SUEÑO

Estos personajes no son de mi propiedad, pertenecen a Clamp.

Esta historia es total y absolutamente ficticia cualquier similitud con algún hecho real será (seguramente) algo increíble.

Este fic esta hecho con fines de entretenimiento, perdón si ofendo a alguien.

Prologo –

Fujitaka Kinomoto, soberano de Noda, avanzaba tambaleándose bajo la bóveda del cielo estrellado. Arremetiendo contra una de las fuentes del frondoso jardín. Provocando en su caída el desprendimiento de uno de los brazos de la estatua de piedra, por la cual brotaba la cristalina agua.

Desafortunadamente cayo boca arriba, recibiendo así un fuerte golpe en el pecho al caer el brazo de piedra.

Tal y como pensó no tardo en llegar a sus oído el sonido del metal chocando contra el suelo.

Pronto estarían allí, frente a él. Dispuestos a acabar con lo que empezaron.

El anciano rey se quedo tendido, expectante. No dio signos de querer huir de nuevo, pues sabía que seria inútil estaba demasiado débil y además sus perseguidores eran demasiados como para despistarlos otra vez.

-"Por lo menos ellos están a salvo"-pensó, mientras retenía un quejido de dolor.

Se dio la vuelta e intento evaluar la situación, sopesando sus posibilidades.

Podía quedarse ahí tirado y aguardar la llegada de la muerte o bien intentar levantarse y afrontar su fin de cara, con honor.

La segunda opción pudo más y con un gran esfuerzo retiro el pesado trozo de piedra para después arrastrarse hacia un costado con la intención de apoyarse en la superficie de tierra.

Pero no había conseguido aun enderezarse del todo cuando una voz fría lo detuvo.

-No se mueva-dijo muy cerca de él.

Aun a gatas el rey se quedo inmóvil y volvió despacio su cabeza hacia sus atacantes.

A solo un metro de donde se encontraba, rodeando la fuente de piedra, las imponentes figuras de sus agresores le miraban con las cabezas altas, arrogantes.

Uno de ellos, el que había hablado, fue el que capto toda su atención.

Era alto y corpulento, con la piel muy pálida, fantasmagórica, y el pelo cubierto prematuramente de canas que le daban un toque refulgente bajo la luz de la luna. Lo llevaba largo, como era normal entre la nobleza, y recogido en una coleta. Los ojos; inexpresivos, del mismo color que el hielo, fríos; se mostraban arrogantes ante la figura que yacía ante ellos.

El albino desenvaino su espada del cinto y amenazo con ella al anciano rey.

-No debería haber salido huyendo, viejo estupido- su voz, al igual que todo su aspecto, era fría y neutra- Y ahora dígame donde están.

-Creo recordar que ya se lo dije, señor- balbuceo Fujitaka, de rodillas, indefenso, y con una sonrisa burlona en sus labios. Dando un toque macabro a su rostro manchado de sangre- No se de que me habla.

-Miente- estallo uno de los atacantes desenvainando también su espada y avanzando amenazador hacia ambos. Pero fue detenido por aquella gélida voz.

-Alto- extendió una mano y con un dedo lo empujo de nuevo hacia los demás- Esto es cosa mía-ordeno.

Despacio avanzo los pocos paso que les separaban y, alzando la hoja de su espada colocándola cerca del cuello del rey, prosiguió en voz pausada.

-No mienta su majestad o será más dolorosa su muerte- hizo un poco de presión y un fino hilo de sangre broto de la cansada piel- Se que ellos siguen aquí, escondidos.

El rey sintió como le subía la adrenalina.

-"¿Cómo puede saberlo?"-pensó atemorizado, pero sin cambiar el semblante de su rostro. No dejaría que aquel canalla se saliera con la suya, antes la muerte.

-Sabe que tarde o temprano lo encontraremos-prosiguió- porque alargar su sufrimiento. ¿Donde están?- retiro unos centímetros la hoja de metal de su piel- Dígame donde los oculta y no alargare su sufrimiento.

Fujitaka no respondió, se limito a estirar orgulloso su cuello y alzar la cabeza.

Si debía morir lo haría con honor.

-¿Es que acaso son mas importantes sus vidas que la suya propia?-se burlo- ¿O acaso cree que si ellos escapan con vida su reino no sufrirá mi cólera?

El hombre inclino la cabeza, observando el filo de frió metal bañado con la sangre del rey. La luna se reflejaba, como si de un espejo se tratara, en el. Lentamente fue retirando la espada de su victima, hasta que esta descanso incrustada en el húmedo suelo de tierra.

Se llevo ambas manos a su bota derecha, sin desviar su vista de su presa, y extrajo una pequeña daga con la empuñadura de oro.

-¿La recuerda?- balanceo el arma frente sus ojos- Es la misma que lleva la guardia real, la encargada de proteger la vida del rey-soltó una risa suave-Es irónico que ahora ella sea la encargada de matarte a ti y a tu familia.

Fujitaka alzo su vista y desafiante reto con la mirada a su agresor.

-¿Por qué?- dijo con dificultad.

-Porque, porque, porque… todos me preguntan lo mismo- se burlo jugando con la daga entre sus manos- Y sabe la razón es tan obvia que me extraña que no la conozcan.

-¿Poder?, usted ya tiene de eso.

Su agresor hizo una mueca, que bien podría haberse acercado a una sonrisa.

-Cierto, yo poseo poder, dinero, estatus…-su mueca se torno agria-… pero no el suficiente. La gente no me teme, no acata mis leyes, no se inclinan ante mí como deberían. ¿Sabe porque?

-Porque ellos no son tus esclavos.

-No, no- dijo moviendo la daga de un lado a otro-Porque obedecen a otro, un rey. Pero eso pronto acabara yo me encargare personalmente.- rápidamente con un brusco movimiento introdujo la pequeña daga en el hombro izquierdo del monarca.

Este no grito y tampoco cerró los ojos. Siguió impertérrito, sosteniendo aquella gélida mirada.

-El reino a sido mancillado su alteza-agarro el puñal y con fuerza lo saco del hombro del rey- Y esta noche yo me encargare de purificarlo y devolverlo a manos de sus verdadero dueño.

El silencio se hizo presente en el lugar. Solo roto por el sonido del agua al caer y el ocasional y lejano ulular de un búho nocturno encaramado en lo alto de la muralla, que rodeaba los jardines del castillo, como si buscara ratas y otras alimañas. Escudriñando con sus grandes ojos la desagradable escena que se mostraba ante el.

Un anciano rey desangrado e indefenso, apuñalado en el estomago con una de las armas creadas para protegerlo. Su agresor, un joven de no mas de veinte años, giraba sin compasión el arma blanca dentro del estomago de su victima. Haciendo de su sufrimiento más enloquecedor.

Fujitaka pudo sentir el frió del metal cuando se introdujo en su estomago. Noto la sangre caliente y viscosa que corría libremente por sus heridas. El sabor de esa misma sangre se agolpaba en su boca amenazando con salir.

Era su fin, el fin de su reino, el fin de su vida… pero no el fin de su familia.

-E…llos n...o mo...ri…moriran- escupió junto a una bocanada de sangre-ya de...deben es...tar le…le…lejos- y cayo de bruces, incapaz de aguantar mas el dolor.

El sonido de barias espadas al desenvainar retumbo en la tranquila noche.

-Buscadlos, no deben andar lejos.- miro a su victima que con los ojos cerrados intentaba aguantar el dolor hasta que llegara la hora de partir hacia el otro mundo-Los quiero muertos antes del amanecer. ¡Es una orden!

-Si señor-respondieron al unísono.

Fujitaka abrió atemorizado los ojos.

Tenia la impoluta camisa blanca que usaba para dormir, manchada de sangre y barro. Como buen veterano de guerra y emprendedor de varias cruzadas conocía demasiado bien este tipo de muertes. Lenta y dolorosas.

Probablemente sobreviviría quince o diez minutos mas, mientras los ácidos de su estomago se le iban metiendo en su cavidad torácica envenenándolo despacio.

-El dolor es bueno, su alteza- dijo el hombre antes de sacar con muy poca delicadeza el arma de cuerpo del monarca- No hace ver que seguimos siendo humanos y que podemos sufrir… por los que queremos

El rey cerró los ojos y dejo que sus últimos pensamientos se arremolinaran como si de una tormenta de miedo e inseguridades se tratasen.

-N…no...s…s-otra bocanada de sangre le obstruyo la garganta momentáneamente- sal…saldrá con la s…su…suya T…tsu… kishiro

-Me temo su alteza que ya lo hice-se burlo.

Lo ultimo que el monarca fue capaz de distinguir a través de sus cansados ojos fue el rostro de su asesino, frió y calculador. Después todo quedo oscuro y solo era capaz de escuchar una risa.

Una risa angelical que se elevaba en la oscuridad como un rallo de luz. Y no estaba sola, poco a poco pudo distinguir una visión borrosa.

Una niña de cuatro años, vestida de chico, montando junto aun joven de quince años un corcel blanco como la nieve. No era capaz de distinguir sus facciones pero aun así el rey sabia quienes eran.

La risa de la niña seguía elevándose en la oscuridad de su mente junto a la voz serena del joven. Parecían felices, muy felices.

La imagen fue volviéndose cada vez mas lucida.

Ya era capaz de distinguir los ojos oscuros de su hijo, su cabello castaño oscuro y su sonrisa de superioridad. También era capaz de distinguir el brillo de inocencia de los ojos esmeralda de su hija, su cara angelical y sus bucles castaños recogidos descuidadamente.

¡Su familia!

Se veían tan felices. Tan seguros y despreocupados.

No quería que eso cambiase, ellos no podían sufrir o no descansaría en paz.

Lo ultimo que su mente fue capaz de crear antes de caer en la más absoluta oscuridad, fue aquella inocente sonrisa, aquellos ojos gentiles, aquellas mejillas sonrojadas… aquella dulce voz que como una melodía le hablaba despidiéndose de él.

Una niña de cinco años sonriente sentada en su regazo, contándole la canción de cuna que el debía estar cantando a ella, apoyada por los quejidos de su hermano mayor.

Sus hijos…

Touya…Sakura…