- ¿Tokiya?

- ¿Umh?

- ¿Yo…te agrado?

El peliazul enarcó una ceja, apenas levantando la mirada de las hojas arrugadas que se extendían delante de él y clavó sus ojos en los míos. Me apresuré a apartar la vista, a sabiendas de que no debería haberlo molestado mientras estaba compenetrado en sus borradores.

Mi compañero de cuarto se caracterizaba por desaparecer en medio de la noche, o incluso del día y no volver a aparecer por cuantas unas horas. Su política consistía básicamente en "no me hagas preguntas innecesarias". Una vez que había entendido esto, no me resultó difícil convivir con él. Pero si aburrido en un principio, a decir verdad.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo aprendí a apreciar los insignificantes gestos de su parte al menos indicaban que no me odiaba, como cuando me ayudaba con la letra de alguna canción o me despertaba de un empujón si me quedaba dormido y estaba por llegar tarde a clases. Poco a poco, empecé a notar que sus cada vez más prolongadas ausencias me llenaban de una ansiedad que no podía explicar del todo bien. Me encontraba a mi mismo inspeccionando el reloj, o mirando con frecuencia la pantalla del móvil, controlando que ningún mensaje nuevo entrara sin que yo me percatara de ello. El mal humor y la preocupación me perseguían todo el día por su causa, y sin embargo cuando volvía a nuestra habitación y lo encontraba durmiendo en su cama, una sonrisa de alivio se extendía por mi rostro.

A la única conclusión certera que pude llegar fue que aquél tipo de mal carácter y actitud indiferente se había convertido en mi amigo. No obstante, no podía afirmar que Tokiya se sintiera de igual manera hacia mí.

- Me agradarías si no fueras tan molesto-musitó en respuesta a mi pregunta. Sorprendido, me di cuenta de que él no volvía a sus asuntos o me ignoraba como normalmente lo haría, sino que todavía me observaba, esperando alguna reacción de mi parte.

- ¡No soy molesto!-protesté frunciendo el entrecejo y cruzando los brazos delante de mi pecho, un gesto inconsciente que dejaba ver lo mucho que me había ofendido el comentario. Claro que no era molesto. No hacía preguntas y siempre lo dejaba en paz, rayos. Sin embargo, adoptar aquella actitud no iba ciertamente con mi personalidad, y mi pequeño enfado se convirtió rápidamente en pesar. Así que no le agradaba, ¿verdad? Debería haberlo sabido, había sido una estupidez de mi parte preguntarlo. Seguramente sólo compartíamos habitación porque él no había conseguido que el Instituto le diera una individual y…

Antes de que terminara de asimilar todas las cosas que se me pasaban por la cabeza en ése momento, el peliazul soltó un suspiro por lo bajo y se incorporó, alejándose del escritorio y dejando su trabajo a un lado. Su mano se posó sobre mi cabeza de manera despreocupada, despeinándome y enredando los dedos en mi cabello con una naturalidad difícil de creer. Podía sentir su tacto frío, su tacto que contrastaba contra el ardor que sentía bajo mi piel. Mis ojos se toparon con los suyos casi por casualidad, y era como si pudiera sentir que lentamente…

- ¡Auu! ¡¿Por qué hiciste eso?!- exclamé totalmente confundido mientras me frotaba la frente, donde Tokiya se había tomado la libertad de golpearme con los nudillos.

- Odio que pongas ésa expresión seria- fue lo único que dijo antes de voltearse para volver a enfrascarse en sus borradores.

Seguí refunfuñando un rato hasta irme a la cama. Antes de apagar la luz, me di cuenta de que él se sonreía para sí mismo pensando que yo no lo veía. "¿Qué te causa tanta gracia?", quise saber.

Sin embargo, yo también estaba sonriendo.

Cerré los ojos, pensando que quizás mañana volvería a preguntarle si le agradaba.