mi cabecita. De todas formas, en el próximo acto, el tiempo pasará un poco y veremos si nuestro Keishi ha cambiado su manera de pensar.
Esta historia, verdaderamente, no creo que tenga más de cuatro actos... en una de esas la termino en la próxima entrega aunque siempre y depende de ustedes. Bueno, les envío saludos y besos a todos. Espero su apoyo dentro de lo posible y nos leemos a la próxima. Por cierto... supongo que para algunos no pasó inadvertido el nombre del padre de Keishi y Aoshi. Kakunoshin es el nombre real de Hiko Seijuro... jojojo... un besote.
Bien, este es mi primer fic que trata el tema de la reencarnación. Veamos como sale. Espero que el tema y el modo no les choque demasiado.
Por Siempre Mía.
Acto Uno.
Un grito desesperado.
Por favor, necesito ayuda urgente. Esto que me está sucediendo no es normal... ¡Dios!... afortunadamente mis padres no pueden verme en estos momentos... debo ser una deshonra para mi familia, no sé qué hacer... estoy tan asustado... llego a tiritar de solo pensar que alguien pueda descubrirme, pero, ¡no lo puedo evitar!.
Ya nada resulta... ni los baños de agua fría, ni las meditaciones bajo la cascada, mis estudios para mis historias o las largas oraciones en el templo ni nada. Ni yo mismo sé con certeza por qué me sucedió esto a mí, que hasta hace un año me sabía un hombre normal como cualquier otro... si mi hermano lo supiera, o su esposa, seguro que entre los dos me matan, pero, pero... yo de verdad sería incapaz de dañarla, de tocarle un solo pelo... por favor, que alguien me ayude, me siento tan solo... tengo miedo de no controlarme y... no, no quiero hacer daño a nadie...
Les contaré mi historia... quizá así, al releerla, yo mismo pueda
entenderme. Tal vez ustedes sean
los que puedan comprender y en ese caso les pediría que me ayudaran.
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Provengo de una familia bastante normal. Mi padre, Himura Kakunoshin, se casó con Sato Omasu. Tuvieron dos hijos: Aoshi, mi hermano mayor que me lleva por cerca de ocho años y yo, Keishi. Mi padre es maestro de kendo y posee un dojo bastante afamado en la capital, donde nacimos con mi hermano. Pero ambos, el kendo nos lo tomamos como un hobbie, de hecho, mi hermano se decidió por la carrera de periodismo y aunque es muy joven, pues tiene a la fecha veintinueve años, ya es conocido como un hombre que hace preguntas certeras y excelentes artículos. Y yo, personalmente, estoy muy orgulloso de él. Bueno, no sólo yo. Mis padres también.
Debo confesar que a mí siempre me llamó la atención el dibujar manga y contar historias a través de los dibujos. Sin embargo, muy a mi pesar, debo reconocer que mis habilidades no van por ese lado. Mi madre me impulsa a buscar otro camino y me ha dicho que quizá escribiendo historias me vaya mejor que dibujándolas... ella es muy cariñosa... bueno, soy su regalón, además, me parezco más a ella por heredar su cabellera rojiza y sus ojos de un color singular. A veces parecen violetas y otros azules. Mi hermano, en cambio, es una réplica de mi padre, con sus cabellos oscuros, aunque sus ojos son más definidos hacia el azul que los míos.
Cuando salí llamado hace dos años para hacer el servicio militar, mi madre me recomendó aprovechar ese tiempo para meditar. Ella sabe mejor que nadie que poseo un increíble mundo fantástico en mi cabecita. Yo me preocupo porque en este país la gente no suele leer muchas novelas... quizá se me dificulte hacerme un lugar dentro de la literatura, pero mamá dice que no pierdo nada con intentarlo. Como sea, hice mi servicio militar y estoy contento por haberlo superado y no tener que realizarlo nunca más. Al principio me costó. Tengo una estatura aceptable, pero llegué delgadito y bueno... mis superiores no creían mucho en mí. Afortunadamente mi increíble resistencia física y mis habilidades en el kendo (gracias, papi) me hicieron un tipo respetado e incluso alguien me ofreció quedarme en el ejército, pero... a mí nunca me ha gustado la violencia ni me interesa aprender tácticas de matar, así que rehusé tal posibilidad. Algo muy dentro de mí siempre me ha dicho que lo mejor es no conocer técnicas para matar... no quiero hacer eso... nunca.
Después de salir del ejército, mi hermano Aoshi me invitó a vivir con él y su esposa a una región muy bonita. Yo acepté la oferta, pues mis padres estaban retomando sus respectivas vidas después de criar a sus hijos y querían privacidad. Entonces tomé mis maletas y decidí empezar una nueva vida y en el camino... descubrir mi vocación.
Mi hermano es un hombre afortunado. Su esposa, Misao Kamiya, es muy joven y hermosa... vamos, que tiene mi edad. Aoshi siempre se ha llevado bien conmigo... lo admiro mucho y dice que quizá se le hace fácil tratar a Misao porque es como tratar conmigo, aunque lo dudo... Misao es bastante explosiva cuando quiere, aunque una gran persona... es diferente a mí -que soy algo más reflexivo- y totalmente opuesta a mi hermano, pero dicen que las personas diferentes entre sí se complementan y yo pienso que es cierto, porque se llevan estupendamente. Ella le da color y alegría a la vida de mi serio, pero cariñoso hermano. Él, en cambio, pone cierto orden en la vida de ella, cosa que se agradece.
Hasta ahora, vamos bien... ya me siento más tranquilo. Siempre me resulta agradable hablar de mi familia... la vida ha sido muy amable conmigo. Mi madre dice que quizá, en mi vida pasada sufrí mucho o se cometió alguna injusticia contra mí y de esta forma el destino me "paga lo que me debe". Pero yo no creo en el destino. Yo creo que todo lo que pueda pasarme depende de mí, que soy yo quien controla mi vida, aunque ahora estoy dudando de ello.
Por favor, no piensen mal de mí cuando sepan lo que a continuación viene. Ya bastante mal me siento yo, como si fuera un pervertido que merece morir. Lo peor es que de momento no tengo escapatoria. Por favor, ayúdenme.
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Mi cariñoso hermano me extrañaba mucho luego de dos años de no saber nada de mí. Cuando terminé el servicio militar, estuve algunos días en casa de mis padres, y después recibí su invitación. Aoshi insistió en que me fuera con él, aunque sabía que yo no quería ser una molestia. Por eso mandó acondicionar un cuartito para mí dentro del mismo sitio donde se encuentra su casa. A mi cuartito se accede por un pasillo y en él tengo todo lo que necesito: espacio para mi cama, mi computador que adquirí hace poco, algunos muebles y mis queridos objetos personales. Así, por las noches, me retiro a mi lugar y no les molesto cuando ellos necesitan tener su intimidad. Me siento muy bien con ellos. Nos reímos mucho y bebemos sake. Yo trabajo como ayudante de maestro de kendo en una escuela de niños primaria y secundaria y mi taller ya cuenta con algunos alumnos realmente interesados. Los directivos de la escuela saben que yo sería incapaz de dañar a un niño y confían mucho en mí...
Misao tenía una hermana mayor, llamada Okón. Su historia es algo triste, porque su marido la engañaba, por lo que decidió separarse e incluso cambiarle el apellido a su hija única. Lo peor fue cuando sufrió un accidente de automóvil, muriendo a los pocos días. Entonces le encargó a Misao que se hiciera cargo de su pequeña y que por favor, no permitiera que su padre se le acercara. Como es de esperar, acompañé a Misao a los funerales. Okón era muy querida y había mucha gente, quizá por eso no presté demasiada atención a la pequeña que lloraba desconsoladamente cerca del ataúd. Estaba más pendiente de Misao. Y de los padres de ella que también estaban destrozados.
Los padres de Misao no se opusieron a que ella se hiciera cargo de la sobrina. Ellos se reconocían no estar en condiciones de guiar a una niña y Aoshi parecía un hombre muy respetable. Pero la niña quiso pasar algunos días junto a sus abuelitos y no se le negó la oportunidad. Así fue que yo no la conocí formalmente hasta dos semanas después, cuando llegó a vivir con nosotros.
Kaoru contaba con ocho añitos. Es una niñita muy tierna, de lindos ojitos azules. Cuando la conocí, sentí mucha ternura por ella y me presenté como su tío Keishi, aunque realmente no tenemos ningún tipo de parentesco más que el político.
Al principio todo fluía de manera natural entre dos desconocidos. Kaoru amaba mucho a su tía Misao y se esforzaba por no dar molestias. Incluso nunca se metió a mi cuarto, lo que yo le agradecía. Un día, de regreso de dar mis clases, pasé cerca de una tienda y compré un osito... fue un impulso tonto, pero quería regalárselo. La enorme sonrisa que me brindó me dejó muy satisfecho, pero algo inquieto. Quería que volviera a sonreír para mí. Y decidí ser más atento y agradable con ella, diciéndome que aún debía extrañar a su mamá. Kaoru fue inscrita en la misma escuela en que yo daba clases, así que podía llevarla y traerla de vuelta. Y con el tiempo, ella me daba su manita y me conversaba de sus amigas. Era una chica especial. Nunca me pedía helados salvo que yo se los ofreciera o regalos, como otras niñas. Y le gustaba que Misao la peinara y le hiciera un par de trenzas.
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Un día esperé a que Kaoru terminara de conversar con sus amiguitas. Pero me descuidé. No me fijé que otro hombre se acercaba y se la llevaba por la fuerza. Una de las amigas de Kaoru me lo advirtió y corrí tras ellos. Los divisé pronto y me acerqué al padre de Kaoru. Él tironeaba de su manita y le pedía que fuera con él.
-No, tú le hiciste daño a mi mamá... ella se murió por tu culpa... ¡Tío Keishi, no dejes que él me lleve!-
Era increíble el temor y la lucidez que podía tener una niñita de ocho años sobre lo que pasaba en su casa y esto me enfadó. Para mí, un niño nunca debiera pasar por ese tipo de desgracias. Mi propia infancia fue muy feliz y protegida junto a mi hermano y mis padres... me acerqué al hombre y lo obligué a soltar a Kaoru, pero no me esperaba que ella saliera corriendo, y en su escape, no divisó el auto acercarse a ella...
Fueron días terribles. El conductor del vehículo estaba muy choqueado por lo sucedido y aunque le dejé en claro que no fue culpa suya, se ofreció a pagar parte de los gastos de hospitalización. Yo me sentía terrible... Kaoru perdió mucha sangre y necesitaba una transfusión urgente. Misao no quería perder a su niña y ofreció toda su sangre para ella, pero se quiso morir cuando supo que las sangres no eran compatibles. Al padre de Kaoru no lo pude ubicar después y me sometí a un examen para darle la mía. El doctor me advirtió que me sacarían todo lo que pudieran sin comprometer mi salud, porque... ese tipo de sangre era raro. Cuando Aoshi supo esto, se hizo también un examen y entre los dos, pudimos ayudar a que se salvara. Esto estrechó aún más los lazos entre Aoshi y Kaoru, a quien veía como hija verdadera. Mi hermano siempre ha gustado de proteger a los más débiles y vio la manera de poner una demanda contra el padre de Kaoru para que nunca más se acercara a ella.
Mientras Kaoru se recuperaba, el médico nos comunicó que las radiografías mostraban que los huesos de la cadera estaban trizados y en otras partes rotos. Es decir, tendrían que enyesarla desde el pecho hasta las piernas, que también resultaron dañadas, durante seis meses como mínimo, antes de empezar un tratamiento de rehabilitación. Yo me sentía muy culpable por no prestar más atención a la niña y Aoshi me animaba y me decía que yo, como instructor en una escuela, sé mejor que nadie lo impredecibles que pueden ser las reacciones de un niño. Cuando la niña estuvo consciente, pidió hablar conmigo y me agradeció alejar al hombre malo. Yo sabía que pasaría al menos un año antes que volviera a caminar y sin poder evitarlo, me puse a llorar en tanto la abrazaba y le pedía perdón. Ella colocó su manita sobre mi cabeza.
-Tío Keishi... tu pelo es muy cortito y pica... es muy gracioso, ¿verdad?... el doctor dice que tendré que estar mucho en cama y pienso que me aburriré. ¿Sabes? No entiendo por qué lloras, si estoy viva y la gente solo debe llorar cuando alguien bueno se muere. -
Yo levanté mi cabeza. Era cierto, ella estaba maravillosamente viva y yo... yo... me encargaría que durante su larga convalecencia no se aburriera.
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Aoshi le regaló un Nintendo a la pequeña. Aunque ahora que lo pienso, Misao lo disfrutaba más. Se pasaban las horas jugando videojuegos compitiendo contra nuestra chiquitita. Misao aún estudiaba en la universidad y esperaba sacar su carrera pronto para acompañar a Aoshi quien decía que Misao era una alumna excelente y ya se adelantaba en sus escritos un talento innato para comunicar una idea claramente. Mientras, Aoshi cada día recibía más elogios hacia su trabajo.
Yo, en tanto, llegaba de la escuela y pasaba directamente al cuartito de Kaoru. Ella entonces apagaba el juego de video y prestaba atención a mis palabras. Había decidido que yo fuera su cuentacuentos oficial. Al principio me resultaba fácil recordar los que me contaba mi madre. Pero como todos los días debía contarle uno o dos, pronto se me acabó el repertorio. Misao y Aoshi me aportaban con leyendas de la zona y cuando hasta eso se me hizo poco, tuve que ver la manera de contarle historias originales.
Me pasaba en mis ratos libres en la escuela anotando en un cuadernillo las ideas más locas que se me vinieran a la mente. Mezclé a la caperucita con los enanitos de Blancanieves quienes resultaron ser unos mafiosos que agarraron a patadas al lobo malo que resultó ser un yakuza que se manejaba con el código samurai que quería venganza. Pero apareció la Mujer Maravilla a salvar el día, aunque luego no era la Mujer Maravilla, sino un zorrito pequeño que gustaba de los héroes americanos y de ponerse hojitas de colores en la frente para alegrar su día. Cuando incluso mi hermano se sentaba en la cama de Kaoru para escuchar mis historias, pensé que realmente eran buenas. Un día, mi hermano me pidió mi cuadernito y después me llegó con la noticia.
-Hermano... espero que no te moleste, pero... le enseñe tus historias a un editor amigo mío sin revelarle que eres mi hermano, y quiere que redactes estas historias y se las envíes. Le gustaron mucho.-
Fue así como por azar del destino, me convertí en lo que hoy soy. Escritor. Desde cuentos infantiles hasta novelas más largas. El editor estaba fascinado con mis historias, y yo, todo lo que escribía se lo dedicaba a mi pequeña Kaoru, mi mayor fuente de inspiración...
Cuando le quitaron el yeso, la carita de mi pequeña estaba tan radiante... debería empezar a asistir al centro de rehabilitación para niños minusválidos. En esa época, Misao estaba cargada con trabajo de la universidad y Aoshi fue enviado a hacer un reportaje sobre los templos de Kyoto. Como son más de dos mil, ya se imaginaran el trabajo que tuvo el pobre. Pero Aoshi me comentaba que el trabajo lo hacía muy feliz, porque sentía que conocía las calles de Kyoto y era una sensación muy especial, que quería compartir con Misao. Por eso, cuando ella lo acompañó un fin de semana, llegó maravillada ante las diferentes sensaciones. Y se interesó mucho más en la región.
Entonces yo me hacía cargo durante todo el día, cuando no tenía que ir a la escuela o escribir, de cuidar a la niña. En el centro de rehabilitación, pedí que me enseñaran a hacerle ejercicios para ayudar a que pronto volviera a caminar. Kaoru era una chica muy valiente y soportaba el ejercicio y los dolores y cuando terminábamos, yo le daba dulces o le contaba cuentos. Otras veces le traía a sus amiguitas para que jugaran.
-Tío Keishi... eres la persona que más quiero en el mundo.- me dijo un día. Yo sentí como si mi corazón diera veinte vueltas dentro de mi pecho y le miré de reojo. Ella me sonreía en toda su inocencia y yo... me sentía muy extraño.
-Yo también te quiero mucho, pequeñita. No quiero separarme de ti, y lo sabes, ¿verdad? -
-Sí, Tío. Eres muy lindo conmigo. Eres como mi papá número dos.- Kaoru trataba a Aoshi como su papá número uno. -
Muchas veces en esos días me tocaba bañarla, pues nos turnábamos con Misao en estas obligaciones. Yo me sentía cohibido con esto, aunque luego recordaba cuando me bañaba mi mamá y lo veía de lo más normal. Aunque yo metía a Kaoru bajo el agua de la ducha o la tina, tomándola de su delgadito talle para que no esforzara sus piernecitas que aún no estaban firmes y le pedía que fuera ella quien lavara sus partes íntimas y ella, con mucho cuidado, lo hacía y yo desviaba la vista. Era gracioso porque yo debía meterme bajo el agua con ella y por ello vestía ropas ligeras y salía chorreando agua.
También debía ayudarla con sus deberes de la escuela, para que no perdiera la costumbre de estudiar. La nenita se sentaba en mis piernas, porque decía que se sentía más cómoda allí.
Pronto cumplió los nueve años, algunos días después que yo cumplí mis veintiuno.
Durante las vacaciones de verano, decidí dedicarle más tiempo a mis escritos, pues se publicarían en Septiembre y deseaba revisarlos mejor antes de entregarlos. A veces dejaba a Kaoru jugando a los videos en su habitación cuando no estaba Misao, quien aún debía quedarse en casa de compañeras terminando sus innumerables trabajos universitarios. Pero en cierta ocasión, Kaoru me sorprendió tocando a la puerta de mi cuarto.
-Tío Keishi... ¿puedo quedarme contigo un rato? Tuve una pesadilla y tengo miedo... -
Sentí algo helado en mi espalda. Sus pesadillas eran relacionadas con el accidente y el psicólogo nos advirtió que pasaría mucho tiempo antes que mi niña dejara de tenerlas. Venía andando apenas con sus muletas, así que la tomé en brazos y la acomodé en mi cama.
-Tío Keishi, ¿qué haces?-
-Releo una historia que escribí hace tiempo.-
-¿por qué?
-Porque así veo si está bien o está mal escrita. Generalmente uno nota los errores de lo que ha hecho cuando el tiempo pasa... -
-Ahh, ya veo. Me gustaría leer tu historia, tío. ¿Puedo acercarme? Te prometo que no te voy a molestar. -
Así nos pasamos las siguientes dos horas leyendo en silencio, aunque como era tan jovencita, desconocía muchos kanjis que yo debía explicarle. Ella apoyaba su cabecita en mi brazo y de pronto noté que ya eran cerca de las tres de la mañana, pero aún yo estaba muy animado. Kaoru tenía sueño, pero no se quería dormir aún. No quería soñar cosas feas nuevamente. Así que le preparé leche caliente y galletitas. Ella comió feliz y luego me pidió que la devolviera a su cuarto para dormir. Pero yo estaba muy cómodo con la compañía de mi joven invitada, así que le ofrecí mi cama, prometiendo cuidarla y velar su sueño.
Y así fue.
Una de las primeras noches en que lo hice.
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Aoshi regresó de Kyoto y fue abrazado y besado por su hijita Kaoru. Yo miraba la escena muy contento por mi hermano quien había extrañado mucho a su familia. Junto a Misao le contamos las novedades y celebramos el reencuentro. Pronto nos iríamos todos de vacaciones a alguna playa. Las ventajas de vivir en una isla es que tienes mar hacia todos lados y Kaoru quería conocer el mar.
Durante esa noche sucedió algo realmente extraño. Aoshi nos hablaba de los lugares visitados y de pronto nos pusimos a conversar animadamente sobre Kyoto y otros lugares. Misao entonces se unió a la fiesta.
-Claro- repuse yo- el cementerio es espectacular, porque dicen que tiene tumbas de hace más de cien años. Me pregunto si aún está la de Tomoe.-
-Oh, claro que está - Me dijo Aoshi.- pasé a visitarla y le dejé algunas flores. Estaba llena de polvo, casi no la reconozco.
-Genial... ¿de qué Tomoe están hablando? ¿Alguna novia de Keishi?...-dijo Misao mientras examinaba un mapa para planear nuestras vacaciones.
Con Aoshi nos miramos extrañados.
-¿Tomoe? - repetimos a un tiempo...
Nos miramos durante mucho rato con mi hermano... casi no respirábamos. Yo jamás había estado en Kyoto ni tenía manera de conocer el cementerio. Pero ese nombre lo tenía en mi cabeza desde que era un niño. A mi hermano le pasaba lo mismo. Decidimos dejar la conversación hasta ahí. Aoshi tampoco entendía por qué visitó una tumba que llevaba más de cien años allí.
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Kaoru iba cada noche a mi habitación. Yo le tenía preparada una silla junto a la mía y leíamos mis cuentos hasta muy tarde.
-Tío - me dijo una noche -yo me sé una historia que soñé... quizá te guste.-
-A ver... cuéntamela.-
-Era de un hombre que estaba muy triste porque había sido malo. Entonces él prometió cambiar y ayudar a la gente usando una extraña espada. Él era un hombre muy gentil y se llamaba Kenshin. ¿sabes? Se parecía mucho a ti. Era muy simpático. Pero él tenía el cabello largo, no como tú que lo mantienes cortito y pica... me hace cosquillas en la palma de la mano cuando te toco. Pero además tenía una cicatriz en la mejilla... en esta - se indicó la mejilla izquierda de la cara- y además siempre estaba triste, porque decía que había sido muy malo.
-Vaya. Es una historia muy bonita. Y tú la soñaste.-
-Sí. Anoche. Quería contártela para que la pusieras en tus cuentos. Porque al final él era un hombre muy bueno y un hombre bueno merece tener su propia historia.-
Reflexioné en las palabras de mi niña. Ella rodeó mi cuello con sus bracitos delgados.
Y yo la rodeé con los míos y la apreté contra mí.
Y en ese momento supe que algo andaba mal. Muy mal.
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Kaoru era muy cariñosa conmigo. Me relataba mis propios cuentos de la manera en que ella los entendía y así podía saber yo si los comprendía un niño. Pronto Aoshi llegó con algunos boletos de tren.
-Mañana nos vamos a Tokio a visitar a nuestros padres. Y después, a conocer el mar, Kaoru.-
-Síii, el mar, el mar... yo nunca lo he visto... ¿tú conoces el mar, tío Keishi?
-Claro que sí. Es muy bonito. Es del color de los ojos de tu padre. Y los lagos son del color de los ojos de tu mamá-
Kaoru se acercó a Aoshi a contemplar sus ojos. Y luego los de Misao. Pronto llegó a los míos.
-Tío... y tus ojos... ¿a qué se parecen?.-
-A nada en especial, Kaoru... -
Misao descubrió lo celoso que podía ser Aoshi en la playa, dos semanas después, cuando este se negaba a dejarla sola mientras ella portara solo el traje de baño. Es que mi cuñada es muy hermosa... a mí personalmente no me da nada cuando la miro en bañador, pero reconozco la belleza cuando la veo... entonces miraba a mi Kaoru en su traje de baño color azul. Pensaba que al crecer, sería tan hermosa como Misao y que a mí me gustaría, en ese momento tomarla en mis brazos y... no perder el tiempo contándole historias, sino ver el modo de hacer todos sus sueños realidad.
Diablos... ¿qué fue eso?
Una tarde, cuando regresábamos a la cabañita, Kaoru se desasió de la mano de Misao y se acercó a mí. Me pidió que me agachara porque quería decirme algo.
-Tío... descubrí que tus ojos son del color del atardecer en el mar. Bueno, en realidad, de cualquier atardecer. Pero parece que los de aquí son más bonitos, porque estamos todos muy tranquilos. Papá no debe trabajar y puede jugar conmigo y mamá puede dedicarme todo su día. Y tú, te ves muy relajado. Siempre cuando mire tus ojos, voy a recordar cuando conocí el mar. -
-Kaoru- repuso Aoshi- con tantos halagos, tu tío no buscará novia porque ya tiene quien lo haga sentir importante.
-Mejor así. Porque no se casará y no tendrá que irse de la casa. Y seguiremos siendo nosotros cuatro.-
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Aoshi decidió salir con Misao a un lugar para bailar. Yo me sentía cansado y me ofrecí a cuidar a la niña. Caminaba con cierta dificultad sobre la arena de la playa y mucho mejor en el pavimento. Cuando yo me ofrecía a ayudarla, ella se negaba, porque quería caminar sola, apoyada en un bastoncito.
La dejé durmiendo en una cama y me retiré a un futón. A ella aún le cuesta levantarse del piso, por eso es más cómodo que duerma en una cama por si quiere ir al baño en la noche. Me estaba quedando dormido cuando la escuché gritar.
-¡¡¡Tío Keishi... Kenshin...Kenshin...!!!-
Pronto llegué junto a ella.
-Ese hombre malo... quiere quitarme mi casa... no lo dejes, por favor... -
La desperté remeciéndola por los hombros.
-¿Kenshin...?-
-No, pequeña. Soy tu tío Keishi. Pero estoy aquí, estás a salvo.
-Tío... era horrible. Un hombre malo venía a atacarme... y yo no podía defenderme y yo... yo... se parecía a mi papá de verdad... -
No sé cuantas veces maldije a ese sujeto aquella noche. Abracé a la nenita y ella me pidió que me quedara con ella. Me sentí muy nervioso ante la idea, pero acepté. Realmente estaba asustada. Me acosté junto a ella y Kaoru me abrazó. Pronto la sentí respirar tranquila.
Cuando llegó Aoshi, le narré lo sucedido, cuando me miró con cara de sorpresa.
-Disculpa, hermano... sé que se ve mal, pero ella no me permitió irme. Tú sabes mejor que nadie que yo jamás le haría daño.
-Keishi... no te vayas... - me abrazó Kaoru en sueños. Aoshi asintió.
-Kenshin, sé que eres muy respetuoso con ella y con cualquier niño. Pero te prometo que sí me enfadaré si esto se repite en diez años más.-
Yo sonreí nervioso.
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Me pasaba las tardes, cuando regresamos a casa, observando a los niños del parque. Estaba algo asustado ya. Me estaban sucediendo cosas sorprendentes con la pequeñita. Por eso miraba a los niños, intentando convencerme de que mis sentimientos hacia ella eran normales, pero yo sabía que no lo eran.
Y ella... era tan solo una niña...
Pedí cita con un Psicólogo. Había oído hablar sobre la pedofilia y yo no quería ser uno de esos asquerosos que se enamoran de los niños y luego los violan. Hablé con él sobre Kaoru largo rato y él me escuchaba atentamente.
-Dime... ¿has tenido novia?
-En varias ocasiones, antes de los dieciocho en que entré al ejército. Después, estuve un tiempo con una chica de mi trabajo, pero... por esos días conocí a la niña y ya no sentía lo mismo con mi novia, así que terminamos.-
El psicólogo habló muchas veces más conmigo. Y finalmente su veredicto me dejó atónito.
-Escúchame. No tienes rasgos de un pedófilo de esos a los que tanto temes. De hecho reconoces sentirte atraído hacia otras mujeres y tus sentimientos por la niña, aquellos que consideras "impuros", se gatillan únicamente cuando la imaginas más crecida. Mira, esto puede ser un enamoramiento, algo así como cuando idealizas tanto a una mujer que luego ninguna te satisface. Pienso que puedes ver a tu mujer ideal en esa niña, porque aún no crece y mantienes la ilusión de que sea lo que esperas. En ese caso, pienso que nunca le harás daño, pero tú piensas que sí...
-Es que doctor... me muero por besarla... eso no es bueno.-
-Pero tampoco tan malo porque no es pariente consanguínea tuya y si esperas unos siete años, puede que algo te resulte. Mira... lo que te sugiero, es que te cambies de casa, dejes de ver a la niña y conozcas otras mujeres, más acordes a tu edad. De lo contrario terminarás hecho un manojo de nervios, porque ya lo estás.
La sola idea me dejó pálido.
-¿Dejar de ver a... mi niña?
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Mi libro de historias salió publicado en Septiembre, como se esperaba, y Misao cursaba ya el último año. Me prometí irme de la casa en cuanto Misao saliera de la universidad y trabajara.
Pero entonces... ¿quién cuidaría a mi Kaoru?
Siempre me prometía que esta vez la alejaría de mi habitación. Pero cuando ella tocaba a mi puerta, yo... aplazaba el momento en que tuviera que alejarla de mí... y me dejaba abrazar por ella cerrando los ojos. Y escuchaba su dulce voz leyendo mi historia.
Estoy condenado, ¿verdad?
Siento que cada vez que estoy con ella, me imagino caminando a paso lento, pero seguro, hacia un abismo. Ella me atrae como la miel a las moscas... me atrapa, me envuelve en su risita infantil, en su inocencia de niña... soy un maldito, ¿cómo puedo pensar así de ella? Me acompaña cada noche hasta que rendida, la devuelvo a su cuartito, y luego en mis sueños la veo conmigo, en una situación que me atormenta, porque algo me dice que no debo estar con ella para no hacerle daño. La veo envuelta en un kimono, siempre. Sus ojos son los mismos, por eso sé que es ella. Mi Kaoru, mi Kaoru...
¡AHHHHH! Me estoy volviendo loco...
¿Por qué mejor no espero pacientemente a que crezca? No es mucho tiempo... ¡Sí, es mucho tiempo!!... ¿Cómo lograré controlar mis emociones? Sé que ella será hermosa... ¿Y si no se enamora de mí? Y si le parezco abominable cuando le diga lo que siento por ella... esto es tan inmoral... soy su tío... no, no lo soy... al menos eso me alivia considerablemente... ¿entonces? La espero... sí, la espero, y luego... veo el modo de enamorarla, de atarla a mi vida... pero no puedo ser tan injusto, ella debe decidir... sí, si, que decida qué ropa usar, qué labial poner sobre sus labios que de seguro han de ser deliciosos... que escoja profesión, que si quiere se cambie el nombre aunque el suyo me provoca un inmenso placer de solo pronunciarlo... que decida la edad a la que quiere casarse, el motivo, la fecha, que decida lo que quiera, pero que al final... se quede conmigo, sólo conmigo...
Soy un asqueroso, lo sé... por favor, no es necesario que me lo digan, lo sé perfectamente. Al menos aún puedo dar clases de kendo en la escuela, porque no me pasa nada de esto con los demás niños. Ya tengo asumido que estoy perdidamente enamorado de una chiquilla de nueve años y estoy tan desesperado... el tiempo pasa tan lento, ella el próximo mes cumple diez años y yo aquí, viendo cómo crece tan lentamente que muerdo la sábana de mi lecho cada noche para no gritar de la desesperación, de ver como mis amigos consiguen novias hermosas y yo aquí solo, esperando a que la mía crezca, con la incertidumbre de que quizá no me ame... es que siento que la necesito conmigo, que requiero del peso de su cabecita sobre mi hombro, del peso de su cuerpo sobre el mío, de su compañía... de su voz... ¡Cielos! ¿Por qué soy tan estúpido? ¿Por qué no me voy un día simplemente? ¿ Y no verla nunca más? No puedo hacer eso... no podría soportar sus lágrimas ante mi partida nuevamente... ¿Mi partida? ¿En qué estoy pensando, si yo nunca me he ido de aquí?
Como sea... ¿y si me marcho? Pero alguien debe cuidarla... yo la cuidaré. Sí. Eso es para mí algo de vital importancia. Entonces, está decidido. Lo siento, amigos... pero he tomado ya mi decisión.
Aunque me pudra en el infierno de mi propia conciencia, aunque ustedes piensen lo que quieran de mí, ya nada me importa. Aprovecharé estos años para estar en su compañía... para verla crecer y reír junto a ella de sus logros, para tomar su manito cuando tenga miedo y Aoshi no esté allí para abrazarla... observaré que nada le pase, la protegeré de lo que sea, con mi vida si es necesario. Guardaré cada recuerdo dulce en mi memoria de ella, lo retendré en mi mente cada noche antes de dormir y la veré en sueños. Le diré cada día que es la joven más bonita y fingiré una sonrisa cuando tenga novio... y así aguardaré pacientemente una oportunidad, la que sea que el cielo quiera brindarme... y cuando eso pase, le ofreceré todo lo que soy y puedo llegar a ser por ella.
Pero el día en que ella me diga que ya no me quiere... que no me necesita, ese día yo, simplemente... ya no tendré una razón para existir. Sin ella, la muerte será bienvenida como la más dulce liberación que pueda llegar hasta mí... y yo partiré a su encuentro.
Mayo 14, 1991
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Keishi Himura guardó el documento cuando sintió el familiar golpecito en la puerta. Entonces apagó el computador y abrió la puerta de su habitación. Kaoru portaba una taza de té y otra de leche para ella.
El joven encendió el televisor y escogió un programa que seguía junto a Kaoru todas las noches. Kaoru se recostó en el pecho de su querido tío y prestó atención a la pantalla.
-Tío... ¿te puedo contar un secreto?-
-Claro, Kaoru. Si sientes que puedes confiármelo, me sentiré muy honrado.-
-Lo que pasa es que cuando yo vengo a tu pieza, es como un desafío para mí, porque el pasillo es un poco largo. Ahora último ya camino casi tan normal como los demás niños... y se burlan menos de mí. Cuando yo vengo hasta aquí, papá no lo sabe ni mamá, entonces yo vengo sola y camino y entreno. Porque ellos siempre me cargan para ir a todas partes porque dicen que así no me caigo ni me hago daño. Pero así siento que no puedo mejorarme y no quiero que los niños se rían de mí porque no pueda hacer algo que ellos sí.-
Keishi acarició la cabecita de cabellos negros con mucho cariño. Cuando pensaba en la niña, venían a su mente imágenes de Jazmines... ¿qué loco, no?
-Mi amor, tú eres una niña muy inteligente... no te debe molestar lo que digan los demás niños. Seguramente están celosos de ti que eres tan lista que pudiste dar un examen y demostrar que podías estar en el quinto año aún habiendo perdido el cuarto.-
-Pero ellos se ríen de mi forma de caminar... odio al hombre que causó esto... -
-Nenita... en un tiempo más, podrás caminar a todas partes. Y seguramente cuando crezcas, tendrás una forma de andar que los volverá locos y querrán todos ser tus novios.
-Bah, son todos unos tontos, tío... no me interesan, primero muerta antes que estar de novia con uno de ellos. Cuando yo crezca, quiero ser muy bonita para que tú me sigas queriendo.-
Keishi se movió algo incómodo. Pero sintió algo muy cálido en le pecho con esta declaración.
-Kaoru... yo siempre te voy a querer mucho... siempre voy a cuidarte.-
-Tío, yo siempre quiero que tú me cuides. Porque te pareces al hombre que aparece en mis sueños que es como mi héroe.-
-Prometo no defraudarte. Nunca, pequeña.-
Vieron televisión durante un rato. Kaoru entonces decidió hacer otra pregunta a su tío.
-¿Tío... cuando yo sea grande... tú me seguirás queriendo? ¿No te irás? El hombre de mis sueños dice que me cuidará siempre, pero una vez se fue y yo lloré mucho con eso. Si tú te fueras, yo también lloraría mucho.
Keishi prestó cierta atención a las palabras de Kaoru.
-¿Él se fue?.
-Sí... dijo que no quería hacerme daño y se marchó. Tío, me sentí muy triste... -
Keishi meditó por un momento en las palabras de la niña. Estaba pasando algo muy raro... él había soñado algo similar la noche anterior y Kaoru antes no le había comentado ese sueño. Recordó que incluso lo puso en su escrito. Pero Kaoru lo estaba abrazando más fuerte.
-No te vayas... ¿ya? Quédate... así, cuando yo sea mayor, te casas conmigo.-
Keishi al oír esto, enmudeció.
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Fin acto uno. Enero 3, 2004.
Notas de Blankaoru.
Bien, aquí está la nueva idea de Blankis. Supongo que esta trama puede no gustarle a todo el mundo, de hecho, siento que me estoy metiendo en un tema delicado, pero hacía tiempo que tenía esta idea en mi cabecita. De todas formas, en el próximo acto, el tiempo pasará un poco y veremos si nuestro Keishi ha cambiado su manera de pensar.
Esta historia, verdaderamente, no creo que tenga más de cuatro actos... en una de esas la termino en la próxima entrega aunque siempre y depende de ustedes. Bueno, les envío saludos y besos a todos. Espero su apoyo dentro de lo posible y nos leemos a la próxima. Por cierto... supongo que para algunos no pasó inadvertido el nombre del padre de Keishi y Aoshi. Kakunoshin es el nombre real de Hiko Seijuro... jojojo... un besote.
