El Potterverso pertenece a J.K. Rowling. Moi solo escribe de vez en cuando ñoñadas de dos personajes que debieron estar juntos… según yo.


Pequeños descuidos

Por:

PukitChan

Existían ocasiones en las que a Harry le gustaría comprender cómo era posible estar comprometido en tantas situaciones que escapaban de su control. Mientras el ascensor subía no tan lentamente como suplicaba, trató de meditar aquello para que, cuanto menos, sus nervios no le jugaran una mala broma. Todo era culpa de Hermione, estaba seguro. ¿Quién sino lo habría convencido de hacer eso? Solo ella y sus largos discursos sobre la importancia de su presencia en la sociedad que estaba naciendo, harían eso posible. Ahora se arrepentía de haberla escuchado. Pero ¿no desde la escuela había sido siempre así? Con un bufido, Harry recordó a la profesora McGonagall murmurando que se alegraba de que sí escuchara a Hermione.

Además, en todo caso, ¿por qué lo había mandado a él? Ambos sabían que era un desastre social y era más aburrido que un helecho durante las entrevistas. En primer lugar, porque le incomodaban. ¿Por qué a alguien le interesaría saber sobre su vida? Después, porque no era muy elocuente. ¿Dirigir a un grupo de adolescentes, que apenas rebasaban la mayoría de edad, a una guerra? ¡Por supuesto! Pero ¿soportar una serie de preguntas? Ni hablar. Harry prefería esconderse para siempre debajo de su capa de invisibilidad.

«No seas exagerado, Harry. Es por una buena causa».

¿Qué era una buena causa para alguien como Hermione? ¿La libertad de opinión de los centauros? ¿La erradicación de los estatus de sangre? De acuerdo, no se quejaba de las reformas de su amiga, pero ¿por qué tenía que involucrarlo a él? ¿Por qué todos la habían apoyado? ¿Por qué inclusive Draco no había dicho nada al respecto?

Potter se recargó en la pared del ascensor, recordando a su pareja con la misma extraña expresión que había dibujado en su rostro apenas unas horas antes, cuando esa misma mañana le había recordado sobre la entrevista que le harían.

—¿Es hoy? —había preguntado, bajando El Profeta. Harry había sentido la mirada de Draco clavada en su nuca cuando asintió distraídamente mientras continuaba preparando el desayuno.

—Mjm. ¿No lo recordabas? ¡Te he estado hablando de esto durante días!

—Pero ¿hoy? —insistió Draco y la irritación de su voz animó a Harry a pensar en el día. Era martes. No recordaba que tuvieran algún plan en particular. Además, tampoco celebraban nada, ¿o sí? No, el cumpleaños de Draco era hasta junio. Gracias a Merlín por ello.

—Solo serán un par de horas, quizá medio día. ¿Por qué? Es como cualquier otro momento. Solo que, en lugar de ir al ministerio, voy a esa famosa entrevista. Eso es todo.

—No importa, entonces —masculló Draco, dando por finalizada esa conversación y centrándose, de mal humor, en el plato que Harry le ofreció.

Ahora que lo pensaba con detenimiento, incluso cuando había dejado el departamento que compartían, Draco apenas había murmurado algunos ruidos a modo de despedida. No es como si fuera especialmente efusivo, pero siempre existió una mirada, un beso o una sonrisa furtiva. A su manera, Draco era cariñoso. Pero ese día… ¿tanto le molestaba que le hicieran una entrevista? Parecía que sí. Quizá le molestaba que algo de su relación se pudiera filtrar por esa causa, y aunque Hermione le había asegurado que las preguntas no girarían en torno a eso, Harry sabía, por experiencia, que algunos reporteros se aprovechaban de cualquier descuido para crear especulaciones exageradas y, a veces, también problemáticas.

Cuando un tintineo sonó, devolviéndolo a la realidad, Harry tuvo que detenerse un momento a respirar profundamente cuando las puertas del ascensor se abrieron de par en par. Aunque había poca gente en el pasillo al que Harry llegó, todos parecían muy ocupados. Algunos caminaban de un lado a otro gritando indicaciones; otros no parecían tener un rumbo fijo y, algunos más, sujetaban las notas que flotaban encima de ellos.

—Señor Potter —La voz que lo llamó fue suave. Harry tardó un segundo en localizarla en medio de tanto caos: una joven mujer, quizás tres años menor que él, se acercaba con una mueca sonriente. Vestía de color violeta claro y tenía el rostro salpicado de pecas enmarcado por un cabello oscuro. Había algo muy Weasley en ella que lo hizo imitar su sonrisa. Sabía que era absurdo juzgar a alguien de esa manera, pero Harry ya le tenía confianza. No parecía ser alguien que quisiera aprovecharse de él en una entrevista.

—Hola —saludó, aún nervioso. Ella pareció notarlo porque murmuró:

—No se preocupe, la señorita Chittock es muy agradable.

A Harry le sonaba aquel apellido como parte de una conversación a medias con la señora Weasley o en alguna columna de El Profeta que había ignorado sin problemas. ¿Esa señorita Chittock era alguien importante? Ojalá no le preguntara si la había escuchado alguna vez, porque entonces Harry no sabría qué responder.

—Gracias —musitó, y esperando que la chica no descubriera sus pensamientos, añadió rápidamente—: ¿Está bien que se haga hoy la entrevista? Creo que todos están muy ocupados…

En la WWN, la Cadena de Radio Mágica, cuya sede principal se localizaba en Hogsmeade, tenía un popular programa conducido por Glenda Chittock, cuya transmisión consistía en entrevistar a famosos miembros de la comunidad mágica de todo el Reino Unido. Todos los martes, de cuatro a seis, Glenda entretenía a su auditorio con ingeniosas preguntas al invitado de la semana. Desde jugadores de quidditch hasta sanadores y políticos, todos consideraban un honor asistir a ese programa.

Excepto Harry Potter.

—No se preocupe —dijo comprensiva—. No nos tardaremos más de lo estipulado. Le aseguro que llegará a cualquier plan que tenga organizado para el día de hoy. Sígame, por favor.

Harry le miró extrañado cuando comenzaron a caminar. ¿Algún plan? ¿Por qué todo el mundo parecía haberse puesto de acuerdo con esa idea? Aun así, no dijo nada. Si con eso podía liberarse de esa entrevista más rápido, sería mejor para él. Además, algo en su interior parecía decirle que, definitivamente, saldría de allí con ganas de morir.

Sin decir palabra, Harry y la chica atravesaron algunos pasillos más, donde se toparon a un muchacho que corría con bocadillos entre sus manos. Nunca antes se había puesto a pensar en cuántas personas trabajaban en ese lugar, pero parecían menos de las que en verdad se necesitaban. Se preguntó si alguno de sus compañeros de su curso en Hogwarts estaría allí. Comparado con eso, él era bastante cliché.

—Es aquí —exclamó la sonriente chica, deteniéndose ante una puerta grande y oscura. Harry entrecerró los ojos y, por inercia, buscó los hechizos que la rodeaban: enseguida descubrió un fuerte hechizo de insonorización protegiéndola, y otro más de privacidad. De alguna manera, eso lo reconfortó porque significaba que no tenía que preocuparse si alguien lo espiaba, lo cual, en cierto modo y ante una situación así, no dejaba de ser estúpido.

La chica realizó un complicado movimiento con su varita, seguido de un golpecito a la puerta. De inmediato, ésta se abrió. Ella lo invitó a pasar y tras una mirada de ánimo que en realidad solo consiguió asustarlo, Harry entró al lugar: se trataba de una habitación amplia, dividida en dos zonas. En la primera había un mago de mediana edad rodeado de instrumentos que parecían complicados, pero que controlaba únicamente con la ayuda de su magia; en la segunda, estaba una mesa, dos micrófonos antiguos y una hermosa mujer madura que, al mirarlo, se puso de pie esbozando una brillante sonrisa, de esas que aparecían en los anuncios de pasta dental y que lastimaban la vista.

—¡Harry Potter! ¡Qué gusto conocerte al fin! —gritó la mujer, acercándose y tomando su mano. Ella, al parecer, no conocía el concepto de espacio personal porque le plantó a Harry dos sonoros besos en sus mejillas que lo hicieron enrojecer mientras lo estrechaba en un abrazo que sería la envidia de los de Molly Weasley—. Gracias por concedernos la entrevista, en especial en un día como éste. ¡No es para creerse! ¿Verdad? Yo también estaba enojada durante la mañana pero… ¡Trabajo es trabajo! Oh, pero mírame, ¿qué puedo decirte yo de eso? ¡Estoy segura de que tú lo sabes mejor que nadie! ¡En cualquier momento pueden surgir los problemas!

A Harry le costó mantener el ritmo de la conversación por lo que se limitó a sonreír. Así que ella era la famosa señorita Chittock. Alguien debió advertirle que era una de esas personas que parecían no necesitar oxígeno al hablar. ¿Cómo la enfrentaría? Él tartamudeaba cuando se ponía nervioso, por Merlín.

—Hola —dijo al fin—. Gracias por la…

La mujer levantó su mano llena de anillos, interrumpiendo sus palabras, pero sin desvanecer su sonrisa. Miró al que parecía ser su asistente, porque le asintió y se arregló el cabello para un público que no vería cuán dedicaba estaba a su apariencia física.

—Todas las sorpresas y las palabras para la entrevista, Harry, por favor —exclamó, sentándose en una de las sillas que estaban cuidadosamente acomodadas frente a los micrófonos. Por deducción lógica, Harry tomó el asiento que estaba frente al micrófono vacío e, imitando a Chittock, se colocó unos auriculares que podrían ser exhibidos en uno de esos museos que recopilaban cómo habían sido en la antigüedad los aparatos modernos—. Empezaremos en unos minutos. ¿Estás entusiasmado? ¡Oh, no puedes creer cuánto lo estoy yo! Llevamos años intentando conseguir una entrevista contigo. Aunque los términos fueron muy difíciles, puedo comprenderlos. ¡Cualquiera querría saberlo todo de ti! ¡Y eres mucho más guapo en persona que en fotografía! ¡Si fuera quince años más joven…!

—¡Glenda! ¡La emisión comenzará en treinta segundos!

Glenda Chittock le guiñó el ojo y le mandó un beso. Harry se removió en su silla incómodo, un gestó que la mujer debió interpretar como nervios porque sonrió con amabilidad.

—Tranquilo, cielo, yo te guiaré. No quedarás en ridículo. ¡No en mi programa!

—¡Empezamos!

—¡Buenas tardes, mundo mágico! ¿Cómo se encuentran en este día tan especial? ¡Muchas gracias por acompañarnos en esta nueva emisión de Detrás de la magia! ¿Están escuchándonos con su pareja, en una heladería? No mencionaré otros lugares que ustedes conocen bien, pero que no deben olvidar. ¡Especialmente hoy! ¡Espero que sus labios estén llenos del delicioso sabor del chocolate! Les agradezco por todos sus presentes. ¡Son muy amables! Este año he recibido muchas sorpresas de parte de ustedes. Quiero agradecer especialmente a Ryan, que sé que está escuchando el programa de hoy. ¡Qué romántica sorpresa! De fondo, y para acompañarnos en esta fecha tan especial, escuchamos Magic Works de The Weird Sisters. Mi canción favorita de ellos, debo añadir. ¿Ustedes sabían que, hace un par de años, The Weird Sisters fueron los invitados en un baile organizado en Hogwarts? Sin duda estarán preguntándose por qué les digo esto. ¡Es porque nuestro invitado de esta semana asistió a ese baile! Así es, queridos magos y brujas, nuestro invitado, y como se los hemos estado anunciando, ya está aquí. ¡Tengo el honor de decir que, en este momento, Harry Potter me está acompañando! ¡Hola, Harry! ¿Cómo te encuentras?

Harry, cohibido por la cantidad de palabras que Glenda había sido capaz de pronunciar en tan pocos minutos, interpretó ese saludo como una señal para abrir la boca. Realmente esperaba no hacerlo tan mal.

—Hola Glenda —dijo, y se alegró al comprobar que ella sonreía satisfecha por haber sido llamada por su nombre y no por su apellido—. Muchas gracias por invitarme, aunque debo admitir que estoy un poco nervioso.

—No tienes por qué estarlo —aclaró, al parecer rebosante de alegría por la torpeza de Harry al pronunciar las palabras. Quizá le entusiasmaba el hecho de poderlo hacer hablar fluidamente—. Estamos en un ambiente de confianza, ¿no es así, magos y brujas?

—Muchas gracias —optó por decir, a falta de una respuesta más elocuente. Además de que se sentía extraño dirigiéndose a cientos de personas cuando solo eran Glenda y su asistente quienes estaban allí.

—Muy bien, Harry, estoy completamente segura de que debes estar cansado de preguntas sobre tu historia, las batallas pasadas y tu labor como auror. Así que podrías decirnos, ¿qué es lo que más detestas de tu día a día?

—El papeleo —dijo, soltando una avergonzada risita—. Digamos que llevar en orden los reportes de la oficina cada día, es un poco complicado para mí…

—¿Entonces te consideras alguien desordenado, Harry?

—Bueno, sí, un poco. Aunque trato de que no sea demasiado, ¿sabes? A ningún jefe le gusta ver el desorden de sus subordinados.

—Estoy segura de que muchos nos sentimos identificados con ello —Glenda, divertida, pasó un mechón de cabello detrás de su oreja. Sus mejillas estaban sonrojadas—. Entonces, ¿desde Hogwarts eras así, Harry? ¿Se te dificultaban las tareas? Porque, tienes que admitirlo, es difícil imaginarse que un mago tan poderoso como tú no pudiera resolver la tarea de Herbología…

Durante los siguientes cuarenta minutos, en medio de las preguntas curiosas (nadie se había detenido a preguntar cómo era Harry y no el héroe), las pausas y la música que le parecía demasiado empalagosa, Harry se sorprendió disfrutando, por primera vez en su vida, una entrevista. Conversar con ella no era solo divertido: Glenda poseía la asombrosa capacidad de hacer sentir cómodas a las personas. Era como reunirse con una vieja amiga a quien había dejado de ver mucho tiempo atrás.

—¡Estamos de regreso! No olviden que este programa ha sido patrocinado por la Nimbus Racing Broom Company y que una parte de sus ganancias serán donadas al departamento de Daños provocados por hechizos en San Mungo. ¡Y bien, magos y brujas, hemos llegado a uno de sus momentos favoritos! ¡Las chimeneas están abiertas para que puedan mandar sus preguntas a Harry Potter! ¡Les recuerdo que solo serán cinco, así que mucha suerte a todos!

Harry se paralizó. ¿Preguntas del público? Con Glenda no tenía problemas ya que, al parecer, ella había seguido al pie de la letra las restricciones realizadas por Hermione, pero ¿y si alguien del público le preguntaba algo que incluía a Draco? El rubio, por supuesto, no estaría perdiendo su tiempo escuchando semejante entrevista, pero los rumores circulaban velozmente y ni siquiera él podría detenerlos. Ahora el enfado de Draco de esa mañana parecía tener mucha más lógica que antes. Quizá Harry debió haberlo comprendido mucho antes.

Cuando la muchacha, la que primero lo recibió, apareció por la puerta dejando unos pergaminos donde al parecer habían apuntado las preguntas, Harry no pudo evitar tensarse. Rogaba que las preguntas no fuesen extrañas y inadecuadas. Podría soportarlas inclusive si solo fueran vergonzosas para él. Por su bien, realmente esperaba que fuesen así.

—¡Y aquí tenemos las primeras dos preguntas! —Glenda parecía más que nunca un torbellino con toda esa fuerza tan abrumadora—. Sarah Mackenzie de Durham nos dice: «Querido Harry, últimamente personas muy importantes en mi vida me han fallado. ¿Alguna vez has perdonado una traición de algún amigo cercano?».

Al escuchar la pregunta, Harry miró el pergamino como si, repentinamente, éste hubiese decidido bailar al ritmo de Do the hippogriff.

—¿Harry? —preguntó Glenda con su eterna sonrisa.

—Eh, nunca he sido bueno en los consejos, pero… creo que todas las personas se merecen una segunda oportunidad. Tal vez deberías escuchar las razones de esa persona que lo llevaron a hacer lo que hizo. Quizá… quizá quería proteger a algo importante.

Glenda entrecerró sus ojos y aunque su sonrisa se hizo más pequeña, pareció mucho más sincera de todas las que Harry le había visto hasta entonces. Por primera vez, Potter sintió la mirada de alguien que recordaba perfectamente lo que significaba estar enamorado y, de alguna manera, se sintió reconfortado.

—Sarah, Harry y yo estamos de acuerdo. Tal vez deberías darle una oportunidad más. —Tras un instante en donde solo se escuchó la música de fondo, Glenda continuó—: Aquí tenemos otra pregunta de alguien que prefiere permanecer anónimo: «¿Tienes algún plan para este día con tu pareja?».

Harry sintió cómo la sangre se acumulaba en sus mejillas. Sabía que tarde o temprano algo así surgiría, pero no esperaba que fuese de esa manera tan directa. Se imaginó quién estaría lo bastante aburrido para interesarse en los planes de alguien que, de verdad, era pésimo para organizar sorpresas. Ni siquiera había podido engañar a Draco para una fiesta sorpresa de cumpleaños porque, según su pareja, no sabía guardar secretos.

—¿P-para… este día? —preguntó, intentando ganar tiempo. Además, no sabía a qué se refería con "ese día". Ya ni siquiera recordaba cuántos le habían insinuado algo similar.

—San Valentín, por supuesto —añadió Glenda con toda la naturalidad del mundo, lo cual, por cierto, era bastante lógico—. Vamos, Harry, no seas tímido. Es una pregunta inofensiva.

Sin embargo, no lo era. Las imágenes del desayuno llegaron intempestivamente: Draco mirándolo con algo parecido a la decepción, para luego pasar al disgusto. Todas esas preguntas que le insistían si realmente tenía que pasar ese día trabajando. ¿Eran sobre eso? ¿Por eso Draco se había enojado? ¿Porque quería pasar el día de San Valentín a su lado? Harry apretó sus labios, sintiéndose culpable. ¿A tal grado había llegado su nivel de distracción que no se había percatado de la fecha? Bien, nunca antes le había prestado demasiada atención a San Valentín y la mayoría del tiempo pensaba que era una cosa deliberadamente exagerada y ridícula, pero el que Draco quisiera celebrarlo con él…

—Yo… —dijo Harry en voz baja, aunque las palabras eran claras ante el micrófono, y todos los que estaban detrás de una radio en el país, podían escucharlo perfectamente—. En realidad, creo que Draco debe estar bastante enojado conmigo en estos momentos. Llevo bastante tiempo preguntándome qué tenía este día de especial y por qué todos parecían tan interesados en él. Lo lamento, soy uno de esos sujetos olvidadizos que no se dieron cuenta de que hoy es San Valentín. Merlín, soy tan estúpido… No tengo planes, pero… —suspiró—. Amo a Draco. No lo voy a dejar de amar y él tampoco me va a dejar de amar por muy enojado que esté. Aunque quizás me lance un hechizo cuando llegue a casa —dijo, intentando sonreír.

La entrevista terminó tres preguntas después.

—No te preocupes, Harry —dijo Glenda, cuando él se estaba colocando su abrigo para salir—. Nada saldrá mal.

—¿Por qué estás tan confiada?

—Porque se aman. Estoy segura de que él ama perfectamente esa parte olvidadiza de ti. ¿Quién no lo haría?

Harry sonrió.

—Lamento haber utilizado el programa para hablar sobre Draco. Hermione me va a matar por esto. Pasó horas intentando evitar esto…

—A mí no me molestó —Glenda rió suavemente y echó hacia atrás su cabello—. A algunos probablemente sí, a otros les dio lo mismo, y quizás otros hasta se entusiasmaron. De igual manera, tú te diste cuenta de las cosas y nosotros, sin duda, seremos los más escuchados durante meses. Gracias. Y mucha suerte.


Poco antes del atardecer, Harry se encontró subiendo las escaleras en dirección al departamento que compartía con Draco. Casi no prestó atención al saludo que uno de sus vecinos y, por primera vez, estuvo a punto de caerse al pisar mal un escalón. Para cualquier persona, era obvio que algo lo mantenía distraído. Antes de llegar a la puerta, Harry miró sus manos vacías, reconsiderando por primera vez, desde que había salido de la entrevista con Glenda, su decisión de no llevar ningún obsequio. No quería comprar el perdón de Draco; si habría de enfrentarlo y ser perdonado, sería justamente así, sin nada que se interpusiera entre él y lo que realmente ocurrió.

Harry se estremeció cuando consiguió que las llaves abrieran la puerta. Un instante de pánico golpeó sus sentidos cuando descubrió que el departamento estaba a oscuras y en silencio. Una sensación amarga se instaló en su paladar en el momento en el que cerró la puerta, porque por primera vez desde que había comenzado a vivir allí, ese lugar se sentía solitario, casi triste.

Aterrado, no pudo evitar preguntarse si Draco había decidido abandonarlo. Luego, tras unos instantes donde creyó que todo su mundo estaba a punto de desmoronarse, intentó acudir a su raciocinio; Draco jamás haría algo así. Giró su rostro hacia la mesita donde siempre dejaban las llaves y una fuerte dosis de alivio tranquilizó sus acelerados latidos cuando observó las llaves de Draco cuidadosamente colocadas, en la espera de un nuevo uso.

Harry avanzó por el pasillo y atravesó el departamento, aún sintiéndose avergonzado. Sus manos temblaban cuando abrió la puerta de la habitación principal. No se sorprendió al encontrarla también vacía, pero la decepción no duró tanto porque notó que la puerta corrediza del balcón estaba abierta. De hecho, en ese preciso instante, la cortina blanca se mecía con suavidad hacia dentro gracias a la brisa vespertina.

Sin prender las luces, Harry se quitó los zapatos, las gafas y desabotonó su camisa de color azul oscura. Había sido Draco quien escogió esa vestimenta. Siguió avanzando, porque la sombra, que parecía sentada en el balcón, le incitaba a hacerlo. Cuando Harry sujetó con sus manos la suave tela de la cortina y la empujó, la sorpresa se dibujó en su rostro cuando, efectivamente, encontró a Draco sentado en el suelo del balcón.

Esa tarde, y extrañamente como en ninguna otra, Draco se veía guapísimo.

Draco estaba vestido con un sencillo pantalón negro y una camisa blanca desabotonada de la parte superior. Gracias a ello, Harry pudo ver el tatuaje mágico que portaba en su cuello y que deseó lamer. Su cabello estaba húmedo y desordenado; probablemente, no tenía demasiado que se había dado un baño. De vez en cuando, el viento jugueteaba con él. Al igual que Harry, Draco permanecía descalzo, sin importarles lo fría que estaba comenzando a tornarse la tarde. Dado que estaba en el suelo, tenía sus piernas recogidas y utilizaba las rodillas para apoyar sus brazos. En su mano derecha había una botella de cerveza, aunque Harry aseguraba que no era la primera, no solo por el hermoso rubor que teñía sus mejillas, sino también porque, escondidas del lado izquierdo, había una fila de botellines vacíos. De todas las personas que Harry había conocido en su vida, solo Draco poseía esa belleza etérea, de las que te dejaban sin aliento. Potter tuvo el deseo de correr y encontrar una cámara que le sirviera para inmortalizar ese momento; sin embargo, no tuvo la suficiente fuerza para hacerlo: estaba demasiado ocupado admirándolo.

Además, Draco no lo miraba.

Ni siquiera parecía haberse percatado de su presencia.

Harry entrecerró sus ojos y se colocó en cuclillas, a un lado de Draco. Cuando éste por fin movió su rostro para observarlo, el corazón de Potter se inflamó de amor hacia esos ojos grises, que ahora lo miraban con una mezcla de amor, añoranza y decepción. Además, y como si le estuviera exigiendo un beso, Draco tenía sus pálidos labios entreabiertos. Harry estiró su brazo y acarició con suavidad uno de sus cabellos rubios.

—Lo siento —susurró, aunque no había razón para hacerlo. Quizás era su instinto el que le decía que, en situaciones así, lo correcto era hablar en voz baja—. Olvidé que hoy era San Valentín. Perdóname, Draco.

Draco no dijo nada. Permaneció en silencio, observándolo, como quien mira un mensaje que no consigue descifrar. Levantó su mano y sujetó la camisa de Harry, para que se sentara a su lado. Solo cuando Harry comprendió lo que quería y sus cuerpos se rozaron, fue cuando Draco decidió ladear su rostro y apoyar su cabeza en el hombro de Harry. Aunque cerró sus ojos, no parecía tener la intención de dormir.

—¿Estás muy enojado? —preguntó, levantando su brazo libre para acariciar sus mejillas tibias—. Eh, ¿cuántas de esas cervezas has tomado?

Por primera vez en toda la tarde, Draco esbozó una sonrisa.

—No las suficientes para perdonarte —murmuró.

—Debiste decírmelo.

Debiste acordarte.

—No imaginé que quisieras celebrar San Valentín.

—No pensaba celebrarlo —Y al pronunciar esas últimas palabras, Draco llevó la cerveza hacia su boca. Se relamió los labios, aunque realmente no disfrutara el sabor de la bebida: era demasiado amarga para su paladar, que siempre prefería las cosas más dulces—. Ni siquiera entiendo por qué me enoje. No preparé nada, ni una cena especial ni un regalo ñoño, ¿sabes? Ni siquiera preparé la cama para que pudiéramos follar en ella. Por cierto… tienes que ordenarla, Potter. No había ningún elfo de la mansión disponible que pudiera hacerlo.

Harry rio con suavidad. Las vocales de aquel «Potter» habían sido arrastradas con dureza porque la voz de Draco estaba inusualmente ronca. También parecía tener dificultad en pronunciar algunas palabras, por lo que Harry llegó pronto a la conclusión de que Draco, aunque no estuviera completamente ebrio, comenzaba a sentir los efectos de la cerveza.

—Tú eres el romántico —continuó diciendo Draco—. Las rosas, los chocolates, las cursilerías que se regalan en esta fecha.

—¿Como un hipogrifo de peluche? ¿Para el hurón? —preguntó divertido, pronunciando un Wingardium Leviosa para conseguir que una cerveza flotara hasta su mano. Draco lo empujó ligeramente, chasqueando su lengua.

—No seas idiota —masculló, aunque no parecía enojado. Imitó a Harry al beber—. Además, se supone que yo soy el malcriado, ¿por qué Draco Malfoy tendría que preparar algo en San Valentín para un Gryffindor estúpido como tú?

—No tendrías —aceptó Harry, sintiendo cómo Draco suspiraba y se incorporaba para apoyar su espalda en la puerta corrediza y levantar su mirada hacia el cielo. El atardecer estaba llegando y con él, los colores ocres y rosados que solían acompañarlo. Ellos no podían ver la puesta del sol: el balcón estaba orientado hacia el lado contrario y, además, habían demasiados edificios alrededor, impidiéndolo. Aun así, Harry alcanzó a ver la primera estrella de la noche en aquel precioso cielo despejado.

—Y a pesar de todo eso… ¿por qué será que me sentí tan mal cuando supe que no pasaría la mayor parte del día de San Valentín contigo, Potter? Yo no soy una persona romántica…

Harry dejó a un lado su cerveza mientras, con ambos brazos, atraía a Draco en un fuerte abrazo. Sintió la respiración errática del rubio hacer cosquillas en su cuello, allí donde él tenía su tatuaje, que complementaba el de Draco.

—De verdad lo siento tanto…

Draco depositó un tierno beso que parecía decirle que sí, que lo perdonaba, aunque aún doliera un poco. Claro que Harry sabía que necesitaría mucho más que una disculpa para recuperar el ánimo de Draco.

—Eres tan cursi, Harry. Ni aunque quisiera hacerlo, no me dejas enojarme contigo.

—¿Uh?

El rubio levantó su rostro, buscando su mirada. Hacía mucho tiempo, cuando ambos no parecían soportar ni siquiera la idea de compartir el mismo universo, Harry se preguntó qué hubiera pasado si, en lugar de lanzarle la maldición Sectumsempra, hubiera decidido tenderle su mano. ¿El Draco de ese entonces lo hubiera mirado como ahora? ¿Como si no hubiera nada que deseara más que estar con él en ese momento?

Demonios, de verdad que era cursi.

—«¿Tienes algún plan para este día con tu pareja?» —moduló Draco, repitiendo a la perfección cada palabra de la pregunta que, apenas unas horas antes, Glenda le había dicho. Harry frunció el entrecejo, y captó un brillo malicioso y divertido en los ojos del rubio. Entonces, y después de unos segundos, simplemente dedujo lo que era obvio.

—¿Fuiste tú? ¿El anónimo que envió esa pregunta? —Guardó silencio. Luego—: ¿Escuchaste el programa de Glenda?

—Lo que yo escucho no es el punto aquí, Potter —dijo con severidad—. Lo que estoy diciendo es que es tu respuesta a mi pregunta, merece la Orden de Merlín anual al más ñoño de los ñoños.

Harry intentó controlar su sonrojo mientras recordaba la determinación con la que le aseguraba a la audiencia cuánto amaba a Draco y viceversa. No quería imaginarse el artículo que aparecería mañana en El Profeta, El Quisquilloso y, especialmente, en Corazón de Bruja, que desde que alguna vez los atraparan besándose en un callejón, se habían vuelto su pareja favorita para cotillear.

—¿Escuchaste todo eso? —gimió Harry, avergonzado. Draco esbozó una sonrisa, que parecía decirle por sí misma que estaba se cobrando su venganza favorita. Ahora, con ambos sonrojados y titubeantes, era difícil decidir quién de los dos era el más ebrio.

—Cada palabra —afirmó, inclinándose para colocarse a horcajadas sobre Harry, quien, de inmediato, rodeó su cuerpo con los brazos. Desde esa posición, y sin importar lo avergonzado que pudiera estar, Harry comprendió que jamás podría retractarse de sus palabras, porque ese Draco, ese increíblemente sensual, sonrojado y malicioso Draco, era de quien estaba completamente enamorado—. ¿Tan seguro estás de mis sentimientos? ¿Tan convencido estás que te amo y de que me amas?

—Lo estoy —aseveró, inclinándose para acariciar los labios de Draco con los propios. Fue una caricia inocente, en la cual se dedicó a lamer y recorrer con su lengua la forma de la boca ajena. Suspiró cuando Draco lo sujetó por la nuca, animándolo a profundizar el beso. Harry bajó sus manos, apretando con suavidad su trasero y pensando en cuán inadecuado era hacer eso en el balcón, a la vista de todos los vecinos. Aunque no es como si estuvieran haciendo algo exageradamente inapropiado para el público. Además, la noche finalmente estaba llegando.

—Te amo —susurró entrecortado. Harry no sabía si la fluidez de sus palabras, de un normalmente hermético Draco, se debía al día o la cerveza, pero no se quejaba. ¿Por qué habría de hacerlo? Tener a un rubio mimoso una vez al año le hacía pensar a Harry que, después de todo, San Valentín no era tan malo.

¿No, al final, todos anhelaban expresar sus sentimientos?

—Te amo —susurró con intensidad, separándose para ver esos ojos grises que brillaban de anhelo, deseo y amor. Harry sonrió, robándole un último beso antes de decir—: Aún podemos festejar, ¿no es así? Vayamos a la cama, Draco.

Y el rubio, sonriendo divertido y caminando hacia la habitación, disculpó el descuido de Harry, haciendo el amor. Lo perdonó porque lo conocía, con sus virtudes y defectos, y puede que fueran más sus defectos, los que tanto conquistaron su solitario corazón.

«Les habla Romeo a media noche, por última vez. Solo faltan treinta segundos para que sea un día ordinario. Ayúdenme a contar, enamorados, y brindemos por esas tres palabras que todos queremos oír: "Hay que desnudarnos…"»

Historias de San Valentín.


Autora al habla:

Sí, a veces salta mi vena punk y hasta yo puedo escribir ñoñadas. Básicamente, este OS debió estar publicado en San Valentín, pero meeeeh, mejor tarde que nunca. La idea surgió justamente el 14 de febrero, cuando leí la frase con la que cierra la historia (de hecho, jamás he visto la película xDDDD, pero la frase sonaba guay xD). No sé si es así en la película, pero me suena a un programa de radio. Y me dije: ¿por qué no? Pensé en Harry siendo Harry en San Valentín y en la emisora más importante del mundo mágico. Este es un One-shot que, según yo, estaban en la lista de pendientes. Tengo tres más que están en mi PC acurrucaditos y que necesitan una buena limpieza gramatical antes de que decida publicarlos, pero espero poder lograr que estén pronto publicado. Así que… muchas gracias por leer semejante ñoñada de mi parte. Abrazos empalagosos y derrame de miel por montones. :D

Datos que no son interesantes, pero que aun así publicaré:

-La WWN, sí aparece en la saga de Harry Potter, mencionada brevemente y, de verdad está ubicada en Hogsmeade. Ya saben, me encanta rescatar lugares así.

-Glenda Chittock es una popular locutora de dicha cadena de radio. No hay nada relacionado respecto a ella, pero vi un dibujo de su apariencia y desde ese momento asumí que ella tenía que ser toda una habladora. Me encantó poder retratarla tal y como pensé que sería.

-La Nimbus Racing Broom Company, al igual que todo lo demás, también existe dentro de HP. Se menciona en el libro "Quidditch a través de los tiempos" y es, obviamente, la creadora de la Nimbus 2000. Adoré que esta compañía fuera la patrocinadora.

-A lo largo del texto se mencionaron algunas canciones; todas son de The Weird Sisters, y pueden oírlas porque… bueno, aparecieron en la cuarta peli de Harry Potter. La empalagosa y donde todos bailan. Aww. Yo también amo a esta banda.

-Además de las canciones anteriormente mencionadas, esta historia también tuvo su inspiración en la, aún más cursi, canción "Je L'aime A Mourir" en la versión interpretada por Shakira. Lo sé, ni yo me explico cómo llegue allí. xD

¡Muchas gracias por leer y más gracias si les nace un review para la historia y su autora!

¡Besos y abrazos de osos!