LAWLESS


Capítulo 1. Carmesí


La espalda de Mikasa chocó con brusquedad contra la pared. La frialdad de los ladrillos alivió ligeramente el calor que su cuerpo había acumulado y el cual ahora expelía. El entrenamiento de hoy había sido duro, pues había debido luchar contra el hombre más alto y corpulento al servicio de Kenny.

La bestia en cuestión ahora se hallaba boca abajo en el suelo, noqueado. Mikasa podía notar cómo al tipo le goteaba la sangre desde la nariz rota. Lo llamaban Will.

— ¿Muerto?

La chica negó suavemente con la cabeza, sin mirar a su inexpresivo y recién llegado interlocutor. Necesitaba recuperar el aliento y calmar su ritmo cardíaco. Se secó el sudor de la frente con el antebrazo mientras pensaba que sí, podría haberlo matado. El idiota se lo hubiese merecido sólo por haber intentado pasarse de listo.

— Debería estar muerto, ¿eh? — murmuró esta vez el hombre, en un tono rutinario, sin embargo ella lo conocía lo suficiente como para percibir la rabia subyacente – El maldito cerdo.

Levi volteó a Will fácilmente con el pie y sin ningún cuidado para examinarle el rostro: Mikasa había hecho un buen trabajo reventándole la cara de imbécil, por lo que quedaría más feo que antes. Cuando eso ocurría era porque los monigotes de entrenamiento le decían cosas repugnantes o, derechamente, intentaban lo que no debían.

La muchacha sabía que algunos de los tipos, a los cuales Kenny enviaba a modo de saco de boxeo humano, eran precisamente escogidos para que ella pudiera aprender a defenderse en complicadas y agobiantes circunstancias, cosa que a estas alturas no consideraba necesaria. Ya era completamente capaz de defenderse sola. Estaba harta, por lo demás.

Con esto ya había logrado transmitir el mensaje que Kenny insistía que enviara…

— Este es el último de la semana, tal vez del mes — soltó Mikasa al tiempo que pasaba de largo, en dirección a la salida. — O definitivamente el último.

Ella era peligrosa. Ella era una Ackerman.

— Oye, mocosa…

"No te metas con los Ackerman", solía repetir Kenny con una sonrisita socarrona.

— Quiero estar sola — lo cortó.

Levi la siguió con la mirada unos momentos, para luego entornar los ojos en el sujeto a sus pies. Soltó un bufido al notar lo nauseabundo que se encontraba el piso, veteado de sangre y sudor rancio. Por ahí podía incluso divisar un par de dientes.

Debido al tamaño de Will, seguro que a Mikasa le había tomado más tiempo del habitual noquearlo. A Levi le hubiese gustado estar presente durante el entrenamiento, pero ella le había pedido que confiara en sus habilidades, y él así lo hizo.

La menor de los Ackerman caminó rápidamente a través del oscuro pasillo y notó que, algunos metros más allá, la puerta del despacho de Kenny se encontraba ligeramente abierta. Percibió la tenue iluminación de la habitación y el olor a tabaco quemado. También oyó la risa del líder y algunos golpeteos, el conocido golpeteo de los tacos de sus ridículas botas favoritas contra la madera del escritorio.

Se desplazó de manera más lenta y cautelosa para intentar atisbar lo que ocurría en el interior del despacho pero, antes de que lograra asomarse, Kenny ya la había descubierto.

— ¡Eh! Deja de fisgonear y entra.

Mikasa emitió un pequeño bufido. El viejo siempre la hacía dudar de su capacidad de sigilo.

Se echó un vistazo hacia abajo. Aún vestía su equipo de entrenamiento y estaba bastante sudada. La tela que le recubría los nudillos tenía manchas de sangre ajena. La verdad era que no se encontraba para nada presentable… y en esos momentos lo que más deseaba era quitarse esa ropa, darse un baño y leer algo. No hacer vida social.

Sin embargo, sentía bastante curiosidad como para negarse sin más. Desde hacía un par de meses que Kenny no recibía visitas en su despacho. Mikasa podía darse cuenta de inmediato cuando había alguien con Kenny, pues este acostumbraba a dejar la puerta sin cerrar cuando tenía visitas. Esto era para la supuesta tranquilidad de los visitantes.

Kenny fumaba de su pipa con los pies apoyados en el maltraído escritorio, mientras que frente a él se hallaba sentado un apuesto hombre de cabellera rubia, bien peinada hacia atrás.

Apenas la chica se coló en el despacho, el desconocido le escrutó el rostro con sus intensos ojos azules y, tras unos instantes, le obsequió una cordial sonrisa.

— Señorita, mi nombre es Erwin Smith — se presentó, poniéndose de pie para ofrecerle una mano. Era bastante alto y fornido — Un placer conocerla.

— Yo soy Mikasa… — comenzó a presentarse ella también, echándole un vistazo a Kenny, quien asintió con una sonrisa de orgullo. Entonces la chica le estrechó la mano con menos fuerza de la que ella misma se esperaba. Vaya, sí que estaba agotada – Mikasa Ackerman.

Obviamente, Erwin Smith había notado la suciedad y la sangre en sus manos, pero no se inmutó en lo más mínimo.

— Bien, sólo quería que conocieras a este tipo. Ve a darte un baño y a hacer tus cosas de chica, lo que sea. Más tarde hablaremos sobre una misión para mañana. Una misión que incluye un lindo vestido.

La chica rodó los ojos sin disimulo y se dio media vuelta, despidiéndose del señor Smith. Ya casi se podía imaginar el tipo de misión.

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— ¡Doctor Jaeger! — el aludido se giró y notó que una pequeña niña corría impetuosamente hacia él. Llevaba unas cuantas flores empuñadas, las cuales le obsequió con un ligero sonrojo apenas le dio alcance — ¡Muchas gracias por curar a mi papá!

El joven sonrió y acarició la cabeza de la niña, agachándose para ponerse a su altura.

— Tú y tu madre hicieron todo el trabajo duro cuidándolo durante días, sólo por eso mejoró tan rápido tras mi visita — le aclaró, agitando las flores — Muchas gracias por el regalo.

La niña asintió, contenta. La admiración y agradecimiento reflejados en sus ojitos avellana emocionaron a Eren, quien se convenció aún más de que nunca cambiaría su trabajo voluntario en los distritos más pobres del Reino por una de aquellas casonas en los terrenos reales, como tantas veces le habían ofrendado e insistido.

No le interesaba para nada llenarse los bolsillos atendiendo exclusivamente a la alta alcurnia y a la monarquía, y mucho menos le interesaba vivir una vida sedentaria y tranquila. Lo suyo era viajar de manera constante. Vivir un mes aquí y una semana allá, visitando a todas esas personas que no podían permitirse el lujo de pagar a alguno de los escasos buenos médicos disponibles.

Cuando abordó el barco que lo llevaría a Mitras, la capital del Reino de Paradis, pudo divisar una parte del techo y de la estructura de la casa en la que había vivido gran parte de su infancia. Ahora otra familia la habitaba, sin embargo, el joven se permitió fantasear con que algún día decidiría golpear la puerta y sería recibido por nada más y nada menos que sus envejecidos padres.

Soltó una sonrisa amarga y negó con la cabeza… Visitar Shiganshina lo ponía nostálgico, sentimental.

Al observar el tono anaranjado del cielo se percató de que ya atardecía, por lo que decidió rastrear entre los pasajeros a una cabeza rubia en particular. Ya casi era hora de zarpar.

"Ojalá Armin haya alcanzado a abordar" pensó, mientras decidía que lo buscaría en la parte trasera de la embarcación, la cual no tenía capacidad para más de cien personas.

Lo encontró fácilmente un minuto después. Armin se encontraba sentado en una butaca, absorto en su lectura mientras una mujer gorda lo oteaba de manera reprobatoria puesto que ella se encontraba de pie y no había más asientos disponibles para el viaje que tardaría alrededor de dos horas.

Eren carraspeó sonoramente, pero no logró captar la atención de su amigo.

— Oye, Armin… — lo llamó. El rubio alzó de inmediato la vista del grueso libro y se acercó a saludar alegremente al castaño. La mujer aprovechó de sentarse en el sitio, ahora disponible, cosa que Armin no alcanzó a notar.

— ¡Eren! — lo saludó, apoyando una mano en el hombro del joven de ojos verdes — Pensé que te habías ido en el barco de esta mañana y que ya te encontrabas en Mitras.

— Necesitaba visitar a más pacientes antes de irme, ya sabes. Además, esto de tener que dejar Shiganshina tan pronto por un motivo tan estúpido me molesta, así que me tomé mi tiempo.

Armin asintió y se encogió de hombros. Eren no era fanático de las frívolas fiestas de alta sociedad, a las que en ocasiones estaba obligado a asistir por cortesía y para que no pensaran que era un malagradecido.

— Al menos yo iré como tu acompañante. Llevo mi tablero de ajedrez por si acaso quieres la revancha tras las partidas de anoche. — dijo, sacudiendo el tablero cerrado para que resonaran las piezas en el interior.

— Armin… — gruñó Eren, golpeándole ligeramente el brazo.

— ¡Auch! Y qué otra cosa quieres que hagamos, ¿bailar? N-no sé bailar, ¡haría el ridículo!

— Historia te enseñó hace menos de dos meses atrás, ¿ya lo olvidaste? — preguntó mientras se sentaba despreocupadamente en el suelo. Se sentía cansado. — Yo no puedo darte clases de aquí al anochecer, ¿qué harás si una de aquellas chicas atrevidas te saca a bailar? A mí me pasó la última vez y acepté sólo para no ofenderla… como a la de la vez anterior a esa — se quejó Eren.

Armin se asustó un poco de sólo pensar en la probabilidad.

— Le pediré a Historia que me esconda en una habitación o dentro de un armario antes de que empiece el baile — respondió apresuradamente — Eso haré. O me escaparé a los jardines.

Eren bufó burlón y negó con la cabeza, dedicándole una sonrisa ladeada.

— Mierda, Armin. De haber sabido que no recordabas cómo bailar no te habría metido en este lío. — contempló el cielo unos momentos y cerró los ojos, tal vez se echaría una siesta. Lo necesitaba. — Lo siento amigo, estoy demasiado agotado para seguir hablando.

— Está bien, no te preocupes. Me quedaré aquí al lado, leyendo, y cuidaré que nadie te pisotee al pasar.

— Mmh, mhh…

Armin sabía que Eren no despertaría ni aunque le pisaran la mano sin querer. Dormía como un tronco desde que había decidido tomar el lugar y las responsabilidades de su padre.

El pobre trabajaba tanto que se quedaba dormido en cualquier parte, como un crío.

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Vestidos de etiqueta, ambos chicos llegaron en el tiempo justo para presentar la invitación a los guardias y luego a los mayordomos apostados en el hall de entrada, los cuáles les solicitaron que se colocaran las máscaras antes de ingresar.

El palacio blanco de los Reiss era innegablemente imponente, enorme y hermoso. Al interior del salón de eventos, el vivo colorido de los vestidos de las damas otorgaba un contraste interesante con el piso marmolado y las rosas de tonos pasteles, parte de la elegante decoración.

Había comida, bebida y arreglos florales en cada una de las largas mesas que rodeaban el salón de eventos, mientras que la orquesta interpretaba melodías refinadas y tranquilas en una especie de escenario abovedado, amenizando el ambiente y amortiguando el ruido que producía la conversación entre los invitados.

Armin estaba embelesado y a la vez ofendido ante tal opulencia, pese a que no era la primera vez que asistía a una de aquellas fiestas para acompañar a Eren, quien en esos momentos se hallaba conversando con uno de los nobles, un tipo simpático que lo reconoció cuando ingresaron y quien comenzó a chacharear sobre cosas que Eren claramente no tenía mayor interés. En tanto, Armin decidió dar una vuelta por si se encontraba con Historia, para saludarla y pedirle que lo ayudara a evitar el bochorno del baile cuando llegara la hora. Ella lo comprendería.

— Supe que el doctor Jaeger estaba invitado, pero no lo he visto.

Armin oyó el comentario de una chica, por lo que detuvo su búsqueda, presa de la curiosidad.

Eren era bastante popular entre las chicas, pero jamás parecía enterarse de ello. Él sólo se dedicaba a hacer su trabajo.

— Yo tampoco lo he visto, una lástima — suspiró otra muchacha — Debe de estar muy guapo, especialmente hoy.

— ¡Sí! Aunque con estas máscaras se hace difícil reconocer a cualquiera…

— Pero al mismo tiempo todo es más divertido y misterioso, ¿no?

— Sí, supongo — dijo la chica que primero mencionó a Eren — Ojalá el doctor me pidiera bailar con él esta noche.

Rio para sus adentros. Pobres chicas, Eren no podía estar menos interesado en bailar y pasar su tiempo con personas en plan romántico.

— Ugh, Historia Reiss es muy afortunada. Se rumorean varias cosas sobre ella y él, como que se casarán algún día o que ya son novios.

Armin casi escupió su bebida y, para su mala suerte, llamó la atención de ambas chicas. Tosió dramáticamente durante unos segundos, simulando estar enfermo, por lo que las chicas se alejaron para no contagiarse del resfriado o lo que fuera que tuviera aquel extraño.

Una pálida joven en un vestido y antifaz rojo apareció a su lado y le ofreció una servilleta. Llevaba el cabello negro peinado en un moño alto y distinguido.

— Oh, ¡gra-gracias!

Ella le regaló una pequeña y bonita sonrisa, enmarcada por sus labios carmesí.

— Te vi llegar con el doctor Jaeger, pero lo perdí de vista hace unos momentos. — comentó sin rodeos la misteriosa muchacha — Todo por culpa de un anciano ricachón que decidió que era buena idea ofrecerme dinero a cambio de un beso.

Armin enarcó las cejas.

— ¿En serio?

Ella simplemente asintió, mirándolo directamente con sus ojos oscuros y profundos a través de las ranuras del antifaz. Debía de ser una chica muy, muy bonita. Armin no pudo evitar desviar la vista inconscientemente hacia su escote.

— Entonces, ¿tienes alguna idea de en dónde se encuentra el doctor Jaeger? — preguntó suavemente ella — Me muero de ganas de conocerlo…

Armin alzo la vista de inmediato y buscó a Eren entre la multitud. Lo divisó conversando con nada más y nada menos que Historia, cerca de un grueso pilar de mármol.

— Allí está, en compañía de Historia Reiss — respondió Armin — No sé si… sea adecuado interrumpirlos, después de todo Historia es una princesa y… ¡O-oye!

La misteriosa chica del llamativo vestido rojo lo dejó hablando solo. Cuando ésta ya casi llegaba hasta donde se encontraban Eren e Historia, Armin la vio tropezar y caer estrepitosamente delante de ellos. Varios de los asistentes que se hallaban cerca exclamaron ante la caída y algunos hombres se apresuraron a ayudarla pero, al estar más próximo, Eren la alcanzó primero.

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Mikasa emitió un pequeño gemido de dolor antes de escuchar a Eren Jaeger preguntarle si es que se encontraba bien. El chico la ayudó a levantarse con cuidado, mientras que Historia Reiss le daba indicaciones para que ayudara a la pobre chica a sentarse cerca de ahí y de cerciorarse de que todo estuviera bien.

— Eren, por favor acompáñala y examínala — le pidió la heredera de los Reiss — Volveré en unos minutos, mi padre me quiere presentar a algunas personas… ¡Señorita, espero que se encuentre bien! — le dijo Historia a Mikasa, antes de retirarse con una mirada con la que parecía pedirle disculpas.

— ¿Te encuentras bien? ¿Te duele algo? — le preguntó Eren en la medida que se quitaba el estúpido antifaz.

Sólo por unos momentos, Mikasa sintió una leve inquietud al toparse directamente con los grandes ojos cristalinos y esmeraldas del chico.

— No… La verdad es que no me siento bien — murmuró, llevándose la mano a la cabeza — Creo que necesito un poco de aire. Estoy algo mareada.

— De acuerdo, te llevaré a la terraza, ¿puedes caminar bien?

Mikasa se quejó al apoyar el pie derecho en el suelo, por lo que Eren la sostuvo de la cintura y la ayudó a desplazarse hasta que llegaron a la terraza, la cual se encontraba vacía debido al frescor exterior.

— Ven, sentémonos unos momentos aquí — decía él en la medida que la ayudaba a sentarse en un banco de piedra — Por favor, permíteme ver tu tobillo.

Eren se puso en cuclillas y cuidadosamente le quitó el tacón. El delicado roce del chico hizo que Mikasa se ruborizara y que involuntariamente esquivara su tacto.

— ¿Te duele ahí?

— Un poco — mintió, desviando la mirada.

— Podría tratarse de un esguince leve — indicó él, y sólo en ese instante notó que la chica llevaba los hombros descubiertos.

Mikasa observó cómo Eren se quitaba la chaqueta, para luego ponérsela con suavidad sobre los hombros.

— Mencionaste que estás con mareos, ¿bebiste mucho?

— Nada.

— ¿Alguna probabilidad de que te encuentres embarazada?

— ¿Qué? ¡No! — casi gritó la muchacha.

Eren parpadeó, sorprendido.

— Está bien, sólo preguntaba. Es que pareció que te desvaneciste y a causa de ello perdiste el equilibrio, y caíste.

Momentos antes, mientras Eren había estado conversando con Historia, ésta le había comentado que una elegante chica de rojo se dirigía hacia ellos, por lo que Eren había seguido la mirada de su amiga pero justo en ese instante la desconocida del vestido rojo había tropezado delante de ellos.

— Lo cierto es que no me sentía bien. Hay mucha gente y ruido allí dentro. Me resulta un tanto sofocante — dijo la muchacha junto a él, al tiempo que se quitaba el antifaz carmín — Pero ya me siento algo mejor, gracias — ella le sonrió levemente.

Eren asintió con lentitud, contemplando sus delicadas facciones y cómo la oscuridad de sus ojos resaltaba ante el níveo tono de su piel. Extrañamente, le parecía que no era la primera vez que la veía. No estaba seguro de si la había visto en una de aquellas fiestas o en algún otro lugar.

Quizás en la calle.

Quizás hace bastante tiempo atrás.

Como fuera, Eren no lograba recordar cuándo, ni dónde. Sólo sabía que esos rasgos no eran comunes y por lo tanto eran difíciles de olvidar. Estaba a punto de preguntarle si se conocían de alguna otra parte, cuando se dio cuenta de que ni siquiera le había preguntado cómo se llamaba.

— A todo esto, ¿cuál es tu nombre? Yo soy Eren. Eren Jaeger.

La misteriosa chica dejó escapar una pequeña sonrisa amarga. Duró sólo un instante y fue casi imperceptible, pero él logró divisarla.

— Sé perfectamente quién eres, Eren Jaeger — espetó fríamente, en un tono muy distinto al que había usado desde el principio. Su rostro, además, se mostró estoico— Mi nombre es Mikasa — informó casi de mala gana.

— ¿… Mikasa? — Eren tenía la sensación de haber escuchado aquél nombre antes, pese a que en esos instantes no lograba pensar con claridad. Sólo entonces percibió un penetrante olor dulzón.

Mikasa se acercó repentinamente a él, lo abrazó y apoyó con suavidad la cabeza en uno de sus hombros. La acción lo sorprendió, causando que abriera ligeramente la boca y aspirara una gran bocanada de aire adulterado que lo confundió todavía más.

— Lo siento, Eren — oyó que Mikasa le susurraba al oído, al tiempo que le cubría la nariz y la boca con un pañuelo impregnado de aquella sustancia volátil.

Apenas el chico perdió el conocimiento, Mikasa emitió un pequeño silbido tras el cual un hombre de baja estatura salió de su escondite tras unos arbustos.

— Ya era hora — se quejó el hombre, huraño, mientras se aproximaba a ella.

Mikasa sólo entrecerró la mirada. Se quitó los tacones y se apresuró a seguirlo.

Levi cargaba a Eren sobre un hombro, como si pesara nada.


Notas de autora: la idea de escribir este fic me ha estado acosando desde hace alrededor de un año, y hace un buen tiempo escribí el borrador del primer capítulo. Lo he tenido "casi listo" durante un par de meses, pero recién hoy (24 de Agosto) me animé a terminarlo. He quedado relativamente conforme con el resultado y espero que la idea tenga una buena acogida c:

¡Quedo a la espera de sus comentarios, críticas y demases!

PD: le dedico este primer capítulo a mi amigui Dani, gran artista, que me ha entregado su apoyo y ha contribuido a mi motivación :')