-¡NO PERMITIRÉ QUE NARAKU SE QUEDE CONTIGO!
Se repetía una y otra vez la misma frase en su mente. Kagome no podía salir de su asombro. Sabía que estaba mal que espiara a Inuyasha con Kykio, pero la curiosidad siempre terminaba ganándole la batalla. Eso y que no podía soportar que él siguiera reuniéndose con ella.
Más que dolor y tristeza, se sintió estúpida, las lágrimas ya se asomaban y eso la hizo odiarse más a ella misma. Era cierto, Kagome Higurashi era una mujer débil. Débil, idiota y fisgona.
Y yo que pensaba confesarme esta noche. Pero qué tonta fui… aquí no hay nada para mí.
-¡ESPERA, KYKIO, KYKIO!- se escuchó el grito desgarrador de Inuyasha.
El plan de Kagome era abandonar el lugar sin causar el menor ruido, pero las cosas nunca le salían como quería. Había pisado una rama, una muy ruidosa. Inuyasha giró sorprendido en la dirección en la que oyó el ruido, entonces su mirada se cruzó con la Kagome.
-Kagome…
El rostro de Inuyasha era tan sereno que Kagome tuvo ganas de llorar ahí mismo y gritar dolida lo que su corazón en esos momentos le decía… pero aguantó.
-Interrumpí, ¿cierto? Lo siento, no fue mi intención.
Trató de sonar lo más indiferente posible. Esperaba que funcionara.
-Lo que pasó ahora…
-Escucha, iré a mi casa ahora, no me he sentido bien esta mañana. Tal vez tarde unos días, quiero asegurarme que no es nada grave, también recolectaré unas medicinas para Miroku y los demás.
-¡Pero, Kagome, la anciana Kaede puede hacer algo con las plantas medicinales!
-¡¿Y tú crees que puede curarse todo en este lugar?
Inuyasha se sorprendió con esa respuesta, ella nunca se había referido de esa manera a su época. Sabía que las cosas que había en la época de Kagome eran muy raras y difíciles de entender, pero como le hablaba… él no quería eso.
-Me iré ahora.
Tenía que hacerlo y pronto. Su pecho dolía mucho y le ardían los ojos de tanto retener el llanto.
-Te acompaño.
Eso la enfureció. Ella bien sabía que el mitad bestia no era muy consiente sobre el comportamiento humano, pero no podía ser tan… no podía acercarse sabiendo perfectamente que ella había visto desde un principio todo lo que había pasado entre él y la sacerdotisa.
Lo odió por un momento.
-Ni te atrevas, Inuyasha. No te quiero cerca de mí.
El chico mitad bestia no salía de su asombro, estaba en un especie de shock, lo cual aprovechó Kagome para partir. Era ahora o él la seguiría sin importar qué.
OoOoOoOoO
Una semana después. Casa de la Familia Higurashi.
Afortunadamente para Kagome la semana pasó tranquila sin alguna aparición repentina de un chico con orejas de perro pidiendo explicaciones o tratando de llevársela a rastras a la época feudal. Era extraño, después de tantas escenas protagonizadas por ellos antes en los cuales, aunque pareciese que Kagome se moría por quedarse un poco más para estudiar y encontrarse con sus amigas, se alegraba de que Inuyasha viniera por ella porque de una forma u otra la necesitaba. Ella ya no mostraba el mismo interés por la escuela como a principios de la aventura, se había adaptado mucho al lugar dónde estaban sus amigos.
Regresaría, pero no por la necesidad imperiosa de verlo sino por el compromiso que tenía con ellos de ayudarlos a reunir los fragmentos de la perla.
Una vez empacó todo lo que necesitaba, se despidió de su madre, hermano y abuelo.
-Mamá, esta vez demoraré un poco más en regresar.
-¡Oh, debo pensar en otras enfermedades!- dijo su excéntrico abuelo.
Una gota apareció en el rostro de Kagome. Su abuelo no iba a cambiar… disfrutaba en demasía el que su nieta tuviera que luchar con monstruos en otra época. Así podía dar rienda suelta a su loca imaginación.
-¡Hermana, el orejas de perro no vino por ti! ¿Acaso volvieron a pelear?
-Souta, Inuyasha no tiene que venir por mí. Bien puedo irme sola.
-Kagome, hija, cuídate mucho.- dijo su madre regalándole una confortable sonrisa.
-Si. ¡Adiós!
Se despidió antes de saltar por el pozo.
OoOoOoOoO
Inuyasha, Miroku, Sango, Shippo y Kirara esperaban por Kagome en el pozo tal como hace dos días. En la semana que transcurrió sin la presencia de Kagome, Inuyasha pensó qué podía decirle a su compañera para que la tensión que había la última vez que se vieron desapareciera por completo. No era idiota, sabía que estaba algo enfadada porque lo vio con Kykio, pero no podía hacer nada. Se había decidido por su primer y viejo amor.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el golpe causado por la mochila de Kagome. Había llegado, al fin.
-Hola, chicos.- saludó Kagome.
-¡Kagome!- respondieron todos a unísono menos Inuyasha.
-Vamos a la casa de la anciana Kaede, les mostraré todas las cosas que traje.
-¡Ay, qué bien, tengo hambre!- exclamó el pequeño Shippo.
Camino a casa de la anciana ni Inuyasha o Kagome se dirigieron palabra, sólo el primero no le quitaba la mirada de encima a lo que ella trataba de darle la menor importancia.
Una vez llegaron, Kagome los deleitó con toda clase de comida para cada uno de ellos, medicinas y algunos juegos para Shippo y Kirara. En la tarde, Kagome invitó a Sango a darse un baño en el lago cerca de allí. Kirara iba con ellas por lo que no necesitaban de la protección de algunos de los hombres, ni siquiera Shippo.
Kagome tomó ese momento para hablar con su amiga y contarle todo lo ocurrido, sus pensamientos y lo que planeaba hacer. Al principio, Sango se sorprendió y rehusó a que efectuara su plan, pero luego entendió que era mejor para su amiga. Además no la estaba perdiendo definitivamente.
-Está bien, Kagome. Te apoyaré en todo.
-Gracias, Sango. Sólo contigo puedo hablar.
-¿Cuándo será?
-Esta noche.
Cerca de la medianoche, Kagome ya estaba preparada para irse. Nadie la había notado excepto el mitad bestia que la había detenido cuando esta ya se encontraba bastante lejos de la aldea.
-¿Qué se supone que haces, Kagome?
-¿Qué te parece que hago, Inuyasha?
-¿Te vas a tu época de nuevo?
-No.
-¿Entonces?
-Me estoy alejando de ti.
Otra vez el corazón de Inuyasha se aceleraba, sentía miedo. Miedo de que Kagome lo odiara y se fuera.
-¿Por qué?
-Te lo dije, no quiero estar cerca de ti. Ya no más.
-¡Se supone que íbamos a buscar los fragmentos!- exclamó desesperado. No sabía qué decir.
-Tengo un compromiso con ustedes, no los abandonaré. Pero eso no significa que tengamos que hacerlo juntos.
-¡¿Cómo se supone que sabremos dónde están si no están con nosotros?
Siempre fue la perla y Kykio… no hay más espacio, ¿eh?
-Lo sabrás. Ahora, adiós.
Kagome empezó a dar unos cuantos pasos, pero fue nuevamente interceptada por él.
-Hay monstruos por todos lados, no sabes defenderte, Kagome. No seas tonta, regresemos.
-¡¿Crees que no puedo pelear por mí misma y defenderme? ¡¿Esperas que siempre esté esperando por ti a que me rescates? No me subestimes porque puedo ser igual o más fuerte que Sango si quiero.
¿Qué hacía ahora? Esa era la última carta que tenía Inuyasha para que no se fuera. Podía dejarla inconsciente, pero ella trataría de irse de nuevo…
-No pienses en tocarme un pelo, Inuyasha. Entiende que aquí se separan nuestros caminos.
-Kagome…
-Déjala ir, Inuyasha.- Intervino Sango.
-¡¿DE QUÉ HABLAS, SANGO, KAGOME QUIERE IRSE?
-¿Y de quién crees que es la culpa? ¿Quién hizo que Kagome quisiera separarse y seguir por su cuenta?- dijo Sango.
Kagome aprovechó entonces y corrió adentrándose al bosque. Inuyasha reaccionó tarde, dio un salto largo para perseguirla, pero Kirara salió de entre los arboles y le bloqueó el paso.
-¿Por… qué?- preguntó un poco desorientado.
-Tú escogiste a Kykio, Inuyasha. No puedes tenerlas a las dos.
