Recuerdos y el presente
Jerry ha pasado tantas penas de amor desde que llegó a Inglaterra, que algunas es mejor deslizarlas bajo la alfombra.
Pero más allá de eso, ha vivido tanto junto a Komui, alegrías, bailes y llantos, desgracias, que se ha reconciliado con el país y sus habitantes, finalmente.
Aprendió con los años a moverse a gusto por el Cuartel, con inclinaciones de cabeza y murmullos de afecto para todo el que se cruzara. Hace a penas cinco años atrás vivía en Singapur, ganándose la vida haciendo tortillas para fornidos que trabajaban en construcciones y estudiantes con pasantías en un hospital de allí. Komui el más callado y bien parecido de ellos, metido en el último grupo. En ese entonces fumaba mientras lo veía cocinar, con los ojos brillantes tras un par de gafas negras.
Bebía a destajo y ebrio, le contaba de su pequeña hermanita perdida, raptada por los monstruos de una Organización secreta del Vaticano en la edad de seis años. Le mostraba, siempre de la misma forma pues la mañana le borraba sus recuerdos de la borrachera, una vieja fotografía amarillenta de él cargando a una pequeña, hecho adolescente y a penas.
Jerry lloraba cada vez que relatara y golpeara con su espátula a los otros chicos que, hartos de sus melancólicos balbuceos buscaban silenciarlo con abucheos.
Al final, poco antes del amanecer, le hacía lugar en su cama, en primera porque no sabía dónde vivía y en segunda porque Komui tenía que ir a dar clases a las nueve de la mañana. Hacia las ocho lo despertaba con cosquillas en el estómago.
-Hora de ir a ganarse el pan de cada día, hermoso dormilón.-Le decía juguetonamente, frunciendo los labios, como besando el aire.
-No...el trabajo es malo para el colesterol, ¿no lo sabías?-Preguntaba llevándose las gruesas sábanas cubiertas de flores rosadas a la cabeza.-Mi corazón es tan débil...-sin embargo, una década más tarde hubiera alcanzado los cuarenta con vigor si su hermana no hubiese sufrido tales injurias. Jerry hubiera querido quejarse de eso pero supuso que Komui no soportaría otra bofetada.
-¿Estás seguro de que no estaría mejor en otra parte?-Intentó insinuarle una vez, tras colocarle un hermoso nuevo camisón a la mujercita adormecida, mientras que su novio le acariciaba el cabello, como hipnotizado. No lo escuchó. Y no volvió a decirlo porque poco después fue el funeral.
