Cuentos del Sol
Odín.
Andaba con inverosímil calma a través de los pasillos de aquella colonial residencial, no era como que se preocupara demasiado ya que ella misma era un ser de luz, un rayo de sol cálido que Él mismo había creada para sus amados hijos. Los mismos humanos, destellantes en robada sabiduría, le reconocían miles de años antes como una especie de divinidad protectora, aunque su verdadera divinidad era tan solo la manera en que había sido creada.
Los destellantes Militantes siempre notaban su presencia, interrumpían incluso sus importantes conversaciones para mirarle pasar; sí, era un destello de Él andando, tal como lo eran ellos, tal como lo eran todas Sus creaciones. Por ese motivo no comprendía su curiosa admiración. Fuera de eso, había algo que le inquietaba bastante desde hacía casi un mes.
-Hola, Bastet. -Saludó la pelirroja Sharon al verle entrar en la habitación.
Aquel cuarto estaba demasiado iluminado por el enorme ventanal que abarcaba casi una pared completa, cubierto con livianas cortinas casi transparentes de un color claro; había dos camas individuales de blancas sábanas, un armario de clara madera y una puerta sencilla entreabierta, dejando ver un baño simple. Trabajar con Sharon, la naciente Wicca de luz, le parecía sumamente extraño, pero no era porque iniciara de nueva cuenta con una persona nueva (en realidad era bastante cotidiano), sino porque sentía que no ensamblaba con ella, al grado de que ni siquiera eran capaces de entenderse tal como con… Selina…
-Tengo el presentimiento de que pronto podremos comunicarnos. -La pelirroja Sharon se había sentado sobre el claro alfombrado del suelo, frente a la gata negra. -Estoy segura de que estoy más cerca, puedo percibirlo.
Karla, la hermana de Sharon, parecía ser mucho más perceptiva que ella al asunto, pero no parecía molestarse en contestar la lluvia de preguntas que su gemela se hacía. No la comprendía, pero tampoco era quien para exigirle que la apoyara… no podía escucharla, para empezar. Sin embargo, siempre estaba allí, mirando con una sonrisa burlesca las meditaciones de su hermana, así como su vago intento por comunicarse con los espíritus que rodeaban el lugar.
No lo entendía, pero quería entenderlo. Quería saber por qué con Selina era tan simple y directo desde el inicio, y con Sharon batallaba tanto… ¿tendría algo que ver su luz y la oscuridad?
-.-.-.-.-.-
-Ven, ven. Es hora de comer.
La hermosísima Carol, atareada en su trabajo diario para la revista donde laboraba, no pudo evitar levantar la mirada de su computador portátil para observar a su mejor amiga arrodillada en el suelo, sosteniendo un pequeño plato cromado en la mano izquierda; al inicio, la idea le había causado cierto desagrado, pero al final le había tomado estima al bicho. Tras unos segundos de silencio, una flecha pelirroja pasó a toda velocidad entre sus pies, bajo el estrecho escritorio transparente, haciendo gala de su habilidad y rapidez instintiva que lo hacía ver bastante grácil; pronto, aquellos pasos cesaron hasta convertirlos en pequeños saltitos juguetones.
-Pulgoso. -Dijo la escritora, para dibujar una tenue sonrisa.
Selina acarició el lomo peludo del gato mientras éste comía con naturalidad, quizá de una manera algo nostálgica; ese gato, Odín, le recordaba el momento en el que ella había comenzado a ser parte de ellas, de las Wiccas… un sentimiento doloroso se albergó en su pecho, ahogándola al grado de hacerla suspirar de forma audible, en un esfuerzo por no romper en angustioso llanto nuevamente.
-¿Te está tratando mal? -Fue la pregunta de Carol, tras volver a su trabajo.
-¿Qué? No, nada de eso. -Se sintió sumamente avergonzada, acabando por retirarse la liga que sujetaba su negro cabello mientras mantenía la oscura mirada en el gato, ocultando el leve sofoco que le causó. -Solamente recordaba cuando Odín me encontró.
-Fue en el pueblo, ¿no?
Sonrió con levedad. Se recordaba como una niña de doce años, vestida en blanco, dentro de un círculo de protección. Recordó cómo, entre cánticos vivos de aquellas mujeres que la habían educado, aparecía entre la maleza aquel fino gato negro con brillantes ojos verdes… Bastet, la divinidad que se aparecía una vez cada cierta cantidad de años a las Wiccas oscuras. Remembró cuando entró al círculo de protección, cambiando su apariencia a la del gatito atigrado naranja que tenía en frente, cuyos ojos ámbar la miraban fijamente tras acabar de comer, como si supiera que pensaba en él.
-Sí, tenía doce años.
-No creí que el gato fuera tan grande… de edad, es decir. Se ve bastante bien.
El gato Odín maulló una sola vez. Seguido, se fue andando con rapidez hacia la cama de su dueña, mullida y llena de cojines de diversos colores, donde se hizo un ovillo y se tomó su tiempo para comenzar a dormir con el descaro propio de su especie. Lina se quedó en el mismo lugar un momento más, recordando ese instante, cuando había sido inocentemente feliz al inicio, y tan devastada al final de todo. Hubo un denso silencio entonces, uno donde, por un instante, pensó que no podría evitar sollozar tras caerle tan abruptamente sus memorias, sintiendo al mismo tiempo culpa por anhelar aquella oscuridad que…
-Puedo verla. Tu nostalgia.
Se asustó bastante al escuchar aquella voz masculina, haciéndola levantar la mirada de forma abrupta mientras su cabeza le hacía ver que ese silencio no era algo mental en ella, sino completamente físico; Carol estaba sentada en su escritorio, su cabeza había caído al frente y sus ojos estaban cerrados como si abruptamente se hubiera quedado profundamente dormida. A su lado se encontraba de pie el Sabio Maestro, como una especie de espanto, mirándose sumamente humano: llevaba el cabello ondulado pulcramente peinado, haciéndolo ver un tanto más oscuro de lo que realmente era, camisa verde oscuro de manga larga, pantalón de vestir gris opaco. Sus ojos ya no destellaban en ese intenso azul claro distintivo de los Sabios, ahora eran de un vistoso verde.
-Maestro. -Retrocedió un paso, intimidada. Ya no tenía la capacidad para percibir su cercanía siquiera.
-Hola, Selina. -Saludó el eterno joven con un tono de voz bastante suave, mientras pasaba los dedos por el rojo cabello ondulado de la periodista. -Te ves mucho mejor que antes, eso me gusta bastante.
La enfermera miró de reojo por la ventana tras ella, entre el pesado cortinaje gris. Aun estaba el sol del atardecer destellando entre los edificios.
-Sigues siendo humano. -Dijo, un poco tensa.
-Algo así, hay una explicación para lo que ocurre, pero primero… estoy aquí como lo prometí. -Dejó de contemplar un momento a Carol, para luego mirar a la morena. -Pero te ves sorprendida de verme.
-Bueno, has entrado de improvisto.
-Ya nada protege este lugar.
-No es excusa para que entres en cualquier…
Ya no estaba parado en frente de ella, como si se hubiese desvanecido en el aire, alterándola en una fracción de segundo; antes de poder siquiera girar la cabeza para buscarle, pudo percibir una respiración templada sobre su hombro derecho, sorprendiéndola considerablemente. Quiso reclamarle entonces, tratando de usar aquella autoridad que tenía como Wicca, pero fue incapaz de moverse. Era como si estuviese atrapada bajo un hechizo. ¿Cómo?
-Aprendí bastante de lo ventajosa que es mi posición en estos momentos, no cuento con la mayoría de mis anteriores habilidades, pero puedo darte ese regalo que tanto te había prometido.
"¿Pretendes hacerme daño?"
-Todo lo contrario, Selina. -Sus templados dedos pálidos apartaron el largo cabello negro de la chica, descubriendo la parte derecha de su cuello. -Aprendí a regresarte lo perdido, aunque… tiene un precio. No es tan alto como puedes llegar a creer, pero para mí resulta relevante. ¿Qué dices?
"No me has dicho el precio."
-Unas gotas de tu sangre.
-.-.-.-.-.-
Bastet interrumpió su sueño en ese momento, echada sobre el alfombrado suelo de la habitación, llamando la atención de las estudiosas gemelas; la gata se incorporó, comenzando a andar hacia el ventanal, por el cual se notaba el atardecer entre las cortinas claras, tomando asiento mientras fijaba sus ojos verdes hacia el mismo ocaso. Tenía una extraña sensación dentro de ella, una especie de ansiedad que creía gradual y lentamente.
-¿Pasa algo? -Cuestionó entonces Sharon con suavidad, levantando la mirada del voluminoso libro que leía.
Karla, sentada en su cama, tan solo se había limitado a fruncir el ceño, visiblemente incómoda.
-.-.-.-.-.-
Selina tuvo un intenso escalofrío al escucharlo. Algo en su interior detonó como un atisbo de esperanza, sorprendiéndola considerablemente… ¿su cuerpo y mente estaban aceptándolo sin más? De pronto, los oscuros ojos de la enfermera bajaron para mirar que su gato pelirrojo, Odín, se encontraba misteriosamente sentado frente a ella. Su mirada dorada estaba en ella, fija, como si también estuviese esperando su respuesta.
"Eso… ¿no me convertiría en tu esclava de sangre?"
-Es lo relevante. Serías la segunda persona a la que le obsequiaría una parte de mí. -Acercó los labios a su oído para así susurrarle con voz grave. -Es una unión muy íntima, intensa, podrías percibir mi cercanía, así como yo la tuya, tus emociones, tus pensamientos, todo lo que me permitieras. Pero de esta manera también volverás a escuchar los espíritus que te rodean, podrías tener de nueva cuenta tu capacidad para percibir… estoy completamente dispuesto a hacerlo, por ti.
"Sí."
La respuesta escapó a su mente, incontrolada, intensa, extrañamente impulsiva. Fue ese el momento en el que recibió una mordida, algo opuesto a la elegancia que siempre le mostraba, haciéndola soltar un agudo gemido; el dolor causado por aquella acción, que pareció atravesarla hasta el corazón, duró tan solo una fracción de segundo, para luego dejarla en un extraño letargo que nubló su mirada. Sintió que la alzaban en brazos y la depositaban en su cama con delicadeza, pero para ella era como estar sumergida en un hermoso sueño del que no quería despertar.
-En un momento todo comenzará a ser más nítido. -Escuchó la voz grave de Maestro. -Ese velo que se formó cuando perdiste tu oscuridad se desvanecerá. Probarás el fruto prohibido de la sabiduría, y te darás cuenta de nueva cuenta de tu nítida realidad.
No era capaz de formular un pensamiento coherente, pero fue notorio un sabor extraño dentro de su boca, cálido, metálico. Sangre. Gotas habían caído sobre su lengua, corriendo lentamente hacia su garganta, notando cómo entraban en su cuerpo… sacudiéndola, alzándola, haciendo que sus sentidos se agudizaran de forma intensa como si saliera de una especie de traje hermético. El mundo fue mucho más nítido, colorido.
Y la vio.
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Bastet se puso frenética, comenzando a maullar con desesperación, intentando escapar por el enorme ventanal cerrado; Sharon intentó tomar a la gata, nerviosa de pronto al verla como una bestia descontrolada, recibiendo en respuesta unos profundos aruñazos en la mano que pronto comenzaron a sangrar de forma copiosa. En ese instante, Karla se levantó de la cama donde estaba sentada para abrir el ventanal con impetuosidad, dejando así que el animal escapara hacia el jardín central de la casa común, ante la indignada mirada de su hermana.
-¿Qué estas haciendo? -Cuestionó la herida, intentando detener el sangrado con su blusa clara.
-Las Wiccas tenemos muchas puertas para abrir a elección. -Habló, consciente de que había pasado demasiado tiempo sin pronunciar palabra alguna, sin mirar a su gemela. -Pero algo que no podemos hacer es cambiar los senderos de la vida misma. No podemos obligar a nadie, ni siquiera Él quiere cambiar el libre albedrío, lo único que hacemos es convencer, manipular. -Sonrió de medio labio, quizá algo siniestra. -Éste no es tu destino, Sharon. -Miró entonces a su hermana, a la sangre que corría desde su mano hasta el suelo, incontrolada. -Todo está regresando a su lugar, y ustedes volverán a ser prisioneras de su especie.
Sharon intentó incorporarse, pero se sintió demasiado débil sin motivo; había un extraño silencio, uno que la llenó de inexplicable temor… y su hermana lo sabía.
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-Bastet. -Pronunció Lina, cuando todo fue nítido.
-¿Qué cosa? -Cuestionó Maestro, también sentado en ésta, con un pañuelo de color claro sobre su dedo índice.
La enfermera tomó asiento sobre la cama, mirando de pronto a todos lados, intranquila. Su gato pelirrojo estaba echado en el suelo, al lado de la cama, como si fuera ajeno a todo lo que había ocurrido momentos antes; tratando de acomodar sus pensamientos, pudo percibir entre el silencio susurros sutiles alrededor de ella, ilegibles, pero constantes. Demasiado impresionada, se apresuró a tomar la mano de Maestro, aquella que llevaba el pañuelo levemente manchado de sangre, temblorosa… y fue perceptible para ella una excitación muy humana, así como una sobrenatural celeridad, una mezcla extraña como si fuese dos entidades distintas en un mismo cuerpo. La abandonó entonces al aire, haciéndola dibujar una leve sonrisa involuntaria.
-Nunca te di permiso. -Dijo él, aunque no se notaba molesto.
-Lo siento. -Contestó de forma inmediata. -Yo… estaba…
-Sí.
-No soy un… Sabio, ¿cierto?
-Para eso tendrías que morir primero. No, solamente te regresé un poco de la oscuridad que perdiste.
-¿Un poco solamente?
-Te hubiera matado realmente si lo hacía de una vez. -La tomó del mentón, alzándole sutilmente el rostro. -Habrá unas tantas sesiones más antes de que puedas regresar a tu antigua oscuridad. Mientras tanto, puedes degustar como vuelve a ti lentamente lo que es natural, y aprendes la verdadera importancia que tiene para los Sabios este tipo de lazo.
El sonido genérico de su teléfono celular sonando. Lina lo sacó del bolsillo de su pantalón, notando en la pantalla el nombre de Logan… antes de que pudiese pensar en contestar o hacer alguna otra acción, su cuerpo se congeló nuevamente, volviendo su mirada hacia el Sabio delante de ella. Los ojos de Maestro habían cambiado a ese intenso azul distintivo.
-Nuestro querido cazador solamente será un problema para nosotros, ya que sigue su propio sendero de lo que él considera como el bien, y tu oscuridad no está dentro de ese concepto.
-No comprendo. -Pudo hablar con claridad en esta ocasión.
-A Logan no le conviene tu oscuridad, ya que no puede usar con libertad a Rafael sin hacerte daño ahora que se encuentra tan latente en él.
-Pero él me conoció cuando…
-¿Recuerdas lo que me contaste que sucedió la primera vez que Rafael apareció ante ti? Casi te mata, ¿no es así? Lo defiendes aun con todo lo que él te ha hecho en el tiempo que le conoces, pero tú y yo sabemos que estás simplemente seducida por su cualidad Militante, ya no eres capaz de negarte, ni de separarte de él cuando está presente.
El teléfono dejó de sonar. Las palabras de Maestro parecían una especie de receloso reclamo, aunque el tono de voz que había utilizado para hablarle era más bien conciliador y suave; tenía que admitir que tenía razón, ahora que era "normal" era incapaz de quitar los ojos de Logan, cada vez que estaba en su presencia se quedaba extasiada al grado de obedecer al pie de la letra sus indicaciones, como si su usual reniego quedara guardado en su interior, su carácter mismo parecía estar diezmado… ¿era su oscuridad la que la hacía ser imparcial con Logan? ¿Rafael era consciente de ello? ¿Había escapado alguna vez de su ebriedad tras aquella noche en el antro? Hubo temor dentro de ella, la sensación de ya no ser capaz de controlar sus emociones y sus pensamientos, como si fuese prisionera de una hermosa ilusión.
-Puede ser. -Acabó admitiendo, notándose su pesar en el quebrado tono de voz.
-Lamento que duela, Selina. -Le soltó el rostro en una leve caricia. -Pero era necesario para que regresaras a lo que realmente eres. Ahora, no podrás hablar con Logan de esto.
Se quedó tensa al escuchar aquella orden. Para su cabeza fue un hecho que no debía hablar con él sobre lo sucedido, de las repercusiones graves que podían ocurrir, de lo destrozado que podía quedar físicamente Maestro ahora que era, al menos, parcialmente humano; sin embargo, en ella había una voz tenue, susurrante entre toda aquella idea tan dominante, que le gritaba que no era más que un hechizo, aquel sello de sangre nacido por haber probado su sangre, y un poco de la anhelada oscuridad. Podía vivir con ello, con tal de que…
-No tiene por qué saber de mi presencia. -Continuó hablando Maestro. -Tampoco lo que estamos haciendo, ni el hecho de que ahora me perteneces.
-No te pertenezco. -Contestó ella de forma automática, clara, nítida.
Selina se extrañó por aquella respuesta que ella misma había dado, mientras él comenzaba a reír. Fue extraño, ya que jamás había escuchado que lo hiciera antes.
-Estás aquí, de nuevo. Eso me agrada.
-Tengo miedo. -Acabó confesando en un leve susurro.
-¿De qué? ¿De mí? ¿Temes de mí?
-Sé que haces esto por conveniencia. -Su voz se tornó más grave, un tanto más dominante. -Para tener una Wicca oscura bajo tu orden.
-¿Eso es lo que susurran tus espíritus?
-No. Es una conclusión a la que yo sola he llegado.
El gato pelirrojo subió de un salto a la cama, asustándola al grado de hacerla dar un pequeño grito; el bicho se limitó a marcar a ambos pegándoles su cuerpo, llenando de paso de pelitos la camisa del Sabio, para luego acomodarse en el mismo colchón observándolos fijamente. Maestro no pareció molestarle tal acción.
-¿Quieres saber la razón real? -Extendió su mano hacia ella. -Adelante, percíbelo por ti misma, ya que estoy seguro de que no lo creerías si te lo digo directamente.
Dudó unos momentos, de pronto recordando lo que había percibido momentos antes cuando lo tocó sin permiso; tomó su mano cuidadosamente, aquella que él le había extendido, notando su temperatura templada y la sensación aterciopelada de su pie. Percibió entonces su celeridad, pero también esa ansiedad distintiva que permanecía intacta desde la primera vez que él se lo dijo. Tan genuina, intensa… ¿por qué sentía eso por ella? ¿Era la forma en que demostraba amor un Sabio? Amor. Se sintió mareada, turbia, y una extraña repulsión por todo lo que estaba pasando.
-Necesito estar sola. -Exigió con firmeza.
-Lo que tú desees.
Sintió el roce de sus dedos por sobre su mejilla, entre su largo cabello negro, al momento de retirarse de su habitación, apenas incomodando al gato. Su teléfono volvió a sonar.
-.-.-.-.-.-
Bastet había corrido durante un largo rato a través de la ciudad, movida más que nada de manera instintiva, esquivando pies humanos, vehículos, animales que intentaban darle caza; llegó al inicio del bosque, donde convirtió su carrera en pasos calmos que, de momento, no pudo explicar. Fue entonces que, entre la oscuridad de la noche, comprendió con quién había huido,
"Bastet. Helios. Estás muy lejos de los tuyos."
Entre la maleza alta pudo distinguir la figura de un lobo platinado, acechándola, los brillantes ojos grises puestos en ella, dispuesto a atacarla en cualquier descuido o error. Cansada, tomó asiento sobre el frío suelo de tierra, comenzando a lamer su pata izquierda como si se tratara de un felino común.
"Déjate de dramas, Selene."
"No es un drama." La prominente loba apareció delante de ella, siendo mucho más nítida a pesar de la luna menguante. "¿Qué haces tan lejos de tus bien amados humanos? Tan lejos de tu enlace."
"De hecho, tengo un problema con mi enlace, algo que jamás había sucedido. Sospecho que fue a causa de aquella artimaña de Rafael. ¿Tu enlace ha vuelto a la normalidad?"
"Duró muda durante cuatro días, después volvió a la normalidad, para pesar del Militante."
"Sharon debía ser mi enlace tras la falta de Selina, pero esta tarde pasó algo extraño. Ella me ha llamado de nuevo tal como la primera vez, pero es imposible, fue un susurro… ¿por qué, si soy un ente de luz, Sharon como Wicca de luz no es estable ni puede escucharme? ¿Por qué Selina me llama a pesar de ya no tener su oscuridad?"
"Equidad, me temo."
"¿Qué quieres decir?"
"El exceso siempre es malo, incluso el exceso de bien en el ámbito físico es perjudicial. Nosotros como seres de luz permanecemos en la oscuridad para evitar que crezca, los Militantes viven como humanos para aprender a guiarlos tal como Él lo hizo. Recuerda el guiarte por tu instinto, las respuestas llegarán a ti en la…"
-¿Luna? ¿Luna? ¡Luna! ¡No estás siendo muy amable!
Aquella poderosa voz interrumpió su conversación. La loba pareció resoplar por la interrupción, pero la gata ni siquiera se inmutó con la cercanía de aquella fémina con apariencia humana.
"Te topaste con él, ¿cierto?"
"Si. He ardido en rabia, sigue siento el mismo cínico y orgulloso de siempre, como si lo que hiciera fuera una gracia…"
"Como entidad física, te escuchas ansiosa."
"No intentes compararme con un humano, con todo su cúmulo de emociones dispersas…"
-¿En serio? ¿Un gato? ¿Me dejaste atrás por un gato? Te imaginaba un poco más racional.
Ambos animales contemplaron con extraña solemnidad a la hermosa morena que había aparecido entre la maleza, ligeramente agitada por la carrera, los rizos oscuros cubriendo parcialmente su rostro, para luego mirarse con atención nuevamente.
"Jamás dije eso. Pero creo que ambas necesitamos meditar con mayor atención." El gato había entrecerrado los ojos verdes. "Algo está realmente mal, puedo sentirlo."
"Ve con ella. Encontrarás tu respuesta con la Wicca, estoy segura."
La gata se incorporó en ese momento, para luego comenzar a correr entre la maleza. Teresa debió verse sumamente confusa con lo que había presenciado, pero no era así. Había aprendido a entender que siempre había un motivo para el todo.
-¿Estabas hablando con un gato?
"Ella es una entidad parecida a lo que soy. Una entidad guardiana."
Los ojos grises de Teresa se dirigieron hacia el sonido del animal que se alejaba.
-.-.-.-.-.-
-¿Fuiste a trabajar?
-No. Estaba distraída al teléfono. -Su mano temblaba. De fondo, alcanzó a escuchar a Carol entrar en el baño, como si nada hubiese ocurrido. -¿Cómo está todo en la ciudad Norte?
-Aburrido. Mañana en la mañana ya estaré de vuelta en la ciudad. ¿Qué tal tu servicio? ¿Podemos festejar cuando termine?
-Te encerraré en mi departamento todo el día. -Se escuchó que exhalaba. -¿Estás bien? Te escuchas cansada.
Abrió los labios. Las palabras, la idea en sí había escapado de su boca… ¿así se sentía estar bajo un hechizo?
-Creo que voy a enfermar. -Contestó finalmente, aunque aun sentía ese extraño nudo en la garganta. -Comienza a hacer frío.
-¿Estás segura?
-No, tendría que ir a consulta.
-Si es el caso, entonces descansa y mañana iré por ti para llevarte al médico.
-No tienes por qué hacerlo.
-Quiero, y lo haré. Deseo verte.
-También… también quiero verte.
-En ese caso te veo mañana. Duerme bien, Lina.
-Te veo mañana.
El gato la miraba fijamente entre la penumbra de su habitación, inocente, como cualquier mascota; ella atinó a acariciar su cabeza, obteniendo su ronroneo usual. Había susurros en su cabeza, los espíritus a los que ya no escuchaba desde hacía un tiempo; no podía comprenderlos, pero le causaban bastante gusto tan solo el percibirlos, eran como caricias a su alma. Fue entonces cuando se percató de que los enormes ojos amarillos del gato estaban siguiendo algo alrededor de la habitación, algo que ella no podía ver pero si escuchar. Odín era capaz de ver aquellos espíritus que le susurraban. ¿Qué quería decir todo eso?
-Puedes verlos, ¿cierto? -Susurró con voz ronca.
Odín maulló, como si contestara a su pregunta, para luego acurrucarse en su regazo.
