Ojos grises (Krum) (1/24)

Ojos grises (Krum) (1/24)

Parejas Víktor/Cedric

Disclaimer Los personajes de esta historia son propiedad de J.K. Rowling y la Warner Bros. Esto es puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno.

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¡Hola de nuevo! Estoy aquí para presentarles la quinta (y espero última) parte de Ojos Grises. Algunos me pidieron que explicara como fue el comienzo de la relación entre Víktor y Cedric y pues no pude negarme porque realmente estoy enamorada de este universo, jejejeje. Espero que no les parezca aburrido el fic porque aunque me esforcé en hacerlo original, no pude evitar repetir algunas partes que mencioné antes.

Espero que la disfruten : ) ... byeeeeeee!!

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Ojos Grises (Krum y Diggory)

Capítulo I. Dos romances muy diferentes

Víktor miró a su alrededor y torció la boca en un gesto de desagrado. Era evidente que el tener dinero no venía casado con el buen gusto. La habitación donde se encontraba estaba tan sobrecargada de adornos que resultaba en extremo vulgar en lugar de imponente como imaginaba era la intención. Se encogió de hombros y se dijo que realmente eso no le concernía… estaba ahí por asuntos de negocios y por nada más. Su anfitrión había dado órdenes a su mayordomo de que lo llevara a ese despacho y fue dejado ahí cómodamente instalado. Miró su caro reloj con algo de impaciencia pues lo molestaba sobremanera la impuntualidad. Había llegado a su cita a tiempo y le parecía de mal gusto que Igor Karkarov lo hiciera esperar y más aún porque casi lo había obligado a visitarlo en su castillo. Por lo general no hacía ese tipo de concesiones, pero el monto del negocio que iba a tratar con el hombre bien valía las molestias que se había tomado para visitarlo. Había tenido que modificar su apretada agenda para poder atenderlo, pero lo que más lo molestaba era que tuvo que cancelar una cita con su pareja. En sus labios se dibujó una sincera sonrisa cuando su mente y su corazón evocaron la imagen del hombre que amaba. Lo había conocido cuando el joven abrió una cuenta en una de las tantas sucursales del banco que poseía y, a su parecer, surgió una inmediata atracción mutua. Vasil… tal era el nombre del chico del que estaba enamorado. Tenía el cabello tan oscuro como sus ojos y su brillante piel morena tenía la facultad de enloquecerlo.

La puerta abriéndose lo sacó de sus dulces pensamientos y saludó con cortesía a los tres hombres que llegaron. Igor hizo las presentaciones de rigor antes de indicarle a su invitado que tomara asiento en una pequeña, pero confortable sala. Víktor así lo hizo y observó que los dos jóvenes se colocaban detrás del hombre en actitud sumisa… era obvio que no iban a participar en la charla. Igor los había presentado como Mihail y Alekko, su hijo y su sobrino respectivamente.

-Voy a ser sincero con usted, Krum –comenzó a decir Igor tomando asiento frente a su invitado–. Mis empresas me reditúan muchas ganancias y estoy buscando el banco idóneo que haga que ese dinero crezca lo más posible. Todos aquellos a los que he consultado sobre usted sólo lo han halagado, pero aún así no estoy seguro de que sea la persona indicada para manejar mis intereses económicos –dijo con tanta franqueza que casi rayaba en la grosería.

-Soy demasiado joven para su gusto, ¿no es así? –dijo Víktor cuando observó que Igor hacía un minucioso examen de su juvenil rostro.

-Está en lo correcto –aceptó con brutal sinceridad.

-Un recelo que me parece muy natural que sienta –una pequeña sonrisa afloró a sus labios–. Sin embargo, pienso que la única manera en que puedo demostrarle que soy perfectamente capaz de manejar su dinero es que me proporcione una cantidad y le prometo que no sólo se la duplicaré, sino que le daré más intereses que cualquier otro banco en todo el mundo.

-Una idea que también se me había ocurrido a mí –él también sonrió, pero de manera desagradable–. Pero ni piense por un momento que puede engañarme, Krum –lo amenazó con ojos centelleantes–. No me he convertido en uno de los hombres más ricos del mundo por casualidad.

-No tengo la costumbre de engañar o robar a mis clientes, Karkarov –le contestó Víktor con voz de hielo–. Mi ética profesional es intachable así como también lo es la forma en que manejo el dinero de aquellos que han depositado su confianza en mí –su voz se hizo más cálida en sus siguientes palabras–. Mi banco tampoco ha crecido por casualidad y le aseguro que no ha sido debido a medios ilícitos. Además, puede consultar el movimiento financiero de su cuenta cada vez que lo crea conveniente.

-Le aseguro que así lo haré –dijo amenazante antes de quedarse pensativo unos segundos–. Creo que empezaré a invertir con usted unos…

-¿Me permite hacerle una sugerencia? –lo interrumpió y se ganó una mirada de llena de enojo por parte del hombre por haberlo callado–. Creo que un buen comienzo para nuestro arreglo comercial sería que me proporcionara las ganancias de su flota pesquera del Japón.

-¿Del Japón? –Karkarov levantó una ceja antes de soltar una sonora carcajada llena de desprecio–. Está de broma, ¿verdad? Esa compañía me proporciona…

-La suma de 10 millones de dólares anuales y que en realidad no representa ni siquiera el 3 de su ingreso total.

-¿¡Pero cómo demonios sabe eso!? –explotó furioso–. ¿¡Acaso está involucrado en espionaje industrial!?

-Por supuesto que no –le contradijo con una indulgente sonrisa–. Simplemente conozco mi negocio y éste tiene que ver con todos los movimientos comerciales de este planeta, eso es todo. Estoy al tanto de la comercialización del atún, como es su caso en el Japón, hasta la venta de armas nucleares y créame… tengo excelentes contactos en todo el mundo para invertir el dinero de mis clientes –se puso muy serio repentinamente–. Y le advierto desde ahora que jamás invierto en el mercado negro ni tampoco lavo dinero –miró brevemente al par de muchachos que se movieron nerviosos en su lugar.

-No entiendo porque me hace esa advertencia –Igor lo miró claramente ofendido–. Todos mis negocios están dentro de la ley y no tengo nada que ocultar.

-Era solamente un comentario –le contestó Víktor volviendo a sonreír–. ¿Invertirá en mi banco entonces?

-No me convence… es mucho dinero –dijo todavía dudando.

-Dejaré que lo piense con calma –Víktor se levantó e Igor lo imitó–. Llámeme cuando haya tomado una decisión. Que tengan buena tarde, caballeros –les dio la mano a los tres hombres antes de abandonar el despacho.

Víktor salió del castillo y miró su reloj sonriente pues sabía perfectamente que Igor lo contactaría al día siguiente para invertir en su banco. Tal vez no le proporcionaría la cantidad que le había pedido, pero al menos le daría la oportunidad de demostrarle que era el mejor en su campo.

'Esto me llevó menos tiempo del que tenía planeado' –pensó con satisfacción–. 'Ahora puedo pasar la tarde completa con Vasil. Estoy seguro de que se pondrá muy contento al verme llegar tan temprano' –y se subió a su limousine que pronto llegó a la casa de su novio.

Al bajar del automóvil le dijo a su chofer que no se marchara porque en el trayecto había decidido invitar a Vasil a cenar. Desde hacía casi dos semanas no habían podido pasar mucho tiempo juntos y sabía que le encantaría la idea. Sacó la llave y entró a la casa con total confianza pues era de su propiedad. Se la había proporcionado a su pareja casi desde el principio de su relación y el joven se lo había agradecido con una noche llena de pasión desbordante. Revisó por completo la planta baja en su búsqueda, pero no lo encontró. Sonrió para sus adentros al pensar que tal vez su novio había aprovechado su ausencia para dormir pues aún estaba en la universidad y el estudio le robaba muchas horas de sueño. Con este pensamiento subió las escaleras tratando de no hacer ruido para no despertarlo si estaba durmiendo y entró a la recámara principal con sigilo. Vasil si se encontraba en la cama, pero no estaba precisamente dormido.

Víktor se quedó congelado al ver a su novio en pleno acto de amor con otro hombre. La sangre se le congeló en las venas y no pudo moverse por un largo momento, pero cuando por fin su aturdida mente liberó a sus músculos se fue directamente contra la pareja y arrojó al desconocido hombre al suelo para luego llenarlo de salvajes patadas. Vasil dio un grito de terror al ver a su enfurecida pareja y el color huyó de su rostro, pero fue incapaz de moverse. Víktor se hartó de golpear al hombre y todavía jadeante enfrentó a su pálido amante que aún estaba paralizado.

-Eres… eres… ¡¡un maldito traicionero!! –le dijo Víktor temblando de rabia y le propinó un descomunal puñetazo en el rostro–. ¡¡No quiero volver a verte en toda mi vida!! ¿¡Lo oíste, desgraciado!? –dio media vuelta y salió casi corriendo de la habitación.

Todavía hervía de ira y de indignación cuando se bajó de su limousine y todos los que le servían se dieron cuenta de su terrible estado de ánimo en cuanto puso un pie dentro de la casa. Víktor llamó a gritos a su asistente quien recibió órdenes precisas de desalojar a Vasil de su departamento esa misma tarde, de quitarle las llaves del auto deportivo que le había regalado así como también de cancelar todas sus cuentas bancarias. Después de eso el búlgaro se encerró en su despacho y no salió de ahí sino hasta el siguiente día.

Cedric y Tina salieron del cine todavía riendo. La chica había escogido una película cómica para coronar ese delicioso día. Había sido el más divertido del que tenía memoria y así se lo hizo saber a su novio. Cedric se lo agradeció con un dulce beso en los labios y, pasándole un brazo por los hombros, comenzaron a caminar por las mojadas calles londinenses.

-En verdad me la pasé muy bien, mi amor –dijo Tina con los ojos brillantes de felicidad.

-Yo también, cariño –Cedric volvió a besarla–. Pero no creo que pueda escaparme de nuevo. Minerva me mataría si vuelvo a tomarme el día libre.

-Eso sería muy injusto –hizo un mohín de disgusto–. Eres el que más se esfuerza en el museo.

-Lo hago porque me encanta mi trabajo y lo sabes –le contestó riendo–. Si pudiera, hasta dormiría ahí.

-No lo dudo –dijo ella entre dientes y decidió cambiar de tema.

Llevaba de novia con Cedric apenas dos meses y no quería presionarlo a que pasara más tiempo con ella, pero ya se le hacía casi imposible no hacerlo. En ese corto tiempo apenas habían salido a comer juntos un par de veces, pero eso sí, se las había ingeniado para llevárselo a la cama en cinco maravillosas y memorables ocasiones. Cedric la había fascinado desde la primera vez que lo vio y no le fue fácil convertirse en su pareja, pero eso no fue debido a que el muchacho no fuera receptivo a su abierto coqueteo sino más bien a que estaba tan sumergido en su trabajo en el Museo Británico que tuvo que pasar mucho tiempo antes de que aceptara una invitación a cenar. Esa misma noche ella se le declaró desafiando los convencionalismos y para su completo alivio no fue rechazada. Hoy había logrado persuadirlo de que pasaran el día juntos debido entera y exclusivamente a que el muchacho no tenía nada verdaderamente urgente que hacer en el museo.

Cedric era un gran conversador además de que siempre estaba de buen humor y ella había disfrutado como nunca su compañía. En verdad lamentaba que el día hubiera terminado y de pronto decidió que no lo dejaría marcharse esa noche a su casa pues no sabía cuánto tiempo pasaría antes de volvieran a estar juntos de nuevo. No les llevó más de media hora en llegar al departamento de la chica y ella lo invitó a pasar.

-Está bien, pero no puedo quedarme mucho tiempo –aceptó Cedric después de pensarlo un momento–. Quiero ir al museo a ver como están las cosas.

-¿¡Vas a ir a esta hora!? –exclamó Tina sorprendida–. ¡Pero ya van a dar las 10 de la noche!

-No tendré problemas en entrar –le contestó riendo–. Todos los guardias de seguridad me conocen.

-Quédate conmigo esta noche, mi amor –le dijo melosa al tiempo que lo hacía entrar al departamento–. No quiero dormir sola –comenzó a repartir besos por todo su rostro–. ¿Te quedarás?

-Perdóname Tina, pero… –lo interrumpió un profundo beso–. … en verdad quiero ir al museo y… –nuevamente fue interrumpido por otro beso.

-Nada de lo que hay ahí se esfumará, cariño –sus besos eran cada vez más insistentes–. Te prometo que aún estarán ahí mañana cuando vayamos a trabajar. Quédate, por favor –tomó las manos masculinas y las llevó hasta sus senos sin ningún pudor.

-De acuerdo –le contestó Cedric cediendo–. Pero no puedo quedarme toda la noche.

-No hay problema –aceptó de inmediato, pero interiormente se prometió que no lo dejaría abandonar su cama tan fácilmente… había pasado mucho tiempo desde la última vez que hicieron el amor y lo deseaba demasiado.

La recámara de Tina era muy agradable y ambos cayeron sobre la suave cama riendo. Cedric se tomó las cosas con calma e inició un dulce juego de besos y caricias que muy pronto llevaron a la chica a una intensa excitación. Se desprendieron de sus respectivas ropas antes de sumergirse entre las suaves sábanas y seguir con su erótico jugueteo. Cedric hizo una pequeña pausa para colocarse el condón que la chica le puso en la mano, pero después ya no hubo más interrupciones. A Tina simplemente le encantaba la forma tan delicada y suave con que Cedric la poseía y no pasó mucho tiempo antes de que se desmadejara en sus brazos tras alcanzar un delicioso clímax. Ella se acurrucó en el amplio pecho suspirando de felicidad y un suave sopor la envolvió mientras se decía que ése había sido uno de los mejores orgasmos de su vida.

Cedric la ciñó amoroso en sus brazos y depositó un suave beso en su frente mientras se preguntaba qué diablos le sucedía. Su actual novia era muy bonita, aunque sin llegar a la exageración, y su esbelto cuerpo tenía las suficientes curvas para considerarlo deseable, pero no lograba excitarlo… nunca lo había hecho. Esta y las anteriores ocasiones que estuvieron juntos tuvo que hacer un gran esfuerzo para que su virilidad despertara lo suficiente como para poder hacerle el amor. Frunció el ceño cuando recordó a sus antiguas novias y sus frustrantes encuentros íntimos con todas y cada una de ellas. Todas las ocasiones que les hizo el amor tuvieron el mismo resultado… una completa insatisfacción por parte suya. Disfrutaba tocando la piel de sus amantes y besando sus labios, pero cuando llegaba el momento de la posesión algo en su interior no funcionaba bien y la poca excitación que había llegado a sentir, salía volando por la ventana. Se dio cuenta que Tina ya estaba profundamente dormida y decidió marcharse. Sabía, por experiencia, que no lograría volver a fingir pasión y no quería quedar como un completo inútil. Con mucho cuidado se levantó de la cama y se deshizo del condón en el cesto de basura del baño antes de vestirse y salir de puntitas de la habitación. Una vez en la calle retomó su decisión de ir al museo y dirigió sus pasos hacia allá. Levantó una ceja cuando consultó su reloj y vio que apenas eran las 10:30. Realmente satisfacer a Tina no le llevó demasiado tiempo y sonrió ampliamente… al menos no era un pésimo amante.

Tina llegó al museo malhumorada y no encontraba la forma de tranquilizarse. Durante el trayecto a su trabajo se había dicho muchas veces que estaba exagerando las cosas, pero simplemente no podía alejar de ella esa creciente frustración. La había molestado que Cedric se hubiera marchado mientras dormía porque su cuerpo se había quedado con ganas de tener más sexo, pero, si era sincera consigo misma, debía admitir que lo que verdaderamente la tenía desquiciada era la horrible sospecha de no ser lo suficientemente mujer como para satisfacer a su novio. Cuando se despertó a mitad de la noche y no lo encontró a su lado se sintió muy desilusionada, pero nada más. Se metió al baño para asearse y grande fue su sorpresa cuando su atención fue capturada por el condón que había utilizado Cedric... dentro de él no había ni rastro de semen. Eso lo hizo sentirse muy, pero muy mal. No se consideraba una chica con una amplia experiencia en la cama, pero los dos anteriores amantes que había tenido le habían asegurado que no lo hacía nada mal y por eso no comprendía el porqué nunca había logrado satisfacer a su novio. ¡Oh, sí! Se había dado cuenta que Cedric jamás había conseguido un solo orgasmo con ella y ese conocimiento ya la estaba volviendo loca.

Ocupó su lugar en el vestíbulo, pero enseguida consultó su reloj. El museo tardaría todavía media hora en abrir sus puertas al público y eso le daba el tiempo suficiente para buscar a Cedric y aclarar de nueva vez por todas esa desquiciante situación. El sonido de sus zapatillas resonó en las altas paredes mientras se dirigía hacia las escaleras que utilizaban los empleados para ingresar a las áreas técnicas. Cedric entró a trabajar como restaurador al museo, pero Minerva se dio cuenta enseguida de que el joven tenía un don especial para detectar las verdaderas antigüedades y ahora lo utilizaba como su asesor personal. Cedric era muy culto e inteligente y había ayudado tanto a la mujer que ella daba gracias al cielo todos los días por tenerlo en su equipo de trabajo.

A Tina le tembló un poco la mano cuando tocó la oficina privada de Cedric. Escuchó que la invitaban a pasar y respiró profundamente antes de atreverse a traspasar el umbral. Se quedó congelada cuando al entrar se encontró con que todo el equipo de restauración se encontraba en junta.

-¿Necesitabas algo, niña? –le preguntó Minerva a la chica con la impaciencia brillando en sus ojos.

-Nada que no pueda esperar, señora –le contestó Tina algo roja… esa mujer tenía algo que le imponía sobremanera.

-Entonces vuelve después –le dijo la mujer cortante antes de volver a dirigirse a sus colaboradores–. Espero que le den todo su apoyo a Cedric… sobre todo tú, Seamus –miró al chico que enseguida infló el pecho.

-Haré todo lo posible –le contestó el irlandés apenas aguantándose las ganas de lucir una enorme sonrisa.

Tina salió de la oficina de Cedric preguntándose qué tema estarían tratando. Había esperado que su novio al menos se hubiera tomado la molestia de voltear a verla y la saludara, pero como no fue así, su enojo creció aún más. Y el tener que aguardar varias horas para poder hablar con él, no la ayudó en nada para apaciguar su creciente ira.

-¡Cedric! ¡Espera! –le gritó Tina a su novio cuando lo vio pasar por el vestíbulo en compañía de Seamus.

Cedric esperó cortésmente a que su novia lo alcanzara y trató de tomarla del rostro para besarla en los labios, pero se sorprendió cuando fue rechazado con violencia.

-¡Tenemos que hablar! –le dijo ella echando chispas por los ojos.

-Claro –le contestó Cedric confundido–. Voy a salir con Seamus un segundo y…

-¡No! ¡Ahora! –exigió en voz alta provocando que algunos turistas voltearan a verlos con curiosidad.

-Yo… eh… te espero afuera, ¿de acuerdo, Cedric? –dijo Seamus y se alejó para no parecer entrometido en la discusión de la pareja.

-¿Qué te sucede, Tina? –preguntó Cedric perplejo ante la actitud de su novia, pero no recibió contestación.

La chica lo tomó de la mano y lo llevó casi a rastras hasta la oficina que ocupaba su jefe. Para suerte de ambos ésta se encontraba vacía en ese momento. Y en verdad fue algo afortunado porque en cuanto la puerta se cerró tras ellos, Tina se dedicó a exigirle a gritos que le explicara el porqué no lograba satisfacerlo. A Cedric se le llenó el rostro de color ante la explosión de la chica, pero no interrumpió su furioso monólogo. No fue sino hasta después de cinco minutos de haber hablado sin parar que Tina se volvió hacia su novio y lo enfrentó.

-¿Y bien? ¿Qué me contestas? ¿En verdad soy una completa inútil? –sus ojos se llenaron de lágrimas repentinamente–. ¿En qué he fallado, Cedric? ¿En qué?

-¡Oh, Tina! ¡No llores! –Cedric se apresuró a abrazarla–. No eres tú la que está mal… soy yo –la chica lo miró muy asombrada–. Tú no tienes la culpa de nada.

-¿A-acaso eres g-gay? –preguntó ella con un nudo en la garganta.

Cedric se quedó tan sorprendido como ella y no pudo articular palabra por largos segundos. Jamás se le había ocurrido la posibilidad de que fuera homosexual porque nunca se había sentido atraído hacia los de su propio sexo, pero cuando sintió que su virilidad se tensaba al imaginarse lo que sentiría si otro hombre lo besara, fue cuando comprendió el porqué ninguna mujer había logrado satisfacerlo. De su pecho brotó un largo suspiro de alivio porque se le había quitado un gran peso de encima… comenzaba a creer sinceramente que era impotente. Se alejó de la chica y le dio la espalda para que no se diera cuenta de su absurda, pero innegable excitación.

-Sí… lo soy –le contestó Cedric en un hilo de voz.

Dijo eso no precisamente porque estuviera cien por ciento seguro de esa afirmación, pero por el momento esa aceptación le serviría de pretexto para no continuar al lado de Tina… le sería total y completamente imposible volver a tener intimidad con ella después de esa conversación.

-¡Oh, Cedric! ¡Eres injusto! ¡Muy injusto! –Tina se acercó a él y lo golpeó con los puños cerrados en la espalda–. ¡Te odio! ¡Te odio! ¿¡Por qué no me lo dijiste antes!? ¿¡Por qué jugaste conmigo de esta manera!?

-No he jugado contigo, Tina –se volvió y la tomó de las muñecas con firmeza–. Salí contigo porque realmente me gustas y también porque pensé que… –calló pues no sabía que más inventar.

-¿Qué conmigo lograrías abandonar tu homosexualidad? –preguntó la chica ante su pequeño silencio–. ¿Pensaste que yo lograría hacerte olvidar a tus otros amantes? ¿A todos aquellos hombres con los que has compartido tu cama y tus besos?

-Así es –aceptó totalmente rojo y se alejó de ella de nuevo porque sus palabras lo estaban excitando una barbaridad.

El solo evocar la imagen de un hombre desnudo sobre de él… devorando sus labios… recorriendo su cuerpo con sus grandes y ardientes manos… ¡Cielos! ¿Por qué de pronto la habitación se había tornado tan caliente?

-Pero desgraciadamente no lo conseguí –siguió diciendo Cedric tratando de sacar de su mente tan perturbadoras imágenes–. Perdóname, Tina. Mi intención jamás fue lastimarte.

-No lo sé, Cedric. No sé si algún día podré perdonarte, pero te prometo que guardaré tu secreto –y salió de la oficina dando un portazo.

Cedric se derrumbó en una silla y deslizó tentativamente una mano por encima de su excitada entrepierna. Se quejó audiblemente cuando se imaginó que era la mano de otro hombre el que lo estaba acariciando y hubiera seguido ese loco juego hasta el final, pero el saber que no era correcto que hiciera ese tipo de cosas en ese lugar, hizo que detuviera abruptamente sus caricias. Tuvo que tomarse largos minutos para tranquilizarse y salió de la oficina luciendo más o menos normal. Atravesó el vestíbulo y le dirigió una mirada llena de culpabilidad a Tina que volvió el rostro hacia otro lado de inmediato. Sin embargo le dio las gracias en silencio antes de seguir su camino e ir al encuentro de Seamus que lo esperaba fuera. Posiblemente jamás se habría dado cuenta que le gustaban los hombres si ella no se lo hubiera insinuado. Observó con cuidado a su compañero y también al cuarteto de fuertes hombres que estaban bajando con extremo cuidado algunas cajas de un enorme camión. No sintió nada especial hacia ellos, más que una pequeña admiración por los enormes bíceps que se lograban distinguir a través de las ajustadas camisas y se dijo que no era de extrañar que no se hubiera dado cuenta que era gay… esos hombres no le atraían en lo absoluto.

'¿Cuál será mi tipo de hombre?' –se preguntó suspirando soñadoramente–. '¿Rubios? ¿Morenos? ¿Trigueños como yo?' –volvió a suspirar–. 'Bueno… creo que tendré que esperar a que mi príncipe azul aparezca'

Cedric soltó una estruendosa carcajada ante este loco pensamiento y Seamus volteó a verlo con curiosidad al tiempo que pensaba que a su nuevo jefe le había afectado la mente el andar con la chica encargada del módulo de información.

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Hasta aquí les dejo : ) … nos vemos pronto!!