De Gris y Alma

We're both in tune,

When we're chasing the moon,

But under the sun I'm hunted just like you…

- Sophie Ellis Bextor, The Deer and the Wolf.

El aire estaba cargado de olor a carbón. A lo lejos, en un edificio en estado ruinoso, un grupo de hombres transportaban el mineral hacia unas estufas, para continuar su trabajo cual si estuvieran robotizados. Algunos de los que se encargaban de vigilar paseaban de un lado a otro con los rifles listos para disparar. Constituían la precaria seguridad de aquella ciudad-factoría, asolada cada tanto por ladrones. Kiba observaba y olía a lo lejos, con la desazón entre sus primeros pensamientos. Tenían que pasar por ahí, no quedaba de otra. Probablemente, incluso en aquel decadente entorno podría encontrar algo de alimento para él y la manada, alimento que odiaba, pero que, al menos, le permitiría recuperar algo del peso que había perdido en la última semana. Además, a los lados de aquella urbe de paso sólo había terreno eriazo, y un río contaminado y turbulento que ni los lobos ni la chica Flor podrían cruzar.

- ¿Entonces no tenemos opción? – preguntó Hige, recostado estómago arriba.

- A menos que quieras ir al desierto y morirte de hambre…- respondió ásperamente Tsume, que estaba sentado y aburrido – aunque en tu caso, a lo mejor resistes más, por tu grasa…-.

- Heh, que gracioso Tsume, no te conocía esa faceta – le respondió sarcásticamente Hige.

Toboe reía, echado en la tierra. Luego se puso serio, y dirigió la mirada al lobo blanco, como esperando una decisión.

- Cruzaremos…- dijo Kiba – probablemente a ustedes les vaya algo mejor ahí que a mí.

Cheza sonrió levemente, a la par que se levantaba de la roca donde estaba sentada. Toboe se reincorporó animado, moviendo la cola como quien dice "andando".

- ¿Tú preocupándote Kiba? – dijo Tsume. El tácito líder prácticamente dijo que sí con la mirada.

- Bueno, vamos, serán unos cuantos kilómetros, y tal vez un día o más de viaje, entre antes mejor…- dijo Hige - ¿no les asusta como se ve todo tan cerca y hasta apesta igual, aunque estemos lejos?-.

Cuando reanudaban la marcha, Cheza se detuvo, sorprendida.

- ¿Pasa algo, Cheza? – dijo Toboe.

- Ya no debería sorprenderte, niño…- le dijo Tsume.

- Creo que hay algo…- dijo la chica Flor.

- ¿Cheza? – preguntó Kiba intrigado. Los cuatro lobos se sorprendieron al ver a Cheza con una expresión como de alivio.

- Descuiden…- dijo Cheza – no es algo malo…-.

..

En la ciudad, varias personas almorzaban en lo que parecía una especie de comedor con olla común, posiblemente para los trabajadores y sus familias. Uno que otro niño sin hogar corría por los alrededores esperando hurtar un pan, o un poco de carne molida. Producto de una riña entre un grupo de ellos, un paquete con carne de cerdo cayó por un callejón. Cuando un hombre que parecía bajo los efectos de alguna sustancia intentó cogerlo, escuchó un fuerte gruñido que lo hizo retroceder. Una vez despejado el terreno, una chica de cabello largo, de un color gris muy claro que la hacía parecer canosa, a pesar de ser joven, asomaba su brazo para tomar la comida. Olió de un lado a otro, y luego regresó a un refugio improvisado bajo unas viejas escaleras de caracol. Esperó unos minutos, hasta que su compañero volvió. Éste era un joven de cabello castaño oscuro, y de piel ligeramente tostada. Hizo una especie de mueca, antes de sentarse de nuevo al lado de la joven.

- ¿Y, conseguiste algo?- preguntó la joven.

- No, Tamashi…- contestó el muchacho.

- Mmm – dijo Tamashi con duda – Haiiru, hay algo que no me estás diciendo…-.

- Era broma, mira… – dijo Haiiru – ojalá te agrade…-.

Haiiru dejó en el suelo unos cortes de tocino. Los dos olieron ambas comidas, y cada uno probó un poco de lo que había traído el otro. De vez en vez dejaban salir unos cuantos gruñidos por si el otro quería comer más de lo que debía, pero fuera de eso, nada más ocurrió.

- ¿Cuándo fue la última vez que viste un ciervo?- dijo Haiiru, mirando el cielo del atardecer.

- Ni recuerdo…- dijo Tamashi, acurrucándose – voy a dormir un poco...vigila o te mato…-.

- Como quieras…cuidado que te muerden las ratas…-.

Tiempo antes…

..

La historia de Tamashi

Era uno de los pocos bosques que quedaban. Cada tanto era posible ver cada vez más escasos rebaños de wapitíes, y uno que otro oso. La manada del lobo gris y la loba parda había perdido numerosos miembros en los últimos años. Los humanos los tenían cada vez más cercados. El cielo, que era irrelevante para los lobos, se había vuelto objeto de temor, pues aparecían en él objetos de gran tamaño, como aves siniestras, que parecían buscarlos a ellos.

Esa tarde, el lobo gris arrastraba, ayudado por su compañera, un joven ciervo cazado en las cercanías. Los cachorros de la pareja, cuatro en total, esperaban ansiosos, aunque pequeños, ya estaban en edad de consumir carne sólida. Detrás de ellos, venía una loba de color gris claro, prácticamente blanco, con los costados, orejas y parte superior de su hocico de tonalidades más oscuras. Era la hermana menor de la madre parda, y, mientras ella y su compañero cazaban, ella se encargaba del cuidado de los cachorros. Al menos lo intentaba.

Ver regresar a los padres con una presa de tamaño considerable era una auténtica fiesta. Los cachorros de agolparon en torno al ciervo, esperando su turno de alimentarse.

Ahora todo lo que importaba era la comida. No habían comido una presa de esas características en cierto tiempo, se habían mantenido a punta de aves y roderoes. Y tal vez no comerían así en otro tiempo más.

Una semana después, la pareja líder volvió a ir de caza. La loba juvenil dio un rodeo peinando la zona, y luego recordó de nuevo a las crías. Contrariada en parte, comenzó a buscarlos, sin éxito.

Tamashi aulló para localizar a sus sobrinos. Afortunadamente, éstos se reunieron rápido, pues se habían escondido bastante bien. La loba caminó un poco alrededor del centro del territorio, gruñendo de vez en cuando para que los cachorros no se alejasen demasiado. De pronto, vio al lobo gris aparecer más temprano que de costumbre. La loba parda lo seguía. A lo lejos, se escuchaba un estruendo espantoso, que casi lastimaba las orejas de Tamashi.

Al anochecer, luego de encontrar un lugar seguro en su propio territorio, el lobo gris comentó que esas "aves" habían atacado un poblado humano a lo lejos. No sólo ello. Hombres que venían apoyando a las "aves" habían destruido el otro bosque, reduciéndolo a cenizas por completo. Habían matado a la manada de ahí, y sólo unos pocos habían conseguido escapar…

Tamashi sintió miedo. Sólo esperaba que la situación no se repitiese.

Cuatro días después, mientras jugaba con los cachorros, sintió un sonido similar al de aquella vez. Trató de reunir rápido a las crías, y encontrar un refugio. Aulló intentando llamar a los padres. No recibió respuesta.

Sin querer, había cometido un gravísimo error.

Unos cinco lobos algo mayores que ella habían llegado al territorio, huyendo de los ataques de hacía días. Estaban buscando refugio y comida a como diera lugar. Tamashi los olió demasiado tarde. Arrió a los cachorros, que, reconociendo el peligro, corrieron tras ella. Pronto, la joven loba advirtió que tenía al menos dos perseguidores. Trató de sobrepasarlos, pero en eso, uno de los cachorros tropezó. Cuando la loba intentó retroceder para levantarlo, se vio completamente rodeada. Los lobos le gruñeron salvajemente, y Tamashi retrocedió espantada. Sin embargo, al ver que uno de ellos iba hacia las crías, recobró valor y se lanzó al ataque. Fue contenida de un empellón, y rápidamente dos de los atacantes se detuvieron a reducirla a mordidas mientras que los otros tres iban a por los cachorros. Los intentos de defensa de Tamashi fueron inútiles. Cuando creía que la matarían, los padres aparecieron. Dispersaron momentáneamente a los invasores, pero entonces, Tamashi salió despavorida. Su hermana mayor y su compañera sabrían que ella fue incapaz de proteger lo que le confiaron…que sin querer, había delatado su posición…no se lo perdonarían nunca, ellos mismos le darían muerte, si es que sobrevivían al ataque de los forasteros.

La ley de la selva, implacable como ella sola. Vidas que se pierden para que otras duren un poco más.

La muerte que se cernía sobre las pocas tierras salvajes que quedaban tenía un nombre: Yagara.

Pero eso era algo que Tamashi no sabía aun.

Corrió durante días, sintiéndose miserable. No había hogar al que volver. Entre más terreno cubría, más se daba cuenta de ellos. Quedaban algunas granjas. Una noche, entró a una a conseguir comida, logrando arrebatar una gallina. Pero, en otra ocasión, cuando atacó por la tarde esperando obtener un cordero, fue descubierta por el empobrecido granjero.

- ¡Maldición, un perro salvaje, largo!- gritó el hombre, escopeta en mano. Tamashi logró eludir los tiros, pero no el ataque de los perros de guarda que el granjero soltó.

Unos días más tarde, tentó suerte en otra granja. En dicha ocasión, la bala le rozó los cuartos traseros. Los dueños de las cabras a las que trató de devorar lanzaron a perseguirla a caballo hasta que la loba huyó cruzando un arroyo.

- ¡Eso, huye! ¿viste el tamaño de ese perro?-.

- Es enorme, ¿crees que sea de los perros de los MCormick?-.

La loba corrió hasta que se puso a salvo…sin nada en el estómago. Comenzaba a preguntarse si no hubiera sido mejor dejar que la mataran…o ella misma no comer, y dejarse morir de inanición…pero su instinto de conservación era muy fuerte…

Herida y hambrienta, Tamashi vagó desorientada varios días. Días que se convirtieron en meses, meses de alimentación pobrísima, y de eludir hostilidades. Sin embargo, ello la volvió taimada, y le enseñó a robar comida eficientemente. Los ataques de los perros le ayudaron a luchar mejor, y lo comprobó cuando, al haber matado a dos de ellos, pudo procurarse comida extra. En una de esas, llegó a un lugar que para su gusto era horrible. Por lo que escuchaba de las conversaciones de los habitantes humanos de aquel sitio, vio que, si bien es cierto no era el mejor del mundo, al menos le facilitaría algunas cosas. Cuando comenzó a ser vista con suspicacia por unos ancianos que vivían en la calle, y sobre todo, después del ataque de un hombre armado que iba acompañado de una perra mitad loba, decidió cambiar de táctica. Hacer algo que desconocía que su especie podía hacer.

Aspecto delgado. Ojos semi anaranjados, que sin embargo no llamaban mucho la atención. Cabello grisáceo casi blanco que aparentaba envejecimiento. Ropa holgada de colores beige y marrón. En adelante, era la apariencia que Tamashi usaría para esconderse entre los humanos…para no ser atacada, y para no llamar la atención. Pronto le tocaría luchar directamente con ellos… pronto les perdería el respeto…

En una ocasión, portando una bolsa con panes que robó de una tienda, se vio rodeada de al menos cuatro hombres y una mujer, de terrible aspecto. Cinco, pensaba, como esa vez…tras un breve combate, alcanzó la garganta de uno de los sujetos, y la destrozó, ahuyentando a sus acompañantes.

De ahí en adelante, seguiría robando y luchando todas las veces que fuese necesario. Ese nuevo mundo apestaba, pero era mejor que nada. Para evitar problemas, cada cierto tiempo se mudaría de ciudad. Tenía qué…

La historia de Haiiru

Un cachorro de lobo se escabulló entre los arbustos. Su manada llevaba días desaparecida, y hacía unas horas, había tenido suerte de que ese tejón que lo venía persiguiendo no le dejara más que un raspón en la frente.

El lobezno, cuando pensó que no podía encontrar nada más, escuchó una especie de gruñido. Era demasiado fuerte para ser el de un adulto. Entonces, vio algo delante suyo. Alguien.

- Mira eso Kat…- dijo un sujeto de apariencia delgada y barba, que apuntaba al lobezno.

- Oh, es…es adorable – dijo una chica que venía siguiéndolo.

Los dos humanos lucían amenazantes. El lobezno intentó huir, pero pronto fue atrapado por la chica. Emitió unos sonidos similares a ladridos intentando liberarse, pero al final se rindió, asustado y cansado, en manos de Kat.

- Me da pena cuando los cachorros se pierden…- murmuró Kat.

- ¿Piensas llevártelo?- le dijo su compañero.

- Jamie, no pienso dejarlo así…-.

- ¿Cómo sabes que no es un lobo?-.

- ¿Lobo? Por favor, pensé que habías dejado de creer en cuentos de hadas…-.

- Uno nunca sabe…-.

- Como sea…-.

Kat se sentó. Soltó al cachorro, aun a sabiendas de que podría simplemente huir. Curiosamente, el lobezno no se movió más. Sólo la miraba. Nunca había visto a un humano antes. Cabello corto y ondulado, rostro algo circular, con una nariz ligeramente afilada, y ojos grandes. El otro era muy distinto. Eran criaturas extrañas.

- Tranquilo…no voy a hacerte daño…- le susurró Kat. Se quitó el abrigo, y lo usó para procurarle calor al cachorro. Lo envolvió de una forma que al lobezno le hizo acordar un poco los días lejanos al lado de su madre y sus hermanos. Acto seguido, la muchacha sacó una barra de carne seca de su canguro, y se la dio al lobato. Éste olfateó primero con algo de desconfianza, pero el hambre y la necesidad de sobrevivir pudieron más. Tras algo de dos horas en las que Jamie comenzaba a aburrirse, vio como Kat recibió un lametón en la mano como respuesta, de parte del pequeño animal.

- Hecho, me lo quedo…- dijo Kat con confianza.

Los dos subieron al viejo vehículo, causante de aquel sonido sordo que el lobato temía.

- No le pongas nombre…cuando les pones nombre, te encariñas con ellos…- dijo Jamie.

- De hecho…espera…- dijo Kat, acariciando la cabeza del lobezno, y viendo su pelaje gris – se llama Haiiru…-.

- ¿Dónde has escuchado eso?-.

- No lo sé, ¿es relevante?-.

- Como digas…-.

Llegaron a su hogar, el que sería el nuevo hogar del lobato también. Era una especie de parque de trailers en mitad de la planicie. La gente vivía con lo que podía. Pero se las arreglaban para tener perros, gatos, gallinas y ovejas. Estas últimas dos especies eran las más importantes, pues garantizaban carne y huevos. También habían parcelas con frutas, que ocasionalmente vendían para intercambiar por combustible.

La salida de Jamie y Kat no había sido por gusto. El bosque cercano proveía de madera. Tenían un poco de ella, antes de encontrar al cachorro.

Kat alimentaba bien a Haiiru. Un poco de carne, o grasa que compraba especialmente para él. Conforme el animal iba creciendo, Kat comenzaba pensar que la sospecha de Jamie era cierta.

- Tal vez…si seas un lobo, después de todo…- le dijo un día, acariciándole la cabeza a un lobato que ya casi no lo era. Un año después, el animal había crecido bien, amén de comida, acompañar las largas caminatas de Kat cuando iba a un lugar del que pudiera sacar madera, y de ocasionalmente reñir con los perros y gatos locales, además de, en ocasiones, abandonar el poblado y explorar zonas cercanas, que otros animales evitaban. Lo cierto es que nunca había realmente atacado a alguien. Tan solo era un perro con algo de mal carácter, pues no era amigo de jugar con los canes, hacía intentos de atacar a las ovejas, y a veces le gruñía a la gente que pasaba cerca del tráiler. Sólo le era leal a Kat. A pesar de ello, no veía con malos ojos a los humanos…

- Oye, quiero que tengas esto…- le dijo Kat una tarde. Era una especie de collar que le había pertenecido a ella de niña, una delgada cadena, con una moneda en lugar de medallón. Haiiru olfateó desconcertado el objeto, antes de dejar que la chica se lo pusiera.

- Así te acordarás de mí…que va, tal vez te importe un bledo lo que te estoy diciendo, pero igual, quédatelo, te sienta mejor a ti…-.

Una vez, Haiiru regresaba de una caminata, esperando volver a ver a Kat a su retorno. En lugar de eso, halló el lugar lleno de humo. Fuego por todas partes. Personas y perros muertos. El lobo se desesperó, y se lanzó a buscar a Kat. Tras unos minutos de desesperación, la halló. Estaba bajo unas maderas destruidas, sin vida. Olía a sangre. Haiiru intentó reanimarla. Nada funcionó. Entretanto, las personas que habían sobrevivido contaban sus pérdidas. De pronto, alguien dio la voz de alarma.

- ¡Son ellos otra vez! ¡huyan!-.

A lo lejos, un grupo de sujetos que venían en motocicletas, y armados, irrumpían en el poblado improvisado. Regresaban. Eran ellos los responsables de la incursión que había matado a tanta gente. Lanzaron gritos, y disparaban al aire. Haiiru los vio, y los reconoció como los asesinos de Kat. Se abalanzó sobre uno de ellos, que había abandonado la moto. Este retrocedió espantado, pero su compañero la emprendió a cadenazos contra Haiiru, consiguiendo ahuyentarlo. Maltrecho, el joven lobo dejó atrás el que había sido su segundo hogar. Caminó lejos, abatido por el dolor corporal, el hambre, y otro dolor que no sabía cómo explicar. Debía ahora conseguir alimento. Kat no estaba más ahí.

Fueron días duros. Conforme ganó algo de experiencia, conseguía atrapar ratas. En un moneto de su viaje sin rumbo, halló una estación de tren, en la que se quedó dormido. Al levantarse, vio que dos o tres personas venían con palos a ahuyentarlo. Lleno de cólera, Haiiru se levantó velozmente, y la emprendió a mordidas contra sus atacantes.

No lo entendía. Aquellos seres en los que había encontrado un sustituto de su manada…¿eran en realidad tan crueles y hostiles?

De ahí en adelante, no volvería a confiar en ellos. Lo único que lo ataba a ese mundo era el pendiente de Kat, y el hecho de que, descubrió que para no llamar la atención de esas extrañas criaturas, debía lucir como uno. Cuando lo estuvieran viendo, su aspecto era el de un joven de tez trigueña, cabello oscuro, y ojos amarillentos, con ropa normal, jersey, camiseta y pantalón jean. Odiaba ese aspecto, pero no quedaba otra opción. Los humanos atacaban todo lo que no entendían.

..

Un robo de comida que salió mal. Los encargados de seguridad descubrieron a Haiiru y otros jóvenes tratando de hurtar un cargamento de carne y vino destinado a la Aristocracia local. Era cierto que Haiiru no mostraba el menor interés en el alcohol, pero igual recibió una paliza brutal. Tan brutal, que otro ladronzuelo que fue capturado con él fue muerto a patadas y varazos por los guardianes. Haiiru se levantó, a pesar de los golpes. Vaya bienvenida a esta mugrosa ciudad, pensaba.

- Pero miren al bastardo…- dijo el guardia con una sonrisa repugnante. Haiiru no contestó. Sólo se echó sobre el sujeto, tratando de matarlo. El guardia sacó una navaja que tenía oculta. En el forcejeo, el lobo le arrancó tres dedos de una mordida, y le desfiguró el rostro, más recibió algunos cortes.

- ¡Dios, qué eres! – gritó el hombre. Otros cuatro vinieron en su apoyo, y persiguieron a Haiiru. El lobo consiguió huir, refugiándose en una casa demolida parcialmente. Pero estaba muy herido. Moretones por todo el cuerpo, y alguna que otra herida abierta. Se quedó en su forma de lobo. Esa noche era especialmente fría. Haiiru sentía que la vida se le iba.

- Kat…- susurraba el lobo.

El olor a sangre y los quejidos atrajeron a alguien. Tamashi había aparecido hacía horas en la ciudad, y buscaba comida. Le llamó la atención el olor de otro lobo después de mucho tiempo.

- ¿Hola? – dijo la loba. Haiiru levantó la cabeza. Era la primera vez que veía un lobo adulto, casi, pues el recuerdo de su madre y la manada eran muy borrosos ya.

- ¿Quién eres?- preguntó Haiiru.

- ¿Quién eres tú? – dijo Tamashi.

- Largo…-gruñó Haiiru. No estaba de humor para socializar.

- Así como estás, no durarás un segundo luchando – contestó gruñendo Tamashi.

La loba se quedó de pie a la entrada. Haiiru, echado, intentó alzarse. Ambos lobos se mantuvieron a una distancia prudencial, mostrándose mutuamente los dientes…


Algunos detalles sobre este fic. El título algo raro (como lo eran los títulos de algunos capítulos de la serie) hace una referencia a los lobos protagonistas de esta historia. La palabra Tamashi quiere decir "alma" y Haiiru "gris" en japonés, esto continuando con el hecho de que los lobos protagonistas tienen nombres en dicho idioma, aunque la serie en ningún momento pareciera estar situada en el país del Sol Naciente (más pareciera ambientada en una mezcla de Eurasia y América del Norte). Admito que pensé un poco no solo en Wolf's Rain para la ambientación, sino también en series como "The Last Man on Earth" y las pelis de "Mad Max". La apariencia del personaje de Kat estaba levemente inspirada en la actriz Kristen Schaal.