Bueno, soy nueva en esto de escribir fanfiction.

Esta idea va en base a la película "Memorias de una Geisha" pero sólo en base pues es completamente diferente a la película.

Sin más espero a alguien le guste la idea.

Nota de autor: El título de cada capítulo es la canción que lo inspiró, por si alguien desea escucharla mientras lee. :D


La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.
Gabriel García Marquéz.


Memorias de una Swan
Capítulo I: For Your Entertainment

¿Es que acaso esto alguna vez terminaría?

– Jessica – grité. Necesitaba alguien desesperadamente. Necesitaba a mi hermana, lamentablemente ella ya no estaba. Recordaba los sucesos del año pasado tan claros en mi mente, cuando ella logró escapar de este infierno.

Comencé a arreglarme el cabello, dejando caer mis bucles marrones sobre mi espalda desnuda.

Mi vestido de gala caía suavemente resaltando cada una de las partes de mi cuerpo que no me gustaban, pero que era necesario que sobresalieran. Era de color rojo, con escote un poco pronunciado, un pequeño lazo debajo del pecho para resaltar esa parte.

La espalda descubierta con un corte hasta la espalda baja.

– ¿Bella estas lista? – preguntó Mike acercándose a mí con el ceño pronunciado de su frente. Mike Newton, un amigo y dueño de este negocio. Él era mi protector, en cierta forma ya que había veces donde trataba de propasarse y eso no me gustaba; sin embargo, él era el único a mi lado, aunque no fuese de mi plena confianza.

–Si – respondí sabiendo que por más que cada noche deseara aplazarlo, ese momento siempre llegaba, cuando menos lo quería.

–Hoy vino alguien importante… – susurró Mike mientras caminábamos hacia el salón de invitados.

–Siempre viene gente importante, Mike.

–No alguien de ese círculo.

– ¿Quién es? – pregunte. Para que Mike sonara entusiasmado no era nada bueno. Necesitaba saber a que me exponía.

–Edward Cullen – respondió pensativo.

– ¿Y ese es….? ¿Alguien sumamente importante? – pregunte dejando ver mi sarcasmo al desnudo.

–Bella, yo sé que no es fácil pero eres la mejor en esto, y él ha pagado un cantidad exorbitante para ser tratado como merece.

–Algún día me iré – susurré para mí, pero la mueca en la cara de Mike me hizo saber que me había oído.

En cuestión de segundos sentí mi espalda golpear la pared del camino, sus manos apresaron mis brazos, y yo hice una mueca de dolor.

–Mike…. ¡Suéltame! – Grité antes de soltarle un golpe en la entrepierna y alejarme de él. – ¡En tu vida se te ocurra volver a tocarme!

–Yo… – pero se calló al ver mi mirada de odio. Mike podía ser muy comprensivo a veces, pero en momentos se convertía en alguien sumamente violento y posesivo.

– ¡Bella! – gritó Victoria. Vio a Mike y luego mi posición de defensa. – Hablaremos de esto después. Sal ya, todos esperan.

Seguí a Victoria, hasta que la luz me deslumbró, el salón se encontraba perfectamente decorado de suma elegancia y glamur.

El gran candelabro brillaba al centro como nunca lo había visto. La escalera por donde iba a hacer mi entrada se encontraba decorada por un camino rojo que bajaba hasta perderse por una tela transparente que colgaba del techo hasta el piso.

Respiré profundo antes de ver a Victoria comenzar a caminar por las escaleras con paso elegante y con tranquilidad. Siempre me sorprendía ver la versatilidad de Victoria en estos eventos, la envidiaba por tener confianza en que pronto se iría de este lugar.

La seguí con un respiro profundo, y me metí en mi papel a interpretar.

Antes de llegar a la tela, me paré y observe a mí alrededor, nada cambiaba, con el paso del tiempo todo seguí igual o incluso peor que antes.

Llegué aquí teniendo nueve años y hoy, justo hoy trece de septiembre cumplía veintitrés años; catorce años de haber soportado malos tratos.

¿Alguna vez le conté a alguien como me sentía al respecto?

Mi nombre no tenía importancia a la hora de ser compañía de los hombres más importantes en el mundo del dinero aquí en Nueva York.

Para mis amigos era Isabella o Bella, pero para la gente desconocida y que sabía, gracias a Dios que nunca volvería ver, yo era Claire Stewart, una de las mejores compañías en todo Manhattan, o como lo veía mucha gente, una geisha.

La gran atracción según me decía Victoria muchas veces era mi mirada penetrante y seductora de color chocolate, mi tez pálida y mis labios gruesos, algo que era natural.

¿Pero de que me servía eso ahora? Ser atractiva sólo llamaba la atención de los hombres que querían algo más y que yo no sé los podía dar.

Era asqueroso ver a esos hombres volverse locos, y tratar de llamar la atención con comentarios fuera de lugar e incluso groseros la mayoría de las veces.

Si mamá me viera…

–Isabella, ¡Ya! – me jaló Victoria para bajar las escaleras, en un salto estuve completamente abajo, y daba gracias por no haberme tropezado enfrente de toda esa gente con mi falta de coordinación.

–Buenas noches, sean bienvenidos a esta que es su casa. Hoy estamos celebrando el magno evento de la Flor de Loto, uno de los eventos más importantes del año, que junta a las personas más necesitadas para darles un hogar, una comida y todo lo que le haga falta para que pueda vivir dignamente, por ello, hemos las gracias al señor Cullen y su hijo por esta maravillosa donación que han hecho en pro de estas personas tan necesitadas. Un fuerte aplauso por favor.

Al parecer Mike ya se había curado del golpe que le había dado.

– ¿Lista? – Victoria tomo mi muñeca para que le prestase atención. – ¿Claire?

Voltee a verla cuando uso mi nombre de trabajo. Ya estaba ahí.

–Si – sonreí y me prepare para lo que venía.

–Ese es Carlisle Cullen, hombre de familia, dueño de Cullen&Swan y el tercer hombre más rico del mundo…

– ¿Qué más?

–Su hijo, Jasper Hale…

– ¿No debería ser Cullen? – pregunte sin dejar de ver al muchacho de mechas rubias que hablaba entretenidamente con Carlisle Cullen.

–Hijastro…

– ¿Quién es el fortachón?

–Emmett Cullen, presidente del grupo ACEMI…

– ¿Eh?

–Asociación contra el maltrato de infantes…

– ¿Y el….? – Me quedé callada al divisar a un muchacho que reía junto con Jasper Hale. Tan guapo que varias muchachas que pasaban a su lado se le quedaban viendo por bastante tiempo. Su presencia emanaba elegancia. Su fuerte mandíbula, nariz recta y labios redondeados me tenían hipnotizada.

El pelo, despeinado y de color cobrizo se movía cada vez que él reía y su cabeza se iba en un suave movimiento hacia atrás y regresaba.

Me sonrojé al notarme admirándolo de esa manera, nunca había visto tan detenidamente a ver a un hombre y ver lo bueno en él, eso era un gran paso en mí.

–Edward Cullen…

– ¿El es Ed...Edward Cullen?

–Suertuda, sin embargo no tanto, créeme lo he intentado por años, al parecer las prefiere rubias, tontas y que no digan lo que piensan. Exactamente tu tipo, Bells.

– ¿Qué se supone que tengo que hacer?

–Me sorprende que te hayan nombrado la mejor compañía de Manhattan, Bells, se tu misma, quien sabe, tal vez el sea tu príncipe azul esperando a rescatarte de tu prisión en la torre.

–No.

– ¿No es tu príncipe o no es el momento?

–Podemos dejar de hablar en tu idioma, victoricienta….

–Ve…

–No puedo llegar y decir, hola, soy la compañía que contrataste, vengo a darte la mejor noche de tu vida…

– ¿La mejor noche de mi vida? – preguntó una voz aterciopelada detrás de mí. Un cálido aliento rozó mi cuello, estremeciéndome y ganándose una sonrisa por parte de Victoria.

Voltee y él, Edward Cullen estaba ahí, frente a mí, con una sonrisa picara. Me miro de arriba abajo estudiándome con su mirada.

–Tú debes ser Claire, mucho gusto soy Edward Cullen y sólo para hacértelo saber, yo te daré la mejor noche de tu vida…

¿Más creído no podía ser?

–Es bueno saberlo…. – respondí. Una sonrisa curso sus labios y ahí supe que había entendido mi sarcasmo.

–Entonces, Claire, ¿Querías decirme algo?

–No lo sé, quizás…. Hola.

–Bien, hola…

Victoria nos veía con una sonrisa de lado a lado.

–Yo los dejo… – y dicho eso se retiró dejándonos en un incomodo silencio.

–No fue mi intención dejarte sin palabras.

–Modesto… – fue lo único que pude decir al ver sus ojos hipnóticos de color verde. Esa mirada que para muchas se convertiría en el paraíso, era mi propio infierno pues no podía dejar de verlos.

Regresé a la realidad y su rostro denotaba que trataba de no reírse.

– ¿Qué es tan gracioso? – pregunte mirándolo repentinamente.

–Sabes que no has dejado de observarme en… – observó su reloj y después me miro – quince minutos.

Pude sentir la sangre subir a mis mejillas y quedarse ahí. Era tonto, como había dicho Victoria que fuese considerada la mejor compañía de Manhattan si me dejaba intimidar por un hombre.

–No tengo nada que ver, sólo buscaba… – hablé sin pensarlo dos veces. Su ceja se levanto dejando ver la duda en su rostro. ¿Alguna vez alguien le había dado en el ego al señor Edward Cullen? No, creo que no.

–Eso ha sido imprudente, ¿No lo crees?

–Si lo ves desde cierto punto, puede que si, no te conozco, no me conoces y definitivamente no podría llegar a la conclusión de que eres un casanova que se fascina al intimidar a las mujeres con su gran físico y esos hipnóticos ojos verdes…. – y antes de que me diera cuenta él ya estaba sonriendo.

Volví a sonrojarme violentamente ante mi gran vómito verbal, yo era así, decía lo que pensaba, no podía actuar con él por alguna razón.

– ¿Sabes que te ves hermosa sonrojada, no? – toco mi mejilla y el simple roce de sus dedos me hicieron sentir una extraña sensación que paso de los pies a mi cabeza, era agradable pero sin duda peligrosa.

–Nunca me lo habían dicho…

–Pues es la verdad, eres hermosa.

Me mordí el labio y lo miré sonriendo.

Su mirada se dirigió a mis labios y de un momento a otro, su mano tomo mi muñeca jalándome fuera de la mansión.

Sentí el aire frío de Nueva York rozar mi espalda, estremeciéndome al instante, Edward pareció notarlo; su brazo calló hasta mi espalda baja y su mano trazo pequeñas figuras ahí, cerré los ojos ante la nueva sensación y me deje ir.

Nunca había estado así con un hombre, podían tomarme la mano y los brazos pero nunca la cintura ni la espalda, no era de mi agrado.

–Edward…

–Claire…

Abrí los ojos y note su expresión pensativa. Mi mirada se dirigió a sus labios. ¿Cómo sería besarlo? Me mordí el labio pensativamente y suspiré. El contrato decía claramente no besar, no involucrarse físicamente…

Físicamente, ¿Cómo sería poder estar con un hombre sin tapujos, sólo nosotros dos? Sentir sus brazos alredor tuyo, sus caricias, sus besos, su piel contra la tuya mientras se hacen uno sólo.

Victoria lo había descrito como el cielo en el infierno, sin embargo nunca había sabido más, yo lo había decidido así, no sabía lo que era estar con un hombre, ni siquiera lo que sentían sus labios sobre los míos. Los hombres sólo querían una cosa y eso era algo a lo que no estaba dispuesta.

Esa era la razón de que yo estuviera aquí. Mi mamá me creía un error, y me abandono, yo no podría hacerles algo así a mis hijos, Jessica había huido, yo me había quedado por miedo a no saber cómo enfrentar una nueva realidad fuera de este lugar.

–No sabes lo que me haces al morderte el labio así – habló Edward desviando mis pensamientos a él.

Y sin dejarme contestar puso su mano bajo mi mentón para inclinar mi cara hacia la suya, me miró a los ojos y pude notar que el color de estos se había tornado oscuro, segundos después capturo mis labios con los suyos.

Eché mis brazos alrededor de su cuello y lo pegué más a mí, sin importarme mis estúpidos límites, no hoy, no esta noche.

Su boca se abrió bajo la mía y sentí el húmedo calor de su lengua contra mis labios. Era

Extremadamente delicioso. Sus labios delinearon los míos con pericia. Abrí mis labios para darle mayor acceso, nuestras lenguas se enredaron en una maravillosa danza.

Sus labios dejaron mi boca y se adueñaron de mi cuello. Mi mano se fue a ese cabello completamente despeinado de color cobrizo

–Dios sabe cuánto te deseo…

–Yo… – mi cuerpo fue aprisionado con mi espalda sobre un auto negro que nuca note que estaba ahí, sus brazos quedaron a la altura de mi cara.

–Te necesito…

Sus manos se colaron por la abertura de mi espalda, y un gemido salió de mis labios cuando su mano izquierda toco mi muslo por encima del vestido.

En un rápido movimiento subió mi pierna izquierda encima de su cadera y con agilidad subió mi vestido para tener mayor acceso.

–No…

–Lo deseas, lo puedo sentir… – habló con voz ronca, pude observar como su mirada se ensombrecía un momento,

Empecé a respirar entrecortadamente al sentir los labios de Edward en mi omoplato, y segundos después un camino de besos hasta mi pecho me hizo arqueó instintivamente darle mayor acceso.

–Vámonos…

– ¿A dónde?

–Fuera de aquí – su voz cada vez más ronca me incitaba más y más.

Era una mala idea. Lo sabía pero lo quería. Demonios, lo deseaba tanto. Edward Cullen me intrigaba de una manera que comenzaba a asustarme. ¿Era posible que en tan sólo media hora para que este hombre comience a gustarme sin ni siquiera saber si era un asesino serial o algo peor?

Pero esos hipnóticos e irresistibles ojos verdes me maravillaban y me incitaban a descubrir si había más allá de ello.

–Si…

–Sin mucha resistencia ¿Eh?

–No me hagas desistir…

–Nunca.

Y dicho eso me jalo suavemente hasta pegar con su torso. Abrí la puerta del majestuoso Ferrari negro a mis espaldas y me hizo un movimiento con su cabeza para que entrara.

Me senté en el asiento del copiloto y segundos después Edward cerró la puerta.

Brevemente pensé en si lo que estaba haciendo era correcto, tenía oportunidad de negarme y huir, como una cobarde pero, lo deseaba, Dios sabe cuánto lo deseaba.

Escuche la puerta cerrarse, el motor prender y el auto comenzar a moverse.

Me dejaba guiar por el sonio del motor, que me daba la idea de a qué velocidad Edward estaba conduciendo el automóvil.

Las luces de colores brillantes anunciaban que pasábamos Manhattan con gran velocidad.

Llegamos al majestuoso St. Regis, y en cuestión de segundos ambos ya estábamos en recepción esperando la llave del cuarto.

– Última oportunidad. Huye ahora o sufre las consecuencias.

–Vaya palabras de aliento que da Edward Cullen – sonreí y sin pensarlo mi mano derecha se enredo en su cabello empujándolo hacia mí, bese las comisuras de sus labios y sonreí.

– ¿Eso lo responde?

–Haz sellado tu sentencia…

Y lo había hecho.


Bueno, si les ha gustado, o tienen alguna pregunta, queja o aclaración, con mucho gusto.

Gracias, por leer.

M.A

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