Resumen: Encontrar una niñera no estaba siendo una tarea fácil para Syaoran Li hasta que una hermosa y joven camarera se muestra dispuesta una AYUDARLO.
Historia original de PollyCox99, y ella me autorizo adaptarla.
Capitulo 1: Ayuda
Syaoran se llevó la mano a la cabeza. Era un clásico gesto de frustración y tomó aire, intentando mantener un tono de voz razonable. La señora Sasaki consideraría una ofensa que empleara un tono agresivo, pero por otra parte, el orgullo no le permitía sucumbir a la desesperación y suplicar.
- Intentemos hablar de esto con calma - dijo angustiado - Estoy seguro de que lo de meterle mermelada en las zapatillas solo ha sido una travesura. Ella no es consciente de... del daño que causaba. Al fin y al cabo, solo tiene seis años.
- Pues yo no aguanto más! - replicó la mujer - Lo hizo solo porque esta mañana la castigué por no querer comerse las ciruelas.
- A Naddy no le gustan las ciruelas, señora Sasaki. Le he pedido una y otra vez que no la...
- Las ciruelas son excelentes para los niños! - insistió la niñera - Y si usted me dejara aconsejarle, nos habría ido mucho mejor, pero, al igual que su hija, usted no entiende razones… - el labio superior comenzaba a temblarle de indignación.
Syaoran inclinó la cabeza sintiendo un dolor punzante en ella. Lo que le faltaba. Una jaqueca.
- ¿Y no podemos solo…olvidarlo?
- Por supuesto que no!
- Estoy seguro de que no volverá a ocurrir.
- Ja! Usted no tiene ningún control sobre su hija. Me resulta incomprensible que un hombre maduro pueda permitir que una niña convierta esta casa en un caos.
- Señora Sasaki, Naddy perdió a su madre hace solo dieciocho meses.
- Y desde entonces usted ha perdido siete niñeras!
- Seis - la corrigió bruscamente.
- Siete! - replicó, inclinándose para agarrar sus bolsas - Puede enviar mi salario a la dirección de mi hermana - y sin más, dio media vuelta, abrió la puerta y se marchó en medio de la noche.
- Señora Sasaki! - gritó Syaoran tras ella - Por lo menos espere hasta mañana por la mañana!
Su súplica no tuvo efecto alguno. En cuestión de segundos, Syaoran oyó el ruido de la puerta de un coche al cerrarse seguido por el sonido de un motor.
Cerró la puerta lentamente, resistiendo la necesidad de apoyar la cabeza contra ella y llorar como un niño. Pero aquella angustia solo duró un instante. Tras él, oyó los tropiezos y susurros de un cuerpecito moverse. Giró con la precisión de un soldado y miró a su hija que se asomaba por la esquina del vestíbulo.
- ¿Ya se ha ido? - susurró Naddy, arrugando su pequeña nariz en un mal intento de ocultar su esperanza.
- Sí, se ha ido - gimió
- ¿Para siempre? - preguntó con inocencia.
- Eso me temo. Y gracias a ti.
Inmediatamente una sonrisa triunfal apareció en el rostro de la niña y estalló en gritos de pura alegría, sin fingir ningún arrepentimiento. Syaoran elevó los ojos al cielo.
- Se ha ido, se ha ido! La bruja se ha ido!
Syaoran adoptó una postura rígida en medio de la habitación y gruñó en su tono más enérgico.
- Ya es suficiente Naddy!
Naddy continuaba bailando sobre el sofá.
- Se ha ido, se ha ido! La bruja se ha ido! - Syaoran enrojecía y sentía que se le estaba agotando la paciencia.
- A la cama! - lo que no había conseguido con un gruñido, lo logró con un rugido.
La niña enmudeció y por fin prestó atención a su padre. Pero no lo obedeció. Naddy se deslizó del sofá y lo miró con determinación.
- No la quería! Era mala, fea...
- Y has hecho todo lo posible para echarla - la acusó su padre - Sabes que necesitamos su ayuda, pero aun así...
- No necesitamos ayuda! - gritó Naddy – y… siempre me había cuidado mamá y la cocinera.
- La cocinera no está todo el día en casa - exclamó Syaoran - Y yo no soy mamá! Tengo que trabajar, no puedo quedarme en casa todo el día cuidándote.
- Mamá lo hacía!
- Porque yo estaba trabajando! – exclamó Syaoran
- Cuidando a otros… en el hospital - intervino Naddy en tono acusador. Y hubo algo en su tono que apaciguó el enfado de Syaoran.
- Sí, es cierto – musitó confuso por el resentimiento que destilaban las palabras de su hija.
A Nora nunca le había importado que fuera médico. De hecho, incluso, cuando permanecía durante mucho tiempo en casa, parecía deseosa de que se marchara al hospital. Quizá fuera esa la razón por la que Syaoran siempre había experimentado cierto alivio al pasar tanto tiempo fuera de casa. Quizás su hija había notado su alivio y había llegado a la conclusión de que tenía que ver con ella. Posiblemente aquel era el motivo de su resentimiento. Y a lo mejor Nora se quejaba cuando él no estaba. Syaoran tenía que admitir que no conocía lo suficiente a su esposa como para estar seguro de lo que podía hacer o decir durante sus ausencias. Y lo irritaba darse cuenta de que le ocurría lo mismo con su hija. Suspiró.
- Vamos, a la cama. Ya es muy tarde.
Naddy se mordió el labio inferior y fulminó a Syaoran con la mirada.
- ¿Y quién va a acostarme? La señora Sasaki se ha ido.
- Deberías haber pensado en eso antes de llenarle las zapatillas de mermelada. Y ahora a la cama.
Naddy se cruzó de brazos, pero justo cuando Syaoran estaba a punto de perder la paciencia, salió corriendo de la habitación.
- Se ha ido, se ha ido, la bruja se ha ido!
Syaoran se frotó el cuello con la mano. ¿Qué diablos iba a hacer? Al día siguiente por la tarde tenía una reunión muy importante con el director del hospital de Tomoeda y otra el viernes. Seguramente Tomoyo o Meiling podrían cuidar a la niña durante unas horas al día siguiente. De lo del viernes se preocuparía cuando llegara el momento. Podía cancelar la reunión, pero ese siempre sería el último recurso. Tenía que trabajar ¿pero cómo iba a hacerlo si Naddy acababa de echar a otra niñera? A veces se preguntaba si aquella traviesa no estaría intentando retenerlo en casa, aunque no le parecía probable teniendo en cuenta lo poco que le agradaba a su propia hija.
Sacudió la cabeza y se dirigió a su dormitorio para rendirse en un profundo sueño.
***
Un pequeño pulgar le levantó el párpado, y estuvo a punto de sacarle el ojo.
Syaoran se apartó bruscamente y miró a su hija desconcertado y cansado. ¿Cuántas veces podía despertarse una niña durante una sola noche?
- ¿Que sucede Naddy? ¿No puedes dormir?
- Tengo hambre - dijo la niña
- Hija… - gimió - estamos en medio de la noche.
- No... Ya es de día!
No, era imposible que fuera por la mañana. Todavía no había dormido ni dos horas seguidas. Pero sí, era de día. Dejó escapar un suspiro y se resignó mientras volvía la cabeza para mirar el despertador. Eran las ocho de la mañana.
- De acuerdo - dijo. Se sentó en la cama y bostezó - ¿Qué hay para desayunar?
- No lo sé.
Syaoran apoyó los pies en el suelo y alargó el brazo para buscar su camiseta.
- Bueno, veamos que está haciendo la niñera y...
- La niñera se fue! - le recordó Naddy.
Syaoran cerró los ojos. La señora Sasaki los había abandonado la noche anterior y la cocinera no llegaba hasta poco antes del almuerzo. Bueno, seguramente habría algo de comer. Cereales, galletas quizá... Y seguramente todo le parecería mucho menos preocupante en cuanto se tomara una taza de café. Café. Volvió a gemir al darse cuenta de que aquella mañana tampoco habría nadie que le hiciera el café. La vida era un infierno.
Naddy se acercó a Syaoran y se aferró a su pierna con toda la fuerza de sus pequeños brazos. Syaoran se echó a reír, se levantó con torpeza y alargó el brazo hasta la bata que había dejado a los pies de la cama. Luego intentó buscar las zapatillas, algo que le habría resultado mucho más fácil si no hubiera estado su hija de por medio.
- De acuerdo, de acuerdo, Naddy - le dijo, palmeándole la espalda - Ahora tengo que salir.
Naddy lo soltó, corrió hacia la puerta y una vez allí se detuvo.
- Date prisa. Yo haré el desayuno! - gritó la niña mientras bajaba las escaleras.
Syaoran comenzó a ponerse su bata riendo por las ocurrencias de su pequeña hija. Sin duda, Naddy era una niña de cuidado, cuando se proponía algo lo conseguía. Al pensar en eso Syaoran abrió los ojos como platos. Naddy haría el desayuno! Se olvidó de los zapatos y corrió hacia la cocina gritando el nombre de su hija.
Llegó justo a tiempo. La pequeña se tambaleaba sobre una silla mientras echaba harina en un cuenco que estaba justo al borde de la encimera. Syaoran cruzó la cocina intentando, sin éxito, impedir que Naddy se cayera de la silla al mismo tiempo que el cuenco caía al suelo. La harina y los cristales se extendieron por toda la cocina. Naddy comenzó a llorar. Syaoran la levantó en brazos, temiendo encontrarse sus piernas llenas de sangre, y suspiró aliviado al ver que lo único que tenía en las piernas era harina.
- Cariño, ¿estás herida?
El llanto de Naddy se había convertido en sollozos, pero no se molestó en contestar.
- Tranquila. Todo está bien. ¿Qué demonios pretendías hacer? - no quería gritar, y tampoco asustarla, pero pensar que había podido caer en medio de aquellos cristales lo horrorizaba y lo enfurecía al mismo tiempo.
Naddy comenzó a llorar otra vez.
- No pasa nada - musitó él - pero no vuelvas a hacer nada parecido otra vez. ¿Esta bien? - Naddy asintió y Syaoran intentó tener paciencia - Pero… ¿que querías hacer?
- Quería hacer galletas - respondió Naddy en tono desafiante.
Syaoran hizo una mueca y de repente tomó una decisión. Era algo que se le daba muy bien. De hecho, tomar decisiones era lo que mejor hacía, y aquella decisión iba a permitirle salir del problema. Por una parte, podrían desayunar de verdad y, por otra, no tendría que limpiar la cocina con el estómago vacío.
- De acuerdo, ve a vestirte. Desayunaremos fuera.
Naddy se limitó a dirigirle a su padre una de sus solemnes miradas y asintió en silencio. Syaoran sonrió para sí por a aquella inteligente decisión.
***
Una hora después, Syaoran se estaba preguntando cómo una idea tan brillante podía haberse convertido en una catástrofe mientras agarraba la jarra de miel por enésima vez. La quitó de en medio justo en el momento en que Naddy se inclinaba hacia delante, frotaba su pecho contra el plato y estiraba los brazos. Al hacerlo, el salero y el pimentero cayeron sobre el cenicero y el cenicero sobre la cesta de las tostadas. Naddy se echó a reír.
- Oh, no! – Syaoran intentó limpiar con una mano mientras continuaba agarrando la miel con la otra, pero al moverse golpeó la mesa con la cadera, la tasa se cayó y el café terminó sobre sus pantalones.
- Maldita sea.
Naddy no podía disimular su risa. Syaoran sintió que alguien le retiraba la jarra de miel de la mano y la sustituía por un trapo húmedo.
- Tome - dijo una voz suave.
Syaoran vislumbró un uniforme y un mechón limpio y perfectamente peinado mientras se secaba el muslo. Alzó la mirada para ver a una joven delgada que corregía la postura de Naddy y le colocaba la mano con el tenedor sobre el plato. Sonrió a la niña, le susurró algo al oído y Naddy comenzó a comer inmediatamente.
- Vaya! Has dejado un gran desastre ¿verdad? - metió la servilleta en el agua y comenzó a limpiar un poco de miel que cayó en la ropa de la niña - Se supone que tienes que meter la comida en la boca, no en la ropa. Vaya, qué ojos más bonitos tienes!
Naddy sonrió al sentirse alagada y Syaoran comprendió a su hija en el instante en el que la camarera le dedicó a él su sonrisa.
Era una mujer increíblemente adorable, su rostro era un óvalo perfecto, de pómulos delicados. Bajo su pequeña nariz aparecían unos labios tiernos que pedían ser besados. El mechón de cabello que asomaba bajo la gorra del uniforme era de un castaño claro. Pero eran los ojos los que dominaban su expresión. Unos ojos, brillantes, verdes como las esmeraldas y rodeados de espesas pestañas.
- Creo que… acaba de evitar un desastre mayor - le dijo Syaoran - Muchas gracias.
La camarera continuó limpiando a Naddy.
- De nada - torció ligeramente la boca - Parece que no tiene tiempo de aburrirse.
Syaoran se sorprendió a sí mismo riendo.
- Pues sí. Nuestra niñera acaba de marcharse y todavía no estoy muy acostumbrado a ser padre soltero.
- Mamá murió! - anunció la pequeña con toda la fuerza de sus pulmones.
Syaoran sintió sobre él el peso de las miradas de los otros clientes. Fulminó a su hija con la mirada y se volvió hacia la camarera.
- Mi mujer murió hace dieciocho meses en un accidente de coche - le explicó - Bueno… es decir…
- Pobrecita. Eres realmente hermosa ¿sabías? - la compadeció la camarera, pasando un brazo por el cuello de la niña.
Se inclinó para besarla y Naddy la miró con adoración.
- Probablemente te acuerdas muy bien de ella ¿verdad? - Naddy asintió en silencio - Y apuesto a que la echas mucho de menos.
A la pequeña comenzó a temblarle el labio y la mujer se acercó a ella para abrazarla mejor.
- Lo siento mucho, cariño, seguro que la querías muchísimo.
Naddy asintió solemnemente mientras la camarera la abrazaba contra su pecho.
- Recuerdo lo que solía decirme Naoko sobre el amor de una madre. ¿Quieres saber lo que me decía?
La niña volvió a asentir y la mujer continuó.
- Bueno… ella decía que el amor de una madre nunca muere. Que vive siempre en los corazones de sus hijos y que, si cierras los ojos y te quedas muy quieta, puedes sentirlo latir en tu corazón, fuerte y feliz.
- ¿Quién es Naoko? - preguntó Naddy.
- La señora que me cuidó cuando mi madre se fue al cielo.
- ¿Y por qué te cuidó ella y no tu papá?
- Porque mi papá se había ido al cielo antes de que mi mamá muriera.
Naddy miró a su padre con expresión de sorpresa.
- Mi papá me cuida a mí.
La camarera miró a Syaoran sonriente.
- Vaya, entonces tienes mucha suerte.
- Pero trabaja mucho
- ¿Ah sí?
Syaoran se aclaró la garganta.
- Soy médico. Cirujano del Hospital General de Tomoeda.
- Ya veo…- dijo y añadió enérgicamente mirando a Naddy - ¿pero que sucede ahí?! Aquí no dejamos que nadie tire la comida.
Syaoran alzó la mirada y vio a la niña tirando un pedazo de torta sobre la mesa. Elevó los ojos al cielo y se inclinó hacia adelante.
- Exactamente, Nadeshiko Li. Estarás castigada en cuanto lleguemos a casa!
La camarera se echó a reír al oírlo.
- En realidad no sabes nada de niños, ¿verdad?
Justo en ese momento, apareció un hombre corpulento a su lado.
- Sak! tienes clientes esperando.
- Lo siento, señor Terada, solo estaba ayudando a este caballero.
- Te lo advertí cuando te contraté, nada de coquetear con los clientes!
- Pero yo no estaba...
Syaoran decidió intervenir.
- No estaba coqueteando conmigo! Estaba limpiando a mi hija que...
El hombre señaló a Syaoran con el dedo.
- Le agradecería que se mantuviera al margen. Tenemos nuestras propias normas. Y no creo que haya visto a las otras chicas coqueteando con hombres casados.
- Pero si no está casado! - gritó ella exasperada.
Su jefe sonrió.
- Así que no estabas coqueteando, ¿eh? Y… ya has averiguado si es soltero o no. Me has decepcionado, Sak.
- La niña fue la que me dijo que su madre murió!
- No me gusta que las empleadas me contesten. Tienes cinco segundos para volver al trabajo o estas despedida. Cinco, cuatro...
Syaoran se levantó.
- Esto es absurdo! Ella no ha...
- Tres. Dos...
- No te molestes! – Sakura se quitó la gorra y dejó escapar su cabello castaño que le llegaba hasta la cintura - Me voy!
- Sabía que no durarías mucho - se burló el encargado.
Syaoran tiró la servilleta sobre la mesa.
- Estas pidiendo a gritos un golpe! - dijo Syaoran señalando al hombre.
- No! - lo interrumpió la camarera – No soporto las peleas, por favor.
Syaoran vio la mezcla de desesperación y esperanza que reflejaban sus ojos y sintió que el corazón le temblaba en el pecho. Dominó su enfado y miró a su hija.
- Ponte el abrigo Naddy - le ordenó, mientras se metía la mano en el bolsillo - Nos vamos, y no volveremos.
- Qué tragedia!! - se mofó irónicamente el encargado.
Syaoran lo fulminó con la mirada.
- Dígale a su jefe que tendrá noticias de Li Syaoran.
Al oír el apellido Li, el encargado palideció. Syaoran asintió satisfecho y ayudó a Naddy a bajar de la silla. Syaoran se apartó a un lado, miró a la camarera y le preguntó.
- ¿Dónde tienes el abrigo?
- En el vestidor, atrás, pero...
- Ve a buscarlo, tu vienes con nosotros - le ordenó Syaoran en un tono que no admitía discusión.
- Pero, no puedo...
- Mira, solo estabas intentando ayudar a un padre inepto cuando este imbécil te ha despedido.
- No me ha despedido, YO he renunciado - replicó ella, elevando la barbilla con suficiencia.
Syaoran sonrió. Aquella mujer le gustaba.
- Esta bien, has renunciado tú, pero no habrías tenido que hacerlo si no hubiera sido por nuestra culpa. Ahora, ve a buscar el abrigo - se volvió hacia la mesa y dejó varios billetes sobre ella.
- Yo... tendré que cambiarme el uniforme - le dijo Sakura mientras se abría camino entre las mesas.
- Entonces te esperaremos en el coche - contestó Syaoran. Agarró a Naddy de la mano para irse del lugar.
- No hace falta que pague - masculló nervioso el encargado - El desayuno corre por cuenta de la casa. Y siento este... malentendido.
- Buen intento - le contestó Syaoran - pero, aun así voy a hablar con el dueño.
El encargado tragó saliva y se secó la frente con mano temblorosa.
- Señor Li, ¿no podríamos hablar tranquilamente…?
- No - Syaoran comenzó a caminar hacia la puerta, arrastrando a su hija tras él.
Naddy le sacó la lengua al encargado y corrió para abrir la puerta. No acababa de cerrarla cuando se abalanzó hacia su padre diciendo.
- Me gusta, papá. ¿A ti no? Sería una buena niñera ¿a que si?
Syaoran sonrió a su hija. Era una pequeña muy inteligente. Quizá comprendiera muchas más cosas sobre la vida de las que él creía.
- Sí, creo que sí. Pero, ella tendrá que estar de acuerdo cariño, así que no te hagas ilusiones aun.
- Pero ella necesita un trabajo! - le aseguró Naddy.
Syaoran inclinó la cabeza.
- Lo sé, pero quizás no acepte. Ya veremos. Ahora, entra en el coche. Aquí hace mucho frío.
Abrió la puerta del conductor y Naddy se metió inmediatamente.
- En el asiento de atrás - le advirtió con una sonrisa.
Naddy asintió y se sentó en el asiento de atrás. Dejó a la niña en el coche y se acercó a la puerta trasera del restaurante, agitando los brazos para protegerse del frío.
Tal y como sospechaba, el encargado le estaba suplicando a Sak piedad. Syaoran empujó la puerta y entró en el restaurante.
- ¿Sak?
Ella alzó la mirada sorprendida al oír que la llamaba por su nombre.
- Ya voy.
Se puso el abrigo y dejó al encargado desesperado. Syaoran observó las piernas de la camarera con la boca seca. Sak parecía mucho más alta con los vaqueros que con el uniforme. Y su pelo... Los dedos le dolían de ganas de acariciarlo. El corazón le latía violentamente mientras ella se deslizaba por la puerta que él sujetaba.
- Me llamo Sakura… Sakura Kinomoto - se presentó, con repentina timidez.
- Kinomoto - repitió él, y le tendió la mano – Li Syaoran.
Aquel nombre no parecía significar nada para ella.
- Encantada de conocerlo, señor Li.
- Llámame Syaoran.
- Claro, solo si tú sigues llamándome Sakura – dijo con una gran sonrisa.
- Claro que sí - aceptó hechizado por aquella sonrisa.
- Bueno... tengo algo que proponerte - dijo Syaoran de repente luego de un largo silencio - No llamaré al propietario de la cafetería si aceptas trabajar para mí. Como puedes ver, necesitamos una niñera.
Sakura desvió la mirada e intentó dominar su emoción. Syaoran era demasiado atractivo, y si algo le había enseñado la vida era que debía desconfiar de los hombres atractivos. Sacudió la cabeza.
- No tengo experiencia como niñera.
- ¿No? Pero… de todas formas, sabes cómo tratar a los niños y eso es lo más importante.
Sakura se mordió el labio indecisa. Alguna vez tenía que ocurrirle algo bueno, ¿no? No siempre iba a estar condenada a la mala suerte. Además, no tenía nada que perder. Intentó pensar.
- Pues… no tengo coche.
- ¿No? Bueno, eso es lo de menos. El puesto requiere que vivas en casa. Casa, comida y salario - le dirigió una sonrisa - Y creo que podemos tratarte mejor que en esa cafetería.
Sakura contuvo la respiración. ¿Casa, comida y salario? Syaoran continuaba hablando.
- El desayuno es el momento más delicado. A la mayoría de las niñeras no les gusta cocinar, pero nuestra cocinera no vive con nosotros. Y como yo soy un inútil en la cocina, la niñera tiene que preparar el desayuno.
Sakura sonrió. Como si preparar el desayuno fuera un problema, además, a ella le encantaba cocinar, la sensación de un hogar. Sería hermoso volver a tener un hogar. Frunció el ceño. Si aceptaba aquel trabajo, no podía caer en la trampa de considerar la casa de Syaoran Li como un hogar. Aun así... aquella oportunidad era demasiado buena para pasarla por alto. Tomó aire.
- Bueno… pero esto sería solo algo temporal - acotó Sakura.
Syaoran frunció el ceño.
- ¿Cómo que temporal? ¿A qué te refieres?
- Pues…
Sakura pensó rápidamente, buscando la manera de protegerse. Estaban en febrero. Y quizás lo mejor sería quedarse unos cuantos meses… hasta junio... La universidad habría terminado para entonces, llegaría el verano y sería más fácil viajar. Sí, la universidad. Eso funcionaría como excusa.
- La cuestión es que le prometí a Naoko que terminaría la carrera. Durante el primer año, tuve la ayuda de una beca, pero el resto tengo que pagarlo yo, así que he estado trabajando para ahorrar dinero y ahora ya tengo prácticamente lo suficiente para regresar a la universidad.
- De acuerdo, a eso no puedo oponerme. En ese caso, seguramente nos abandonarás en otoño.
- Bueno, quizá antes, eso depende.
Syaoran la miró con recelo y por un instante Sakura pensó que iba a pedirle una fecha fija, pero su futuro jefe se limitó a inclinar la cabeza, se estiró en su asiento y dijo.
- En cuanto a tu salario, ¿qué te parecerían...?
Dijo una cifra que dejó a Sakura boquiabierta. Cuando se recuperó, estuvo a punto de decirle que era demasiado, pero entonces pensó que cuanto más dinero consiguiera más fácil le resultaría esconderse. Además, podría ahorrar cada centavo, puesto que no tendría gastos de alquiler ni de comida. Cerró los ojos y agradeció a Dios que no la hubiera abandonado. Quizá la pesadilla había terminado. Abrió los ojos bruscamente. No, aquel era un pensamiento peligroso. No podía permitirse el lujo de bajar la guardia. Y menos en aquel momento. Iba a ser responsable de la seguridad de una niña maravillosa a la que estaba dispuesta a proteger con su propia vida.
Quiero agradecer a PollyCox99 por permitirme adaptar sus historias. La historia original está en mi perfil.
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