Miraba por la ventana a través de su reflejo. Aún no había partido el tren pero ya llevaba rato instalada en aquel rincón del compartimento, desconociendo a las dos personas que la acompañaban. Una de las niñas era morena, como ella, pero con el pelo más corto y delgada; la otra niña era también morena, pero era más corpulenta, con una espalda bastante ancha.
—Hola, ¿puedo sentarme?
La voz de una chica les llamó la atención y, al no recibir respuesta, se sentó junto a la chica que estaba sola.
—Me llamo Hermione Granger y este año empiezo el primer curso. ¿Cómo te llamas? —Se había inclinado hacia la chica que miraba por la ventana, intentando conectar sus miradas.
—¿Granger? No me suena el apellido. ¿De qué familia vienes? —Había sido la morena delgada la que le había preguntado.
La chica de la ventana se centró un poco en las otras tres, mirando ahora a la que tenía frente a ella.
—Mis padres son muggles —contestó la chica de pelo castaño y ojos del mismo color, Hermione—. ¿Quién eres tú?
—Yo, soy Pansy Parkinson, descendiente de una larga rama de magos importantes. —El tono altivo que usó fue el causante de que la nariz de Hermione se arrugase—. Ella es Millecent Bulstrode y las dos entraremos en la mejor casa de todas, en Slytherin. ¿A qué casa pertenecerás tú? ¿A la de los estúpidos Hufflepuff? ¿A los insignificantes sabelotodo de Ravenclaw? ¿O a la de los cabeza huecas de Gryffindor?
Pansy seguía mirando a la castaña, con sus malas intenciones en los ojos.
—Yo diría a Gryffindor —propuso Millecent imitando el mismo tono de superioridad que su amiga.
Las dos chicas se rieron, recreándose en su burla.
—Yo soy Jade Prince, encantada —la saludó la chica de la ventana, que se había sentado en dirección a ella, ignorando a las dos morenas.
Hermione pasó a mirar a la chica de ojos verdes, que hasta ahora no había hablado, y sonrió. Jade se había dado cuenta de quien merecía atención y quien no, y Parkinson y Bulstrode no formaban parte de la primera opción.
Bajó del tren sin compañía, pues Hermione se había ido del compartimento casi al final del trayecto. Miró en derredor buscando alguna indicación de a donde debía dirigirse y vio, entre todas las cabezas de los alumnos, a un hombre que medía como mínimo dos metros y medio. El hombre guiaba a los de primer año hacia el otro extremo de la estación, lejos de los otros alumnos.
Se subieron a unos botes y cruzaron un lago, el Lago Negro que le había nombrado su padre alguna vez, acercándose al gran castillo. Hogwarts estaba sobre un peñasco que ocultaba una cueva, a donde se dirigían los botes. Aquella imagen superaba cualquier otra que pudiera haber impresionado a la chica. Y aumentó cuando pasaron por debajo de la roca para atracar los botes en un muelle.
Se sentía la humedad, pero los nervios y la excitación de estar justamente debajo de Hogwarts y a punto de ser seleccionados hacían que no se notase. Subieron unas escaleras detrás de una profesora y llegaron a la entrada del castillo.
Después de recibir una charla por parte de la profesora McGonagall (que los había recibido en la entrada), pasaron al Gran Comedor, el cual estaba abarrotado de alumnos repartidos en cuatro mesas muy largas. Caminaron hasta la mesa de los profesores y se amontonaron lo más cerca posible del taburete que contenía un sombrero.
La subdirectora ya había empezado a decir nombres, llamando la atención de Jade al escuchar Hermione Granger. La chica se separó del grupo y se sentó donde le indicó la profesora. El Sombrero Seleccionador se estuvo pensando un poco la respuesta, hasta que al fin exclamó:
—¡Gryffindor!
Hermione salió corriendo con una sonrisa enorme hacia la mesa que había en su izquierda, pegada a la pared.
—Oh no —musitó Jade. Era posible que la pusieran en otra casa totalmente diferente.
Después de varios alumnos que se fueron a sus respectivas mesas, le tocó el turno a Harry Potter, el niño que sobrevivió. Toda la sala se quedó en silencio y esperaron las palabras del sombrero.
—¿Ése es Harry Potter? —Se escucharon varios murmullos, pero fueron acallados por una voz que decía:
—¡Gryffindor! —La mesa de Hermione se alegró mucho de tener a Harry Potter en su casa, pues eran los que más se escuchaban. Jade sonrió al ver que se sentaba al lado de Hermione y ésta se alegraba mucho, pero entonces…
—Prince, Jade. —La chica se sobresaltó y subió rápidamente mirando hacia la mesa de los profesores. Todos la observaban y subió con cierto miedo. Le pusieron el Sombrero en la cabeza y se puso más nerviosa aún. Casi un segundo después el Sombrero anunciaba:
—¡Slytherin!
Corrió medio contenta hacia la mesa de la izquierda. Se sentó al lado de un chico con el pelo muy rubio y miró hacia la mesa de Hermione que le sonreía aunque notaba su desilusión.
Cuando acabó la ceremonia, apareció comida en las mesas por arte de magia y con el estómago vacío empezaron a comer.
Mientras Jade cenaba le tocaron el hombro y cuando se giró tenía unos ojos grises justo delante.
—Hola, soy Malfoy, Draco Malfoy. —El chico le ofreció la mano y también se la dio.
—Encantada, yo soy Jade Prince.
—Que bien que estemos juntos ¿no? —Lo decía enserio y eso la hizo sonreír.
—Sí —fue lo único que dijo.
Era el primer día de clases, Jade se había despertado muy temprano, casi no había podido dormir, así que bajó y se fue a dar una vuelta por el castillo antes de ir a desayunar.
La primera asignatura del curso era Defensa Contra las Artes Oscuras, por suerte la morena la tenía junto con Gryffindor, así que llegó y Hermione le hizo señas para que se sentara con ella. Había decidido juntarse más con la castaña Gryffindor, antes que pasar dos segundos junto a la cara perro de Parkinson y su amiga.
La clase pasó sin ninguna novedad; el profesor Quirrell era bastante aburrido y las chicas atendían por obligación.
Como la siguiente clase era Pociones y también iba con Gryffindor, se fueron juntas hacia las mazmorras. Se volvieron a sentar juntas y Jade vio a Harry Potter sentarse con un pelirrojo en la mesa de al lado. En ese momento entró el profesor Snape con cara seria. La verdad es que siempre tenía la misma cara.
—Él es Severus Snape, dicen que siempre quiso el puesto de Quirrell pero que nunca se lo dieron —le susurró Hermione a la morena mientras éste entraba.
—Lo sé —le contestó.
Las primeras semanas pasaron y cada vez Hermione y Jade se hacían más amigas, aunque no estuvieran en la misma casa, siempre se veían en la biblioteca y en los jardines de Hogwarts.
Pasaron los días y casi sin darse cuenta llegó Halloween, y todo Hogwarts estaba decorado para la ocasión. Los alumnos caminaban alegres hacia el Gran Comedor y se sorprendían al ver toda esa comida de día especial.
Jade acababa de bajar por unas escaleras que la guiaban a un largo pasillo donde se escuchaban voces al final de éste, pero le llamó la atención un llanto. Se asomó por una puerta entre dos columnas y vio a alguien que se escondía allí. Era el baño de las chicas y una de ellas se había encerrado para llorar.
—¿Hola? ¿Quién eres? —La morena se agachó un poco para mirar por debajo de las puertas y consiguió ver unos pies—. ¿Estás bien?
—¿Ja… Jade? —preguntó Hermione entre sollozos.
—Hermione, ¿qué te pasa? —decía la chica mientras observaba a su amiga acercarse a ella. Jade la abrazó cuando la castaña lo hacía y ésta siguió llorando.
Después de que Hermione le contara el suceso con Ron (donde éste la había insultado), estaban sentadas en el suelo del baño cuando oyeron unos ruidos extraños fuera y se levantaron de un salto. Jade se dio cuenta de que se habían dejado las varitas en las habitaciones, por lo que empezó a asustarse. En ese momento vieron aparecer un troll enorme que entraba al baño, éste las miró y se acercó a ellas con intención de dañarlas.
—¡Jade, cuidado! —gritó Hermione al ver que el bate que llevaba el troll se movía hacia la chica.
Las dos se agacharon y, mientras la morena se escondía en los baños, Hermione lo distraía para que no atacara a su amiga. Intentó darle con el bate, pero lo esquivó y con una voltereta se coló por debajo de sus piernas poniéndose así detrás de él. Pero éste se quedó mirando a Jade y rompió todas las puertas con un golpe. Ahora, cambió de posición y se centró en la Gryffindor, alzando su arma conforme se le acercaba. Jade intentó tirarle trozos de madera que había por el suelo para distraerle, pero en ese momento no lo vio venir y el bate le dio en un costado haciendo que se estampara contra la pared y quedara inconsciente.
Varias horas habían pasado cuando Jade despertó en la enfermería y vio a tres personas junto a ella. Se sentó como pudo y los miró.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde está el troll? ¿Estás bien Hermione? ¿Y vosotros qué hacéis aquí? —preguntó extrañada al ver a Harry Potter a su lado.
—Vale, vale, más despacio que no podemos responderte todas de golpe —le dijo un divertido Ron Weasley. No sabía mucho de él pero parecía un buen chico, además sabía que tenía muchos hermanos y que su padre trabajaba en el Ministerio.
—Gracias a Harry y a Ron estamos bien —dijo Hermione, pero antes de continuar entraron Dumbledore (el director del colegio) y Snape, y se acercaron a la camilla.
—¿Qué tal está señorita Prince? No creo que sin varita consiguiera acabar con un troll, por mucho que quisiera. —El director sonrió—. Aunque, se merece cinco puntos para Slytherin por intentar ayudar a la señorita Granger, ¿no le parece profesor Snape? —dijo mirando al hombre que tenía a su lado con cara divertida.
—Supongo que sí, aunque no sé qué hacían solas cuando deberían estar en el comedor —contestó mirando fijamente a Jade.
—Vamos Severus… Por cierto, Harry, Ron y Hermione también fueron muy valientes, pues ningún alumno de primero se había enfrentado a un troll sin salir dañado, así que cinco puntos para Gryffindor por cada uno. —Dicho esto se fue seguido de un Snape nada satisfecho.
—Bueno, y ¿cómo te llamas? —preguntó el pelirrojo.
—Jade Prince —dijo ésta cuando volvió a mirar a los chicos.
—Yo soy Ron Weasley, encantado. Y él es Harry Po…
—Potter, Harry Potter, lo sé.
