Prólogo

Era una calurosa noche a finales de agosto. El cielo estaba despejado por lo que se divisaban múltiples estrellas, podría haber sido una noche como otra si no fuera porque el ambiente se notaba extraño. Un aire de tensión se perdía con la suave brisa típica de Alemania.

A las afueras de Berlín había una fábrica abandonada, sin importancia, pero aquel día de agosto estaba protegida por decenas de hombres. Desde las ventanas de la fábrica se podía apreciar una potente luz amarillenta y brillante, pero lo más escalofriante no era eso, del recinto se escuchaban alaridos que podían poner los pelos de punta a cualquiera.

El interior de la fábrica carecía de mobiliario, aunque en el centro había una enorme máquina. En esa maquina, una joven estaba amarrada de manos y pies, lágrimas de desesperación sobresalían por sus ojos asustadizos y gritaba de dolor, de miedo y quizás pidiendo ayuda.

― Por mucho que grites nadie te va a escuchar, así que yo que tú dejaría de hacerlo. ― Dijo un hombre de aspecto severo, éste llevaba una bata blanca y unas gafas de pasta rojas.

La joven volvió a debatirse intentando soltar sus amarres, pero le resultaba imposible.

― Míralo de éste modo, vas a tener el honor de ser el primer bicho exterminado de tu especie. Pero no te preocupes, que supongo que en menos que canta un gallo los de tu especie y tú estaréis todos reunidos en algo similar al infierno, digo similar porque ni en las mismísimas tinieblas os dejarían entrar. ― El hombre le dedicó una sonrisa torcida a la chica, ésta tragó saliva aterrada dándose cuenta de los macabros planes que aquel monstruo pensaba llevar a cabo.

El hombre empezó a conectar los conductos necesarios para ejecutar su plan, la máquina tenía dos entradas principales: Una conectada directamente con la cabeza y otra en el pecho, a la altura del corazón. Él se las colocó a la chica sin vacilar ni un momento, sin parpadear si quiera. Ella empezó a gritar más fuerte y a llorar con mayor intensidad, pero todo lo que hacía le resultaba inútil.

― ¡Nunca podréis acabar con nuestra especie, ¿me oye?, nunca. Porque nosotros... Tenemos capacidades que los muggles nunca podréis llegar a tener jamás. Por mucho que usted me arrebate los poderes, me asesine, y le haga eso a todas las personas como yo... Igualmente siempre os faltará algo para lograr la perfección, es decir, la magia! ―Gritó la chica con palabras atropelladas.

El hombre miró a la chica con desprecio y rabia, accionó una palanca y un fuerte rayo de luz penetró en el cuerpo de la misma, ella soltó un grito desgarrador y pronto sus ojos se apagaron.

― ¡Que pase Scarlett, rápido! ―Urgió el hombre mientras se deshacía del cadáver de la fémina.

Una adolescente de unos 16 años entró en la estancia, su cabello de color azabache estaba desarreglado y sus bonitos ojos verdes se encontraban surcados de lágrimas.

― Hay que darse prisa, vamos. ―El hombre agarró a Scarlett del brazo con fuerza y la arrastró hasta la máquina. Cuando ésta se encontraba atada empezó a realizar ciertas combinaciones en el panel de control.

― Por favor, papá... No me hagas esto. ―Susurró ella con la voz rota, sin oponer resistencia alguna.

― Sabes que es necesario, además ¿no quieres tener poderes y ser superior a toda esa escoria de la que estamos rodeados? ―Dijo él mirando a su única hija con determinación.

― Pero yo no quiero formar parte de esto, yo... Papá, no continúes con ésta locura. ―Suplicó con un hilo de voz.

El hombre ignoró las palabras de súplica de Scarlett y accionó de nuevo la palanca. Scarlett sintió como si cientos de cuchillos se clavasen en su piel, era terriblemente doloroso. Sentía la sangre recorrer sus venas provocándole fuertes sacudidas, gemidos de horror se escapaban de sus labios agrietados. Y cuando sentía que estaba a punto de morir todo se paró. Su padre la desató y ella se desplomó de rodillas en el suelo.

― ¿Qué sientes? ―Dijo su padre con ansia.

Ella le miró a los ojos, estaba atemorizada. No pudo decir palabra alguna, se sentía completamente débil e indefensa. Cuando estuvo a punto de formular un sonido... Se desmayó.

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Londres. 31 de agosto.

Aquel día Grimmauld Place era un verdadero caos. Toda la familia estaba reunida porque al día siguiente los adolescentes se tenían que ir a Hogwarts. En la planta baja los adultos se encontraban reunidos en torno a la mesa, en la cocina. Mientras en las plantas superiores había un ajetreo considerable y se escuchaban risas por cada rincón de la casa, en cambio en la cocina el silencio era sepulcral.

Ronald Weasley entró en la cocina con cara de indignación y arrojó con fuerza El Profeta sobre la mesa.

― ¡Esto es una vergüenza! ¿Así que ya han empezado a asesinar a magos y ahora pretenden atemorizarnos? ¿Pero en qué mundo vivimos? ― Voceó el pelirrojo frustrado, se dejó caer en la silla y bajó la cabeza.

El silencio reinó durante unos escasos segundos, hasta que Harry se dispuso a hablar.

― Está claro que no podemos permitir que nos aplasten, hay que empezar a moverse ya para que ésta situación no vaya a más. ― Él guardó silencio esperando a que alguien tuviera la cabeza fría y aportase alguna solución más.

― Nunca pensé que algunos muggles pudieran hacernos ésto... Después de haberles estado protegiendo durante generaciones nos lo pagan así. ― Hermione decía las palabras con cierta nostalgia debido a sus raíces. Porque ella era hija de muggles y nunca se imaginaría a sus padres atacando a su mundo y mucho menos a lo que ella era.

― Hay que realizar un consenso con el Ministro de magia rápido, ésta situación no se puede quedar así y si esa panda de mal nacidos quiere guerra, pues guerra van a tener. ― Dijo Ted Lupin con seriedad, aunque él no se dio cuenta de que quizás aquello era muy precipitado.

― No Teddy, eso no va a ser posible del todo. Hay que ser un poco más discretos respecto a la idea, la reunión con el Ministro es más que necesaria pero hay que intentar llamar lo mínimo la atención porque hay muggles que aun no están enterados y no es cuestión de provocar una revuelta en toda regla. ― Explico George hablando por primera vez. Angelina asintió dando a entender que estaba de acuerdo con su esposo.

― Tengo esperanzas de que ésto se quede en un cruce de cables y que no vaya a más, aunque según las fuentes más fiables ya saben cómo neutralizar nuestros poderes... ― Susurró Ginny afligida pensando en todo el daño que podrían hacer si aquello era cierto.

El silencio volvió a invadir la estancia, si los muggles más radicales sabían cómo neutralizar sus poderes todo se iría al garete. Ellos no podrían optar a la tecnología armamentística muggle ya que ellos la controlarían y entonces se quedarían sin recursos.

Pero aquello no eran más que simples hipótesis. Quizás todo fuera obra de un grupo de personas a las que se les había ido la cabeza, quizás fuera un movimiento más grande de lo que creían y podían estar perdidos... Nadie sabía con certeza lo que pasaría a partir de aquel momento. De momento los adultos preferían mantenerlo en secreto a los más jóvenes porque sabían cómo reaccionarían, aunque eso era demasiado tarde, ya que un par de orejas extensibles se balanceaban frente a la puerta cerrada de la cocina. Dos pisos más arriba James Sirius Potter y Fred Weasley II se miraban atónitos.

―¿Has oído lo mismo que yo?- le preguntó Fred a James mientras los dos recogian las orejas de último modelo.

―¿Por que querrían los muggles quitarnos los poderes? ¿Que utilidades les darían?

―No creo que sean todos ellos. Sera algún loco con ansias de poder, yo sabia que pasaría algo así cuando ese grupo se dieron cuenta de nuestras... habilidades. Ahora creen que les hemos tratado como seres inferiores y que ellos también tienen derecho a lo que no tuvieron.

―La magia es un don que les toca solo a unos cuantos afortunados. No se que seria de mi sin la magia pero no creo que me pusiera a arrebatar a las otras personas aquello que no tengo.

Fred II y James oyeron como alguien salia de la cocina por lo que se apresuraron a subir las escaleras, en las otras habitaciones estaban repartidos los demás primos ya fuera hablando, jugando al ajedrez, leyendo o comentando el último partido de Quidditch.

― ¡Chicos a cenar!- Gritó Ginny desde abajo. Se oyó un barullo de puertas y una manada de cabezas pelirrojas (aunque había alguna rubia y morena) salieron en estampida. Como siempre en las reuniones familiares la encargada de hacer la comida era la abuela Weasley que aún y con su edad ya avanzada seguía teniendo la fuerza y la alegría que la caracterizaba. También, todo hay que decirlo, había alguna que otra nuera que siempre se ofrecía a ayudar.

Se sentaron todos alrededor de la mesa formando el barullo que los caracterizaba. Juntos formaba un buen grupo de personas, la cena se sirvió y todos comenzaron a engullir, como siempre estaba delicioso. Habían conversaciones aquí y allá, de punta a punta de la mesa entre jóvenes y adultos.

―Tío Charlie ¿Como va con los dragones en Rumanía?―Pregunto Lily a la que siempre le habían gustado las criaturas mágicas.

―Muy bien cielo, ahora mismo estamos esperando por unos huevos de Cola Dentada, en teoría deberían romper el cascarón esta semana.

―¡Oh!―soltó Lily.

―Supongo que estaréis haciendo un buen trabajo con vuestras primas ¿No?― preguntó Ron.

―Como siempre tío Ron, todas están seguras con nosotros.―dijo James Sirius.

―Seguro que Rosie tiene muchos pretendientes, esta muy bonita.-dijo la tía Angelina.

―Rosie todavía es pequeña―dijo Ronald, y es que no le gustaba que tocaran a su niña.

―Va Rosie dinos la verdad―dijo la tia Ginny. Y entonces Rose pensó que ese era su momento para soltar la bomba.

―La verdad es...―Rose miro a su padre y vio que él no le quitaba la vista de encima― Tengo novio.

―¡Oh eso es maravilloso Rosie!―dijo la abuela Weasley.

―¿Qguanto llevais saliendog?―Preguntó Fleur que todavía conservaba parte de su acento.

―Vamos a hacer un año y medio.―Todo el mundo en la mesa se quedó callado, algunas primas no sabían hacia dónde mirar por que sabían la que se avecinaba.

―¿Por que no nos habías dicho nada?―Ahora fue el turno de Hermione de preguntar.

―Yo...

―¿Y dinos, cuál es el nombre del afortunado?― Preguntó el abuelo Weasley. Rose respiro antes de decir:

―Su nombre es Scorpius Malfoy, abuelo.

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Hasta aquí el prólogo si queréis más añadir alertas, favoritos y dejar reviews que nosotras (LiaGD y Naluma5) ya nos coordinaremos como podamos para traeros los capítulos lo más rápido posible.