Nanatsu no Taizai y sus personajes no me pertenecen, son creación de Suzuki Nakaba.
Capítulo 1.
29 de julio.
El día que todo acabaría. Los terremotos, inundaciones, y la desesperanza del mundo se centraría en esa fecha, acabando así con la vida humana. Solo hacían falta seis meses para que ese pronóstico se cumpliera, para que aquella predicción se hiciera realidad.
Sería el día de mi boda.
Un día que debía anotar en el calendario con una pequeña leyenda debajo: "Muerte imparable de mi felicidad".
Maldito día, maldita fecha y maldita la hora en la que mi hermano decidió matarme de por vida. No le hablaré en mil años, lo juro. De verdad no se en lo que está pensando, ¡Comprometiéndome con su mejor amigo! ¡Oh, vamos que no estamos en el siglo XV! Soy lo suficientemente madura y capaz para elegirme un marido por mi misma...
¡Pero es que ni siquiera quiero un marido!.
¿Para qué querría casarme? ¿Para atarme a un hogar y a unas obligaciones que no me apetecen adoptar? ¿Para decirle adiós a la poca libertad que tengo? ¿Para vivir amargada el resto de mi vida? ¡No!. Si por mi fuera, sería una mujer solterona con mil gatos, viviendo en una cómoda choza apartada de la ciudad y el ruido, allá donde pudiera ser feliz. Pero no, mi querido hermano se encarga de machacar la poca esperanza que me queda de ser feliz sola, SOLA y sin estorbos a los que no quiero en mi vida.
Sabía que debí haberme escapado cuando pude a los quince años, si lo hubiera echo tal vez no estaría pasando por todo esto. ¡Rayos!.
Suspiré con desgana, y aún mirando el jardín, decidí que no me apetecía para nada estar encerrada el poco tiempo que tenía de supuesta libertad, así que me dirigí hasta mi armario y me cambié de ropa por algo que me hiciera pasar desapercibida, al final me decidí por unos jeans ceñidos, una camiseta y unas converse negras. Bajé las escaleras con paso rápido y me detuve en la sala para ver si mi hermano no se encontraba en los alrededores... no hay moros en la costa. Sonreí con alegría pura al ver que podría realizar mi cometido y salí disparada hasta la puerta principal de la casa, tomé el pomo y cuando lo iba a girar, una voz curiosa se oyó a mi espalda.
-¿A dónde vas, Elaine?.
¡Mierda, mierda y mil veces mierda!.
Cerré los ojos con molestia y solté el picaporte, haciendo que la esperanza y la ilusión que tenía por salir de este encierro se fueran a la basura. Me di la vuelta y miré a mi hermano mayor de pie frente a mi con un periódico en la mano derecha y una taza con té en la izquierda. Unas gafas enmarcaban sus ojos ámbar y su cabello y ropa estaban pulcramente arreglados. Justo como un Rey.
Fruncí el ceño y coloqué mi mano en mi cuello.
-Ahh, buenos días, hermano... yo... iba a dar una vuelta -contesté con inocencia y con una sonrisa adorable-.
Él parpadeó y después miró sobre mi hombro, alzó una ceja y luego volvió a mirarme.
-¿En dónde está Michael? ¿Y por qué llevas esas ropas puestas? Deberías vestirte como se debe, Elaine.
Y allí iba de nuevo con sus regaños sin sentido.
¡Vamos, tengo veinte años! Una chica de mi edad puede vestirse como quiera... pero no todas las chicas son como yo, desgraciadamente. Suspiré y bajé la mirada hacia el suelo. Que pequeña me siento cuando él me regaña.
-Tenía pensado ir sola... me vestí así para estar más cómoda y pasar entre la gente con más facilidad -admití con sinceridad y en voz baja-.
Escuché como mi hermano soltaba una profunda exhalación y caminaba en mi dirección, abrió la puerta y yo salí, luego me siguió y ambos nos sentamos en un par de sillas de color blanco, adornadas a mano con finos adornos parecidos a enredaderas que iban subiendo hasta que se convertían en un hermoso corazón en el espaldar, frente a ellas había una pequeña mesa del mismo color que iba a juego con las sillas y en el medio de ésta se hallaba un lindo florero de vidrio con una sola rosa blanca en el. Mi hermano colocó la taza de con té sobre un platito de porcelana que estaba allí y situó el periódico a su lado, acomodó sus gafas y me miró con dulzura.
-Elaine, ya hemos tenido esta conversación innumerables veces. Sabes que no puedes andar por la calle sin nadie que te proteja. ¿Crees que unas simples ropas podrán ocultarte? No cariño, no lo harán.
-Sabes que puedo cuidarme sola, hermano, no necesito la seguridad de Michael.
-Aunque digas eso, y creas ciegamente en esa opinión, ambos sabemos que no es cierto, tú sola no puedes hacer nada contra quienes quieran hacerte daño. Eres muy valiosa, no solo en el país, sino en el mundo entero, Elaine, eres un princesa, no puedes andar por la calle con toda la tranquilidad del mundo.
-Ya lo sé, pero no puedes mantenerme encerrada todo el tiempo, hermano. A mis veinte años no conozco nada del mundo y en seis meses estaré atada a una vida que no quiero para mi. Por lo menos déjame ser feliz estos últimos meses.
Él se quitó las gafas y tomó mi mano con delicadeza, apartó un mechón de cabello de mi rostro y lo situó detrás de mi oreja.
-Elaine, sé que quiere conocer el mundo, salir por allí y visitar nuevos lugares, pero debes entender que no todas las personas son buenas, no todos estarán asombrados de mirar a la princesa de su país frente a sus ojos, no todos sentirán respeto hacia ti. La mayoría de la gente es avariciosa, tiene malicia en su interior y harían cualquier cosa por conseguir dinero... y dime, ¿Cuánto crees que vale una princesa? Muchísimo oro... además,tú eres mi hermana menor,mi única familia, lo único que tengo que realmente me importa, no puedo permitir que nada malo te suceda... eres mi tesoro,cariño -acarició mi mejilla y me sonrió débilmente-. Y con respecto a lo de Helbram... él es un gran hombre, lo conozco desde que éramos niños y sé que te hará muy feliz -se separó de mi y yo lo miré con un leve puchero y una puntada de resentimiento. Mi hermano sonrió con entusiasmo y dijo con voz animada, pasando por alto la decepción que cruzó por mi mirada-. Ahora, ¿por qué no vas a cambiarte y me acompañas a tomar un poco de té? Hace un magnífico día hoy.
Lo miré por un segundo más y luego de soltar un leve suspiro me levanté y me dirigí al interior de la "casa" para cambiarme.
Adiós libertad, adiós sueño de escaparme.
Miré la fotografía del periódico y una enorme sonrisa enmarcó mis labios.
Como protagonistas de la foto, estaban el Rey Harlequin y la Princesa Elaine, ambos vestidos con esa ropa suya tan formal y de la realeza, posando a la cámara con todo el porte que podían demostrar. El encabezado de la noticia decía: "¡Noticia de última hora! La Princesa Elaine es comprometida con el Duque Helbram por su hermano, el Rey Harlequin".
"Hace dos días nos han llegado los rumores de que se celebrará una boda en la familia real, boda en la que la protagonista será nuestra querida princesa con el Duque de Dalmari, Sir Helbram. La noticia ha corrido rápidamente a lo largo y ancho del país y hace pocas horas fue confirmada por el mismísimo Rey Harlequin, quien nos comunicó durante una rueda de prensa, el siguiente comentario: "Efectivamente, mi hermana menor ha sido prometida a Sir Helbram por mi persona, hace una semana exactamente, y si todo resulta como lo hemos planeado, la boda se llevará a cabo..."
Bah, tonterías. Lo único que sale en los periódicos, puras idioteces y chismes sin importancia. ¿Por qué no publican algo acerca de las personas que mueren de hambre, los niños huérfanos que se ven obligados a vivir en la calle sin amparo alguno o las suciedades que inundan el país, los problemas económicos y la falta de arreglos en las calles? Porque no les conviene que los Reyes se enteren de los problemas por los que estamos pasando actualmente en el país, no les conviene que la Familia Real se entere de lo que hacen los ambiciosos con el dinero que envían a los orfanatos o el que es donado a la caridad, ya que se darían cuenta de lo corruptos que son. Lo que muestra la gente con poder es solo una fachada que utilizan para quedar como buenas personas delante de sus superiores. Pobre hombre ingenuo es el rey, quien no se da cuenta de que le están cagando la cara como a nadie en el mundo.
Pero bueno, la lástima que le tengo no supera las ganas que tengo de meterme en ese castillo y adueñarme de sus riquezas, aunque para una buena causa, claro está.
Ser un ladrón es algo común en esta cuidad, pero ser yo es algo totalmente distinto. Ban el Bandido, me llaman algunos, otros simplemente se conforman con llamarme "La escoria esa" o "Maldito ladronzuelo", nada nuevo para mi, ni tampoco es algo que me afecte en realidad. Podría decirse que soy el líder de los ladrones, quien mas ha estado en la cárcel y el único que se ha escapado de ella tantas veces como lo ha deseado, quien es igual de escurridizo que una sombra al momento de hurtar y el que se gasta sus ganancias mas rápido que ningún otro ladrón.
Claro que hacer este tipo de "trabajos" no es algo que haga por simple gusto personal, robo para darles algo de comer a los niños que viven en la calle, conmigo y con mi padre y hermano.
Zhivago, el hombre que me rescató de una muerte segura fue quien me enseñó todo lo que sé ahora a lo que robar se refiere, y soy un experto gracias a él, pero eso sí, Therion está alejado de todo esto, no quiero que mi hermanito se vea metido en un lío como este, así que los que nos encargamos del trabajo sucio somos mi padre y yo. En otras palabras, soy una especie de... ¿Cómo se llamaba? ¿Peter Pan? No, ese no es... ¡Ah, ya! Robin Hood, pero moderno.
Me levanté del mueble en el que estaba sentado y dejé el periódico de lado, sin dejar de mirar el castillo Real que estaba de fondo en la fotografía, ni tampoco a la hermosa princesa que estaba parada al lado de su hermano. Una mujer muy hermosa, no vendría nada mal robarla a ella también. Sonreí de lado con solo pensarlo y estiré mi cuerpo. Salí de la sala de estar y fui hasta la cocina, en donde estaban Therion y Zhivago esperando por mi para que hiciera la cena. Crucé una mirada con mi padre y él entendió rápidamente lo que le quise decir: nuevo robo, nuevas ganancias, nuevos beneficios.
Caminé hasta la nevera y abrí la puerta para sacar los ingredientes necesarios para cocinar una gran cantidad de sopa, tanto para nosotros tres, como para las cincuenta personas que esperaban afuera por su ración de comida. De inmediato me di cuenta que no estaba funcionando como era debido. Quizás se dañó el motor. Solté una maldición por lo bajo y saqué lo que necesitaba con ayuda de Therion. Tenía que iniciar los planes de lo que haría para robar el castillo si quería tener mas oportunidades y mas comodidades en mi barrio.
Miré de reojo a Therion y noté que sus zapatos estaban desgastados y su pantalón le llegaba a los tobillos, y sin embargo no ponía ninguna queja por ello, volví a poner mi atención en los alimentos que lavaba y le dije sin mirarlo:
-Te compraré ropa nueva, ¿de acuerdo?.
Sentí sus ojos ámbares fijos en mi y casi pude vislumbrar su mirada sorprendida. Tomé un cuchillo y comencé a pelar las papas.
-No es necesario, hermano. No quiero que te pongas en riesgo por mi, yo estoy bien, de verdad -su voz inocente y amable me hizo sonreír-.
Therion era un mocoso demasiado gentil, muy amable para el mundo en el que vive y las situaciones que lo rodean, demasiado puro para recriminar lo que hago y por qué lo hago. Es alguien muy especial, un niño que se merece todo lo mejor en este mundo, y yo estoy dispuesto a dárselo aunque no lo diga en voz alta.
-He dicho que lo haré, no trates de hacerme cambiar de opinión, enano -le dije con esa forma que tengo de arrastrar las palabras a tal grado que pareciera que estuviera cantando todo el tiempo, era un tono que a Therion le gustaba-.
Noté como soltaba una sonrisita y sin poder evitarlo, yo sonreí con él. Este mocoso me hace un completo blandengue.
La noche cayó rápidamente sobre el castillo y los jardines. La luna estaba espléndida y las estrellas brillaban con una hermosura sin igual. Los faroles de los alrededores estaban encendidos, al igual que la gran fuente que habían justo frente al castillo, dándole un aire romántico al ambiente. Demasiado romántico para mi gusto. Solté un gruñido para nada cortés y me aparté de la ventana de la cocina.
No me apetecía ver nada con matices románticos, ni tampoco quería ver a los guardias que custodiaban los alrededores del castillo, ya que me recordaban lo insignificante que era yo comparada con todos ellos. Aún si hubiese querido escaparme, no hubiese podido.
-Elaine, ¿No vas a arreglarte?.
La voz de mi hermano me sacó de mis pensamientos abruptamente, miré sobre mi hombro y lo miré con el ceño fruncido. Usaba un traje demasiado elegante y caro para mi gusto, sus gafas habían sido retiradas y su cabello estaba igual que siempre: Elegante y sofisticado.
Mi hermano, con sus veinticinco años era un hombre guapo, listo y detallista, un hombre que toda mujer desea para sí, lo que lo convertía en uno de los hombres más cotizados del mundo, y sin embargo, a pesar de eso, estaba igual de solo que yo misma.
Me acerqué a él y llevé mis manos hasta su corbata para acomodarla. Siempre se le dificultaba hacer el nudo. Le sonreí y él suspiró con dramatismo.
-No puedo creer que aún después de tener veinticinco años no puedas hacerte el nudo de la corbata por ti mismo -le dije con burla disfrazada-.
Sus mejillas se incendiaron y carraspeó un poco.
-Bueno, ¿Para qué aprender si tengo una adorable hermana que lo hace por mi?.
Ambos sonreímos y cuando hube terminado, me separé un poco de él. El silencio nos invadió y yo me vi en la necesidad de hablarle. Habían organizado una gran fiesta en casa del Duque Helbram con la finalidad de celebrar nuestro compromiso y la unión de ambos reinos, pero yo no tengo ni las más mínimas ganas de asistir, y mi hermano es plenamente consciente de ello.
-Elaine, se que no quieres ir pero es tu deber -me dijo con autoridad-.
Hice una mueca y miré de nuevo por la ventana. No sé porque, pero presiento que se avecina una nueva discusión entre ambos.
-En primer lugar, sabes perfectamente que no quiero casarme -comencé con mi pequeño discurso caprichoso-, y lo voy a hacer porque tú cometiste la insensatez de anunciarlo sin mi consentimiento al mundo entero, y en segundo lugar, no me apetece ver a Helbram, por lo menos en estos seis meses. Estoy cumpliendo con mi deber en aceptar casarme con él, no me exijas más y déjame aquí, en casa.
Escuché como soltaba un suspiro y vi por el rabillo del ojo como masajeaba sus sienes con los ojos cerrados. No pienso dar mi brazo a torcer, nunca lo hago. Puedo ser catalogada como una princesita mimada, consentida y caprichosa por la sociedad, pero en realidad soy una mujer con carácter y temple de hierro, y cuando me pongo en modo cabezota, no hay nadie que me haga cambiar de opinión.
Finalmente, luego de algunos segundos de reflexión, Harlequin me miró y pude ver en sus ojos pura comprensión. Si, eres un hermano sabio al no querer iniciar la Segunda Guerra Santa al tratar de llevarme la contraria.
-Estaré fuera por algunos días, Helbram me invitó a pasar un tiempo en su casa y yo acepté... ¿Está bien que me valla y te deje aquí sola?.
Yo asentí y supe que un brillo de felicidad se había colado por mis ojos. Harlequin volvió a suspirar y me envolvió en un abrazo protector que me dejó totalmente prendada a su pecho. El olor de su perfume me relajó considerablemente y el calor de su cuerpo me transportó a los días en los que era una niña que buscaba protección en los brazos de su hermano mayor. Luego de algunos minutos nos separamos y él besó mi frente con cariño.
-Cuídate y pórtate bien mientras no estoy, ¿bien?.
Asentí y le acaricié el cabello con cuidado.
-Tu también ten cuidado.
Me sonrió y asintió lentamente.
-Su Majestad -llamó una criada, ambos la miramos y ella hizo una reverencia-, el auto lo está esperando, y el equipaje ya está guardado.
-Está bien, ahora mismo voy, Lila.
Ella hizo una última reverencia y se marchó. Harlequin volvió a mirarme y acarició mi mejilla con cuidado.
-Nos vemos luego, ¿si?.
-Si.
Me dio un último beso en la frente y salió de la cocina, siendo seguido de cerca por mi mirada. Cuando desapareció por el marco de la entrada a la cocina, me di la vuelta con los brazos cruzados y miré como se marchaba, a través de la ventana. Antes de entrar a la limusina negra, se giró y se despidió de mi con una sonrisa y un movimiento de su mano, imité su gesto y mi hermano desapareció en el interior del auto. Escuché como el motor de la limusina se encendía y comenzaba a moverse casi con delicadeza, mientras que las pequeñas banderitas nacionales ondeaban en la parte delantera, las motos de los guardias también se pusieron en marcha y siguieron al auto de cerca, creando una estela de seguridad y porte que solo la realeza ofrecía.
Suspiré y fui a prepararme una taza de té. Al menos podía estar tranquila por un tiempo más.
Miré todo lo que usaría para esta noche y cuando estuve satisfecho, solté una sonrisa. Este sería el hurto más difícil y complejo que nunca antes había intentado en mi vida, pero como no creo en lo imposible, casi siempre consigo lo que quiero. He allí el secreto de mi éxito.
Me colgué el bolso con mis "materiales de trabajo" en el hombro y le eché un vistazo a la hora en mi reloj de muñeca. Once y cuarenta y tres de la noche. Está bien, de aquí hasta el castillo son más o menos treinta minutos, a las doce de la noche los guardias se meten en su cuartel de vigilancia para tomar café y quedan unos veinte hombres patrullando las entradas y salidas del castillo, en ese momento podré hacerme pasar por el hombre que enviaron de nuevo ingreso para patrullar los interiores del castillo, desgraciadamente ese chico desapareció repentinamente, aunque para mi fue algo que me vino como anillo al dedo. Kah, kah, "desapareció repentinamente" si, claro.
Salí de mi habitación con sigilo y le eché un vistazo a la habitación de Therion. Estaba dormido. Sonreí y salí de la casa sin hacer el más mínimo sonido. Me quedé de pie frente a la calle y dejé que el aire de la noche me golpeara en el rostro. Todo debía salir bien. Todo tenía que salir bien. Solté un suspiro y cerré los ojos, di un par de pasos y antes de comenzar mi caminata, la voz de Zhivago me detuvo.
-Hey, ¿No pensarás irte sin despedirte, verdad?.
Sonreí de lado y me di la vuelta para mirar a mi padre. Su rostro estaba tratando por todo los medios mostrarse sereno, pero sus ojos lo traicionaban. Estaba asustado por mi y por lo que pudiera sucederme si me descubrían.
-Hmp, no soy de despedidas y lo sabes, viejo.
-Bueno, la situación lo amerita.
Se acercó a mi y me abrazó con fuerza. Olía a cerveza. Apoyé una mano en su hombro y le di pequeñas palmadas.
-Vamos, déjame ir, se me hará tarde -le reclamé-.
Zhivago se separó de mi de inmediato y me alborotó el cabello, algo increíble debido a la diferencias de estaturas que existía entre ambos.
-Ve con cuidado, hijo.
-Tsk, deja de decir idioteces. Nos vemos mañana.
Me voltee y alcé una mano en señal de despedida, escuché su risa y comencé a caminar con más rapidez.
Pronto tendría en mi poder la riqueza de la Familia Real.
N/A:
He aquí mi nueva creación: Un Banlaine bastante peculiar. ¿Qué tal estuvo? ¿Bien, mal, regular? Háganmelo saber ^_^.
Espero que les haya gustado el capítulo, estuve entretenida desde que comencé a escribirlo hasta que lo terminé. Ya estoy pensando en la continuación y si no tengo nada que hacer, subiré el próximo capítulo entre mañana y el viernes.
Bueno, no tengo nada mas que decir, solo que nos leemos pronto (creo xD).
Katy0225.
