"¿Le he permitido hacer lo que quiera conmigo? ¿Es el pago por lo que ha hecho por mí? Yo dudo de ello".
A pesar de lo que todo el mundo piensa, él era… es una gran persona. Él la había cuidado y acompañado durante todos esos años, inclusive cuando le pidió ir a la aldea para aprender lo que las sacerdotisas le podían enseñar, él acepto, visitándola cada luna llena, aunque el jamás hubiera admitido que lo hacía por ella.
Después al crecer, dejo a la sacerdotisa Kaede junto a Kagome, para volver junto al demonio de cabellera plateada, a pesar de extrañar mucho a la gente del pueblo y su trabajo en este, había extrañado más los viajes con aquel ser y su pequeño sirviente, quién a pesar de los años aún le era fiel al amo Sesshomaru.
―Mira como ha quedado la pobre…―murmuro una de las mujeres que cambiaba el paño húmedo de su frente― Todo por culpa de aquel demonio
―Pobre… ―murmuro la otra mientras tapaba su rostro con horror― quizás que le hace aquel ser con esta pequeña
"Ellos creen que él es malo, si tan solo vieran esa hermosa sonrisa que muestra, aunque sea solo un momento, tan así que parece una ilusión. Pero cuando lo hace la habitación llega a iluminarse"
Lo ocurrido no era culpa del demonio, al contrario, fue por ella. Para poder cuidarla y protegerla de un grupo de demonios fue herido y ella no lo iba a permitir, por lo que buscando como curarlo termino cayendo por un barranco, a los pies de aquella aldea.
Un pequeño crujido llamo la atención de las mujeres y en la entrada se encontraba aquel peli-plateado, de ojos color dorado. Las mujeres asustadas de haber sido escuchadas, recogieron las cosas y lo dejaron solos. Lentamente movió su rostro a un lado para poder verlo, como siempre su mirada era fría aunque podía apreciar un pequeño deje de preocupación.
―Amo Sesshomaru… ―susurro con un hilo de voz, el demonio sin expresión alguna se acercó lentamente y se arrodillo a su lado ― me alegro que este bien…
―No te esfuerces ahora ―contesto ― ahora debes descansar, para que mejores
El viento movió las hojas de los arboles cercanos a la casa en que se encontraba, el sol caía tiñendo de colores naranjos y rojos el cielo. Obedeciendo, la menor cerró los ojos descansando.
Al caer del barranco, cayo desmayada por los golpes, pero estaba segura que en un momento de lucidez logro ver al demonio cargándola, mientras corría buscando la ayuda que necesitaba. Lentamente abrió nuevamente los ojos mirando nuevamente al Youkai, quién observaba su estado con pesar, estaba segura que estaba mal herida, no lo suficiente, pero si sabía que le dolería más tarde todo el cuerpo.
―Señor Sesshomaru ―susurro la menor llamando su atención
― ¿Si? ―pregunto este cruzando miradas
―Me gusta cuando sonríe ―susurro dedicándole una tierna sonrisa ― nadie lo nota pero su sonrisa ilumina la habitación
―Rin ―susurro ― descansa.
