Kaixo!


Kai x Retomando lo que dejaste x Decisiones


Quiero que entiendas todo lo que te estoy diciendo, cualquier duda, pregunta o cualquier cosa, estoy aquí para escuchar, lo que tengas que decir…- dijo el hombre con los lentes un poco fuera de su lugar.

-Nada- dijo el otro.

-Pero… entiendes la importancia de lo que acabo de decirte.-

-Por completo-

-Realmente monsieur, quiero que sepas que no es que me guste repetirlo, pero si necesitas que te repita alguna parte, si con eso te hago reconsiderar.-

-Nada, entendí.-

-Tienes que considerar lo que te propongo. Puede haber algo mas.-

-Puede… nada seguro.-

El hombre bajó la cabeza un tanto apenado de su propia ignorancia. No pudo insistir ya nada. Miro al joven hombre frente a él, si no había modo de hacerlo cambiar de decisión, entendió que el chico quería salir de ahí. –Cualquier cosa mas que pueda hacer por ti.-

-Ya nada- dijo pausadamente y cerrando los ojos. Inclinó un poco la cabeza para despedirse y se levantó.

El hombre se recargó por completo en el respaldo de su sillón de piel, el material al recibir la presión liberó un chillante sonido, el único que prosiguió una vez que el visitante salió cerrando la puerta, se quitó los lentes y su mano recurrió a su bolsillo en búsqueda de su pañuelo, se secó el sudor y las lágrimas que amenazaban con caer, lo miró y sonrío, los años no convierten a las cosas en fáciles, algunas si, pero no todas.

La triste sonrisa desapareció, miró la foto sobre su escritorio, habían sido amigos por muchos años, en el retrato estaban él, y la fugaz feliz familia que había tenido aquel que salió, volteó el portarretrato, una pena que todo terminara así, una verdadera lástima. Finalmente su mirada reposó en el vidrio con forma rectangular a modo de adorno en la esquina de su escritorio, las dos serpientes enroscadas decían un mensaje que él sentía, no pudo cumplir esa vez.

Afuera, el joven caminaba con los ojos cerrados aún, los abrió y sintió un mareo que lo obligó a sentarse en un sillón en el pasillo, agachó la cabeza para aligerar la terrible sensación, colocó sus manos para sostener su cabeza, se sentía aún sacudido y turbado por lo que había escuchado, lo había imaginado pero no se comparaba con oírlo confirmado.

Suspiró y viró la mirada a su reloj, era muy temprano como para dar por terminado su día, se recargó y con la mirada en el techo, la mano sujetando su teléfono y la otra en un papel se puso a meditar, sobre lo que había que hacer a partir de ahora. Se quedó sentado unos minutos hasta que la sensación se disipó, se levantó y continuó caminando por el blanco pasillo hasta que llegó a las puertas automáticas, la recepcionista agitó la mano despidiéndose, él solo le dio una mirada y una sonrisa fingida.

Regresó a casa, la enorme estructura de dos pisos, pintada de blanco y con impecable exterior, en el patio podían verse aún unos juegos infantiles, ya un poco oxidados por la falta de uso, él al verlos se recordó que tenía que mandar a quitarlos; siempre se decía eso pero nunca lo hacía.

Al abrir la puerta se dio cuenta que ya se había ido la servidumbre, el olor de la comida aún caliente reposando sobre la barra de la cocina le revolvió el estomago, subió a su habitación. Entre el silencio del vacío en la casa, la madera del piso crujió al pasar sobre ella y encendió la tv, ignorándola abrió su agenda, buscó algunos nombres y teléfonos, direcciones que reunió y copió el archivo en la computadora de mano que jamás soltaba, se sentó en la cama extendiendo un mapa.

De entre una maraña de telas debajo de la cama, salió un alargado animal, blanco como la nieve pero de ojos rojo intenso, el hombre lo miró.

-¿Quieres venir conmigo?- dijo.

El animal subió hasta sus hombros y le resopló en el oído haciéndole cosquillas, le daba la bienvenida. –Quizá eso sea un sí, me pregunto como me recibirán…-

Kai tomó la computadora y se recostó en la cama, mientras continuaba mirando el mapa y las direcciones que no había actualizado en casi cuatro años. China, Japón, Rusia, Estados Unidos, Australia, muchos lugares que visitar, mucha gente con quien reencontrarse tras tanto tiempo. Palabras que ofrecer, reclamaciones que recibir, y una noticia que aún no se animaba a dar.

La alarma del reloj no lo despertó, por que no había podido pegar los ojos en toda la noche, entre nerviosismo y angustia, apenas comenzaba a entrecerrar los ojos un pensamiento o un recuerdo venían a atormentar su cabeza. Se levantó sacudido de nuevo por la migraña no declarada y las náuseas, se sentó en la cama y sujetó su cabeza. Miró al buró al lado de la cama, una foto y caras sonrientes. –Vamos-

El hurón salió de nuevo de debajo de la cama, subió al hombro de Kai y éste salió por la puerta, desayunó y subió al carro. Se quedó sosteniendo el volante, el hurón había tomado lugar en el asiento trasero y mientras se restregaba contra el respaldo del mismo gruñó.

-Ya… ya…- Kai sonrió un poco –vamos.-

El eterno sol del ártico se asomaba entre las nubes, era la época del año donde nunca se ocultaba. Dio un par de rodeos a la ciudad de Reykiavik que se había convertido en su refugio, en un café del centro, se detuvo para hacer un par de llamadas y finalizar los toques a su plan de viaje.

-El avión lo esperará a las doce, señor.-

-Perfecto-

-¿Puedo preguntar hacia dónde va?-

-No, no te interesa.- finalizó él con un tono completamente helado. El interlocutor ya no preguntó mas por respeto y cuerda prudencia.

Kai cerró los ojos abrumado por la penetrante mezcla de olores del local, tenía casi dos semanas que no había ido al centro y parecía haberse desacostumbrado a ello, le dio el último par de sorbos al té que tenía al frente y guardó los restos del pan envueltos en una servilleta en su bolsa. Regresó al carro y le dio la servilleta al hurón que aguardaba con calmada paciencia a Kai, de inmediato los devoró y lo miró. –De regreso, tengo lo que necesito.-

Se pasó el resto del día empacando, como desde hacia dos meses, mantenía apagadas las luces en su remota casa a las orillas de la ciudad, no hacía falta energía eléctrica mas que para los calefactores que mantenían habitable la casa. Él no requirió de mucho para armar su equipaje, su computadora, su agenda, un poco de ropa, cámara, un libro con fotografías en el interior, cosas con las que había viajado antes de que se volviera prácticamente un ermitaño.

Acabó antes de lo que le hubiera gustado, bajó a la cocina y se sirvió un poco del guisado de reno que la señora Idvörj le preparó como comida del día, una gran taza de chocolate y subió a la terraza. Abrió de par en par las puertas, tomó asiento en una de las sillas de madera y disfrutó de su cena y el paisaje ante él, blanco y verde se entremezclaban. Apenas y probó la comida, la bebida fue lo único que desapareció. Deleitándose con cada segundo al sentir el tibio líquido calentar su cuerpo, se sentó sobre el barandal de la terraza, cerró los ojos contemplando el sol descendiendo en su punto más bajo entre los árboles, imaginando cuando en la época opuesta del año se inundaba la noche de luces boreales que teñían de colores el cielo.

Ahora si, durmió en esa postura recostada sobre el grueso barandal de madera, la temperatura descendió al punto cercano a la congelación, pero él no lo sintió, envuelto en su ropa térmica. Soñó con caras que creyó nunca vería con tanto ánimo de nuevo, recuerdos de viejos y buenos tiempos, cuando la vida le había sonreído y le había dado todo. Todo lo que nunca había ambicionado estuvo en sus manos y fue alejado de él, por obra suya y del destino.

Despertó después de varias horas, un poco atontado por el sueño tan profundo que había tenido y la aparente falta de costumbre a él. Miró su reloj y adivinó que era lo siguiente antes de partir hacia el aeropuerto. Caminó aún aletargado hasta la casa más cercana, después de media hora arribó a una minúscula casa enmedio del bosque, entre ruidos de renos y perros, Kai llamó a la puerta. Un muchacho como de quince años acudió al llamado, sus ojos azules primero denotaron miedo y después sorpresa –Sr. Hiwatari ¿pasa algo?-

-Tu madre, Otto ¿dónde está?-

-Permítame, pase por favor.- Dijo Otto con nerviosa hospitalidad.

Kai tuvo que acceder viendo la actitud del muchacho, él lo guió hasta la sala y le dijo que pronto la llamaría -…no tardará.- escuchó al chico decir mientras se asomaba por la ventana. Kai no le puso mucha atención, entretenido con el decorado de la casa, considerando la lejanía con la ciudad más cercana, la familia Idvörj se jactaba de equilibrar las comodidades modernas y la tradicional vida del ártico. Entre televisión, calefactor y estufa de gas, se encontraban pieles de zorro, astas de venado como trofeo de cacerías, incluso una piel de oso polar daba la bienvenida a la estancia.

Pasaron cerca de diez minutos y no había señales de la mujer, Otto se dio cuenta que Kai parecía inquieto –Lo siento señor, está ayudando a los renos a parir, hay tres que lo necesitaron y mi padre está en la ciudad. Hubo complicaciones con una.-

Kai se levantó de inmediato -¿Por qué no lo dijiste antes? La iré a ver, no le quitaré tiempo.- dijo y sin esperar que el muchacho le dijera por donde salió por la puerta trasera, delante de ella un enorme establo y un pequeño techado, ignorando los furiosos ladridos de los perros hizo su camino hasta donde estaba la mujer. La halló cargando un pequeño reno, al ver a Kai casi lo suelta y corrió a su encuentro.

-Sr. Hiwatari, jamás me dijo Otto de quien se trataba. Me disculpo, permíta…-

-No importa, esto es más importante, solo vine a decirte que me ausentaré un tiempo, necesito que…- fue interrumpido por los cuasi alaridos de otra hembra que se revolcaba en el piso, la mujer cerró los ojos y sujetó con fuerza a la cría en brazos. Kai sabía que la señora sería capaz de dejar morir a la hembra para no interrumpirlo en su conversación, pero también sabía de la enorme importancia que tenían esos animales para ellos y de la pérdida que representaría una madre y una cría muertas, así que maldiciendo la consideración que había adquirido hacia esas personas, se quitó los guantes y la sudadera, brincó las rejas que lo separaban de la mujer y le dijo –tú me dirás que hacer.-

La señora Idvörj parpadeó solo un segundo, dejó la cría al lado de su madre y corrió junto a la otra hembra, después de un grupo de instrucciones, entre ella y Kai realizaron el trabajo. El pequeño reno se levantó entre extraños ruidos buscando la protectiva presencia de la madre, Kai se lavó las manos y salió del establo seguido por la mujer.

-Muchísimas gracias, pensé que íbamos a perder a esa cría.- Volteó mirando con dulzura a las madres atendiendo a sus pequeños seres.

-No importa, como te decía. Necesito que te encargues de la casa en mi ausencia, será más larga que la última.- Dijo Kai ya envuelto de nuevo en su sudadera.

-Seguro señor, si requiere que Otto o Yves se queden allá.-

-Será lo ideal. Lo necesario para la manutención y su pago estará puntual como cada mes.-

-Sabe que no lo hacemos por eso.-

-Lo que sea, si hiciera falta mas o hay algún imprevisto, éste es el número de mi contador en Londres, estará de inmediato aquí.- Dijo él extendiéndole una tarjeta.

-Si no es mucha intromisión ¿puedo preguntar a dónde va?- dijo la mujer con el tono y el suficiente respeto como para saber que Kai le respondería.

-A encontrar unos viejos conocidos.- dijo secamente y se daba a vuelta, la mujer no lo dudó y le dio un abrazo con semejante carga de alegría que él se quedó perplejo.

-Me alegro por usted, y suerte.-

Kai la alejó lo más rápido y sutilmente que pudo, se dio la vuelta completamente y se alejó levantando el brazo a modo de despedida sin decir mas.

Le tomó casi una hora el regreso a su casa, la turbulencia de los aromas y el espacio abierto de nuevo le hicieron sentirse mareado, necio como siempre, se negó a sentarse y esperar se le pasara, así que continuó su camino con paso más lento. Al entrar a la casa, culminó los últimos detalles antes de su salida. El hurón que estaba lo esperaba en el sillón más mullido de la sala, al escucharlo se levantó despertándose. Kai le sonrío y agitó la mano llamándolo –Momento de irnos.-

Kai extendió una jaula, el hurón de inmediato se metió entre los cojines del sillón. Kai levantó los ojos ya acostumbrado a esas reacciones, la bajó y se sentó en el sillón, recargó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos. El silencio comenzó a ser desplazado por sonidos apagados y risas perdidas, cosas que creía ya no existían ahí, no supo si fue el recuerdo o eso que a veces la señora Idvörj decía, que había espíritus en la casa, se rió con sus locas ideas y se dejó hundirse en un sueño ligero, que desapareció con el primer sonido del reloj, pronto a dar la alarma.

Eran las diez con treinta, metió sus cosas al auto, cerró todas las puertas y salió con el hurón en los hombros. Condujo hasta el aeropuerto, exacto a las doce, escuchó las indicaciones que su avión había llegado. Recibió los corteses saludos de la tripulación y el capitán, le pidió a la sobrecargo una aspirina y le dio las últimas indicaciones al piloto, se acomodó en el sillón esperando que los efectos de la aspirina combinados con el par de calmantes que él ya había previamente ingerido le llegaran, el viaje en avión no tenía que hacerlo despierto, o malas cosas podían suceder.

Después de algunas horas y un poco de problemas para el aterrizaje a causa del clima, tuvieron que hacer escala en Estocolmo. Un par de horas y les dieron el permiso para despegar, para llegar a su destino final, Helsinki, Finlandia.

A su llegada, percibió que había dos grupos que lo recibían. Sus empleados y unos reporteros, al parecer la noticia de su regreso al mundo de los vivos parecía haberse diseminado. Uno de los empleados se acercó a él –Señor ¿qué quiere que les digamos?-

-Qué no es cierto, que sigo sin querer saber nada del mundo.- Dijo con sarcasmo pero con un dejo de amargura.

-Señor ¿qué hará a partir de aquí?- dijo una de las secretarias.

-Rentaré un carro, y cuando necesite de nuevo el avión me comunicaré con ustedes.-

-Cree usted¿es prudente que siga sin dar algún comunicado? Han pasado casi dos años.-

Kai miró a la mujer pero no le dijo nada, siguiendo su camino hacia la puerta. –Que sigan pensando que estoy loco.- Salió por la puerta, y buscó en el directorio una agencia de renta de autos. Esperó un par de horas, y salió por la puerta trasera para evitar los reporteros que seguramente por ahí rondaban aún.

Se había cortado el cabello casi al ras de la cabeza, había eliminado casi todo rastro de su antigua imagen, y eso, aunque había sido una señal de duelo mostrando que cortaba con lo que había pasado antes del accidente, también le ayudó a no ser reconocido por nadie, su imagen pública se había quedado con el aspecto anterior y nadie, nadie además de sus empleados más allegados y una persona, eran capaces de identificarlo.

Mientras caminaba por la calle con rumbo a la agencia, una mujer tiró de su brazo y lo acercó a ella. –Sabía que los rumores no eran falsos.-

Kai reconoció a la chica –Oficialmente si.-

-Como sea, te encontré, creo saber a que viniste aquí, yo también tengo unos asuntos aquí y en Kemi, pero en cuanto termines te espero en mi casa, por el momento está en Inari, sé que la hallarás sin duda.-

-No pienso ir hasta allá.-

-Sé lo que pasó, por eso estoy aquí y estaré allá. Recuérdalo.- La mujer agitó la mano y se perdió entre la gente, Kai no respondió la despedida y se continuó caminando entre las calles. Después de hacer un trato con el responsable de la agencia, subió a la nueva adquisición, una jeep Patriot negra, que reflejó el sol durante su camino hasta Varkaus, a varios kilómetros al nororiente de la capital finlandesa. La ciudad se localizaba en medio de una región de grandes lagos, no era grande y parecía igual que todas ahí, pero esa tenía un significado especial, ahí había ocurrido el accidente.

Los familiares de los demás habían mandado a levantar un pequeño mausoleo y en una placa grabaron los nombres de sus muertos, pero él se había negado a apoyar semejante acción y a que se inscribieran los nombres de quienes él perdió. Él no era creyente de ningún credo religioso y simplemente estaba ahí por que se había acostumbrado a ello.

-Sé que no es fin de mes, pero estaré de viaje y no creo estar de regreso para entonces, ni siquiera sé si pueda estarlo para el siguiente mes, o en cuanto tiempo estaré de nuevo aquí, así que no quiero que se molesten, saben que nunca he faltado, pero siempre hay una primera vez para todo… de cualquier modo, nos veremos pronto. Saludos.- se dio media vuelta sin dejar nada mas que sus saludos, se dio cuenta que había un ramo de flores algo marchitas, ella había estado ya antes ahí, y regresó al carro, se rascó la nariz queriendo contener la sensación que siempre que estaba ahí renacía en su pecho, recuerdos de una pérdida doble. Con los ojos húmedos miró por el retrovisor al animal –Listo, vámonos.-

Condujo hasta Oulu, al lado de la costa, ahí hizo varias compras y pasó la noche en un hotel sin haber tomado una decisión respecto al siguiente paso, inicialmente planeaba volar directo a Rusia, pero ahora considero una nueva planeación recordando la frase que una vez intercambiaron 'Estaré ahí solo cuando me necesites'.

Le llevó casi cuatro días llegar hasta la lejana región donde se localizaba Inari, en el extremo norte del país, era un pueblo, donde se albergaban algunos pescadores y gente de paso, en el centro preguntó por la casa que buscaba.

-¿Massar-E-Shariff?- preguntó con duda, había sido terrible no saber el idioma local, pero para su suerte el primer apellido de ella era único en esa región, y encontró una pequeña comunidad de migrantes rusos, no era extraño estando a pocos kilómetros de la frontera rusa.

-Si, en las orillas del pueblo por el norte- dijo el hombre de abultada barba café en fluido ruso que Kai entendió a la perfección. Asintió y ya sobre el carro maldijo la distancia –Cuando dijiste que querías ir al norte, lo dijiste en serio.- Dijo para si.

Entre casas desperdigadas por la orilla del lago del mismo nombre que la ciudad fue preguntando de una en una, una mujer le señaló una construcción azul al lado de un pequeño afluente, se acercó con cautela aún inseguro si era lo que quería, pero no halló modo de dar la vuelta.

La casa era mediana, rodeada de pasto y nieve, por un lado tenía un pequeño río y al frente el lago rodeado de pinos. Un gran perro que parecía lobo dormitaba en la entrada. El hurón sobre su hombro se empezó a poner nervioso pero Kai siguió adelante hasta llegar a la puerta, presionó el timbre. El perro levantó la cabeza con pereza, y se volvió a dormir. Pasó un rato y nadie acudía a la puerta, Kai presintió que eso era una señal de que no debía estar ahí, se dio la vuelta justo cuando escuchó como se abría la puerta.

-Lo lamento, estaba tomando un baño. Bienvenido.- Escuchó la voz de la mujer.

Kai volteó y no pudo evitar compartir una versión más pequeña de la sonrisa que la chica de ojos negros le daba. -Vita-


Odin: 4/08/MMVII

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