Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephanie Meyer. La historia le pertenece a AngstGoddess003. Y está siendo traducida por varias personas en el Blog de A.P.

¡Hola! No me aguante y lo traje hoy, aunque pensé que lo haría más adelante. Este fic es hermoso y lo adoro, y es mi favorito de verdad, es tan linda y dramática, y maravillosa. Edward es precioso y Bella… pues, los adoro a ambos. Dado que la autora liberó el fic para ser distribuido y traducido a gusto, aprovecho en traerlo para el disfrute de todos.

Esta traducción no es hecha por completa por mí, son varias personas, y las mencionaré en cada capítulo para darle el reconocimiento a quien lo merece. Mi trabajo ha sido revisar el fic por completo y traducir algunos capítulos ya cuando esté más adelantado.

Espero les guste y les enamoré tanto como lo hizo en mi caso.

Capítulo 1: Zombis de Jengibre.

Traducido por: Ioreth y Lucía.


*Bella*

Odio esta habitación con la profunda fuerza arraigada de un millón de infiernos. No quiero ser melodramática, de verdad. Pero es un hecho. A la luz del día, podría ser casi soportable. Pero ahora, cerca de la medianoche, era todo lo contrario. Oscura, desolada, sofocante, y llena de rincones y esquinas ocultas. Podía sentir el miedo familiar y el pánico escalando hasta mi pecho con solo abrir la puerta. Ni siquiera podía obtener un poco de consuelo con la luna llena esta noche, bloqueada por las nubes tan comunes aquí y por la asombrosamente grande mansión de los Cullen frente a mi ventana. Tía Esme y Alice trabajaron mucho para decorar la habitación para mí. Casi sentí incrementarse la culpa cuando entré solo lo suficiente para dejar el bolso del instituto en el suelo junto a la puerta. Después salí corriendo alejándome hasta la cocina.

Aquí es donde yo he estado pasando las noches desde que me mudé a Forks, Washington una semana atrás. La cocina era cálida y abierta. Siempre luminosa y llena de buenos recuerdos. Nada terrible me ha sucedido alguna vez en una cocina. He estado haciendo las comidas desde que llegué. Esme estaba un poco molesta al principio, al entregarle sus obligaciones culinarias a una chica de diecisiete años, pero finalmente cedió, viendo lo mucho que disfrutaba haciéndolas. Era una rareza verme disfrutar de algo en estos días.

Así que he hecho una cuidadosa rutina de pasar mis noches aquí: horneando, cocinando y haciendo los deberes del instituto… cualquier cosa antes que dormir en esa habitación miserable y oscura. Todo el mundo en Phoenix lo llamaba insomnio. He tenido las charlas con los médicos y profesionales, todos altamente cualificados y entrenados para hacer de mi «bienestar» su «máxima prioridad». He tomado pastillas para dormir, y toda clase de medicamentos destinados a mantenerme adormecida las obligatorias ocho horas por noche. Por supuesto, ellos nunca lo entenderían. No es tanto que no puedo dormir, sino que no lo haré. Duermo en intervalos de diez minutos durante el día, aunque incluso entonces trato de no caer en un sueño profundo. Es difícil de hacer, me paso el día aletargada, como envuelta en brumas, pero es mejor que tener los sueños. Sueños llenos de golpes y arañazos, gritos y escondites, moretones y lágrimas, y monstruos escondidos en mi armario esperando el momento oportuno. Y esos eran los más placenteros. Los de mi madre, Reneé, eran los peores y por mucho. Su frío, inerte cuerpo colgando del sofá en un charco de sangre. Y sus ojos...

Descarté esos pensamientos y me concentré en la redacción de inglés mientras esperaba que se hornearan las galletas. Era una nueva receta. He estado horneando galletas distintas cada noche durante la última semana. Lo he adoptado como mi nuevo hábito. Cuando vivía en la casa de acogida en Phoenix podía cocinar un montón de cosas durante la noche y los chicos siempre se lo comían mucho antes que se estropearan. Pero el apetito de Esme y Alice no podía competir con mi nivel particular de aburrimiento durante la noche. Así que me conformé con las galletas. Siempre disfrutaban mis creativas recetas y nombres.

Afortunadamente, no han cuestionado mi extraño comportamiento nocturno. Estaban tan contentas de que por fin me rindiera y me mudara con ellas, que obviaron todas las preguntas que no tenía absolutamente ningún deseo de responder. Esme me rogó que viniera hace un año, cuando Reneé murió, pero me negué. Quería evitarles mi mal humor y comportamiento solitario, odiaba ser una carga para ellas. Sin embargo, aquí estoy, pensé con amargura.

Les permití pensar que había una especie de victoria en mi decisión de venir a vivir aquí en vez del hogar de acogida de Phoenix. Pero la verdad era que ya no podía quedarme allí. Había demasiada gente. Muchos hombres cerca de mí en un espacio muy pequeño. Estaba en un estado casi constante de pánico, y era agotador, lo que no era precisamente beneficioso para alguien que estaba tratando de mantenerse despierto. No me gustaban los chicos, y despreciaba a los hombres. Me aterraban después de Phil. Es irracional, lo sé. No todos tratarán de atacarme. Incluso si quisiera darles una oportunidad, mi mente y mi cuerpo sufrían una reacción automática que simplemente no podía detener. Mi psicólogo anterior mencionó algo sobre mecanismos de defensa y ataques de ansiedad o algo así. No me importaba como se llamaran, lo odiaba. Nunca ser capaz de acercarme a otra persona del sexo opuesto sin hiperventilar y temblar de miedo, incluso queriendo hacerlo, era un gran inconveniente en un hogar compartido. De repente, la perspectiva de vivir con dos mujeres era demasiado atractiva. Tal vez sí tuvieron algún tipo de victoria después de todo.

Pero Forks era mejor. Pequeño y pintoresco. Yo no diría que era feliz aquí, porque nunca sería feliz, sin importar el lugar o la compañía que tuviera. Había visto demasiado. Pero era un poco más cerca de la felicidad que Phoenix, así que no podía arrepentirme de mi decisión.

DING.

Salté de la silla, dejando caer mi lápiz, sorprendida por el sonido fuerte del temporizador que anunciaba que las galletas estaban listas.

Contrólate, Bella, cielos.

Esperé a que se enfriaran antes de decorarlas, las había hecho con forma de muñeco.1

Una vez que los muñecos tuvieron sus trajes completos, saqué tres bolsas con cremallera y utilicé mi rotulador para escribir el nombre de las galletas en la etiqueta con forma de rectángulo blanco. Zombis de Jengibre. Me pareció muy apropiado al hecho que yo estuve, de hecho, en estado zombi la mayor parte del día, igual que lo estaría mañana, igual que lo he estado durante meses.

Cinco horas, cuatro tazas de café, y dos redacciones de Inglés más tarde, había hecho el desayuno y ya estaba vestida para la escuela. Llevaba mi sudadera con capucha negra habitual y unos vaqueros, el cabello castaño largo y suelto. Esme ya había salido hacia el trabajo, con Zombis de Jengibre en la mano, mandándome una sonrisa irónica por mis más recientes creaciones. Alice bajó a desayunar perfectamente despierta, como de costumbre, envuelta en una nube brillante y resplandeciente. Irradiaba frescura y actitud positiva. Me daban ganas de vomitar.

Su actitud habitual era chispeante y emocionada. Mi prima Alice era un poco más bajita que yo, con el cabello negro, corto y de punta. Nos llevábamos un mes de diferencia y nuestras madres eran hermanas. Sin embargo, genes aparte, éramos polos opuestos. Ella era muy popular en el instituto y podría hacer amistad con cualquiera. Yo, naturalmente, evitaba a todo el mundo. Ella se mantenía al día sobre las últimas tendencias de la moda. Yo me vestía con cualquier cosa que no llamase la atención. Ella era vivaz y elegante. Yo era introvertida y torpe.

¿Se ve donde quiero llegar con esto?

—¡Buenos días! Mmm, huevos con tocineta… ¿Esas son tortitas? ¡¿Con arándanos?! —Se deslizó en uno de los taburetes. Sus pequeñas piernas se balanceaban de adelante hacia atrás como una bebé de diecisiete años—. Por Dios Bella, voy a engordar un montón mientras estés aquí. ¿Hay sirope? Tal vez debería pasar del sirope...

Entorné los ojos y seguí comiendo los huevos revueltos. Quería a Alice como una hermana, pero no había manera humana de cruzar palabra con ella por la mañana. Cuando levantó la vista de su plato se detuvo a media frase. Luego se le puso esa mirada que reconocí al instante como la «Cara preocupada de Alice ».

Aquí vamos...

—¡Por Dios Santo, Bella! ¡Estás horrible! ¿No has dormido en toda la noche?

Me estremecí. Estoy horrible... Cielos, gracias Alice, no hay nada mejor que eso para elevar la autoestima. Simplemente me encogí de hombros, como siempre hacía cuando me soltaba esa pregunta, y seguí comiendo.

Con un profundo suspiro y un movimiento de desaprobación de su pequeña cabeza, dejó correr el asunto.

Alice era así a menudo cuando se trataba de mí, preocupada pero prudente. Siempre intentaba que me abriera a ella. Quería entender. Sabía que ella lo seguía intentando porque le importaba, pero yo me mantenía callada sobre mis problemas. No podía explicárselo bien, y solo acabaría dejándola aún más preocupada si lo intentara.


*Edward*

¿Dónde coño dejé el mechero? Me di la vuelta en el centro de mi dormitorio por tercera vez, pasándome los dedos por el cabello completamente frustrado. Me acababa de despertar después de unos enormes veinte minutos de sueño (de un particularmente jodido sueño) y realmente necesitaba un puto cigarrillo.

Era muy de mi estilo tener un paquete entero y nada con que encenderlo. En serio tengo que limpiar este antro de mierda y organizarme. ¡Piensa, Edward! ¡Joder! La última vez que lo tuve... ¡Oh, claro! Abrí la puerta de mi balcón y de inmediato lo vi encima de la barandilla. Allí estás. Sonreí.

Encendí el cigarrillo y le di una calada reverentemente. Ahh, mucho mejor. Nunca fumo dentro de mi habitación. Porque esa mierda se pega y apesta. Carlisle estaba teniendo un momento de premonición cuando me dio la habitación con el balcón. Daddy C2. sabe cómo tratar a sus huérfanos. Me adoptó hace cuatro años, sacándome del maravilloso sistema social americano. Carlisle Cullen era un hombre genuinamente bueno y ciudadano respetable de la Gran Comunidad de Forks. No solemos chocar mucho, pero claro, el buen doctor estaba lo suficientemente poco en casa como para que las cosas fueran distintas. Por mí bien. Él me mantiene vestido y alimentado y rara vez hace preguntas.

Supongo que para la mayoría de chicos de diecisiete años de edad, sería la situación ideal para vivir. Probablemente estaba lo más cerca de la felicidad de lo que estaré alguna vez. Emmett vive con nosotros también. Otra de las adquisiciones de Carlisle. Emmett es un año mayor que yo y estuvo aquí primero. Le encantaba restregármelo por la cara. Como si me importara. Él es el jodido chico de oro de Forks, y un adulador acojonante. Cuando los adultos no estaban alrededor, también era grosero como el infierno. No nos llevamos bien. Para nada. Después de un año de constante lucha y quejas de Carlisle, llegamos a un acuerdo tácito para permanecer fuera del camino del otro. Se habrá ido en un año de todos modos.

Miré por el balcón de nuestra ridícula y enorme casa hacia el patio trasero dándole otra calada al cigarrillo. Jodida noche. Odiaba estas horas del día. Al igual que un mal libro de la literatura rusa, era putamente largo y aburrido. Tenía mis hobbies, y desde luego, podría pasar nueve horas dibujando y escuchando música. Pero si tuviera que ser honesto conmigo mismo (y nunca lo soy), solo había una cosa que quería hacer en este mundo más que cualquier otra.

Dormir.

La última vez que tuve una buena noche de sueño completa fue hace muchos años, ya no me acuerdo ni de cómo era. Carlisle estaba preocupado al principio, probablemente todavía lo esté, pero no hay nada que pueda hacer. Era así todas y cada una de las noches. Sin poder dormir apenas, sin siquiera hacer el intento. Eran los sueños... siempre los malditos sueños. Literalmente ya no valía la pena tratar de dormir.

Tiré el cigarrillo sobre el borde del balcón, a la vez que las gotas de lluvia comenzaban a caer al típico estilo Forks. Una vez dentro de mi amplia, aunque desordenada habitación, me dejé caer sobre mi cama y continué un dibujo que había empezado esta tarde. Me mantuvo despierto casi tan bien como el supuestamente secreto alijo de anfetaminas que Daddy C guardaba en su vitrina bajo llave, que se encontraba en grave peligro de agotamiento total, debería añadir. Siempre he limitado mis drogas a los estimulantes por razones obvias. A veces me emborrachaba con mi amigo Jasper, pero no a menudo.

Jasper Hale y yo éramos amigos desde el primer día de instituto cuando le dije al señor Johnson (nuestro horrible profesor de Historia) que se fuera a la mierda.

Jazz amó esa mierda. Él es el único amigo que he tenido, o he necesitado en Forks. Tenemos una relación más bien silenciosa, ya que siempre podíamos leernos el uno al otro a través de miradas o lenguaje corporal. No es ninguna mierda gay ni nada por el estilo, es solo cómo somos. Pero a pesar de que Jazz siempre me cubre, y siempre está allí para escuchar a mis jodidos problemas, no puedo evitar sentirme un poco solo. Él trata de entenderme, pero ¿cómo podría hacerlo? Cuando me preguntó por qué siempre estaba cansado, le dije la verdad. Prefería caminar como un puto zombi que repetir la experiencia de los sueños que me perseguían.

Por supuesto, él pensó que estaba loco.

Así que nunca me lo preguntó de nuevo.

Terminé mi dibujo y puse mi firma y la fecha en la esquina inferior derecha, cerrando el libro con un suspiro. ¿Qué hacer ahora?

Moví los dedos sobre el cuero de la cubierta del libro. Trabajo escolar.

Suprimí un gruñido.

Me habían expulsado de la escuela durante la semana pasada debido a una infracción disciplinaria menor. Suspendido cinco días por fumar en el campus. Vaya, qué pena, cinco días de libertad, aburrido sería mejor decir. Siempre sacaba buenas notas en la escuela. Especialmente aquí, donde probablemente podría dar la mayoría de las clases incluso medio dormido. Quiero decir, yo tenía nueve horas libres cada noche para estudiar.

Pensando en eso, me puse con trigonometría. La falta de sueño causa que cada cosa que intentas hacer sea más difícil. La mayoría de las personas no se daban cuenta de lo importante que es para su salud, tanto mental como físicamente. Nadie sabe mejor eso que yo. Antes del incidente de hace ocho años, nunca me di cuenta de lo mucho que daba un buen descanso por sentado. Mi madre siempre me tarareaba para dormir por la noche. Por supuesto eso fue antes de que me odiara, antes de que me echara y me dejara en manos de trabajadores sociales mal pagados o instituciones mal gestionadas.

Ni siquiera podía mirarme a la cara después de lo que pasó, ni siquiera podía soportar estar en la misma habitación que yo. Ni siquiera me dijo un jodido adiós. Me gustaría poder decir que la culpaba por eso, pero realmente no podía.

Le arrebaté a la persona que quería más que a nada.

Más que a mí, obviamente.

Incluso ahora, ocho años más tarde, podía ver las llamas claramente en mi mente. Podía sentir el calor y el olor del humo. Y si dormía bastante profundo, podía ver perfectamente como mi padre ardía en el suelo, gritando y pidiendo una ayuda que jamás llegaría. Comencé a sacudir la cabeza, rechazando llevar esos pensamientos más allá.

Cuando empezó a salir el sol, cerré los libros de texto y me preparé para mi re-aparición en el Gran Instituto de Forks.

Nunca solía poner mucha atención en lo que llevaba puesto, por lo general una camiseta y vaqueros, mi favorita chaqueta de cuero negra y botas desgastadas. La única razón real para ir a la escuela cada día era pasar el rato con Jazz y tener algo en que ocupar el tiempo. Bueno, eso y el hecho de que si mi nota bajaba de B, Daddy C me quitaba mi Volvo. Considerándolo todo, el buen doctor sabía cómo sobornar de manera eficaz.

Una vez que conseguí esquivar todo contacto con Emmett, me dirigí hacia mi auto pasándole un dedo por encima a la puerta del conductor. Oh tan hermoso. Noté que Brandon, mi vecina de al lado, ya se había ido a la escuela, porque su Porsche amarillo no estaba aparcado. Por supuesto que ya se ha ido, ella siempre llegaba puntual. Me metí en mi Volvo y fui a casa de Jasper a recogerlo.

Estaba esperando en la acera de su modesta casa de clase media y saltó antes que tuviera la oportunidad de llegar al camino de entrada.

—Joder, ya era hora, tío. Rose ha estado acosándome toda la mañana sobre la fiesta que das en tu casa esta noche —dijo mientras se ponía el cinturón de seguridad.

—¿La fiesta que doy esta noche? —Resoplé—. Nunca quise la maldita cosa en primer lugar. Le habría montado una buena a Emmett si no hubiera amenazado con decirle a Carlisle lo de mi expulsión. —Puse la cabeza sobre el respaldo del asiento y comencé el camino hacia la escuela—. ¿Vienes? —Le pregunté, mirándole. Resopló

—Síp, claro. Iré a una fiesta con un montón de putos borrachos del último año con el coeficiente intelectual combinado más bajo que el dinero de mi cuenta corriente.

Me reí.

—Vaya Jazz, estás insultando a tu futura esposa, ya sabes. Brandon no va a caer en tus brazos al insultar su inteligencia.

—¿Alice va a estar allí? —Preguntó, sonando curiosamente decepcionado.

Asentí y le enarqué una ceja.

—¡Bueno, diablos! Ya le dije a mi mamá que me quedaría en casa esta semana y la ayudaría con su planificación de clases.

Jasper había estado secretamente enamorado de mi vecina desde que lo conozco. Estaba empezando a preguntarme si alguna vez tendría las pelotas suficientes para hablar con ella. ¿Cuán difícil puede ser? Cada vez que lo veo mirándola en la cafetería o en los pasillos, tengo que físicamente resistir la tentación de llamarla y acabar con el tema de una vez. Hey Brandon, este es mi amigo Jasper. ¿Podrías hacerme un favor y cogértelo sin descanso hasta que dejé de suspirar por ti como un perrito faldero? Reprimí una carcajada por ese pensamiento.

Cuando llegamos a la escuela, aparqué junto al Porsche de Brandon. Era lo menos que podía hacer por el pobre bastardo. Ella todavía estaba en su auto, moviendo los brazos, hablando animadamente con alguien en el asiento del pasajero.

—¡Oh mierda! —Jasper saltó en su asiento y se giró hacia mí con una sonrisa—. Te perdiste toda la histeria por la chica nueva, ¿no?

—¿Chica nueva? —Pregunté en un tono aburrido y cerré los ojos. La gente de aquí siempre se volvía loca con la carne fresca. No podría darme más igual.

Jasper puso los ojos en blanco ante mi evidente indiferencia.

—Que no tío, esto te va a encantar. La chica nueva es la prima loca de Alice. Vino a vivir con ella hace una semana.

Fruncí el ceño. Tenía una nueva vecina y ni siquiera me había enterado. No. Tenía una nueva vecina loca y ni siquiera me había enterado. De repente, estaba interesado. No es exactamente un consuelo vivir tan cerca de alguien que está loco. Le hice un gesto con mi mano para que continuara y abrí los ojos para mirarlo. Satisfecho por mi reacción, Jasper continuó.

—El miércoles, Newton trató enseñarle su "encanto" en Biología, y joder, ella enloqueció totalmente. Tuvo algún tipo de extraña crisis emocional aleatoria o alguna mierda parecida. Empezó a llorar y a temblar y luego salió corriendo de clase. Fue el evento del día. Supongo que Mike finalmente recibió una reacción normal a su habitual "técnica de agarrar el culo", pero cuando Crowley trató de ayudarla a levantarse ayer después que ella tropezara, hizo lo mismo —terminó con un encogimiento de hombros.

En ese momento, Brandon y su pasajera salieron del coche, y caminaron hacia el edificio. No pude ver la cara de la pasajera, estaba escondida detrás de un montón de cabello largo castaño que se asomaba por debajo de su capucha negra. Supuse que sería la Prima Loca, o la Chica Nueva. Parecía arrastrar los pies mientras caminaba hacia la escuela.

Iba a preguntarle más a Jazz sobre la obvia inestabilidad mental de la Chica Nueva, pero su atención estaba totalmente puesta en el culo de Brandon mientras andaba. Suspiré y me bajé del coche para ir a clase.


*Bella*

Alice simplemente no podía dejar de hablar de la fiesta de esta noche. Estábamos en su ostentoso y chillón Porsche amarillo, esperando que sonara el timbre para ir a clase.

—¡Va a ser muy divertido, Bella! ¡Las fiestas de Emmett son acontecimientos históricos! Tienes que venir, ¡todo el mundo va a estar allí! —Me gritaba.

Esa era exactamente la razón por la que no quería ir. La idea de estar en una casa llena a rebosar de hombres borrachos me hacía estremecer.

—Alice —, susurre en voz baja—: Por favor no me hagas ir a esa cosa. Me incómoda mucho toda la idea. —No quería decirle la verdadera razón por la que no deseaba ir, porque sospecharía, y los rumores en la escuela ya estaban llamando su atención hacia mi comportamiento.

Se quedó en silencio, estaba segura de que por fin había ganado la discusión, pero cuando me miró, supe que había perdido. Me estaba haciendo el clásico «puchero Alice». Nadie podría negarle nada a Alice cuando hacía pucheros. Y honestamente, quería demostrarle que podía intentar ser normal una o dos horas, esperando que tal vez así olvidara sus preocupaciones sobre mí por un rato.

—¡Ah! ¡Vale! ¡Iré contigo y hablaré con Rose unos minutos, y luego me vuelvo a casa! —Le dije, molesta. Ella gritó y empezó a saltar en el asiento.

—¡Ya verás, Bella, te divertirás! —Puse los ojos en blanco y abrí la puerta del auto a la vez que sonaba el timbre. Mientras cruzaba el aparcamiento podía sentir los ojos de todos en mi cabeza. Capucha arriba, cabeza abajo. Me sentía más cansada por cada segundo. Las horas de día siempre amplificaban mi somnolencia.

Oí risitas y susurros al pasar al lado de la gente. No entendí lo que decían porque estaba totalmente concentrada en no escuchar nada. Estaba concentrada en regresar al estado adormecido en el que solía pasar el día en la escuela. Tuve tres episodios hasta ahora con los chicos del instituto que me habían tocado, y asumí que probablemente ya era el hazmerreír de toda la escuela.

Como si leyera mi mente, Alice se apoyó en mi oído.

—Te prometo que no permitiré que nadie te moleste —murmuró y me dio una palmada en mi brazo.

No le contesté nada de vuelta. Solo seguí caminando con la cabeza agachada y arrastrando los pies contra la ola de agotamiento que se apoderaba de mí.

Cuando llegó la hora del almuerzo, me di cuenta que estaba siendo evitada como la plaga por todo el cuerpo estudiantil. Ese hecho me hizo sentir tan aliviada, que casi sonreí. Casi. Hacía todo mucho más fácil si me evitaban. Todavía estaban todos los susurros y risas mal disimuladas, pero eso era algo que definitivamente podía manejar.

Nunca he comido la comida de la escuela, así que saqué mi bolsa de Zombis de Jengibres y me senté en el extremo de la mesa, junto a Alice y frente a Rosalie, la mejor amiga de Alice y la novia de Emmett. Emmett y Rose estaban en el último año, pero ellos y Alice eran casi inseparables. Me habían contado que los tres eran los más populares en la escuela, y podía fácilmente entender por qué. Rose, con su belleza, Alice, con su entusiasmo desenfrenado, y por supuesto, Emmett, el gran mariscal de campo que todo el mundo se moría por impresionar.

Emmett y yo no hemos hablado mucho, sobre todo porque me asusta muchísimo, pero Rose y yo empezábamos a ser algo parecido a amigas.

Dije hola rápidamente, y busqué en mi bolso el libro que acababa de sacar de la biblioteca. Ya no tenía mi antigua colección, así que siempre tenía que conformarme. A pesar que los libros eran por lo general bastante malos, mantenían mi atención centrada en ellos y fuera de la habitación llena de gente.

Sabían que no tenían que tratar de incluirme en su conversación (que parecía centrarse en torno a la fiesta de esta noche), así que mientras comía mis galletas empecé a leer con la cabeza gacha. Era lo que hacía cada día: tratar de ser invisible.

El sonido de la campana me devolvió a la cafetería, así que rápidamente guardé mi libro y me dirigí a Biología. Me gustaba esta clase porque tenía la mesa de laboratorio toda para mí, a veces podía incluso disfrutar de unos minutos de sueño. El señor Banner nunca decía nada porque sabía que ya había tomado este curso en Phoenix.

Mantuve la cabeza gacha todo el camino hasta la clase, caminando un poco más lento de lo habitual. Mi agotamiento era abrumador, haciendo que se me cayeran los párpados y mis pasos fallaran a pesar de mis esfuerzos por mantenerme coherente. Lo único que me mantenía despierta en ese momento era la fría lluvia que me empapaba la capucha y el cabello. ¡Despierta! ¡Despierta! ¡Despierta! Me regañé mentalmente, frotándome los ojos con el puño con furia en un intento de retrasar lo inevitable.

Una vez que estuve en mi asiento en el calor de la clase de Biología, ya sabía que necesitaba por lo menos diez o veinte minutos de descanso. Sabía que estaba forzando la situación cuando me quedé despierta en Inglés, pero tenía que entregar mis redacciones. Era mejor dormir aquí, en la escuela, donde había timbres sonando constantemente a intervalos regulares de tiempo; sabía que nunca podría llegar a coger un sueño lo demasiado profundo como para soñar. Crucé los brazos sobre la mesa de laboratorio y puse la frente sobre ellos. Escuchando los pasos a mí alrededor de la gente que se dirigía a sus asientos, y mirando hacia la oscuridad creada por el velo de mis brazos y el cabello, lentamente dejé que mis ojos se cerraran, dándole la bienvenida a la maravillosa liberación de la inconsciencia.


*Edward*

La prima loca recién llegada se había quedado dormida en mi mesa de laboratorio cuando llegué a Biología. Entonces, ahora estaba sentado aquí clavándole puñales con la vista a su capucha empapada, con furia mal disimulada. Debe ser agradable… pensé con amargada, mientras empezaba mi (no, nuestra) sesión de laboratorio. Debería despertarla como el pendejo que definitivamente soy. Debería bajarle la capucha de la cabeza y empezar a sacudirla para que se espabilara. Debería haberle dicho al señor Banner que no me daba igual cuando me preguntó. Pero no lo hice. Parecía casi un sacrilegio alterar algo tan pacífico e inalcanzable para mí como dormir.

Así que me tragué mi disgusto y envidia, hice el puto trabajo, y esperaba que ella disfrutara de su sobresaliente. Cuando terminé, me arrepentí inmediatamente de haber ido tan rápido. No tenía nada para mantener mi atención lejos del hecho de que apenas podía mantener los ojos abiertos. Empecé a hacer lo que siempre hacía en estas situaciones, dejar caer la cabeza y los ojos, y luego crují mis dedos. Lo hice cinco veces antes de pasarme una mano por la cara y lanzarle una mirada asesina a la figura que dormía a mi izquierda. Jodida zorra. Podía oír su respiración profunda en el silencio de la clase, y estaba roncando tan suavemente que estuve seguro de que era el único que la podía escuchar.

Era un sonido tranquilo, profundo, y repetitivo, como una canción de cuna. Me hacía sentir aún más cansado de lo que ya estaba. Quedaba media hora de clase. Sacudiendo la cabeza con furia, decidí que no podía soportar más la tentación. Levanté mi mano y me aclaré la garganta para llamar la atención del señor Banner, ni levantó la cabeza de su escritorio.

—¿Sí, señor Cullen? —Preguntó con un tono conocedor. Frecuentemente pedía salir más temprano de clases en momentos como este. El señor Banner era uno de los más fáciles cuando se trataba de estos privilegios.

—Discúlpeme señor Banner, pero ¿podría por favor, salir más temprano hoy? —Pregunté lo más correctamente que pude en mi estado, esperando que no notara lo confusas que sonaban mis palabras. Cuando llegó una mirada desafiante desde su cara, añadí—: Después de todo, llevo trabajando por dos esta tarde —dije señalando con la cabeza en dirección a la prima zorra y loca recién llegada que estaba dormida y sonreí.

El señor Banner dejó escapar un profundo suspiro y asintió. Permitía mi comportamiento grosero, por razones desconocidas para mí, para no poder tener problemas en la facultad. Con una sonrisa triunfal, recogí mis cosas. Justo cuando estaba a punto de levantarme de mi asiento, oí un gemido tranquilo desde el asiento de al lado. Miré y noté que estaba estremeciéndose ligeramente en su sueño. Me quedé mirándola temblar por un momento, y consideré despertarla de lo que era más que probable una pesadilla, pero decidí no hacerlo. Eso es lo que obtienes. Sonreí para mí.

Con ese último pensamiento me levanté de mi asiento y salí rápidamente de la habitación, cerrando la puerta tras de mí. No le presté atención a los gritos estrangulados que salieron del edificio de ciencias detrás de mí mientras me dirigía a mi Volvo.

=:=

—Estaré en casa el domingo por la noche. Confío en que no se mataran en mi ausencia —dijo Carlisle distraído, girando alrededor de la habitación por segunda vez, dándose palmaditas en los bolsillos, tratando de localizar sus llaves. A veces juraría que compartimos ADN.

—¿Oh, vamos Carlisle, mi hermanito del alma y yo? —Emmett lanzó sus brazos grandes y sudorosos alrededor de mis hombros mientras yo hacía una mueca.

—Santo Cristo, Em. Jodidamente apestas, ve a ducharte antes de que tenga que pedirle a Carlisle que te dé una conferencia sobre los beneficios del puto desodorante. —Escapé mientras apartaba su brazo lejos de mí con disgusto. Siempre olía mal cuando llegaba a casa de entrenar, y no podía esperar para alejarme de su hedor. Sin embargo, Carlisle estaba a punto de irse a un congreso médico en la costa este, así que tenía que exhibirme como el buen hijo que no era.

Carlisle sacudió la cabeza con desaprobación y dejó escapar un suspiro de exasperación.

—Por favor, Edward. No utilices ese tipo de lenguaje —me riñó mientras continuaba su búsqueda. Sonreí.

—Claro, Daddy C.

Él odiaba cuando lo llamaba así. Justo mientras las palabras salían de mi boca, encontró sus llaves en el sofá y se volvió con una sonrisa victoriosa. Una vez que tuvo su maleta en la mano y pasó junto a nosotros hacia a la puerta, se detuvo a mitad de zancada y se volvió a Emmett, arrugando la nariz hacia él. Me animó un poco que él también notara su hedor.

Por favor dale la charla del desodorante. Le rogué con los ojos cuando Carlisle se cruzó con mi mirada. Pero en lugar de eso frunció el ceño y se encaró conmigo.

—Edward, ¿cuándo fue la última vez que dormiste? —Preguntó con preocupación. Tuve que reprimir un gemido.

—Anoche dormí, es solo que he tenido un día muy largo. —No era técnicamente una mentira. Se mostró escéptico por un momento, pero finalmente asintió.

—Entonces acuéstate temprano hoy, pareces agotado —dijo y fue hacia la puerta, pero se detuvo y añadió—: Emmett, desodorante. Es todo lo que voy a decirte. —Me reí mientras él salía de la casa, luego subí a mi habitación a prepararme para la larga noche que tenía por delante.


1 Muñeco de Jengibre como en la película Shrek.

2 Daddy C, en español Papi C. Pero es que se oye tan feo en español dicho por un hombre que lo dejaremos en inglés. Edward llama a Carlisle así, porque en EEUU ese sobrenombre se lo dan las chicas a los viejos verdes que les pagan todo. Por ahí va este sobrenombre, lo llama Daddy porque le da todo, no es un nombre muy respetuoso, así que él es su chulo particular.


Muchas gracias por leer y a Lucía e Ioreth por traducir este capítulo. Espero les haya gustado y les interesé la idea. Subiré dos capítulos por semana. Martes y Viernes.

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