Declaimer: Los personajes, así como el universo en el que se desenvuelven son propiedad de Akira Toriyama, el presente relato fue creado sin fines de lucro.
El llamado.
Capítulo 1. Sola en Casa
Un día como cualquiera en la capital del oeste, una chica de cabellos obscuros recargada en su escritorio mira por la ventana balanceando un lápiz entre sus labios y su nariz, observa hacia la nada con su cabeza apoyada en uno de sus brazos; entrecerró los ojos mientras intentaba divisar lo que parecía ser una luz que recorría el cielo, frunció el seño con extrañeza -¿Qué podrá ser?- Pensó, pero algo la distrajo dejando caer el lápiz que había estado meciendo.
-¡Pan, ya está lista la comida!- gritó una mujer desde la cocina, la muchacha se levantó y salió corriendo de su habitación, estaba hambrienta.
-Gracias por la comida Okāsan- pronunció Pan con una sonrisa mientras se sentaba a la mesa, la mujer que aparentemente había preparado el festín la imitó acomodándose justo frente a ella.
-De nada, pero recuerda que debo de estar en la estación en una hora, así que no te demores tanto- contestó la mujer.
-No te preocupes eso no es problema- respondió Pan sonriente poniendo el tenedor sobre su sien como intentando imitar un saludo militar, pero cambió inmediatamente su semblante alegre por un puchero, -¿En verdad te tienes que ir? Sabes que yo cocino tan rico como tú- terminó observando suplicante a su madre frente a ella.
-Solo serán unos días cariño, te dejé comida preparada en la nevera, te llamaré todos los días, además si necesitas algo puedes ir con tu tía Iresa, ella me dijo que vendrá a ver cómo estás, así que nada de andar trayendo chicos a la casa- comentó la mujer giñando un ojo al terminar la oración.
-Claro que no, sabes que yo no hago esas cosas- expresó sonrojada la muchacha pelinegra alzando su tenedor con un trozo de carne –Además ¿Quién se fijaría en una chica rara como yo?- dijo esto último casi para ella misma mirando fijamente su plato por lo que su madre solo escuchó un murmullo.
-¿Dijiste algo cariño?- Preguntó la mujer mientras parpadeaba y sostenía un vaso de jugo.
-Esto… eh… ah que te quedó muy rica la comida Okāsan - respondió la muchacha riendo nerviosa con gotitas de sudor en la frente, a lo que su progenitora contestó con una sonrisa.
Ambas féminas disfrutaron de sus alimentos intercambiando risas y juegos como todos los días, hasta que llegó la hora de que la mayor se despidiera.
-Bien, te dejé el número del hotel y la habitación en donde voy a estar, está el teléfono de la oficina de Cuidad Parsley y también puedes llamarme al móvil si necesitas algo ¿De acuerdo?- expresaba una mujer de ojos azules dándole la espalda a la puerta principal de su hogar parada frente a su hija.
-Si, no te preocupes cualquier cosa te llamo al móvil- pronunció Pan rodando los ojos con ambas manos detrás de la cabeza.
-Ay cariño ¿Segura que vas a estar bien? Sabes puedo llamar y pedir que manden a alguien más- dijo con preocupación la mujer tomando el rostro de su retoño con ambas manos.
-Si Okāsan voy a estar bien, ya no soy una niña, además sabes que puedo cuidarme sola- mascullaba como podía la joven debido a que su madre apretaba con efusividad sus cachetes.
-Lo sé, lo sé, bueno creo que ya debo irme- enunció con resignación la mujer para después abrazar a la muchacha pelinegra, -Cuídate mucho por favor, no te metas en líos, no comas sólo golosinas y dale de comer a la tortuga- terminó apartándose de la chica y besando su frente.
-Si- respondió Pan sonriente, su madre le regaló una tierna mirada, era la primera vez que se separaban por tanto tiempo, la mujer se acomodó los finos anteojos que ostentaba, tomó una maleta pequeña, volvió a abrazar a Pan y salió de la vivienda.
La joven pelinegra suspiró regresando sus brazos a su posición detrás de su cuello, nunca se había quedado sola en casa, y ahora durante una semana estarían solo ella y su mascota; inconscientemente Pan viró los ojos para observar a la pequeña tortuguita la cual se encontraba en una pecera en la sala de su hogar, volvió a suspirar –Esta semana será muy aburrida- pensó mientras comenzaba a caminar hacia las escaleras para dirigirse a su dormitorio.
-Grrrrr- el rugido de un estómago hambriento cortó con el silencio en la habitación de la joven Pan, la cual se hallaba tomando una siesta, -Grrrrr- nuevamente se escuchó gruñir a la barriga de la muchacha pelinegra, quien se arremolino entre las sábanas, para después apartarlas con rudeza mientras se estiraba bostezando aún con los ojos cerrados, dejó caer pesadamente sus brazos y abrió los ojos, volteó hacia la ventana, era de noche, al parecer había dormido toda la tarde, se incorporó para sentarse en la cama, bostezó de nuevo rascándose la cabeza, se talló un ojo y de pronto se percató del reloj frente a ella, -¡El torneo!- se levantó de golpe y corrió hacia la puerta, bajó las escaleras como bala entrando a la sala, pegándose en el pie con el sofá y brincando apoyada en el otro se acerco al televisor para encenderlo.
-Y así damos por terminada la ceremonia de premiación de este extraordinario torneo de artes marciales en donde como era de esperarse el campeón indiscutible fue el gran Mr. Satán seguido muy de cerca en segundo lugar por su gran amigo Mr. Boo…- se podía apreciar a un conductor de traje en la pantalla del aparato.
-¡Ay no, me lo perdí!- soltó con cara de tristeza haciendo un puchero y dejándose caer sobre la alfombra; a Pan le encantaba ver los torneos pues ama las artes marciales desde que tiene memoria, pero cuando le pedía a su madre que la llevara a ver alguno siempre se negaba, por lo que tenía que conformarse con verlos por televisión.
Se levantó pesadamente con la barbilla hundida en el pecho para encaminar sus pasos hacia la cocina, abrió la nevera, la cual se encontraba repleta de recipientes con comida preparada, se rascó la parte posterior de la pierna izquierda con el pie derecho colgada de la puerta del refrigerador, cerró la puerta del frigorífico y se dirigió a un estante en la alacena en donde su madre guardaba las galletas y dulces, miró una caja que le atrajo –Mmm chocolate- dijo para sí misma y tomó un cartón repleto de pastelillos rellenos.
Con un montón de azúcar en las venas y una larga siesta por la tarde, la joven Pan había deambulado varias veces por toda la vivienda sin encontrar algo qué hacer, a mitad de la noche consideró que debía permanecer en su alcoba pero no pudo estar más de un minuto, así que decidió husmear por los rincones que no frecuentaba aprovechando que su madre no se encontraba en casa.
Primero entró a la recámara de su progenitora, se encontró con una pieza perfectamente ordenada, muy diferente a la de ella, observó el tocador impecable, las cortinas cerradas, un par de pantuflas a un lado de la cama, brincó para tumbarse en la ella pero no calculó bien su movimiento y se pegó con la cabecera –Auch- expresó con un ojo cerrado sobándose la cabeza, de repente notó una foto en la mesita de noche, la tomó; eran su madre y ella de apenas 4 años, se encontraban alado de un gran trofeo que las superaba en altura, su primera competencia, de cuando vivían en la capital del norte, sonrió al darse cuenta que le costaba un poco recordar todo lo que había pasado ese día, pero recordaba los combates, todos los combates de su vida, amplió su sonrisa, la emoción que le da la lucha y los desafíos no se comparan con ninguna otra cosa en el mundo.
-Entrenar, eso es- abrió los ojos dejando a un lado el retrato para brincar de nuevo fuera de la cama, -A partir de mañana buscaré un buen lugar para entrenar- pronunció decidida y sonriente alzando un puño frente a ella.
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NA: La palabra Okāsan significa madre o mamá. Gracias por leer :D espero sus comentarios
