Ignorance is Bliss
Solamente se encontraban ellos en el salón, como en los viejos tiempos, pero el ambiente que reinaba dejaba bien claro que no se trataba de esos tiempos porque, principalmente, el tiempo nunca se detenía por nada, ni por nadie. A pesar de encontrarse sentado en aquella butaca frente al fuego de la chimenea sentía el frío por todo su cuerpo. Sus huesos estaban tallados en puro hielo y su piel resultaba ser escarcha. Así es como se siente uno cuando es consciente de que sus acciones son erróneas pero, al mismo tiempo, no hace nada para cambiar su situación. ¿Y por qué debería tratar de hacer algo para cambiarla? En su opinión ya lo había hecho y había pagado por ello hasta desgarrarse las cuerdas vocales de la agonía que recibió.
Bajó su varita. A pesar de que la vida de su madre, de la de su padre y la suya propia estaban en la otra bandeja de la balanza. Bajó su varita.
Él le había prometido que le ayudarían. Que su Orden le protegería junto a su madre mientras que su padre seguiría a salvo en Azkaban. Bajó su varita. Le aseguró, con una fe inquebrantable, que Snape estaba de su lado, que era un miembro de la Orden del Fénix y lo protegería. El mismo Snape que un minuto más tarde lo mató con un Avada Kedavra sin mostrar ningún tipo de duda. Pero, claro está, estamos hablando de una serpiente de Slytherin y sabía muy bien que si las serpientes algo sabían hacer muy bien es ocultar lo que realmente sienten porque mostrarlo es una debilidad. Por eso se reían de él cuando agonizaba bajo la varita de Voldemort como castigo por no haber cumplido con su orden y asesinar a Dumbledore. ¿Y qué hacía Snape, quien se suponía que tendría que ponerlo a salvo? Mirar con aire indolente y permitirlo. ¿Qué más podía haber hecho? Podía no haberlo llevado a Malfoy Manor en primer lugar. Podía haber buscado a Narcisa para ponerla a salvo y luego inventarse alguna historia pero no lo hizo. No hizo nada. Y eso le dejó bien claro que se encontraba solo, sin ninguna ayuda que acudiría a él en el proverbial último segundo para salvarlo.
Dumbledore era el adulto. Snape es el adulto. Pero ambos lo dejan tirado e indefenso frente a la bestia que todos temen. A un niño. Un sacrificio. Uno más. ¿Qué importaba su vida?
La única persona en la que podía confiar con la certeza que no le traicionaría y abandonaría era él mismo. Ni siquiera podía contar con su madre, la mujer que más lo amaba en este u otro mundo, porque su férrea voluntad edificada en el amor que sentía por su único hijo era lo que la hacía completamente débil. Su vida se perdería al anteponerla a la de su hijo y este no lo permitiría porque todo su sufrimiento era para que su madre estuviera a salvo.
Cuando el castigo terminó también lo hicieron sus gritos, sus lágrimas y su agonía. En lugar de ese niño al que habían estado torturando durante horas de cruciatus en cruciatus, de mortífago en mortífago, del frío suelo de aquella sala se irguió, con el mismo gesto indolente que había gastado en el pasado pero ahora forjado en el verdadero dolor. Ya no era ningún niño. Este era el momento para dejar paso al hombre que había ocultado durante demasiado tiempo porque era consciente de que a un hombre se le otorgaban responsabilidades de hombre y no las de un niño. Pero eso ya se había terminado y lo hizo con el dolor de un cruciatus.
Las risas se ahogaron ante la fría mirada de aquellos ojos acerados a pesar de que, apenas unos segundos antes, se habían estado burlando de aquel niño. Pero esa era la cuestión. Ya no había ningún niño. Y les estaba dejando bien claro que se trataba de algo que mejor deberían tener en cuenta por el propio bien de cada uno de ellos. Ni que decir que Voldemort se mostraba bien orgulloso del arma que había logrado forjar sin percatarse de que, por mucho que uno crea haber forjado un arma esta puede ser usada contra su forjador.
El único sonido presente en el salón era el crepitar del fuego en la chimenea. Un fuego incapaz de dar el calor que necesitaba. Que necesitaba él como también su padre, sentado en una butaca a su lado, y su madre, en una butaca apartada. Ellos tres a solas en una grandilocuente sala prácticamente vacía y fría. La perfecta imagen de las vacaciones de Pascua.
Felicidades a todos de parte de la familia Malfoy.
―¿Qué significa esto?― dijo Lucius Malfoy poniéndose en pie y arrastrando sus palabras cuando en el salón entró Narcisa acompañando a los Carroñeros y a sus tres prisioneros.
―Dicen que han capturado a Potter― Narcisa hablaba con una calma sepulcral sin mostrar ningún tipo de emoción―. Ven aquí, Draco.
En la segundo butaca, al lado de la cual Lucius se había levantado, podía verse un brazo descansando sobre el apoyabrazos pero que no hizo ningún además de ponerse en pie… y Harry daba gracias por ello ya que si Draco le echaba un vistazo, a pesar de los buenos intentos de Hermione, le reconocería de inmediato.
―¿Para qué?
Harry no pudo evitar un escalofrío al sentir como aquellas dos únicas palabras pudieran resultar tan gélidas, y con muchísima menos emoción que la propia voz de Narcisa Malfoy, y hacer descender la helada temperatura del salón. Su sorpresa fue a más cuando se percató que no solamente sus dos amigos también tuvieron esa misma reacción si no que también les ocurrió a los Carroñeros… ¡incluido Greyback!
―¿Cómo que para qué? Para ver si se trata realmente de Harry Potter― le dijo un ansioso Lucius que trataba de ver a Harry en lo que ahora era su rostro.
―¿Harry Potter?― repitió Draco antes de emitir la risa más espeluznante que Harry jamás hubiera escuchado. Y eso que escuchó reírse al mismísimo Voldemort―. Todos en el mundo mágico son capaces de reconocer a Harry Potter. Con las veces que se ha hecho notar lo difícil es encontrar a quien no le reconozca.
―No en este caso, Draco. ¿Qué le habéis hecho?― le preguntó a Greyback―. ¿Qué le ha pasado en la cara?
―No es cosa nuestra.
―Lo encontramos así― le aseguraron.
―Yo creo que le han hecho un embrujo punzante― supuso Lucius antes de examinar con mucha más atención la frente de Harry―. Sí, aquí tiene algo― susurró―. Podría ser la cicatriz, tensada… ¡Ven aquí, Draco, y mira bien! ¡Vamos!
Pero, para sorpresa de Harry, Ron y Hermione, Draco siguió sentado tan tranquilo en su butaca, ¿admirando el fuego de aquella recargada chimenea de mármol? El nerviosismo se había extendido a todos los presentes menos a la serpiente de la butaca.
―Será mejor que nos aseguremos, Lucius― le advirtió Narcisa a su marido―. Debemos de estar completamente seguros de que se trata de Potter antes de llamar al Señor Tenebroso― le dijo antes de mostrarle la varita de endrino―. Dicen que esta varita es suya pero no responde a la descripción de Ollivander. Si nos equivocamos y hacemos venir al Señor Tenebroso para nada… ¿Recuerdas lo que les hizo a Rowle y Dolohov?
La situación no iba como Fenrir Greyback esperaba y se estaba poniendo cada vez más nervioso.
―¿Y la sangre sucia qué?― les gruñó tratando de ocultar su malestar.
Draco se puso en tensión completamente inmóvil en su butaca.
Los Carroñeros pusieron en esta ocasión a Hermione bajo la luz de la araña de luces, enfrente de la chimenea y aquellas butacas en donde, sentado tan tranquilo, se encontraba quien podía reconocerlos sin ningún tipo de dificultad y, por tanto, ¿por qué no lo hacía? Hermione no lo entendía y eso la ponía más nerviosa de lo que ya lo estaba.
―Espera― Narcisa dio un paso en dirección de Hermione―. ¡Sí! ¡Sí, se encontraba en la tienda de Madame Malkin con Potter! ¡Además vi su fotografía en El Profeta! ¡Ven, mira, Draco! ¿No es esa tal Granger?
Oculto tras la butaca nadie fue testigo de la gran sonrisa, ofidia, que se formó en sus finos labios mientras terribles sombras crepitaban por su rostro al son del fuego de la chimenea.
Y, para terror de los tres gryffindor, vieron como Draco se ponía en pie y surgió de entre las butacas alguien a quien habían visto en el pasado pero que no se correspondía con el Draco Malfoy que ellos conocían. Era alto, delgado y facciones finas, elegantemente vestido con un traje negro y se asemejaba, salvo por llevar el pelo más corto, a su propio padre la primera vez que Harry lo vio en su segundo año en Hogwarts.
―Tantos magos presentes en el salón y es necesario un examen visual para confirmar la identidad de no una, ni dos, si no tres personas― su rostro resultaba impenetrable y uno no podía asegurar si se estaba burlando de todos ellos o no―. ¿Tal vez sea necesaria la intervención de una bruja?
Antes de que Narcisa pudiera decir algo se abrió la puerta del salón y la voz que surgió a espaldas de Harry no hizo sino que su miedo aumentara mucho más.
―¿Qué significa esto? ¿Qué ha pasado, Cissy?― Bellatrix Lestrange, hermana de Narcisa Malfoy, rodeó a los prisioneros para terminar deteniéndose frente a Hermione mirándolo fijamente a los ojos―. ¡Vaya!― a pesar de su aspecto es la que con más calma, Draco aparte, se estaba comportando―. ¡Pero si es la sangre sucia! ¡Esa Granger!
Tal y como Draco había dicho, fue necesaria la intervención de una bruja para confirmar las identidades de los tres prisioneros. Y ahí empezaron a hablar y discutir entre ellos, Bellatrix, Lucius e incluso Greyback mientras Harry y sus amigos sentían como sus esperanzas de poder salir de aquí se desvanecían con cada palabra dicha. Pero aún en este momento lo que más les descolocaba era la actitud de Draco. Draco, quien ahora mismo se encontraba allí de pie frente a ellos con su vista clavada fija e indolente en Hermione sin siquiera parpadear una sola vez como si no quisiera perderla de vista ni por un simple parpadeo.
―Quédate con el dinero, desgraciado, ¿para qué lo quiero yo? Yo solo busco el honor de… de…
Lucius pensó que Bellatrix había desistido en ser ella quien llamase a su amo pero solamente pudo arremangarse porque antes de que su dedo índice llegase siquiera a rozar la Marca Tenebrosa el chillido de la bruja lo detuvo en seco.
―¡Quieto!― el grito de Bellatrix no inmutó el gesto frío y sereno de Draco―. ¡No la toques! ¡Si el Señor Tenebroso viene ahora nos matará a todos!
Mientras que todos se mostraron preocupados, Draco pareció sopesar dicha idea.
―Llámalo, padre.
Pero Lucius decidió ignorarle, de igual manera que su hijo lo había hecho antes con él, para centrarse en Bellatrix y lo que estaba sucediendo. Y cuando empezó a atacar a los Carroñeros, aunque solamente con desmaius, su preocupación fue en aumento. ¿Qué era lo que pasaba con aquella espada que habían traído junto a los prisioneros?
―¡Snape la envió a mi cámara en Gringotts!― le susurró Bellatrix a Greyback blandiendo la espada frente a él, arrodillado y con los brazos en cruz completamente paralizado salvo por su boca.
―La encontramos en la tienda de campaña de esos tres― contestó el hombre lobo―. ¡Suélteme de una vez!
Solamente necesitó agitar su varita un instante para liberar a Greyback de su conjuro quien decidió que lo mejor sería mantener la distancia con la perturbada bruja.
―Llévate a esa escoria fuera, Draco― le ordenó Bellatrix señalando a los Carroñeros a los que había dejado inconscientes―. Si no tienes valor para liquidarlos, déjalos en el patio y ya me encargaré yo de ellos luego.
Había algo extraño en el tono de Bellatrix porque aquello era solamente una provocación por su parte pero ninguno de los tres gryffindor comprendían su actitud.
―Tu basura, tía Bella― la voz de Draco parecía un silbido de la sutil manera en que arrastró sus palabras―. La única escoria que sacaría yo… eres tú por no saber comportarte en mi casa.
Lo que más dejó anonadados a Harry y sus amigos no fue el que Draco se negase a cumplir con la orden de Bellatrix, o de que le respondiera de aquella manera, lo que les dejó impresionados fue que Bellatrix se mordió la lengua y volvió su atención hacia la empuñadura de la espada olvidándose de los Carroñeros al instante.
―Si en verdad se trata de Potter, no se le debe causar ningún daño― hablaba más para sí misma que para los presentes―. El Señor Tenebroso quiere encargarse de él personalmente. Pero si se entera… Tengo… tengo que saber si…― girándose se volvió hacia su hermana―. ¡Encerradlos en el sótano mientras pienso lo qué podemos hacer!
Draco volvió a ignorarlos a todos con la excepción de Hermione y esta se percató de dicha, e incomprensible por su parte, atención que suscitaba al slytherin.
―Un momento― saltó Bellatrix cuando Greyback se disponía a cumplir con la orden de Narcisa de llevar a los prisioneros al sótano―. A todos excepto… excepto a la sangre sucia.
Greyback emitió un gruñido placentero mientras que Ron gritaba como poseído para tomar el lugar de Hermione. Draco, en cambio, sonreía.
―Si muere durante el interrogatorio, tú serás el siguiente…
―No eres capaz de realizar correctamente un interrogatorio― le interrumpió Draco.
Bellatrix se vio visiblemente molesta con la interrupción de Draco y su apunte por eso con gran furia visible en su rostro apuntó a Hermione con su varita y gritó con un alarido ensordecedor.
―¡Crucio!
Hermione emitió un grito estremecedor que la tiró al suelo. Tanto Harry como Ron trataron de ayudar a su amiga atacando a Bellatrix pero Greyback los derribó sin necesidad de usar su varita, que le había devuelto Bellatrix. A Harry lo levantó y mantuvo sujeto con un brazo mientras que Ron, en el suelo, era incapaz de moverse bajo el pie del hombre lobo.
―No interrumpáis la diversión. Por cierto, ¿creéis que me dejará a la chica cuando haya terminado con ella?― les preguntó con voz melosa―. Seguro que tendré un buen par de bocados de esa carne tierna.
―¿Qué más os llevasteis de allí? ¿Qué más tenéis? ¡Dime la verdad o te juro que te atravieso con este puñal, asquerosa sangre sucia!
Pero Hermione seguía tozudamente negándose a contarle lo que, supuestamente, Bellatrix quería escuchar porque ni sabía lo que era y porque dicha confesión en verdad acabaría con ella atravesada por el puñal.
―¿Qué más os llevasteis? ¿Qué más? ¡Contéstame! ¡Crucio! ¿Cómo entrasteis en mi cámara?― volvió a preguntarle Bellatrix.
―¡Esta no es la espada verdadera! ¡Es una copia, solo una copia!
―¿Una copia?― repitió Bellatrix con voz agudísima―. ¡Mentirosa!
―¡Podemos comprobarlo fácilmente!― exclamó Lucius―. ¡Ve a buscar al duende, Draco, él sabrá decirnos si la espada es auténtica o no!
Draco, en lugar de moverse para cumplir con la orden de su padre, empezó a reírse dejando a todos confusos. Incluso Hermione, aterrada y con el cuerpo prácticamente inútil por el dolor de aquellos crucios, centró su atención en el origen de aquella risa fuera de lugar.
―¿Un duende es necesario con tantos magos y brujas presentes?― preguntó Draco pero si se estaba burlando solamente se podría saber según la reacción de los demás―. Ya te dije que no eres capaz de llevar correctamente un interrogatorio, tía Bella.
Los ojos de Bellatrix ardían con furia por todo el asunto que se traía con la espada y las palabras, y actitud, de Draco no hacían sino inflamar su enfado.
―¿Crees que tú podrías hacerlo mejor, Draco? Tú que ni siquiera pudiste matar a un anciano indefenso― Bellatrix se echó a un lado ofreciéndole su puesto―. Toda tuya, Draco.
―¿Mía?― eso logró sacarle una mueca semejante a una de sus clásicas medias sonrisas―. Si te dice lo que ella considera la verdad no la crees pero, ¿cómo podrías creerla si te dice lo que quieres oír? Podría estar dándote lo que quieres. Está claro que tus crucios ya no son lo que eran antaño porque no son capaces de darte lo que quieres, tía Bella― Draco se detuvo extendiendo la mano ante su tía―. La espada.
Con cierta confusión, no viendo a dónde quería llegar, le entregó dubitativa, la espada a Draco quien la blandió cortando el aire a su alrededor, y pasándole muy cerca del cuerpo de Bellatrix que se apartó molesta.
―Un poco de legeremancia solucionaría toda esta pérdida de tiempo por tu parte, tía Bella― se estaba incomodando de que la llamase de esa manera y Draco lo sabía―, pero hay maneras mucho más sutiles para lograr los propósitos que cada uno elige. ¿Es esta la verdadera espada de Gryffindor?― se preguntó Draco alzándola y repasando el trabajo de la empuñadura y de la hoja con sus fríos ojos acerados.
Aquellos finos dedos se acercaron con parsimonia pero certeros al filo de aquella hoja y con cada centímetro superado y que los acercaban la imagen iba creciendo ante los ojos avellana de Hermione. Sin poder evitarlo gritó.
―¡No lo toques!― y el grito llegó justo a tiempo porque la yema de aquel largo dedo estaba, prácticamente, acariciando el filo de la espada.
―En verdad es la verdadera espada de Gryffindor― sentenció Draco lanzándole de vuelta la espada a Bellatrix que hizo un esfuerzo por cogerla por la empuñadura y evitar la hoja.
―¿Cómo puedes estar seguro de que es la espada verdadera, Draco?― le preguntó su madre.
―Porque me ha salvado la vida― le respondió dedicándole una glacial mirada a Hermione―. La espada de Gryffindor fue empuñada por Harry Potter en la conocida Cámara, ya no tan secreta, de los Secretos para luchar y dar muerte al monstruo de Slytherin. Un Basilisco… un Basilisco cuyo veneno fue impregnado en la hoja de la espada porque las armas fabricadas por los duendes solo se imbuyen de aquello que las fortalezcan.
Bellatrix miró con aprensión la espada apartándola de su lado.
―¡Asquerosa sangre sucia! ¡Me estabas mintiendo!― le gritó Bellatrix―. ¡Crucio!
Una vez más los gritos de Hermione resonaron en el salón.
―Hay gente que no aprende. Dices que es la sangre sucia amiga de Potter pero, ¿cómo puedes estar segura? ¿Usaste legeremancia en ella?― a Draco no le pasó desapercibido la manera en que Bellatrix vio para Hermione al detenerse frente a ella.
Bellatrix se detuvo, permitiendo que Hermione quedase tirada en el suelo completamente dolorida, para volverse hacia Draco.
―Así es, Draco. Usé legeremancia con ella y si no la uso ahora es porque un verdadero mortífago usa las maldiciones imperdonables siempre que puede en primer lugar.
―Cierto, pero en esta ocasión ni las imperdonables, ni las perdonables te han resultado útiles porque he sido yo quien averiguó que la espada es la verdadera y quien te puede decir que ella no es Hermione Granger.
Si se dice que Bellatrix quedó sorprendida por este anuncio, ¿qué habría que decir acerca de Harry y Ron que no podían creerse lo que acababa de decir Malfoy? Y por encima de todos, Hermione, a pesar del dolor que embargaba todo su cuerpo, no entendía lo que pretendía Draco diciendo una mentira tan descarada como esa. Claro que si podía ayudarles entonces…
―¿Te estás burlando de mí, Draco?― le preguntó Bellatrix entre risas―. Sé muy bien que se trata de Granger. No olvides que me la encontré en el Departamento de Misterios del Ministerio hace dos años.
Draco se acercó a Hermione y, a pesar de la reticencia de esta, la agarró por el pelo levantándola del suelo. Las protestas por parte de Ron quedaron ahogadas bajo el peso del pie de Greyback que lo dejó sin aliento, lo mismo que el fuerte abrazo que le propinó a Harry.
―Y yo te digo que puede parecerse a Granger, hablar como Granger, levantar la mano para responder una pregunta como Granger, tener el cabello como el tuyo― se burló Draco comparando la locura de cabello de Bellatrix con el de Hermione―, ser tan valiente e impulsiva como Granger y una sabelotodo insufrible como Granger pero, al final, ella no es Hermione Granger.
Bellatrix había dejado la espada de Gryffindor sobre una mesita, para mantener aquel peligroso y letal filo lejos de ella, y se cruzó de brazos con gesto burlón en su rostro.
―Si no se trata de la sangre sucia de Granger, entonces, querido sobrino, ¿quién es ella?― la burlona sonrisa de Bellatrix dejaba a la vista una dentadura que sería la pesadilla de los padres de Hermione.
―Ninguna ella, querida tía, esa es… ¡un homúnculo!
Podía escucharse la sorpresa de semejante revelación antes de que Bellatrix rompiera en carcajadas que denotaban lo perturbada que estaba.
―¿Un homúnculo?― repitió entre risas―. Podrías haber buscado algo mejor que eso, Draco. Nadie ha sido capaz de realizar un homúnculo salvo…
―Mi padre.
La atención de todos, salvo la de Malfoy que no apartaba su vista de Hermione, se centró en la persona a la que pertenecía aquella voz. Lucius Malfoy.
―Sí, Abraxas Malfoy fue capaz de crear un homúnculo pero sus investigaciones eran privadas y personales por lo que solamente se podía fiar uno de su palabra. La inmensa mayoría negó su éxito sin las pruebas necesarias pero yo las vi ya que me las dio. Me las entregó a mí en su testamento.
Bellatrix empezaba a fruncir el ceño mirando con sospecha a Hermione, quien sintió como su estómago daba un giro, y a Draco como si sospechase que ambos pudieran haberse confabulado para burlarse de ella.
―No hay truco, tía Bella.
―Eso es mentira― gritó Ron―. ¡Eres un despreciable mentiroso!
―De tu boca solamente parecen ser capaz de salir babosas, Weasel. Me habría gustado deciros que siempre habéis sido amigos de un homúnculo pero no puedo porque es cierto que os hicisteis amigos de Hermione Granger pero una noche realicé el cambio y, está bien claro, nadie ha sido capaz de percatarse de ello― dijo para terminar volviendo su atención en Hermione mientras su estómago daba un nuevo giro―. Ni siquiera tú y eso que se supone que eres la bruja de mayor talento de nuestros tiempos. ¿Qué dirían tus padres sobre esto? Ah, cierto. Nada porque ya no hay padres a los que aterrorizar. Puedo ver como se mueve tu cerebro y es divertido porque tratas de averiguar dónde está el engaño porque no puedes creer lo que estoy diciendo. Verás, cuando digo algo no me gusta quedar como mentiroso pero, en ocasiones, el que así sea puede resultar una ventaja. Dije que era cuestión de tiempo que volviera a morir alguien más por haber abierto la Cámara de los Secretos y que esperaba que fuera Granger pero esta solamente quedó petrificada… petrificada e indefensa en la enfermería― añadió con una sonrisa terrible que retorció el estómago de Hermione.
Harry y Ron palidecieron porque no encontraban nada en Malfoy que hiciera dudar de sus palabras.
―¿Qué… qué es lo que hiciste, Malfoy?
Draco ladeó la cabeza a ambos lados pero sin apartar la vista de Hermione.
―Solamente necesitaba… un solo cabello de su enrevesado cabello― dijo mientras le arrancó un cabello a Hermione soltándola de manera que cayó al suelo con estrépito. Enroscó el cabello entre sus dos dedos índices delante de Hermione que alzaba la mirada mientras su estómago no dejaba de retorcerse― y una gota de su sangre para introducirlos en el homúnculo y su magia reaccionaría a la esencia de su persona para adquirir tanto sus rasgos como todos sus recuerdos y modismos. Se convertiría en una perfecta copia en todos los sentidos. Lo único que tuve que hacer, para luego petrificarla con un petríficus totalus continuo cuya influencia sería eliminada por la esencia de mandrágora, fue el vestirla con las ropas que llevaba en esos momentos Granger.
A pesar de la situación en la que se encontraban, Hermione no pudo evitar ruborizarse ante la posibilidad, falsa porque aquello nunca había sucedido por más que dijera Malfoy, de que la hubiera visto desnuda… con trece años. Las nauseas se estaban volviendo incontenibles.
―Pero entonces tenía el problema de tener a una segunda Hermione Granger en mis manos con el peligro que ello conllevaba. Claro que me quedó bien claro que había hecho lo correcto cuando recibí una nota indicándome como llegar a la Cámara de los Secretos― Hermione sintió como la bilis le quemaba la garganta―. Fue de lo más sencillo el llevarla y entrar igual porque en la nota me dejó una contraseña en pársel, escrita fonéticamente, que diría algo como esto― su atención se centraba en Hermione cuando empezó a emitir aquellos silbidos y siseos pero le dedicó una mirada de soslayo a Harry cuyo rostro se crispó de ira. Estaba claro que no se trataba de ningún halago por su parte―. No tuve ningún tipo de preocupación porque estaba seguro de que el monstruo de Slytherin no haría daño a un sangre pura. Por suerte no lo hizo, además de que al llegar a esa enorme sala con las columnas talladas con serpientes enlazadas no encontré a nadie. Una pena en aquel momento, una suerte visto lo sucedido después. Había dejado el cuerpo frente a la estatua de Salazar Slytherin como un sacrificio en su tributo― la sonrisa de Malfoy le estaba dando arcadas a Hermione― y prácticamente me encontraba de vuelta, rodeado por aquellas columnas, cuando escuché el avance del Basilisco. ¡Y entonces le vi! Por fortuna él no a mí― se burló divertido Draco―. Fue instantáneo, olfateó el cuerpo allí tirado con su gran lengua bífida y supo lo que era, una sangre sucia, por lo que su reacción podría tildarse de natural― la mirada de Malfoy se encontraba fija, cual Basilisco, sobre la de Hermione―. Devoró el cuerpo de un bocado― dijo partiendo el fino cabello de Hermione que tenía enroscado en sus índices.
Hermione no pudo más y vomitó. Conocía muy bien a Draco, o así lo pensaba hasta ahora, por lo que estaba orgullosa de saber cuando este decía la verdad o estaba relatando una historia de su creación. En ningún momento sintió que estuviera mintiéndoles y, por tanto, la revelación resultaba imposible de aceptar.
―Y entonces volvió a quedar una sola― dijo mientras inspeccionaba que Hermione no le hubiera llegado a vomitar encima―. Totalmente pulcro.
Si se refería a su acción para librarse de una Hermione extra o porque no se había ensuciado con el vómito de la muchacha no quedaba bien claro. A diferencia de su historia que no dejaba lugar a dobles lecturas.
―¡Estás mintiendo!― le gritó Harry que recordaba aquella sala y la impresión que proyectaba. Sin contar al basilisco.
Draco solamente se rió de la desdicha de Harry.
―Estás mintiendo― repitió con voz ahogada Hermione limpiándose la boca con la manga de su jersey―. Sé quién soy, Malfoy.
―Por supuesto que sí. Eres quien quise que fueras― le replicó Malfoy sin perder su diabólica sonrisa―. Por eso me sorprendí tanto cuando me abofeteaste en tercer curso. Eras mi creación pero, para que fueras una creación perfecta, tenías que tener total autonomía y la más importante es la de no someterse a tu creador porque…
―¡MIENTES!― aulló Hermione en lágrimas―. ¡No soy ninguna cosa! Soy una persona, sé quién soy, soy Hermione, Hermione Granger… ¡y ni todas tus mentiras me harán dudar de ello!― a pesar de la fe con la que decía esto ya había dudado y no solamente por la historia en sí si no porque pudo ver la duda en los rostros de sus dos mejores amigos―. Soy, Hermione, soy una persona, soy una persona, yo soy Hermione… solamente dices mentiras, Malfoy. Eso es lo único que sabes hacer. Mentir como la rastrera serpiente que…
Las profundas carcajadas de Draco la silenciaron y vio como se volvió hacia Bellatrix y le dedicó una media sonrisa burlona.
―Y así se logra una identificación perfecta― con esto les dio la espalda a todos y con las manos en los bolsillos se dirigió hacia una de las puertas del salón―. Ahora ya sabes que la espada es la verdadera y que soy quienes sospechabais que eran. Y todo por su propia palabra. Yo con esto ya tengo mis manos llenas y me voy a descansar.
Bellatrix se mordió el labio cortándolo y haciendo que manase sangre a la que dio la bienvenida. Cierto, ahora sabían todo lo que necesitaban y sin posibilidad de error porque la desesperación logra lo que una voluntad de acero puede impedir. La verdad.
―¡Estabas mintiendo!― la voz en grito de Hermione rompió el silencio―. Todo era falso. Una mentira para engañarme. Sabía que era mentira… porque sé quién soy. Una mentira… eso es lo que ha sido. ¡Solamente se trataba de una mentira!― pero la duda se había adueñado de Hermione y necesitaba confirmación y la única persona que podría hacerlo estaba a punto de dejarla a merced de la loca de su tía, las ansias de su padre y la indiferencia de su madre. Eso sin olvidar a Greyback y sus ganas por darle unos cuantos bocados―. ¿Verdad, Malfoy?
¿Verdad que era mentira? Hermione sintió una terrible opresión en su pecho que la ahogaba porque no hubo liberación por su parte si no todo lo contrario. Con una simple palabra, un monosílabo, Malfoy la quebró brutalmente mientras sus finos labios le ofrecieron una sonrisa ladeada que el mismísimo diablo envidiaría.
―No.
― ― ― ― ― ― ― ― ― ―
ENDorFin
― ― ― ― ― ― ― ― ― ―
Disclaimer: J.K. Rowling, quien no está tecleando nada de esto, es la poseedora de este gran y rico universo de Harry Potter… e incluso de una enorme parte de este fic al concurrir por sus libros -.-U ¿y qué me queda para mí? ¡El Dramione! Bueno, supongo que no está tan mal entonces, ¿verdad?
