"Un día extraño"

" Corazones, angelotes, y planes oscurillos"

Bellatrix bebió un largo trago de whisky de fuego mirando hacia un grupo de magos y brujas que le cantaban estruendosamente el cumpleaños feliz a un niño de unos dos años.
"Gentuza idiota" pensó. "Ni siquiera sabrán si ese niño ha nacido con poderes mágicos... Me suicidaría si fuera la madre y descubriese que he tenido por hijo a un squib inútil..."
Madame Rosmerta pasó junto a su mesa taconeando vigorosamente, y Bellatrix le dirijió una mirada llena de odio.
"Mírala... Se creerá guapa y todo... Tiene un culo más propio de un hipogrifo y una nariz que parece un buitre..."
-Hola Bellatrix.
Una voz aguda pero masculina le silbó fríamente en el oído, interrumpiendo sus trascendentales pensamientos.
Se giró y vió a lord Voldemort.
Llevaba un gorrro de andino verde y azul, una bufanda negra tan larga que arrastraba por el suelo, una capa negra de viaje sobre una túnica de mago, también negra, y unos guantes fucsias. Tan majestusoso como se lo había imaginado... si se obviaba el gorro y los guantes...
-Buenos días, mi Señor- susurró Bellatrix haciendo una levísima inclinación de cabeza. Y esforzándose por contener la risa, añadió:- Veo que venís de incógnito...-
Lord Voldemort asintió guiñándole un ojo, y se sentó enfrente de ella.
Los magos del cumpleaños empezaron a gritar, y los dos magos tenebrosos comprobaron que el motivo era la tarta que acababa de llevar a su mesa una sonriente Madame Rosmerta.
Voldemort levantó levemente una mano, sonriendo de forma algo espantosa (sonrisa que él trataba de hacer parecer encantadora) y Madame Rosmerta se acercó a su mesa.
-¿Qué desea tomar?- preguntó, sin reparar en la monstruosidad de sonrisa.
-Un whisky de fuego, por favor- pidió Voldemort con un tono amable algo forzado. Bellatrix, que estaba bebiendo un trago en ese momento, no pudo reprimir la risa pero al menos pudo disimularla mientras escupía disimuladamente lo que tenía en la boca dentro del vaso. Qué edad más mala.
Afortunadamente, Voldemort no se dió cuenta.
-Bueno, Bellatrix...- empezó a decir el mago cuando Madame Rosmerta se alejó.
-Podéis llamarme Bella- sugirió Bellatrix con una sonrisa.
-De acuerdo, Bella...- Voldemort parecía un poco molesto por la interrupción- Pensaba que elegirías un sitio menos lleno de gente para que habláramos... Pero bueno...-.
-Si queréis podemos ir al salón de té de Madame Pudipié. Allí nos dejarían más intimidad...- volvió a sugerir Bellatrix alegremente, de nuevo con una sonrisa.
Por la cara de impasibilidad que puso Voldemort, Bellatrix intuyó que las interrupciones lo molestaban un poco. Y aunque no sabía mucho de Legeremancia, leyó en la mirada del mago algo así como : "Podía habérsete ocurrido antes".
-De acuerdo. Pero éso a otra vez lo decides antes de quedar, querida...- gruñó Voldemort, y volvió a levantar la mano para atraer a Madame Rosmerta.
Bellatrix bebió el último trago de whisky de fuego sintiendo algo de vergüenza.
Voldemort pagó la cuenta y luego se bebió de golpe todo el whisky de fuego, lo que le produjo un ligero lagrimeo de ojos y que le saliera algo de humo por la nariz. Se levantó, y Bellatrix lo siguió hasta el exterior del local de Madame Rosmerta, donde colgaba el cartel de madera que rezaba: "Las Tres Escobas".

Afuera, pequeños copos de nieve caían lentamente sobre el suelo nevado.
Voldemort y Bellatrix se mezclaron con los numerosos magos y brujas que paseaban por la callecita. Increíblemente, la gente iba por la calle tan feliz, ajena al curioso y extraño aspecto de Lord Voldemort y a la siniestra apariencia de Bellatrix, con su largo pelo negro, su cara de suprema arrogancia y su túnica sospechosamente negra y carente de adordos sospechosos.
Llegaron al salón de té de Madame Pudipié que, aunque ya era bastante hortera de por sí el resto del año, ahora que era precisamente el día de san Valentín lo tenían todo adornado con velitas rosas, corazones flotantes y querubines michelinosos que apuntaban a todos lados con sus flechas, y de vez en cuando arrojaban confeti rosa sobre alguna pareja.
Lord Voldemort entró en el local dando zancadas con sus largas piernas, seguido por Bellatrix. Mientras ella cerraba la puerta, Voldemort se detuvo y Bellatrix pensó con algo de apuro que a su amo aquel lugar le parecía demasiado hortera y, por tanto, no válido para hablar con ella de negros asuntos.
Pero el mago, pasados unos segundos, echó a andar hacia la mesa vacía más alejada de la barra. Bellatrix lo siguió, sorteando múltiples mesas ocupadas por acarameladas parejas, y se sentó enfrente de Voldemort en la mesa solitaria. Éste tuvo que sacarse los guantes fucsias para no morir de asfixia, ya que daba la impresión de que en aquél lugar no había una chimenea sino un horno crematorio.
Bellatrix se despojó de su manto negro de abrigo y lo colgó en el respaldo de su silla, y al ir a sentarse se clavó la flecha de un angelote en un ojo.
Se sentó maldiciendo mentalmente al angelote y frotándose el lugar dañado con disimulo, deseando que Voldemort no hubiera visto la patética escena.
Voldemort no daba señales de haberlo visto, pero se dedicaba a abanicarse la cara con una mano con cara de pocos amigos.
-Mi Señor, creo que aquí podéis descubriros. Me parece que llamaréis menos la atención sin esa bufanda y ese gorro...- sugirió Bellatrix, viendo la triste situación de su amo.
Voldemort la miró arqueando las cejas (o éso hubiera ocurrido de haberlas tenido), echó un leve vistazo a los lados y finalmente se quitó la bufanda. Pero el gorro de andino azul y verde se quedó donde estaba.
En ese instante llegó la camarera, una mujer gorda y morena con un mandil rosa ribeteado de puntillas blancas.
-¿Qué tomarán. queridos míos?- preguntó con una gran sonrisa.
-Un whisky de fuego y...- Voldemort se interrumpió y miró a Bellatrix expectante.
-...y otro whisky de fuego. -gruñó Bellatrix mirando con arrogancia a Madame Pudipié. Si el aspecto de Madame Rosmerta le desagradaba, el de esta mujer sencillamente le repugnaba.
-Muy bien- dijo la camarera. Y tras echar una desagradable mirada de reojo a Lord Voldemort, se alejó.
Bellatrix deseó que Voldemort no hubiera notado la mirada de la buena mujer, ya que por la cara que éste seguía poniendo, se deducía que el lugar no era de su agrado. Y a Bellatrix le seguía avergonzando un poco haber tenido la idea de ir allí.