Hola!

Este es el primer fic que escribo de Gravitation así que no sé como quedará, pero lo más sabio sería avisaros de algunas cosas antes de empezar:

Si esperáis un drama, lo siento, no sé escribir dramas.

Si esperáis una comedia, lo siento, no sé escribir comedias.

Si esperáis una historia romántica, lo siento, no entiendo de romance.

Así que en realidad no sé muy bien en qué género entraría esta historia. Posiblemente en ninguno de los anteriores.

No espero que os guste, tampoco espero que dejéis reviews, solo espero que no echéis a patadas de la página

No sé como se llevan estos dos personajes, pero como son mis favoritos decidí ponerles a charlar un ratito.

Ale, no me alargo más, a leer.

RECONÓCELO

- Vamos, ¿qué te pasa por la cabeza?

Al oír esa voz tan conocida con un deje de preocupación por él, algo que no solía suceder muy amenudo en los últimos tiempos con quienes le rodeaban, el escritor levantó la mirada levemente sorprendida para volver a refugiarla instantes después en la espuma blanca que coronaba su capuchino.

- ¡Ja!, como si a ti te lo fuera a contar – dijo con su típico tono despreciativo y un rictus de sonrisa amarga en la boca. Su interlocutor se permitió una sonrisita mientras sus ojos no lo abandonaban.

- Bueno, hace un tiempo me lo contabas todo, según creo recordar – comentó encogiéndose de hombros, intentando que no sonase a reproche - Confiabas más en mí que en cualquiera de los otros y creemé si te digo que era un honor escucharte.

El escritor se volvió a enfrentar esos ojos teniendo la sensación de que estaba siendo regañado por haberle perdido la confianza.

- ¿Un honor? – preguntó considerándolo una exageración por su parte.

- ¿Acaso le contaste a alguien más lo que pasó en Nueva York? – apuntó el otro alzando las cejas, entrelazando los dedos por encima de la mesa, sin querer ahondar mucho en la herida pero utilizando sus confesiones como argumentación para hacer que se abriera de nuevo a él.

Eiri, que recordaba perfectamente cómo se había refugiado llorando desesperado en los brazos del hombre más mayor que ahora se sentaba ante él, removió inquieto el contenido de su taza sintiendo unas ganas locas de encender un cigarrillo.

- Hummm, no te lo conté a ti realmente, ¿cierto? – terminó apuntando, con una sonrisa ambigua, un poco abochornado por la realidad de los acontecimientos.

- Jejeje, tienes razón – sonrió su interlocutor divertido, mirando a su compañero de asiento de reojo y sonriéndole con cariño -, pero entre él y yo no hay secretos, siempre nos lo hemos contado todo – confió al escritor regresando su mirada hacia él.

Eiri vio como se ablandaba de nuevo la mirada del hombre y reconoció en él al amigo fiel que había intentado animarle en su desesperación por meses enteros. No dejaba de resultarle curioso haber confiado precisamente en él después de todo lo que ocurrió en Nueva York, cualquiera hubiera pensado que Thoma hubiera entendido con más exactitud sus sentimientos y habría encontrado una manera mejor de ayudarle. Pero había sido este hombre, que era un enigma por sí mismo, quien le había ayudado a sacarse de dentro un poco de dolor. Había hecho por él cuanto había podido, y Eiri nunca se lo agradeció, lo que ahora no dejaba de pesarle.

También le resultaba curioso haber terminado enamorándose una persona tan parecida a él en tantos aspectos, pues no por nada Shuichi le había admirado desde siempre y había tratado de imitarle en sus comienzos, cuando aún no se había forjado su propia personalidad sobre el escenario.

Eiri se preguntó, y no por primera vez, si habría acabado con Ryuichi si ese pelirrosa no hubiera aprecido en su camino. Si sólo Ryu hubiera vuelto antes de su auto-exilio en Estados Unidos, ¿las cosas habrían sido diferentes? ¿o lo hubieran sido si nunca se hubiera marchado?

Miró a Kumagoro, el eterno peluche rosa que acompañaba a Ryuichi a todas partes y que había sido lo que le había hecho abrirse y confesarle a Sakuma que había sido violado en Nueva York. La actitud infantil que Ryu mostraba la mayoría de las ocasiones había hecho mella en él, pues era el único de su entorno que no le trataba como si fuese de cristal, el único que le reprochaba sus malas contestaciones y ataques de ira por el simple método de hacer pucheros y abrazarse a un conejo rosa gritando a pleno pulmón "¡Eiri no me quiereeeee!". Y el escritor sólo había modificado su actitud con él, para no disgustarle, para no hacerle llorar, haciéndole chantajes con piruletas si dejaba de armar escándalo porque le trataba con demasiada seriedad.

A Eiri le resultaba muy curioso que Ryu hubiera sido capaz de sacar de nuevo su lado infantil cuando en Nueva York había creído perderlo por completo. Por supuesto, él había sido el único que había tenido la oportunidad de presenciarlo, y aún ahora Shuichi empezaba a entreverlo en las muestras de cariño que el escritor le prodigaba con cierta vergüenza.

- Entonces, ¿me vas a contar? – insistió Ryuichi moviendo con la pajita su batido de fresa con una actitud madura que chocaba demasiado con el conejo rosa sentado a su lado y sus ropas coloridas y chillonas.

Si bien a la hora de vestir fuera del escenario no era tan exhibicionista como Shu, también tenía un punto en común con él en cuanto a ropa, vistiendo vaqueros ajustados y camiseta verde militar semi-transparente, haciendo juego con su pelo extravagantemente verde. Por suerte el sombrero de vaquero había quedado junto a Kumagoro en el asiento, al lado de la cazadora naranja brillante.

- Creo que eres demasiado curioso para tu propio bien – rezongó el escritor, aunque no estaba verdaderamente molesto y ambos lo sabían. Hasta Kumagoro lo sabía.

- Aunque eso ya me lo han dicho demasiadas veces para que le preste atención, veo que estás preocupado por algo y Shu me lloró ayer porque estas muy frío con él ultimamente.

Eiri enfrentó esos insondables ojos azules por un momento con algo de celos, por muy infundados que fueran.

- Os habéis hecho muy amigos vosotros dos, ¿no?

Sakuma se encogió de hombros.

- Alguien tiene que consolar a la pobre criatura y ya que Nakano está muy ocupado con tu ex-prometida...

- Vaya, sí que estás bien informado –se sorprendió ligeramente Eiri, mirando de reojo su paquete de tabaco, ansiando poder encender un cigarro.

- No olvides que estoy muy cerca del "Puto Amo del Universo" – sonrió Ryu, divertido al ver al escritor jugar inconscientemente con su mechero y echando miradas deseosas de tanto en tanto a su mayor vicio después de Shu.

Le resultaba muy halagador que aún no hubiera caído en la tentación de mandarle al diablo y ponerse a fumar como un poseso, como era su intención. Eiri sabía demasiado bien que Ryu se abrazaría Kumagoro llorando espectacularmente porque él insitía en jugar con "el señor cáncer" en su presencia. No era por miedo a una escenita, sino más bien porque "no hacer llorar a Ryu-chan" había sido un ábito adquirido por el rubio desde hacía demasiado tiempo, y tres años de ausencia no le habían hecho perderlo.

- Oh, sí, ¿y cómo está Thoma? – preguntó Eiri sonriendo por el apodo hacia su cuñado que se había extendido como un virus por toda NG y era usado hasta por las mujeres de la limpieza. Recordó que lo había inventado él, en un arranque de furia contra el rubio ex-tecladista, hacía ya al menos seis años. A Sakuma le había encantado y lo usaba siempre que tenía la ocasión si Thoma no rondaba cerca. Bueno, ¡si hasta Mika lo utilizaba de cuando en cuando para referirse a su esposo!

- Muy dolido porque le colgaste – dijo Ryuichi -, pero ya está acostumbrado, es más, yo diría que hasta le encuentra un placer morboso, visto que siempre vuelve a llamarte... – Ryu paró un momento, como medio avergonzado, tal vez pensando que se había ido de la lengua, y carraspeando volvió de nuevo a lo que le interesaba - ¿Acaso te has cansado ya de Shuichi y quieres deshacerte de él? ¿Es por eso que estás tan distante?

El escritor suspiró hastiado, recargándose en el respaldo de su asiento, descansando su mirada de manera inconsciente en la foto adesiva aderida a su mechero. En esa foto un chico de pelo rosa sonreía con jovialidad al lado de un hombre rubio que trataba de ocultar una sonrisa reticente. Por un momento a Eiri le costó un poco identificarse con esa imagen, y eso era algo que le ocurría siempre que se miraba en aquella foto. Fue por ella, por esa sonrisa secreta que le dedicaba a la cámara mientras Shu se ponía de puntillas a su espalda para aparecer sobre su hombro, que se había detenido en ese intento de suicidio que trató de llevar a cabo en Nueva York no hacía tanto.

Se podía decir que Shu lo había salvado, porque la expresión que Eiri tenía al estar a su lado no la había visto desde que tenía 16 años.

- No – contestó escuetamente, haciendo una pausa dramática, más que para causar efecto para ordenar sus pensamientos. Ryu guardó silencio, consciente de que Eiri aún no era muy bueno expresándose en voz alta – Shu me hace sentir cosas que creí que no podía sentir – confesó el escritor en voz baja, apareciendo un rubor sobre sus mejillas que el cantante apreció en todo lo que valía.

Seguramente era el único que escucharía palabras como esas.

- Ya era hora – dijo sonriendo ampliamente -. Alguna vez tenias que enamorarte, Eiri. Me aparece muy acertado que haya sido de Shu-chan. ¿Pero por qué te separas de él entonces?

- No sé si estoy enamorado – dijo secamente el escritor, tratando así de ocultar que se había puesto colorado.

- ¡Ohhh, claro que lo estás! – se rió Ryuichi, de buen humor -. Es increíble que escribiendo tanto sobre amor no seas capaz de reconocerlo. Claro que tal vez si no está adornado con expresiones literarias te pase desapercibido. Pienso que si tratases de describir todo lo que sientes por ese chiquillo en forma de novela te darías cuenta de que destilas miel.

- Odio esa expresión – dijo Eiri agriamente con una mueca – "Destilar miel"... suena tan... pegajoso.

Sin pretenderlo, en la mente del escritor se conjuró por si sola la imagen de Shu-chan embadurnado con miel y a él mismo saboreándola a lengüetazos sobre ese ombliguito que tanto le gustaba enseñar. Decidió que sería más seguro pensar en otra cosa que no le afectase tanto físicamente, aunque los gemiditos de placer del cantante eran algo dificil de sacar de su mente.

Cuando volvió a la realidad se encontró con que Sakuma, aburrido de ser ignorado, se había puesto a jugar con Kumagoro.

- Oh, ¿ya has vuelto? – le preguntó con burla y una sonrisa un poco perversa. Eiri enrojeció de nuevo, esperando no haber babeado demasiado obviamente en su viaje mental. En momentos como ese era cuando comprendía plenamente a su pervertido hermano Thatsuha, que estaba más que obsesionado con el personaje sentado frente a él – Bueno, entonces ya hemos aclarado que no piensas dejar marchar a Shu-chan por un buen tiempo... – dijo Ryuichi volviendo de nuevo al tema que le interesaba – Kumagoro opina que lo que te pasa es que temes enfrentarte a tus sentimientos y tener que reconocer que necesitas a ese chiquillo a tu lado porque te hace tan feliz como una lombriz.

- Otra de las expresiones que odio – masculló el escritor malhumorado.

- No te pondrás a fantasear ahora con lombrices, ¿verdad? – preguntó Ryuichi aparentando inocencia mientras se abrazaba a su peluche con aprensión. Eiri sonrió derrotado y miró al conejo rosa aprisionado entre los brazos del cantante.

- ¿Sabes? Nunca me había dado cuenta de lo listo que es Kumagoro – confesó. Ryuichi parpadeó sorprendido, miró a su conejo muy de cerca y después de nuevo a Eiri.

- ¿Eres consciente de que es solo un muñeco de felpa, verdad? – preguntó preocupado. Eiri ahora rió (no una carcajada espectacular, sino una risa silenciosa que le hizo agitar los hombros), por haber escuchado de sus labios una frase que de haberla pronunciado algún otro hubiera supuesto un buen berrienche de parte del cantante.

- Pues ese trozo de felpa tiene más sentido común que mucha de la gente que conozco – delcaró, haciendo que Ryuichi lanzase al conejo a las alturas para volver a atraparlo con expresión de infantil felicidad.

- ¿Has oído. Kumagoro? ¡Eiri te quieeeereeeee, na no daaaa!

El escritor se refugió en su bebida para disimular que conocía a ese loco que se había sentado a su mesa. Ryu hizo caminar a Kumagoro por el borde de la mesa sonriendo como si tuviera cinco años, agitando el bracito del peluche a modo de saludo hacia las personas de las otras mesas que lo miraban con incredulidad. Eiri bebió con lentitud su café ya frio intentando abstraerse de su entorno, pero Ryu no habia quedado aún satisfecho con la conversación.

- Shu está convencido de que te quieres alejar de él – le dijo con gravedad, aunque el escritor no podía tomárselo muy en serio si tenía a Kumagoro sobre la cabeza.

- Ese baka no piensa más que tonterías – masculló molesto de que su amante no pudiera dejar de contarle a todo el mundo sus problemas de pareja.

- Pues esas tonterías le hacen llorar mucho – dijo Ryuichi frunciendo el ceño - ¿De verdad no has planeado este viaje para alejarte de él?

- Yo no lo he planeado, ha sido mi editora – aclaró el escritor con sequedad -. Y se lo he dicho más de cien veces pero es tan testarudo que cuando se le mete una cosa en la cabeza no hay quien le haga cambiar de opinión.

- Pero sí que es cierto que has estado muy frío con él, ¿verdad?

Eso no pudo negarlo, pero le cabreó seriamente que Sakuma se metiese en asuntos que no le concernían. Aunque sabía que lo hacía por el bien de Shu-chan no podía dejar de molestarle. Las interferencias siempre lo habían irritado demasiado, aún tratándose de Ryuichi, así que para demostrar su disgusto alcanzó un cigarro de su paquete de tabaco y lo encendió con una mirada desafiante hacia el cantante. Este suspiró casi imperceptiblemente y miró a su conejo con seriedad.

- ¿Ves, Kuma? A Eiri no le importan sus pulmones, ni los tuyos, ni los míos.

- Él no tiene pulmones – dijo secamente el rubio. Ryuichi parpadeó un par de veces, mirándolo seriamente.

- Y menos mal, porque se los ensuciarías con esa porquería – dijo altanero – Pero fumar no es una manera de eludir mi pregunta, Eiri-chan. No me moveré de aquí hasta que me contestes.

- Perderás tu avión – le recordó el escritor para nada intimidado.

- Tu también – le sonrió malévolamente el cantante.

- De eso nada, no me harás perder ese vuelo, Sakuma – dijo con un claro deje de amenaza.

- Muy bien, pues me agarraré a tu pierna y no te soltaré – amenazó Ryu a su vez con una gran sonrisa divertida - ¿Y dónde es que vamos?

- Sakuma...

- ¡Ey! Si no me quieres tenernos a Kuma y a mí cantando por todo el pasillo del avión a voz en grito solo tienes que contestarme claramente y sin rodeos. No me gusta ver a Shu tan mal y por lo que sé ni siquiera ha podido hablar contigo antes de que salieras huyendo.

- ¡Por favor! Solo estaré fuera dos semanas, ¡dos semanas! Y ese baka monta todo un drama – saltó el escritor exasperado – Y ni siquiera me voy por gusto.

- Sabes muy bien que no es por el viaje, Eiri, y ya es la tercera vez que te lo pregunto, ¿por qué te portas así con Shu? Ya hemos dejado claro que estás loco por él, de lo contario no le habrías aguantado tanto tiempo viviendo en tu propia casa, y me parece muy bien que estés asustado de lo que sientes por él, pero esa no es razón para pasar del pobre como lo haces. Dice que desde que te enteraste de que tenías este viaje estás raro con él.

- No es cierto.

- Eiri...

- ¡Te digo que no es cierto! – dijo el escritor con dureza, aplastando la colilla del cigarrillo bruscamente contra el cenicero. Respiró hondo y levantó la mirada hacia Ryuichi – No es desde que supe que tenía que viajar. Es desde que me contó lo de su "gran gira". ¿Le has oído hablar de ella?

Ryuichi le miró con incomprensión rascándose la cabeza distraídamente, tratando de atar cabos.

- Bueno, está muy emocionado, es normal. La gira anterior fue un éxito, pero no abarcaba tanto territorio como esta, y además con el disco nuevo y tal... – de pronto sus ojos se agrandaron con comprensión - ¿Es por esa gira? ¿Acaso te molesta que la haga?

El escritor se removió inquieto en su asiento, intentando decidirse a confesar. Pero tenía que contárselo a alguien o estallaría, y sabía que Ryu era muy bueno guardando confidencias.

- ¡Cinco meses! ¡Cinco putos meses de gira! ¡Y él tan contento, el muy baka! Cómo se supone que me tengo que tomar eso, ¿eh? Me voy por dos semanas y me monta el drama del siglo, él se va por cinco meses ¿y espera que yo esté dando saltos de alegría? ¡Pues lo lleva claro si piensa que le estaré esperando cuando regrese!

Ryuichi le miró con una sonrisa resabia en el rostro.

- Claro que esperarás. ¿Pero tú te estás oyendo?

Eiri decidió ignorarle a pesar de que el color había trepado de nuevo por sus mejillas.

- La culpa de todo esto la tiene Thoma – masculló malhumorado – Cinco meses, ¡a quién se le ocurre!

- Al "Puto Amo" – dijo Ryu tremendamente divertido por la situación. ¿En serio Eiri podía llegar a sospechar que Thoma lo hacía a posta para separarlos? En otra ocasión tendría que darle la razón, pero en esta no estaba tan seguro – Mira, no sé donde está el problema porque tú puedes escribir en cualquier parte donde haya una silla, una mesa y un cenicero, y no es la primera vez que te vas de gira con un grupo.

- Ya, pero ya no soy un adolescente sobrehormonado con una camiseta de Nittle Grasper, por si no lo has notado.

Ryuichi miró detenidamente a Yuki Eiri, que vestía un impecable traje negro, camisa gris con los dos primeros botones desabrochados y expresión imperturbable. En ocasiones en lugar de escritor de novelas rosas parecía un miembro de la mafia, sobre todo si se ponía sus oscuras gafas de sol y fumaba su eterno cigarro. En los controles del aeropuerto siempre se ponían nerviosos al verle.

Aún así, Ryu recordaba perfectamente al chiquillo abierto y bromista que había sido antes de Nueva York, cuando Thoma lo llevaba con ellos en calidad de mascota con la excusa de que al chiquillo le gustaba el ambiente de detrás del escenario, vestido con sus vaqueros, sus zapatillas deportivas y su gorra azul. Realmente en lugar de japonés siempre había parecido americano y había llamado la atención por ello. Ahora Ryu sonrió al imaginarse la cara de Shuichi si él le enseñase fotos de su amante en aquella época ya lejana. Seguramente el chico no creería que el adolescente sonriente y el hermético adulto eran la misma persona. Realmente, si Ryu no hubiera estado allí para observar el cambio tampoco hubiera podido creerlo.

- Si, me he dado cuenta, pero podrías ser un adulto enamorado con una camiseta de Bad Luck.

- ¿Quieres dejar de decir eso? – se quejó Eiri molesto. Ryuichi sonrió con inocencia.

- ¿El qué? ¿Qué estás enamorado? ¿Te molestan las verdades, escritorcillo?

- Me molestan las exageraciones, cantantucho – se picó el rubio.

- ¿A quien llamas cantantucho? Te recuerdo que vendí dos millones de copias de mi último disco en un solo día. No hay quien supere eso – dijo con una mirada de superioridad, bebiendo con altivez su batido de fresa.

- MI Shu te superará – se jactó el rubio. Para su sopresa, Ryu le dio la razón.

- Lo haría, si tú te lo propusieras.

- ¿Yo? – preguntó Eiri incrédulo. Ryuichi asintió solemnemente.

- Puede que no te hayas dado cuenta, pero tu Shu-chan canta con más energía cuando rondas cerca. Tú le haces brillar.

A Eiri esas palabras le llegaron muy hondo, y trató por todos los medios de reprimir la sonrisa que luchaba por salir a la superficie.

- Además, él está convencido de que vas a acompañarle en su gira – dejó caer Ryu mirando los posos de su batido mientras los movía con la pajita.

Eiri desvió la mirada para decir, casi para sí mismo:

- Bueno, no es cuestión de decepcionarle, ¿verdad?

Los altavoces anunciaron por qué puerta debían abarcar los pasajeros del vuelo del escritor. Éste volvió su mirada a Ryuichi, que se había abrazado de nuevo a su conejo y le miraba expectante.

- Tengo que marcharme – dijo Eiri, teniendo la sensación de que se esperaba de él una justificación.

- Ya – dijo Ryu sin dejar de mirarle con fijeza. Eiri cogió su maleta, puso su gabardina en el hueco del codo y guardándose el paquete de tabaco y el mechero en el bolsillo del traje se levantó de su asiento dispuesto a salir de la cafetería. El cantante no pronunció una palabra, pero recogió tambien sus pertenencias y echó a andar a su lado por el aeropuerto.

- No hace falta que me acompañes – dijo Eiri un poco molesto.

- Lo sé – contestó el otro, calzándose el sombrero vaquero y unas gafas de cristales azules. La mochila con forma de koala a sus espaldas hacía un contraste inquietante con su cazadora naranja.

Eiri se paró en mitad del aeropuerto mirándolo seriamente.

- Esfúmate.

Ryu parpadeó.

- Tengo que hacer una llamada – confesó el escritor algo abochornado, pero con ello consiguió que el cantante esbozase una sonrisa luminosa.

- Por un momento creí que tendría que obligarte – reconoció – Que te vaya bien en tu viaje, Eiri-chan. ¡Traéme algo cuando vuelvas, na no da!

El cantante hizo que Kumagoro de despidiese de él moviendo la patita y se alejó dando saltitos por la terminal del aeropuerto. Eiri suspiró internamente, sintiendo mucha vergüenza ajena y procedió a sacar su móvil. No tuvo que esperar mucho rato hasta que una conocida voz se oyó al otro lado de la línea.

- ¡YUKIIIIII! ¡Creí que te habías marchado sin despedirte! – tanto el grito como los lloros que le siguieron fueron escuchados por todos los que estaban dentro de un radio de 10 metros de distancia del escritor, que bufó exasperado a la vez que trataba de contener una sonrisa.

- Baka, estabas trabajando.

- Lo sé, pero no me ha gustado nada llegar a casa y ver que no estabas – dijo Shu con vocecita lastimera - . He salido pronto de trabajar para acompañarte al aeropuerto y no me has esperado, ¡BUAAAAA! ¡Y K me va a matar por haberme escapado antes de terminaaaar!

- Shu-chan.

El berrinche se cortó de inmediato.

- ¿Yuki?

El escritor pensó indeciso en qué debía decirle. El que no le llamase Shuichi o "baka" era un claro indicativo de que estaba a punto de decirle algo que, de no haber sido por teléfono, nunca le diría, así que el cantante guardó un espectante silencio al otro lado de la línea que a hizo al rubio revolverse inquieto y mirar nerviosamente a su alrededor.

- Te echaré de menos – farfulló totalmente avergonzado de su arranque de sentimentalismo.

- Yuuukiiiii – Shu se derretía al otro lado de la línea. El escritor podía imaginárselo perfectamente hecho un charquito rosa en el suelo – ¡Yo también te quiero! Y te voy a echar muchíiiiisimo de menos. Te llamaré todos los días...

Las palabras, dichas entre sollozos, hicieron que Yuki se ruborizase aún más de lo que ya estaba y tuvo el irresistible impulso de desdecir a Shu, contestarle un "yo no he dicho que te quiera" que le devolvería a su carácter de cabrón en menos de un segundo. Pero, por alguna extraña razón, dejó que Shu interpretase su confesión como una declaración de amor no dicha, tal y como solía interpretar cada uno de sus escasos gestos cariñosos y no se sintió mal por ello. Al contrario, pareció que una parte de su tensión se aliviaba y hasta sonrió al interrumpir la serie de consejos empalagosos con que su amante le regalaba los oídos en ese momento.

- Shu, tengo que embarcar ya.

- ¿Has cogido la maleta?

- Sí.

- ¿Llevas tus pastillas?

- Sí.

- ¿Has cogido tu ordenador?

- Sí.

- ¿Vas a pensar mucho en mí?

- Sí... – Yuki se dio cuenta de lo que acababa de decir cuando escuchó la gorjeante risita del pelirrosa – No, ¡qué diablos! No voy a pensar en ti ni un minuto, con lo molesto que eres... – dijo entre dientes, pero Shuichi ya le había sacado su confesión y no se tomó en serio sus siguientes palabras.

- Te quiero mucho Yuki.

- Mmmmphf – contestó el escritor, lo que fue interpretado como un "yo te quiero más aún, amor" por parte de Shuichi.

- Cuídate mucho, tómate la medicación, no bebas...

- Cuelgo – dijo el escritor exhasperado, dando el tiempo justo a su amante para soltar un nuevo "te quiero" antes de cortar la comunicación. Se quedó mirando un segundo el móvil, sonriendo para sí de una manera que siempre negaría y echó a andar de nuevo hacia su puerta de embarque, sacando el billete del bolsillo de la chaqueta. Se quedó un momento mirándolo, como indeciso, y luego suspiró imperceptiblemente.

- Vamos, si dos semanas pasan rápido.

Se sorprendió de sus propias palabras nada más murmurarlas para sí, y recordó lo que Ryuichi le había dicho poco antes, que Shu le hacía feliz.

- Mmmmm, será que es cierto que le quiero – se dijo, sonriendo con ironía para sí mismo y pensando que debia parecer un lunático hablando consigo mismo entre dientes y sonriendo como un estúpido.

Pero era algo que no podía evitar.

Y de echo, tampoco quería hacerlo.