Disclaimer: Dragon Ball no me pertenece. La serie y sus personajes son propiedad de Akira Toriyama.
—¿Cómo lo haces? —preguntó para hacer conversación y así lograr que no se fuera de su lado y tal vez pasar la noche con ella.
—¿Hacer qué? —habló un poco desorientado. Había estado a punto de dormirse de no ser por las típicas preguntas de Bulma después del sexo. Gracias a eso podría levantarse e irse a su habitación.
—Eso, sentir la energía de los demás, por más pequeña que sea. —Se apoyó en su pecho desnudo y cubrió con cobijas, protegiéndolo del frio—. Trato de sorprenderte todo el tiempo. Cuando estás entrenando, o en la ducha, incluso cuando estas durmiendo y siempre sabes que estoy ahí.
—Estás viva y emites energía, esa energía la siento venir y moverse.
—¿Y puedes sentir cualquiera, aunque se trate de algo insignificante? —Ahora las caricias pasaron a su cabello.
—Así es. —Podría haberle dicho que en efecto su energía era más que insignificante, pero no quería peleas ni gritos. Ya era demasiado tarde y necesitaba dormir algo para continuar su entrenamiento mañana temprano.
—¿Y si estoy escondida?
—¿Para qué te vas a esconder?
—Es sólo una pregunta.
—Si te escondes también podría sentirla.
—¿Y si estoy muy lejos?
—Aun así podría.
—¿Cómo logras detectarla entre tanta gente?
—Ya son demasiadas preguntas. —Quiso levantarse, pero ella se cargó en él.
—Curiosidad de científica, vamos, respóndeme. Me lo debes por haber trabajado todo el día en la cámara de gravedad.
—¿Cuál era la pregunta? —Volvió a acomodar la cabeza en la almohada y ella siguió las caricias en su cabello.
—Cómo logras detectar mi presencia entre tanta gente y estando tan lejos.
—Fácil, simplemente estás ahí. Me concentro en ti y te puedo encontrar. —Además estaba familiarizado con su ki. Sin esforzase podía dar con ella.
—¿En cualquier parte?¿Hasta el fin del mundo? —preguntó en un tono que Vegeta no entendió.
—Sí, hasta el fin del mundo.
—¿Estás seguro? ¿Podrías llegar a mí en cualquier lugar? —Lo abrazó sonriendo y cerrando los ojos.
—Claro que sí, estoy bastante consciente de mis habilidades. —Y ya que todo el asunto se estaba volviendo incomodo, la hizo a un lado para levantarse de la cama.
—No te vayas, quédate conmigo.
No respondió. No entendía bien que había sucedido, como casi siempre pasaba cuando estaban juntos, así que simplemente obedecía a su cuerpo y este le indicaba que ya era hora de abandonar la habitación.
Bulma se arropó y cerró los ojos. Pensando que había sido lindo fantasear con Vegeta en una escena romántica por un par de segundos. Ella sabía muy bien lo que tenían, no era tonta, pero siempre fue una mujer soñadora y eso no podían quitárselo.
(…)
Aspiró por última vez el cigarro antes de tirarlo al suelo. No lo apagó con el zapato porque al momento de dejarlo caer, ya se había olvidado éste. Ya era tarde, hacía mucho frío y ante ella tenía las luces de una ciudad totalmente desconocida.
Estaba tan mal que se le había olvidado qué hora era en su capital para llamar y preguntar por Trunks. Lo único que la tenía tranquila, era que sus padres estaban cuidando de él, pero debía llamar pronto o se preocuparían por tantas horas sin comunicación y no podía seguir sólo con mensajes de texto.
Sacó otro cigarro, tardando un poco en encenderlo. Las manos le temblaban por el frío y la impotencia y estaba demasiado cansada para entrar a su cuarto de hotel a buscar un abrigo o para hacer algo al respecto su estado de ánimo. Por eso había escapado. Aprovechó este pretexto de trabajo y se marchó lejos para tomar un poco de aire. Debía hacerlo lejos y fuera para volver compuesta y fuerte como siempre lo había sido, pero a veces hasta la persona más dura tenía sus momentos difíciles y ella no quería que la vieran.
De día estaba bien. Las reuniones y exposiciones la mantenían con la cabeza ocupada, pero de noche cuando estaba sola era cuando todo lo malo afloraba.
Ya había pasado un año y medio desde el Torneo de Cell y desde que su amigo Goku había fallecido y era imposible para ella continuar así con Vegeta. Al principió sintió pena por él, podía entenderlo, después de todo para nadie había sido fácil lo ocurrido y mucho menos para él. Por eso lo acompañó y cuidó, pensando románticamente (estúpidamente) que se daría cuenta de todo y cambiaria. Por arte de magia abriría los ojos y se daría cuenta lo mucho que perdía si no hacía algo por ella y su hijo.
Pero el tiempo pasó y nada sucedió. Su carácter empeoró, su lejanía creció e incluso en más de una ocasión abandonó el planeta sin avisar, regresando en meses, como si sólo se hubiese ausentado por un par de horas. Eso no era vida para nadie, en especial para Trunks. Ella no quería que su hijo creciera en un hogar así. Vegeta debía quedarse para siempre o desaparecer y jamás volver.
Y de eso fue lo último que hablaron, la última vez que se vieron e hirieron. Él insistiendo que era ella la que estaba mal y ella tratando de hacerlo entrar en razón. Simplemente una pelea donde ambos hablaban a la vez y no escuchaban al otro.
—¡Entonces si no estás dispuesto a poner de tu parte, márchate y no vuelvas más! ¡No soy un juguete que puedes usar y tirar a tu antojo! ¡Eso ya se acabó!
—¡Hace tiempo debería haberme ido de este inmundo planeta!
—¡Entonces hazlo! ¡Deja de amenazar y hazlo de una buena vez! ¡Acá ya no hay nada más para ti!
—Nunca hubo algo mío acá. Ni pedí nada. —Tomó su armadura y sin ponérsela salió de su habitación hacía el primer piso. Por supuesto que ella lo siguió, no lo dejaría así después de eso último.
—¡Lo tuviste todo, Vegeta! Y por ciego lo estás desperdiciando, pero no voy a rogarte porque no te lo mereces—. Corrió para poder ponerse delante de él y mirarlo a la cara—. Esta ya no es tu casa y no eres bienvenido acá. Me voy a ir de viaje de negocios y cuando regrese no quiero que estés aquí. —Quería más que nada llorar, pero no lo hizo. No lo haría delante de él, mucho menos si él insistía en actuar como si todo lo que pasó entre ellos fue una invención de ella.
Deseaba que se fuera, pero una parte de ella esperaba que continuara discutiendo y que de alguna forma loca y mágica, terminaran teniendo sexo o al menos olvidando lo ocurrido y continuar sus vidas, su rutina de locos, pero al menos juntos.
Pero no abrió la boca. Simplemente la miró a los ojos, como molesto o con desprecio. Bulma no supo entender esa mirada, pero no era nada bueno y al cabo de un par de segundos la hizo a un lado para poder pasar por la puerta y salir de la casa.
Pasaron menos de diez minutos, los cuales Bulma usó para sentarse en un sillón y fumar. Nerviosa y enojada, esperando que ya no volviera más y también que entrara por esa puerta a pelear y arreglar todo, pero tenía que entender que los cuentos de hadas no existían y debía dejar morir esa parte romántica que aún quedaba en ella. Por muy príncipe que fuese Vegeta, no volvería por ella a rescatarla de nada, no haría nada por ella. Nunca lo hizo y nunca lo haría.
El romanticismo debía morir y por primera vez en la vida él haría algo por ella. Acabaría con éste de la forma más cruel posible.
Bulma no podía creer lo que oía. No habían pasado ni diez minutos y la nave de Vegeta ya abandonaba la Tierra. Esta vez el príncipe azul no tuvo interés en dar la pelea por ella y su hijo y si hace años no le importó cuando casi murieron, menos se interesaría ahora que ya no había nada en este planeta que valiera la pena para él.
De eso ya había pasado tres semanas y aún le dolía. Y no sabía cuando disminuiría, pero debía seguir y no dejarse morir. Pronto volvería a casa y tenía que continuar su vida con su hijo y sus padres. Por mucho que llorara y sufriera él no aparecería y aunque así fuese, no cambiaría.
Continuó en el balcón de su habitación, mirando la noche nocturna de una ciudad que usualmente vivía de noche, pero que el frío había logrado paralizar. Encendió otro cigarro, ordenándose mentalmente que sería el ultimo antes de irse a dormir, de lo contario terminaría con un horrible resfriado y eso sería terrible estando tan lejos de casa.
Un escalofrío recorrió su espalda a oír un par de pasos justo detrás de ella. Estaba segura que la puerta de entrada estaba cerrada, no había otra puerta de acceso y estaba en el piso cuarenta. La única forma de llegar hasta ese balcón y ponerse detrás de ella sin ser oído, era volando.
—¿Qué haces aquí, Vegeta? —No lo podía creer. Ella que pensaba que ya se encontraba a años luz de distancia.
—Apestas a cigarro.
Se volteó para mirarlo. Ahí estaba él, de pie frente a ella, con su armadura puesta y cruzado de brazos, como esperando que ella hablara. Como si ella fuera la que tuviera que dar explicaciones.
—Hago lo que quiero. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? —preguntó sorprendida. Ni siquiera ella podía pronunciar el nombre de la ciudad donde se encontraba y él estaba ahí.
"Hasta el fin del mundo" se cruzó por su cabeza, despertando ese poquito de ilusión, cayendo sin que fuese necesario que él abriera la boca, pero de lo contario ¿qué hacía él en el balcón de su habitación?
—Fue fácil rastrearte —mintió—. Te dije que podía encontrarte en cualquier parte del mundo… aunque te escondieras.
Eso le hizo latir el corazón con fuerza, pero se mantuvo fuerte. —No estoy escondiéndome, estoy trabajando.
—Parecía que te escondías.
—No podría esconderme de ti porque primero sería necesario que estuvieras en la Tierra y me necesitases, pero no se da ninguna de las dos situaciones. —Tiró el cigarro al suelo y apagó, caminando hacia el interior de su cuarto donde estaba cálido y sin embargo ella continuaba tiritando.
Vegeta entró detrás de ella sin decir nada, confundiéndola más.
—¿Qué haces? ¿Vienes a buscarme?
—¿No es obvio?
—No, no lo es. Estoy trabajando y además tú y yo no tenemos nada más que hablar. ¿Recuerdas que nos abandonaste?
—Es evidente que estoy aquí, ¿no? —respondió poniendo los ojos en blanco. Detestaba que hiciese un lio por todo, detestaba todo de ella y aun así había regresado.
—No voy a caer en esto de nuevo. No es justo para Trunks ni para mí. Si nos acostamos ahora estaremos bien un par de días y te irás después de obtener lo que quieres y te aburras.
—¿Tienes que hacer un escándalo por todo? Estoy acá ¿Qué más quieres? —Levantó un poco la voz.
Lo quedó mirando en silencio. En verdad jamás imaginó que haría algo así y de cierto modo le daba un poco de esperanzas, pero una vez más todo lo malo afloraba y la hacía poner los pies en la tierra.
—Lo quiero todo Vegeta, es todo o nada. Necesito que me digas que haces aquí.
Retrocedió cuando la vio acercarse. ¿Por qué tenía que pedirle tanto? Ni siquiera él sabía bien que quería, mucho menos le diría a ella. Él era un guerrero saiyajin, no uno de esos tontos humanos, suficiente debería tener con que esté ahí.
Al no haber respuesta, Bulma tomó su abrigo dirigiéndose a la puerta.
—No quiero encontrarte en mi cuarto cuando regrese.
Salió sin esperar alguna respuesta, aunque conociéndolo ya se debía haber marchado al no tener lo que quería.
Jamás pensó que iría por ella al otro lado del mundo. Eso le había dado un nuevo respiro al agónico romanticismo, pero esta vez Bulma se encargaría de rematarlo. Ya estaba crecida para seguir creyendo en cuentos de hadas.
Ya era hora de crecer.
Horas después, cuando regresara a su cuarto, no encontraría rastro alguno de Vegeta.
Continuará…
