El señor Pullman, un dinosaurio de nariz larga, piel morada y anteojos gruesos salió al pasillo en cuanto escuchó el sonido de la campana que marcaba el final de la primera clase del día. Tenía apenas diez minutos antes de la siguiente clase y aún tenía que sacar las fotocopias del examen que aplicaría al día siguiente.

Avanzaba tan rápido como podía hacerlo entre la espesa marea de estudiantes que iban y venían escandalosos y distraídos con los problemas de sus jóvenes vidas adolescentes.
Pero ni siquiera ellos iban a interponerse entre él y su objetivo. Estaba a unos pasos del centro de fotocopias, se apresuraría a hacer las que necesitaba y le quedaría el tiempo justo para pasar por la sala de maestros a tomar una taza de café.

Y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, todos su planes volaron por los aires, al igual que el montón de hojas que llevaba en las manos, que terminó regándose en el piso, junto con sus gafas, a las que escuchó caer cerca, en alguna parte. Y todo aquel desastre por que alguien había chocado contra él.

—Señor Melman, espero que tengas una excusa para tu descuidado comportamiento- comenzó a decir el profesor, sujetando por el brazo a un joven dinosaurio que tartamudeaba y temblaba con una expresión clara de terror.

—¿Te das cuenta de lo que has hecho?- gruñó el maestro, llevándose una mano a la cintura.

—L-lo siento, señor Pullman.- respondió el chico antes de soltarse y salir corriendo. El profesor meneó la cabeza, en completa desaprobación, y se agachó, buscando a tientas sus anteojos. Al ponérselos se dio cuenta de que uno de los cristales se había agrietado de un lado. Gruñó con fastidio, y luego, al girar la cabeza pudo ver la razón por la que el chico Melman parecía tan asustado. Esa razón venía hacía él, caminando por el pasillo.

Se llamaba Spike. Lo habían transferido desde otra escuela hacía varios meses por algo así como un incidente donde alguien había terminado siendo devorado.

Era bastante alto y su piel azulada y llena de púas, sumado a su ropa de pandillero, le daban una apariencia feroz. Aún así se acercó tranquilamente al maestro y sonrió.

—¿Qué hay, sr. P? Hace un lindo día, ¿No le parece?- soltó el chico, con un marcado acento callejero y las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta de camuflaje militar.

—Spike, no está permitido que aterrorices a los estudiantes dentro de la escuela.

—¿Qué? Ah, éso. Se refiere a Billy Melman. Es un chico bastante torpe, por que verá, yo estaba caminando tranquilamente al salón de clases cuando dejó caer accidentalmente su tarea de ciencias sobre mi...amh- Spike jaló un lado de su chaqueta para que el señor Pullman notara las manchas amarillas.- Yo sólo intentaba decirle al chico que tuviera más cuidado. Pero es bastante nervioso. Y torpe. Por éso no se dio cuenta de que usted venía por el pasillo.

—Umh, si claro. Está bien.- soltó el maestro, sólo para poner fin a la perorata del muchacho. -Tienes suerte de que ahora tenga prisa, pero por favor, Spike, persigue a los estudiantes fuera de los pasillos de la escuela, donde no puedan hacerme tropezar.

El maestro se fue, y la multitud se dispersó en un segundo en cuanto sonó la campana.

Spike se quedó de pronto solo en el pasillo. No tenía prisa por ir a clase y a lo mejor todavía podía alcanzar a Billy o quizá simplemente podía ir a conseguir algo de comer. Eso sonaba todavía mejor.

Entonces notó las hojas que se le habían caído al profesor y las recogió por curiosidad, observando una en particular.

-Vaya, vaya, ¿Qué tenemos aquí? Las respuestas del examen de Biología. Bueno, no queremos que esto caiga en las manos equivocadas... En las de alguien más.- se dijo a si mismo.

Cuando Spike decidió por fin entrar a clases esa mañana, las hojas que el señor Pullman había dejado olvidadas, seguían en el piso. Excepto por una.

Fue más tarde otro joven dinosaurio quien las encontró y al revisarlas se dio cuenta que le pertenecían al maestro de ciencias que coincidente mente era el profesor con el que tenía la siguiente clase.

El muchacho se llamaba Robbie Sinclair, con su piel de un tono verde esmeralda, vestido con una cazadora tipo varsity de color rojo y con largas y erizadas púas sobre su cabeza que adoptaban la forma de un peinado mohawk que su padre odiaba; no era mal parecido, incluso, si, podía aceptar que era un tipo apuesto, lo que serviría de algo si tan sólo pudiera hablar con las chicas sin parecer un tonto.

Tonto, como se sintió al pasar junto a una linda dinosaurio de piel moteada. Rob le sonrió de oreja a oreja y ella le ignoró completamente.

—Claro, ¿qué soy yo? ¿Invisible?- masculló él, meneando la cabeza abatido, mientras entraba al laboratorio.

—Oh, señor Pullman.-

—Buenos días, joven Sinclair.- respondió el dinosaurio morado desde detrás del escritorio.

—Creo...creo que esto le pertenece.- el muchacho se acercó, extendiéndole las hojas. -Estaban tiradas en el piso del pasillo.

—¡Ah! Me preguntaba donde las había dejado. Gracias, Robert, eres muy amable. Ahora ve a sentarte.

El muchacho fue a su mesa de trabajo, al fondo del salón, cerca de la ventana. Todavía faltaban un par de minutos para que iniciara la clase, así que los chicos deambulaban de un lado al otro del aula, haciendo bullicio.

Ahí estaba, por ejemplo, Spike, quien en cuanto había entrado en el salón se había abalanzado sobre Billy Melman como un pterodáctilo sobre un indefenso y asustado mamífero.

Así se veía desde donde él estaba. Spike yendo hacia Billy, rodeándole con un brazo para asegurarse de que no se le escapara.

Spike debía estar diciéndole algo terrible en voz baja, por que el pobre Billy estaba pálido y temblaba un poco.

Ahora, Billy no era exactamente un macho alfa, ni siquiera lo suficientemente macho, pero Spike tenia mala reputación y debía ser por algo. Así que Robbie, que no era asiduo a meterse en los asuntos de los demás, decidió intervenir por que no le gustaba ver que se aprovecharan de alguien mas débil.

—L-lo siento...no quería dejar caer mi...mi proyecto de ciencias..so..sobre tu chaqueta mientras intentabas ...ro-robar el dinero de mi al-almuerzo...- chillaba Billy, encogiendo la cabeza entre sus hombros, hundiéndose en su asiento todo lo que podía hacerlo, deseando escurrirse lejos.

—Oye, Spike, creo que deberías ir a tu lugar. No querrás que el señor Pullman se haga una idea equivocada de lo que está pasando aquí. ¿Verdad?

Spike se dio la vuelta para mirar al audaz que osaba interrumpirlo.

—Ah, Sinclair.- soltó con voz cantarina, entornando sus pupilas amarillas. -Me halaga que te preocupe tanto lo que hago o dejo de hacer, pero para tu información NADA está pasando aquí.

—Si, bueno...- Rob alzó una sola ceja y ladeó la cabeza -Eso no fue lo que me pareció a mi. Billy, ¿Estás bien?

-Y-ya...y-yo...e-e...

—Él está bien. Ahora, ¿Por qué no vas a ocuparte de tus propios asuntos, niño?- gruño el más alto, haciendo un ademán con la mano, en un intento de ahuyentarlo. Pero Rob permaneció donde estaba.

—Mira, creo que si hay algún problema podemos resolverlo sin necesidad de recurrir a la violencia. ¿Qué dices?

—Oh.

A Spike le pareció de lo más curioso aquella actitud optimista, demasiado civilizada y nada astuta del chico Sinclair.

—¿Que eres tú? ¿Un cachorro?... No te metas.

—Por favor, Spike, piénsalo. Estoy seguro de que en realidad no quieres aprovecharte de alguien que es más débil que tú.

—Umhh...Si, si quiero.

—¡Espera!- Rob se lanzó en un muy poco planeado acto heroico al reducido espacio que había entre Spike y Billy, intentando mantenerlos separados. -Mira, no tienes que ser un bravucón sólo por que eres grande, fuerte e... intimidan... te.

Robbie pudo ver en primera fila el espectáculo que eran los dientes puntiagudos de Spike muy cerca de su cara.

—Spike, Robert, la clase va a comenzar, vayan a sus lugares.

Los chicos voltearon y se encontraron con el profesor que los miraba desde el otro lado del salón, golpeando los dedos sobre la mesa del escritorio, impaciente.

Spike estiró el cuello y resopló.

—Asegúrate de no volver a cruzarte en mi camino, o te arrepentirás.-susurró, inclinándose sobre el chico Melman, luego al girarse para volver a su lugar se encontró de nuevo frente a frente con Rob.

—Tú y yo. Nos veremos a la salida, Sinclair.-murmuró antes de alejarse.

—¿Qué?

—¡Chispas! G-gracias por ayudarme, Sinclair-dijo Billy- Pero ahora Spike te arrancará la cabeza.

—N-no, claro que no. Debe...debe ser un malentendido. Vamos, no creo que él realmente esté pensando en...arrancarme..la cabeza. Gulp.

—Robert, ¿Tengo que repetirlo? Siéntate.- volvió a decir el profesor.

—Ah, si, si.

Rob se sentó junto a Billy y miró sobre su hombro hacía donde estaba Spike.

—Tal vez... sólo quiere hablar.- dijo en voz baja, como intentando convencerse a si mismo.

—Bien, clase.- dijo el señor Pullman, paseándose frente a los alumnos. -Hoy empezaremos analizando los cerebros de los mamíferos más mortíferos e inteligentes, nunca más mortíferos e inteligentes que los dinosaurios, pero aún así superiores a todas las otras criaturas que otras criaturas: Los tejones.

El señor Pullman señaló la imagen de un tejón en el diagrama que había colgado en el pizarrón.

—Luego seguiremos con otras alimañas salvajes como ratas, topos y finalmente las criaturas con los cerebros menos desarrollados del mundo animal: los humanos. Ahora esto que estoy pasándoles son algunos especímenes para que vean con detenimiento el cerebro de un tejón. No se los coman...- recalcó la última frase mirando hacia donde se encontraba Spike, que ya tenía muy cerca de la boca uno de los cerebros que les había dado.

—Bien. ¿Qué pueden decirme de estos fascinantes especímenes?