Nico Robin vs Roronoa Zoro 2Y
Era el primer momento de relativa calma que tenían los Mugiwara desde su reencuentro en el archipiélago Sabaody y Nami, luego de hacer el recuento del tesoro que se llevaron de Thriller Bark, por fortuna para quienes habían protegido el Sunny no faltaba ni un solo berry, podía tener unas cuantas palabras con Robin. Y no veas la necesidad que tenía de hablar con alguien que no fuera un anciano luego de estos dos años en Weatheria. Las pocas veces que bajaba a tierra no le resultaron muy fructuosas en ese aspecto.
Y, hablando de aspectos…
—¿Te has quitado el flequillo, Robin?— le preguntó mientras su nakama, luego de ponerse algo de lo más cómodo, se metía en la cama—. Además de haber dejado que creciera algo más tu melena.
—No eres la más indicada para hablar de dejarse pelo largo, Nami— le recordó Robin entre risas.
—Bueno, lo tengo largo pero, a parte de su longitud, sigo llevando el mismo peinado pero tú, sin flequillo…— Nami observaba a Robin reflejada en el espejo del dormitorio— te ves bastante diferente. No un cambio radical pero sí un cambio notable y me preguntaba el por qué de hacerlo.
¿El por qué?
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Robin recordaba aquella intensa mirada que la desafiaba a negar sus palabras previas. Su abandono de la banda y sin ningún tipo de explicación. La misma mirada que ardía sobre el muro en la azotea de los juzgados de Enies Lobby en la que admitió sus motivos para abandonarles. Justos pero, vistos desde el lado de sus nakama, egoístas por su parte al negarles cualquier tipo de decisión.
Esa era la mirada que ahora le estaba dedicando Robin a Zoro que parecía prometerle un sufrimiento atroz y sin final. Hacía un par de días que abandonaron Thriller Bark y era la primera vez que tenía la oportunidad de estar a solas con su nakama, aún convaleciente y con las vendas que Chopper no le permite quitarse salvo para cambiarlas por unas nuevas.
—Recuerdo tu insistencia por saber mis motivos para abandonar la banda. Lo que me prometieron para ver cumplido mi sueño, kenshi-san— su sonrisa era una que dejaba claro que lo tenía bien atado—. Ahora eres tú quien se encuentra en esa posición, kenshi-san. Y me preguntaba cual será tu decisión: me dirás tus motivos o guardarás silencio.
Aunque tenía ciertas sospechas de a lo que se estaba refiriendo lo mejor era no dar nada por supuesto porque corría el riesgo de dar una información que no se tenía. Algo muy peligroso con Robin o, monetariamente hablando, con Nami.
—No sé de qué puedes estar hablando.
—Para empezar de tu estado físico que, aunque se ve bien así de primeras— la mirada que recorrió el cuerpo de Zoro no era ninguna mirada médicamente profesional. Claro que, en defensa de Robin, ella no tenía ningún título en medicina—, está bien claro que algo debió de sucederte mientras todos estábamos inconscientes luego del ataque del shichibukai Bartholomew Kuma.
—No sucedió nada— dijo Zoro pero Robin continuó como si no le hubiera escuchado.
—Como durante estas noches se ha podido ver la luna en el cielo está bien claro que no se te cayó encima, kenshi-san. Algo sucedió y no quieres que se sepa, a pesar de que ya hay varias personas que lo saben— sus labios formaron la sonrisa que Zoro tan bien conocía, le irritaba, y necesitaba—. Una de las cuales es yo misma, kenshi-san.
Así que varias personas sabían de lo sucedido. Brook era una de ellas porque él mismo se lo había confesado aunque sin atreverse a confirmarlo por el deseo de Zoro de que nadie lo supiera. Aunque si fue cosa de él Zoro no dudaría en romperle algunos huesos… sobre todo porque sería lo único que podría hacerle al ser solamente huesos. Pero también cabía la posibilidad de que hubiera sido Sanji el que se lo dijera puesto que con un simple gesto podían lograr que hiciera cualquier cosa a ese pervertido.
—Si no se nos está permitido el arriesgar nuestras vidas por nuestras nakama al riesgo de perder la propia entonces es una regla que debería ser para todos. Incluido tú, kenshi-san.
—Mi vida, mis decisiones— replicó lacónicamente Zoro.
Robin se encogió de hombros.
—Entonces yo también podría…
—¡No!— le cortó de golpe Zoro eliminando cualquier distancia entre los dos—. Podéis luchar, arriesgar vuestras vidas por vuestros sueños y el de nuestro senchou pero nunca, ¡jamás!, os atreváis a poner en jaque vuestra vida en intercambio.
—Tú lo hiciste, kenshi-san— le recordó Robin sin mostrarse atemorizada por la imponente presencia de Zoro ante ella—. No es justo para los demás el que se les niegue esa posibilidad.
—Me importa bien poco si es justo o no. no pienso permitir que Luffy pueda perder a cualquiera de sus nakama porque estos no sepan cual es su lugar.
—Tú puedes poner tu vida en balanza con la de Luffy pero el resto de nosotros no. Eso es muy egoísta por tu parte.
—Pues soy egoísta.
Realmente era tozudo.
—Tú sacrificio sería muy doloroso para aquellos que dejas atrás, kenshi-san. Pero como persona adulta que soy me importa bien poco lo que digas— le sonrió malicosamente—. Como no eres mi senchou no tengo porque seguir tus órdenes y de la misma manera en que no te quedaste a un lado cuando mi vida estuvo en peligro yo no lo haré cuando la tuya lo esté.
—Hablando de egoístas— farfulló Zoro con una mirada asesina que haría temblar de miedo al más valiente de los guerreros.
—Pues soy egoísta— le devolvió Robin las propias palabras de Zoro—. Aunque también soy algo más.
Cogiendo por sorpresa a Zoro, y eso ya era decir mucho, Robin le cubrió los labios con los suyos propios bebiendo del beso con verdadera sed.
Las órdenes de Chopper habían sido que Zoro no se quitara los vendajes por lo que Robin decidió que no estaban contradiciéndolas cuando era ella quien se los quitó. Sus besos eran salvajes y sus lenguas se enroscaban perdiendo la singularidad de la misma manera en que lo hicieron luego sus propios cuerpos. Uno no podía saber dónde terminaba uno y empezaba el del otro. Manos que recorrían por todas partes sin querer dejar de lado ni un solo centímetro sin recorrer.
La unión de sus cuerpos realizada en posturas varias hasta terminar, a pesar de la debilidad de sus piernas, de pie con Zoro penetrándola por detrás mientras sus manos la agarraban por sus muslos, por la parte baja de su espalda y por su cintura. Por un seno mientras le frotaba su entrepierna y su sensible botoncito, aunque en estos momentos ya no se le podría definir con un diminutivo, para luego agarrarla por ambos senos que generosamente se ofrecían. Su mano era capaz de atrapar de una vez su cuello y los labios de Robin las besaron cuando pasaron por encima de ellos. Le recogió el cabello juntándolo todo en un solo mechón dejando bien a la vista su amplia frente sin dejar de embestirla con fuerza.
Y se encontraba convaleciente por lo sucedido en Thriller Bark que le dejó inconsciente durante tres días. Robin no podía ni llegar a imaginarse como sería Zoro en plena forma. No lo sabía pero tenía intención de averiguarlo. Este fue su último pensamiento coherente antes de que una nueva, y profunda, embestida le arrancó un gemido gozoso.
Aquellas manos, no tan callosas como habría podido suponerse en primer lugar debido al arduo entrenamiento con pesas, acariciaban su rostro sin dejar de recoger cada uno de sus cabellos que pudieran liberarse y aferrarlos con fuerza tirando hacia atrás arqueándole la espalda.
Había que dar gracias porque Luffy gustase de hacer fiestas de lo más ruidosas porque, de lo contrario, ya tendrían a todos sus nakama aquí con ellos para averiguar el por qué de sus gritos y gemidos.
Eso habría causado un tipo diferente de paciente para Chopper. Aunque lo de Sanji no tenía cura.
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—Me gustó como me veía al echarlo para atrás— dijo Robin con tono relajado aunque en su mente la repetición de dicha imagen, reflejada en el mismo espejo que estaba usando Nami, no hacía si no excitarla—. Pero solamente se trata de un peinado. Lo normal es tener varios durante una vida y no cerrarse en banda con uno solo.
Nami saltó sobre su cama para sentarse de piernas cruzadas. El ajustado conjunto, llámale pijama corto, no dejaba mucho a la imaginación.
—Yo pensaba que mi cabello ahora era mullidito y esponjoso pero luego de tocar el pelaje de Chopper…
Robin se encontraba inmersa en la lectura de un libro pero estaba igualmente atenta a su conversación con Nami y no podía dejar pasar algo como esto así por las buenas.
—¿Pensando en cabalgar sobre su Walk Point a pelo, Nami?— le preguntó con un tono tan insinuante que incluso logró hacer ruborizarse a Nami ligeramente.
—No digo que no lo haya soñado un par de veces— aunque era más habitual otro tipo de sueños, con otro cierto nakama suyo, en que a pelo hacían otra cosa que cabalgar. Bueno, aunque en ciertas posturas casi pareciese que lo estuviera cabalgando, pensó Nami—. Pero me parece que se haría de lo más raro.
¿Cabalgar a Chopper a pelo o cabalgar a ese otro nakama a pelo?
—Yo diría que tu mente está en otros asuntos, Nami.
—No sé de qué me estás hablando— disimuló Nami, o lo trató de hacer.
—Deberías saber ya que no es sano el reprimirse, Nami. Puede ser causa de variados estados alterados o enfermedades. Tanto físicas como mentales.
¿Locura por privación de sexo? Y lo has pensado, ¿verdad, Nami? Pero es que a pesar de estos dos años aún parece como si abusara de un menor. Si por lo menos se pusiera serio sobre esto… aunque, para ello, primero debería traer el tema a tratar.
—Me voy a dormir.
Podría parecer algo cobarde pero era un paso demasiado importante para tomárselo a la ligera y, quién sabe, podría soñar algo que le hiciera dar dicho paso. Con ese pensamiento se acurrucó bajo las sábanas sin dejar de pensar en la amplia sonrisa de su senchou.
—Buenas noches, Nami.
—Que sueñes con… Zoros sudorosos— le devolvió Nami con una maliciosa sonrisa por su parte.
Robin no pudo si no reírse ante el buen ojo que demostraba su nakama. Ciertamente eran de las que ven la paja en el ojo ajeno.
Mmmm varios Zoros sudorosos. No un mal sueño. No, señor.
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Continuará
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