Prólogo

Plop! Plop! Plop! Plop!

El sonido de la lluvia contra el cristal era lo único que se escuchaba en la enfermería, mientras Madame Pomfrey, la enfermera, atendía a sus pacientes.

Éstos no eran personas corrientes, el pelinegro de cabello alborotado y brillantes ojos verde esmeralda, acostado en mitad de la enfermería, no era sino Harry Potter "El-niño-que-vivió". Junto a la cama de éste se encontraba un rubio de ojos gris plata, piel pálida y cabellos usualmente engominados, llamado Draco Malfoy. Al otro lado de "El Elegido", podíamos observar a un adulto de pelo grasiento a la altura de los hombros y nariz ganchuda, de nombre Severus Snape espía doble.

La puerta se abre e ingresa un anciano de barba larga vistiendo una túnica color verde bosque, con un estampado de huella animal de un vivo color rosa fucsia, qué rápidamente se acerca a la enfermera.

Buena tardes querida Poppy. ¿Cómo se encuentran los muchachos?

La verdad Albus, muy mal. No comprendo cómo la muestra de ambas pociones pudo provocar sus estados.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - Unas horas antes - - - - - - - - - - - - - - - - -

- La verdad no comprendo, ¿porque no podemos darnos unas vueltas por las cocinas?

- Porque, Ron, tenemos clases de pociones y no podemos llegar tarde.

Vamos… Hermione llegaremos a tiempo.

Ron, sabes perfectamente que Snape nos castigará.

Justo cuando Ron iba a replicar, un pelinegro les interrumpió:

¡Chicos… parad!, y Ron anímate es la última clase del día, además, ¿porque no vas tu solo? Tienes esta hora libre.

Cierto. Harry, Hermione, nos vemos luego y suerte con Snape.

Tal y cómo la pelicastaña anunció, llegaron al aula justo antes que el profesor apareciese, con tan mala suerte, que debido a que los dos únicos huecos libres estaban lejos uno del otro, tuvieron que separarse yendo a Harry a sentarse delante de Malfoy, mientras Hermione se sentaba a la derecha de una chica, Ravenclaw que no conocía.

Hoy, veremos distintas pociones que supuestamente deberíais recordar del año pasado.- declaró Snape con desprecio, mientras repartía unos pedacitos de pergamino.- En estos pedacitos hay escritas distintas pociones que deberéis elaborar y entregarme al final de la clase. Podréis encontrar las instrucciones en vuestros libros.

Inmediatamente el crepitar de los calderos y el sonido de los cuchillos al cortar, inundó el aula. Mientras, el profesor Snape se paseaba entre los pupitres alabando a la mayoría de los Slytherin y criticando al resto de la casas. Faltando poco para terminar las pociones, el profesor se acercó por detrás a la mesa…

¡Vaya Potter¡ Tan inútil como su padre, que ni siquiera sabe distinguir entre una temperatura y otra del caldero.- Se rió entre dientes- si por mí fuera estaría muy lejos de mi clase, pero claro, Dumbledore tiene que interceder por su niño de oro. - se jactó mientras el ojiverde removía con furia la poción.

Cuando el pocionista pasó de largo en dirección a un inocente Hufflepuff, un rubio ocupó su lugar.

¡Hee, Potty! ¿Dónde está el convicto de tu padrino para defenderte? Ha, sí, ¡Está muerto!-se rió en tono despectivo…

Tras terminar de pronunciar estas palabras, "El Elegido" se lanzó hacia Malfoy derramando así con dicho acto y sobre ellos su poción y la de su contrincante.

¡Mira lo que has hecho Potter!-gritó el rubio abalanzándose sobre el otro y rodando los dos por el suelo. Justo cuando Snape se acercaba para separarlos se detuvo, pues alrededor de los chicos se había formado una esfera de luz y energía, que brillaba cuyos rayos de sol en primavera, provocando que todos tuvieran que cerrar los ojos, pues parecía a punto de estallar debido a su gran tamaño e intensidad.

Así que gritándole al resto de alumnos, se dirigió en dirección a su estudio privado seguido de los estudiantes. Pero, cuando él iba a cruzar el umbral de la puerta tras los adolescentes, tuvo que retroceder y cerrar rápidamente la puerta, pues el brillante círculo de luz estalló afectándole a él también la gigantesca bola de energía.

Me sentí aterrorizada cuando Snape cerró la puerta, confundida, preocupada y curiosa de una extraña manera. Un cúmulo de sensaciones de las cuales algunas no comprendía. Sentí terror por lo que había sucedido, así como curiosidad, pero, con diferencia, el sentimiento que predominaba en mi interior, era la preocupación por Harry, por lo que podría haberle sucedido, por nosotros y por la situación en general.

Tan perdida me quedé desentrañando mis sentimientos, que solo volví en mí, para volver a quedarme en shock, tras escuchar tres gritos espeluznantes en sincronía. Que llegarían a ser con facilidad lo más terrorífico que escuchase en mi vida, y aun habiendo pasado años de esto, dicho sonido me seguiría despertando y aterrorizándome en las oscuras noches.

Parecían los gritos de las victimas del mismísimo demonio y aún tras el elevado volumen, se podían escuchar las súplicas de las pobres víctimas de dicho sufrimiento inhumano, rogando por que acabase ya, finalizando así, sus vidas y miserias. Fueron gritos que no tengo palabras para describir, me recordaron todo el dolor que yo sentí cuando era la marginada social en la primaria muggle, y parecían transmitir todo el dolor que sus propietarios sufrían, a los oyentes de dicho tormento. Que aunque solo fueran segundos, parecieran durar siglos de suplicio.

Y fue justo cuando logré mover mis temblorosas manos, para proteger mis oídos de dicho terror, cuando los alaridos de dolor se esfumaron, como si nunca hubieran inundado estas paredes.

Todo quedó en silencio y, en un acuerdo silencioso nos apretujamos como intentando consolarnos los unos a los otros. Mientras yo, que era la más cercana a la puerta, despacio y con temor la abrí, encontrando un aula destrozada, con pociones regadas por todas partes. La gran mayoría de los pupitres estaban reducidos a astillas como si un hechizo de gran calibre hubiese impactado en ellos, el único mueble que se encontraba medianamente bien, era la mesa del profesor que se hallaba clavada al muro y partida por la mitad.

Al echar un vistazo general, descubrí al profesor Snape a pocos pasos de distancia, y mandando un par de alumnos a comprobar su estado (puesto que era la única que mantenía toda la calma y entereza), me dirigí hacia los cuerpos inconscientes de Harry y de Malfoy. Tras llegar a su altura, me quedé blanca de la impresión de ver a mi mejor amigo y hermano y a su enemigo cubiertos de la sustancia roja que era la sangre, como una segunda piel pegada a sus cuerpos y saliendo mayormente de la cabeza y mezclándose en el suelo del aula. Después de recomponerme, rápidamente mandé a dos alumnos a traer y explicarle lo sucedido al director, suponiendo afirmativamente que todo el colegio había escuchado sus espeluznantes aullidos y mandando a otros a por la enfermera urgentemente empecé a intentar tratarlos con los pocos hechizos de sanación básicos que sabía.

Chicos! – le gritó a los pocos alumnos que quedaban-El que sepa algún hechizo de curación que me ayude y los que tengan padres muggles o sepan remedios muggles ayúdenme a vendarlos.

Enseguida varios chicos y chicas se me unieron y nos distribuimos entre los dos contrincantes para sanarlos en la medida de nuestras posibilidades, esperando la ayuda de la enfermera.

¡Que Madame Pomfrey se dé prisa! Y esperemos que no haya repercusiones de este suceso, no querría volver a oír esos aullidos de dolor y menos de mi mejor amigo.-Pensaba Hermione Granger mientras coordinaba a los alumnos para evitar un mayor daño en sus compañeros.