Este es mi primer fic de este fandom. Soy muuuy nueva en este mundo de ASOIAF y me ha costado horrores animarme a escribir sobre algún personaje. No me gusta cometer OoC, o cosa similar.
Se lo dedico a Soly, sino fuera por ella jamás hubiera conocido todos estos personajes. Te quiero, nena.
Está ambientado en Juego de Tronos en la visita del Rey Robert a Invernalia.
Disclaimer: Nada me pertece, todo forma parte del mundo creado por George Martin.
Tommen Baratheon parecía mucho más gordito de lo que era en realidad bajo esa ropa tan pesada que la Reina Cersei, su madre, le había puesto para ir a Invernalia. Así, abrigado como un oso, fue que lo encontró Bran Stark quién estaba regresando luego de haber trepado como tanto le gustaba hacer a él.
El joven príncipe tenía la mirada triste en su gordiflón rostro.
—¿Qué sucede? —preguntó Brandon. Su padre le había dicho que había que tratar con cordialidad a los invitados, sobre todo si se trataba del Rey Robert y su familia, así que el niño consideró oportuno preguntarle qué era lo que le pasaba, porque evidentemente su cara no denotaba alegría.
—Aquí no teneís lo que quiero.
—¿Y qué quieres?
—Gatitos —respondió Tommen alzando sus ojos verdes hacia Bran.
—¿Gatitos? Aquí no hay gatos, hay huargos. Los gatos no sirven. Los lobos son más rápidos y fuertes. Y nos protegen. Mi huargo comería gatos.
Esa respuesta pareció asustar a Tommen. Pero no compartía la opinión.
—Mentira, los gatitos son lindos y juguetones. Y cuando crecen, cazan ratas y las matan. Le he pedido a mi madre, pero todavía no me ha dicho si puedo tener uno.
—¿Para qué quieres gatos? —insistió Bran —lanzan bolas de pelos por todos lados, maullan sin sentido y son traicioneros. Eso lo sabe todo el mundo. Mi huargo, no es así.
Tommen estaba enojado. ¿Quién era ese Stark para decirle que los gatitos eran eso? Él sabía que no era así. Al joven príncipe le gustaban, eran peluditos y suaves como el algodón y cuando hacían travesuras era de lo más divertido verlos. Estaba seguro que no pasaba lo mismo con esos huargos que lo asustaban. Había visto al lobo albino, apodado Fantasma y había tenido que ocultarse tras las piernas de su madre. Los lobos definitivamente no le gustaban.
—Los gatitos valen más que los huargos —insistió el niño rubio —y son más lindos.
—¡Qué no! Los huargos...
—¿Por qué gritas, Bran? —intervino Robb, su hermano mayor, cuando los oyó hablar.
Brandon miró al primogénito de su familia como buscando apoyo a sus argumentos. Si Robb no estaba con él ¿Entonces quién?. Así que se lo contó. Robb tuvo que contenerse para no reir.
—Pues yo creo tanto los gatitos como los huargos son animales lindos. No deberían discutir por ello. ¡Anda! Vayan a jugar un rato y olvídense de los lobos y los gatos por un rato.
Pero aunque fue a jugar con el otro niño igual, Tommen no lo olvidó. Aquella noche cuando estaba en la cama a punto de dormirse, recordó con claridad la conversación con Bran Stark.
«—Cuando sea rey —pensó —permitiré que todos tengan gatitos. Y de paso prohibiré las remolachas, son horribles.»
Luego, se quedó dormido.
