Disclaimer: Los personajes aquí usados no son de mi propiedad, son propiedad de Stan Lee. Esto lo hago con fines de entretenimiento y sin fines de lucro
Volátil
"El alma que ha concebido la maldad no puede albergar nada bueno después"
-Sófocles-
La cárcel, lugar de desamparados sociales y perturbados emocionales, un lugar que nadie quiere visitar y que muchos buscan abandonar. Un lugar donde las ilusiones mueren y los sueños se acaban, un lugar que con el tiempo se convierte en el hogar de los abandonados.
St. John Allerdyce, muchacho de 29 años caminaba por última vez por esos malditos pasillos de concreto y salitre, había cumplido su sentencia y finalmente era libre.
Escuchó las enormes puertas de acero abrirse, la luz del sol lo deslumbró obligándolo a anteponer su brazo para cubrirse mientras sus ojos se acostumbraban a la intensa luz
–Eres libre, hijo– dijo el policía después de extenderle un sobre con 100 dólares que por ley les daban a los ex convictos una vez liberados. John caminó unos pasos y se detuvo a observar el panorama, inspiró hondo llenando sus pulmones de aire, un aire que le supo diferente, que le supo a libertad.
–¡Sí! – gritó a todo pulmón extendiendo sus brazos como si volara, hacía tanto que no veía más allá de las rejas de su celda, que no veía un árbol verde, una autopista o una maldita rama seca, hacía tanto que anhelaba vivir en libertad.
Abordó el autobús, la ruta seguía siendo la misma igual que su orientación para llegar a casa o eso esperó, 12 años encerrado podrían desajustar la brújula interna hasta del guía más experto. El viaje fue tranquilo y lo disfrutó como ningún otro en su vida ¡era libre maldita sea! Era como vivir otra vez.
Bajó del autobús y sonrió de medio lado para sí, el vecindario permanecía tal cuál que en sus recuerdos como si el tiempo jamás hubiera pasado por allí, como si hubiera sido ayer la última vez que lo visitó, ajustándose la chaqueta y mirando a ambos lados de la avenida cruzó a paso marcado. La casa de la señora Martin ahora era de su hija tal como prometió, nuevos niños corrían y jugaban en los jardines siendo vigilados por los que alguna vez fueron sus amigos, qué rápido había pasado el tiempo.
Se detuvo cuando estuvo frente al pórtico de su casa dibujando una mueca de disgusto, su mente viajó llevándolo a sus días adolescentes donde a base de drogas y alcohol liberaba la miseria que lo albergaba producto de los abusos de sus padres. Siguió su andar a la casa de a lado, el buzón afuera le confirmaba que los vecinos con los que creció seguían viviendo ahí, inspiró sintiéndose afortunado.
–Ya voy– respondió una voz al otro lado de la puerta luego de que John tocara, segundos después un muchacho de cabello largo platinado le atendió –Buenas tardes ¿Puedo ayudarle?
–Hola, soy John viejo amigo de tu padre ¿Está en casa?
–Lo siento, mi padre está en la escuela.
–¿Sigue dando clases en la preparatoria? – le preguntó al chico para obtener más información
–Así es, si gustas puedo decirle que viniste y que te llame.
–Pietro ¿Has visto mi mochila? – interrumpió una voz femenina, segundos después la dueña de esa voz hizo acto de presencia en la puerta buscando a su hermano
–Está en tu cuarto, nuestro padre la dejó ahí anoche– respondió Pietro a su hermana que veía extrañada a John
–¿Quién es él? – cuestionó la pelirroja en tono autoritario y acercándose a Pietro
–Es amigo de nuestro padre, ve a hacer tu tarea– no muy convencida la chica regresó a su cuarto a buscar su mochila, Pietro regresó la mirada a John quién finalmente le contestó
–Como te decía, gracias, no es necesario que le digas. Mejor iré a visitarlo a la escuela. Gracias– y con una sonrisa amable se despidió del chico que lo miraba extrañado, al darse la vuelta John borró su sonrisa falsa dando lugar a un semblante serio y algo siniestro, no esperaba que Eric siguiera dando clases en su vieja escuela, las cosas se le estaban complicando.
Se dirigió al parque para pensar una forma rápida de obtener dinero, le quedaban sólo 40 dólares y su estómago comenzaba a exigirle comida, si se alimentaba ya no le quedaría dinero para encontrarse con Eric así que debía pensar algo pronto. Recargó sus codos en sus rodillas y llevó sus manos a ambos lados de la cabeza, había sido muy bueno que su primer día de libertad todo le saliera tan bien, en su vida nada bueno le duraba tanto, entonces vio caminar a un sujeto trajeado, traía un buen reloj, un buen celular y el portafolio lucía caro, sonrió malicioso, encontró a su prestador personal.
Compró una paleta de hielo en el local cercano, le arrancó el palito tirando el resto a la basura y comenzó a seguirlo, sabía que a unas cuadras había unos callejones donde podría atracarlo sin temor a ser visto, y así sucedió. Se acercó a él con sumo cuidado encajándole la punta del palito de paleta en el costado simulando una navaja
–Camina lento y dame todo lo que tengas– susurró a su oído, su víctima lo obedeció siguiéndolo hasta los callejones, ahí le quitó todas sus pertenencias y el efectivo que poseía, le dio unos cuantos golpes dejándolo inconsciente para poder huir sin problema. Ahora ya tenía dinero, el celular y el reloj iría a venderlos para comprar ropa y buscar algo para comer.
La tarde llegó y con ella una fuerte lluvia le acompañó, John se refugió un rato más en la tienda de ropa esperando que el diluvio pasara pronto dándole oportunidad de encontrar un hotel en dónde descansar.
–Maldita sea, esto no pasará pronto– dijo para sí al ver que la lluvia no daba tregua, molesto salió de la tienda, sin remedio tuvo que mojarse.
En el hotel John descansaba tumbado en la cama, repasaba los canales del servicio por cable mientras su mente divagaba, recordó a la hija de Eric, aunque escasos minutos su rostro se quedó perfectamente grabado en su memoria, ambos chicos habían crecido mucho, con dicho recuerdo en su mente se acomodó entre las cobijas, debía descansar lo más que podía si es que quería llevar a cabo lo que vino a hacer.
*Flash back*
24 de Agosto de 2004
La luna se alzaba en lo alto del cielo levemente nublado, los gritos de la casa de al lado retumbaban por toda la colonia, Magda Lehnsherr se asomaba por la ventaba que daba a la cocina de sus vecinos mirando con tristeza el momento en que el chico saliera. Minutos después así pasó, John salió corriendo y llorando, se detuvo en el pórtico de su casa donde estampó sus dos puños.
–¡Puta vida de mierda! – gritó con la cabeza en alto mojándose con la lluvia. La señora Lehnsherr tapó su boca para acallar sus sollozos ante la desgarradora escena.
John, hijo de la familia Allerdyce vivía en un círculo completamente disfuncional, el matrimonio era conocido por ello, por las escenas públicas de celos y los gritos que daban al anochecer, cada vez que ellos discutían John salía de su casa para no sufrir más, ahogar su sentimiento en algunas botellas de cerveza o, según los vecinos, en pequeñas dosis de droga que conseguía en la escuela.
Magda vigilaba a lo lejos a "Pyro", apodo que sus compañeros de clase le pusieron después de que quemó accidentalmente el proyecto de ciencias que presentó el año pasado en la escuela, para actuar en el momento que lo viera con una cerveza o con algo más, no tardó mucho para tener que hacerlo: John se sentó en la entrada de su casa, sacó una botella de su mochila y la abrió, Magda salió de inmediato y corrió a él arrebatándole la cerveza de sus manos
–John, ésta no es la mejor solución– agregó luego de arrebatarle la cerveza
–¿Y qué? Es mejor que estar viviendo en este maldito infierno de mierda– espetó con lágrimas en los ojos, estaba cansado de pelear, quería morir ya fuera por estado de ebriedad o por sobredosis, le daba exactamente igual. La mujer lo miró compasiva, un nudo se le formó en la garganta, ella era madre de un par de gemelos y no le gustaría verlos así, sin brillo en sus ojos, sin esperanza y sin una pizca de anhelo al futuro y lo abrazó pegándolo a su pecho, protegiéndolo como si fuera su hijo, al principio el chico se negó y peleó con cuidado de no lastimarla para que lo soltara pero una vez que sintió su calor, el cariño que sus brazos emanaba se dejó querer, lloró en su hombro como lo que su alma representaba; un niño desconsolado buscando un poco de amor y atención.
Y fue como si el tiempo se detuviera, por esos escasos minutos Pyro se sintió amado, defendido, sintió un poco de alivió al inmenso umbral de dolor que su corazón albergaba, y la ira, el rencor y el odio se fueron, por un rato.
*Fin del flash back*
A la mañana siguiente el sol se colaba por las ranuras de la ventana iluminando de apoco el cuarto color marfil, John despertó lentamente de su sueño, tardó en reconocer el cuarto restregando su mano en su rostro recordó que el día anterior había salido de prisión, le estaba costando reajustarse al mundo exterior
–Hora de trabajar– aventó las cobijas y se dirigió al baño para darse una ducha, al salir se vistió con la ropa nueva mientras la otra la tiró a la basura, tomó su chaqueta y salió del cuarto.
