.

.

.

"Agridulce San Valentín"

.

.

.

I.

Operación conquista.

.

.

.

(Minako)

.

.

.

Dicen que nadie tiene una vida perfecta. Yo sí. No la he tenido desde siempre claro está, pero la tengo. Así como lo sé, no hay nada que no podría desear, aparte de lo que ya tengo. Pertenezco a una familia de clase media─alta, con un departamento que da al puerto al sur de Japón. Curso el segundo año de preparatoria, en un año me iré a estudiar a Estados Unidos, y seré doblemente feliz.

Ese lunes inicia la semana como siempre. Me bajo del coche recibiendo toda la clase de cumplidos por parte de la comunidad masculina del Instituto, y yo los recibo a todos con una sonrisa. Incluso, a algunos que están senatados en las jardineras del fondo, les mando uno que otro beso. Los demás se encelan. Todos quieren mis besos.

Yo me encogí de hombros, haciéndome la inocente, me eché la melena dorada hacia atrás, y escucho algunos suspiros y gruñidos de chicas. No me importa que me envidien. Si yo fuera ellas, también me envidiaría.

Me encontré con mis amigas en la cafetería, y todas, al notar mi presencia dejan de hablar al instante. En total somos cinco: Rei, Serena, Amy y Lita. Ese es su orden. No es por nada el orden que les doy. Es el orden de la lealtad. Lita es la última, y luego sabrán por qué.

—¡Por fin llegas, Mina! —me saluda Serena con su sonrisa habitual. Es dulce y despistada, y yo la adoro.

—Creíste que se nos había olvidado el acuerdo, pero no es así —me recordó Rei. Tiene el pelo negro brillante, y unos ojos que te invitan a salir corriendo de miedo. Rodé los ojos con impaciencia, y le di una descarada mordida al emparedado de Serena, que me miró con reproche.

—Claro que no, no lo he olvidado. —le aseguré con presunción —Elige al que quieras. Pero ya sabes, si no lo logro…

—Te doy los Jimmy Choo sin problema —me prometió Rei, extendiéndome la mano de forma solemne. Sonreí con suficiencia.

Hace unos días, habíamos hecho una especie de juramento. Todas debíamos cumplir algún tipo de reto por una idiotez que inventamos en la primaria alguna vez. La verdad ni siquiera me acordaba por qué. El caso es, que Rei había cumplido con su faena de andar con una falda minúscula que no dejaba nada a la imaginación, ganándose un reporte de la dirección, pero un almuerzo en un restaurant muy caro que estaba en el centro de la ciudad. Yo era la segunda en cumplir con mi castigo, y todas estaban expectantes de la apuesta que Rei me daría. Solía ser bastante mezquina, y las otras suspiraron de alivio al ser yo la elegida.

Me iba a quedar con ésos Jimmy Choo. Que eran de plataforma, con un bello acabado en animal print. Hermosos. No había nada en este mundo que no amara más que los zapatos. Y los tendría sin problema.

—De acuerdo —empezó Rei esbozando una sonrisa maliciosa —. Dices que toda la preparatoria babea por ti.

—Es cierto —alardeé.

—Y dices también que no hay nadie que pueda resistirse a tus encantos de Diosa.

—Qué inteligente eres, amiga.

Serena, que se había dedicado a mordisquear con envidia su sándwich, gruñó.

—Y como va a ser San Valentín…

—Eh, eh, eh.

Todas me miraron como si nada. Yo había puesto una mano al frente, como si quisiera parar todo el plan.

—San Valentín es mi fecha favorita en el año —empecé yo mientras alzaba una ceja —. No me la pasaré haciendo ridículos ni haciendo concursos de camiseras mojadas ni…

—Calma, pequeña saltamontes —me advirtió Rei —. No somos tan malas. Pasaremos San Valentín juntas como siempre. El detalle es que ésa es la fecha final para cumplir tu reto.

Yo me confundí.

—¿Cómo? ¿Es un reto que dura varios días?

—Lo necesitarás —aclaró Rei, mientras se agarraba el pelo en una coleta —. No creo que seas tan hábil para lograrlo antes.

—Lo haré —aseguré, imaginándome con los Jimmy puestos, y esa falda blanca que me fascina usar.

—Tienes que ligarte un chico.

Me carcajeé con sarcasmo.

—Parece que no saben que soy Minako Aino.

—No será tan sencillo —insistió Lita hablando de pronto, mientras se sonrojaba ante mis palabras tan seguras, como siempre —. Será una víctima increíblemente difícil.

—A menos que sea homosexual, tenga un trauma de la infancia, o lo haya violado su tortuga… no hay individuo masculino de éste Instituto que pueda resistirse a mi belleza y encantos.

Sólo esperaba que no me pusieran un sujeto gordo, frente grasienta y adicto a los videojuegos. Porque si me lo iba a ligar, seguramente terminaría en un especie de filtreo que incluiría un beso o un toqueteo. Eso no me ayudaría a mi limpia reputación. Porque a pesar de que era toda una leyenda de ambición masculina, nadie había tenido la victoria de verme caer. Y no iba a suceder ahora.

.

.

.

(Yaten)

.

.

.

Otra vez cruzaba las puertas de aquel lugar lleno de muros, rejas y gente indeseable. Era como una prisión. Sabía yo muy bien que tenía que estudiar y hacer algo de la vida, pero yo estaba acostumbrado a otro ritmo de vida. Cuando regresé de Francia, quedé asqueado con la forma en la que se lleva la gente aquí. No solamente no saben nada de arte ni de modales, las niñas son insolentes y atrevidas sólo porque tienes ése acentito que yo no hacía a propósito. Me salía natural, y nada podía hacer para evitarlo.

Mi hermano Seiya y yo asistíamos a aquel Instituto. No éramos demasiado unidos, porque éramos muy diferentes. Él era el capitán del equipo de fútbol desde que pisó un pie en el campo, y presidente de su clase, y miembro del club de quién sabe qué tanta idiotez. Cosas que no sabía con exactitud, porque no todas las veces lo escuchaba, honestamente. Bueno, nunca lo escuchaba.

No era personal, la gente me aturdía cuando hablaba. Me parecía que mis oídos zumbaban de forma punzante y me sentía noqueado. No era desde siempre… no siempre fui así.

Pero ahora lo era, y me tocaba otra vez asistir al Instituto porque no había de otra. Porque cuando eres adolescente y tienes un padre que quiere lo mejor para ti y cuento y medio, uno no podía más que obedecer.

Después de las primeras horas, me encontré con una chica que me estaba siguiendo en el pasillo. La había visto un par de veces, seguía a Seiya y su equipo de monigotes descerebrados para todas partes. Un mensaje para él, de seguro.

—Esto… ¿Kou?

Yo me giré, pero no estaba mirándola. Miraba mi reloj, porque s eme hacía tarde para desaparecer de la comunidad del Instituto. Sí, también consultaba el reloj para eso.

—¿Qué? —espeté.

—¿Podrías… darle esta carta a Seiya?

—No soy un buzón de correos.

Y me di la media vuelta, para dejarla plantada sola. La chica se sonrojó, y se fue con ojos lagrimosos a reunirse con si séquito. ¿Por qué todas andan en grupos? ¿No pueden valerse por sí mismas? Se alían y luego confabulan con las demás en tu contra. Son alimañas peligrosas y engañosas.

Y aún así, todos caemos en la misma trampa.

Suspiré, porque ya quería irme a donde nadie me encontrara.

Me recliné en el árbol que tanto me gustaba, un frondoso cerezo que ahora no tenía ni una sola flor, y abrí uno de los libros que tenía en la mochila que nada tenían que ver con clases.

Y justo cuando estaba concentrándome en aquellos párrafos que me hacían viajar a otra parte del universo, unas risas estruendosas me llegaron de pronto. Mis nervios parecían alterarse y levanté la vista. Cinco chicas, todas de pelo de colores diferentes. Y todas parecían comportarse igual. Se secreteaban y se reían como dementes. ¿Tiene sentido contarse una confidencia para después hacer notar que te cuentas confidencias? Qué mierda de comportamiento es ése. No eran más que figuras como la muñeca Barbie. Y más esa… la que iba hacia adelante. Una especie de abeja reina, que zumbaba y revoloteaba alrededor de todos los zánganos.

Hice una mueca de asco. Todas eran iguales.

.

.

(Minako)

.

.

.

Rei y las demás me acorralaron en poco rato. Después de la clase de deportes, se acercó con la cara medio mojada por habérsela lavado después de correr un rato, junto las otras. Rei tenía una cara triunfal, como si hubiera descubierto un acertijo súper importante. Yo miré mis perfectas uñas con despreocupación. Cualquier cosa sería fácil. Tenía toda una vida comiendo a los chicos de mi mano, literalmente. Ese mismo día, había conseguido que Takane Uchinna me comprara una malteada, que Hanase Wekura me invitara a salir, había recibido invitaciones varias para el baile de primavera, y tenía un montón de solicitudes esperando en las redes sociales para ser aceptadas. Siempre era lo mismo, y yo andaba radiante.

—Muy bien, Señorita Rompecorazones… ahí tienes.

—¿Quién?

—El chico que está ahí. Kou —señaló hacia la cancha. Yo arqueé las cejas, no creí que sería tan sencillo. Es decir, lo era. Pero eso era demasiado sencillo.

Seiya Kou era conocido por ser el chico más facilote del Instituto. Era un coqueto empedernido, y nunca le había hecho caso a sus insinuaciones porque como decía, era demasiado sencillo. Una drama queen y un drama King no quedan bien juntos. Estaba segura.

¿Qué diversión había en eso?

—Bah… y yo que creí que te esforzarías un poco más. ¿Así de fácil?

—Así de difícil —corrigió Serena cruzándose de brazos. Rei hizo una sonrisa petulante.

—Creo que nuestra querida Diosa del Amor no se ha… percatado de las diferencias —. Yo la miré con incredulidad y sorpresa a la vez, y la sonrisa de Rei se amplió.

Se apartó un poco más, y su dedo se desvió en el camino. Hacia los jardines de la escuela. No veía más que árboles y helechos hasta que…

Divisé una figura. Un chico que estaba recargado en un árbol. Alejado de todo, tenía un libro pequeñito en las manos. Ese era sin duda Kou. Pero no era Seiya Kou. Era… Yaten.

El estómago se me revolvió.

—¿No hay otra opción? —sugerí, tratando de evadir a cualquier costa la elección de Rei.

—Por supuesto que no —dijo ella —. Te deseo suerte, la necesitarás. Prepárale un buen chocolate.

Y todas se echaron a reír.

Me quedé como estatua en medio del patio. Yaten Kou era ubicado en la sociedad estudiantil únicamente por Seiya, porque él se la pasaba en las clases callado y con un comportamiento taciturno. Apenas murmuraba un par de cosas, y todo mundo le tenía miedo. Era el típico chico que podría haber sido víctima de acoso en el Colegio, a no ser porque él era el hermano menor de Seiya, y tenía la famosa inmunidad. Además, nunca le había visto que nadie lo molestara. La verdad, pocas veces me lo había topado. Bueno, no podría ser tan complicado… a no ser que, el único encuentro que tuvimos, él terminó por decirme algo brusco en francés, y supuse que había sido una palabrota.

Había algo peor que una palabrota en francés: nunca me miraba.

¿Cómo diantres, un tipo en toda su sensatez y hombría no podía mirarme?

Yo era guapa. La chica más guapa del Colegio. No lo decía yo, no me llamen egocéntrica. Lo dicen ellos, lo dicen las votaciones de los bailes de primavera, otoño e invierno y de cualquier evento. Incluso gané una vez, aunque no estaba entre las votadas. Con Yaten tendría que ir al grano, porque no podía perder mi tiempo con hacerme la interesante, rechazarle las flores y tratar de esquivar sus besos. No.

Amargado, raro y excéntrico, seguía siendo un chico.

Miré a las chicas, que estaban recargadas en la barda como si vieran un espectáculo de circo. Yo tenía la impresión de que me dirigía más bien al Coliseo, que a una romántica obra de teatro.

La vanidad me embargó, y me acerqué a él con pasos decididos.

.

.

.

(Yaten)

.

.

.

Sentía que alguien me estaba mirando y tuve que dejar la lectura. Cuando levanté los ojos, vi a la Barbie de hace rato. Estaba parada, con una pose con una pierna doblada y otra muy estirada, como las bailarinas de ballet. Me pregunté si en su vida habría visto el buen ballet alguna vez en su vida, pero luego ese pensamiento fue reemplazado por el obvio: ¿qué quería?

No dije nada. No tenía por qué. Supuse que era otra admiradora de Seiya. Aunque no estaba seguro. Tampoco me importaba estarlo o no.

Descubrí que me miraba con sincera curiosidad. ¿Qué, era un mapache del zoológico?

Evité expresamente hacer algún comentario sobre que se largara de una vez, porque en la mañana ya había tenido un encuentro violento con otra chica y no me apetecía pelear de nuevo. Aunque no lo crean, no me gusta alejarlas todo el tiempo. Es agotador.

Pero pareciera que para las chicas, la indiferencia era el insecticida como para los mosquitos.

—¡Hola! —sonrió ella de oreja a oreja. Tenía los dientes muy blancos y derechos. Y brillo labial en la boca, de color rosa pálido. Fruncí el entrecejo sin poderlo evitar. —. ¿Qué lees?

Quería contestarle que no hacía falta que se lo dijera, o que me sorprendía que supiera leer, porque la había visto hablando sólo de barnices de uñas con diamantina de la tienda de quién sabe qué lugar, y nunca más volví a ponerle atención. Me bastaron un par de frases para entender, que ella era idéntica a las chicas que tanto me repudiaban.

—¿Qué quieres? —pregunté con acritud. Ella se enderezó. Sonrió de manera pícara, y yo empecé a incomodarme.

—Sólo conversar. ¿Puedo sentarme?

—No —respondí simple.

—¿Cómo?

Tenía cara como de broma. Se había quedado inmóvil, sonriendo pero falsamente. Yo apenas tenía diecisiete, pero había vivido lo suficiente como para reconocer una sonrisa sincera cuando la veía. Y esa, no era una sonrisa sincera.

—No —dije clara y pausadamente. ¿Por qué era tan idiota? No me había equivocado. Una palabra, un monosílabo y no lo podía entender.

¿No? —había repetido ella, y sus ojos azules, que tenían rímel del mismo color parpadearon, amenazantes.

¿Era tan complicado de entender un no? Suspiré. Heredé de mi papá la altanería de mi familia, y también el carácter seco, reservado y frío. Porque así como él nunca me abrazó, yo tampoco se lo pedí jamás. Mi padre no quería a nadie, y yo tampoco. Me gusta mi libertad. Me gusta estar solo. Me gusta sólo preocuparme por mí y de mis asuntos sin que nadie interfiera.

¿Cómo evitar ser lo que soy?

No pido atención ni protección. Tampoco compañía. No tengo la alternativa de quejarme porque alguien me ignore o me desprecie. Y yo, por lo menos puedo hacerlo si quiero. Nadie les dice que se acerquen… y en cierto modo me molesta no poder alejarlos en su totalidad. Por cosas como éstas no me entiendo con ésta gente. Por cosas como estás vivo así. En la sombra de un árbol, donde por lo menos, si me siento solo, es porque no hay nadie a mi alrededor.

—No tienes que ser tan rudo, no te voy a morder —dijo ella poniéndose una mano en la angosta cintura. Yo miré a ambos lados, asegurándome que la chica se refería a mí. ¿No captaba mi directa? ¿O de plano tanto tinte en el pelo le había cocinado el cerebro?

Además era rubia natural. No es que me haya fijado en ella antes. Nada de eso. Cosas obvias.

Claro.

—¿Por qué no te vas a… no sé, lo que sea que sepas hacer? —le dije yo, tratando de parecer neutral. Ella se sonrojó, pero se recuperó enseguida y me guiñó un ojo.

—Sólo trato de hacer convers…

Me levanté, y lo siguiente que vi fue el reflejo de su pelo dorado, pasar por mi perfil.

.

.

(Minako)

.

.

Me quedé con la boca abierta. Parecía que la mandíbula se me iba a desencajar. Y las risas estruendosas de mis amigas a mis espaldas me provocaron más, cuando sentí los ojos empañados de lágrimas. Siempre que me enfadaba de manera fea, lloraba. La verdad, era un defecto bastante humillante, pero siempre me pasaba. Por eso, siempre corría al último cubículo del baño o lo hacía a escondidas. Nadie debía verme llorar. Y la verdad…

La verdad…

Nunca me había hecho llorar un chico.

No supe en qué momento se marchó, pero cuando me giré ya tenía una sonrisa perfectamente ensayada en los labios, y caminé como modelo hasta que llegué a ellas. Las miré con fastidio.

—¡Qué bateada majestuosa! —se divirtió Rei a mis expensas, y Amy la calmó, aunque también sonreía —. ¿Quieres que te ponga a otro? Pareces decepcionada.

—Cuando dije que conseguiría el reto, hablaba muy serio. No pienso tirar la toalla, ni darle gusto a ese sujeto. Me lo voy ligar, y se enamorará de mí. No soy ninguna cobarde y tampoco quiero alternativas.

Lo dije muy fuerte, y las chicas me miraron. Ya no se trataba de los Jimmy Choo. Carajo, era mi orgullo. El que había tenido intacto hasta ahora. Yaten Kou no me haría llorar de nuevo.

Rei se quedó callada unos momentos. Parecía que quería hablar, pero Lita fue quien se le adelantó.

—Esto es más complicado de lo que parece, Mina. Tienes que ganártelo. Haz lo que quieras con él, pero no será sencillo. Crees que eres astuta pero no es así. Deberás jugar con sus reglas…

—¿De qué hablas? —me intrigué.

—Cuando intentaste el acercamiento directo, se alejó. No es igual que los otros chicos… ¿no crees que deberías ganarte primero su confianza? Hasta podría jurar que lamenta lo que te hizo.

—Pero… eso sería…engañarlo —farfullé.

—¿Y no es lo que siempre haces? —preguntó Serena con un poco de temor.

Yo me ofendí. ¿Pues qué imagen tenían de mí estas niñas? Sí, yo les sacaba las bebidas y los boletos de cine a los chicos. Hacía que me dieran regalos y luego los botaba pero esto… es decir, acercarme pareciendo algo que no soy… es decir, pretender ser su amiga no era algo que quisiera hacer. Los hombres no sirven para ser tus amigos. Para eso son las chicas. Chisté la boca.

—Suficiente —anunció Rei calmando a las otras —. No la ayuden.

—Eso es patético —me defendí alistándome el pelo —. No necesito jugar así con él. Son crueles.

Y se rieron de nuevo.

—Claro. Explotemos al sexo masculino, hagámosles ilusionarse y luego pasar de uno a otro. Pero ganarte su amistad es cruel —dijo Lita rodando los ojos.

—Si quieres dejar tu orgullo a un lado y buscar otro, hazlo.

Oh, touché.

—No quiero otro. Lo quiero a él —gruñí.

Sonó el timbre. Genial, sencillamente genial. Esa semana tendría que portarme como una maldita y mentirosa. Cuando nunca he sido ninguna de las dos cosas.

Todo sea por amor propio. Y mis Jimmy. Pero más por lo primero. Dejé de lado los pensamientos turbulentos que dejó Kou en mi cabeza cuando me miró de esa forma tan despectiva. No me quedaba otra opción. Yo nunca había sido una cobarde.

.

.

.

.

.

Helloooooooooo! Gente, otra vez yo. No tengo vida... lo sé. u.u Ya en serio, varios por aquí me conocen por locuras y me gustaria que comentaran esta también. No es un one shot como había pensado, es un fic largo pero no taaaan largo, como pueden ver. Ya tengo pensado el final y toda la cosa, así que no teman porque lo deje inconcluso.

Como pueden ver, es un MxY qué raro... xD, me gusta escribir sobre ellos. Agradezco a mis mejores amigas Natu y Kata por animarme a hacerlo. Cuento con sus reviews, al menos... ya que por su culpa me duelen las manitas.

Besos a todas, espero sus comentarios. Actualizaré muy pronto.

Kay!