¡Hola a todos! Bueno, quiero pedirles una disculpa por haber estado ausente por tanto tiempo, pero es que tuve ciertos problemas personales que me hicieron cuestionarme mi habilidad como escritora y si de verdad mis historias gustaban o no. Por ahora creo que ya superé esa pequeña crisis y puedo volver a escribir, y para celebrarlo traigo esta nueva historia :D Aunque algunos quieran matarme, pues no he subido nuevos capítulos de mis otros fics, quiero que sepan que no me gusta dejar las cosas a medias, por lo que seguiré subiendo caps :D
Por ahora, quiero pedirles que le den una oportunidad a esta nueva historia que se me ocurrió al encontrar un documento en mi PC con una ficha para un foro de rol :D La idea en sí es interesante, sólo falta pulirla un poco :D
Disclaimer: Naruto y Naruto Shippuden le pertenecen al genio Masashi Kishimoto. Sólo uso sus personajes para mi historia, sin fines de lucro. La historia es completamente mía. Cualquier robo de ésta, ya sea parcial o en su totalidad, será considerado como plagio.
Título: Game
Rate: T
Pareja: Será un MultiSaku, puede que incluso cree un harem xD. Sugerencias mandarme un PM o dejarme un review.
Advertencia: Lenguaje vulgar o grosero. También algo más: algunos nombres, tales como las razas y las ciudades, son sacados de mi retorcida mente [jugando a juntar sílabas de diferentes palabras], por lo que, si llegase a existir una coincidencia con alguna otra cosa, es sólo eso: una coincidencia.
Autor: Lee Sang Gun.
Capítulo 1: El juego comienza.
Un par de fuertes golpes en la gruesa madera de la puerta alertaron al líder de Amohue de la llegada de uno de sus especialistas y general en jefe a su oficina. Con un simple "adelante" le indicó al hombre detrás de la puerta que su presencia era la esperada.
—Señor— al entrar, el general Obito Uchiha inclinó su cuerpo y colocó su palma en su pecho, ofreciendo una leve pero respetuosa reverencia a su jefe—, tenemos buenas noticias: nuestros hombres conquistaron el cuarto sector, traerán a las nuevas entidades en breve— el serio hombre volvió a su postura inicial.
Uchiha Obito era un hombre de pocas palabras, pero siempre eran las más correctas y adecuadas conforme a la situación. Su rostro, de facciones duras y gran atractivo a sus treinta años, se veía deformado en su perfil derecho por una serie de profundas cicatrices, dándole un aspecto más severo a la seriedad de su expresión. Sus ojos sufrían de un síndrome denominado "heterocromía" por los científicos de la población de Amohue, el cual definía la anomalía en los iris de ambos ojos del hombre, ya que uno de ellos, el izquierdo, era de color lila deslavado, haciendo gran contraste al lado del intenso color rojizo de su ojo derecho. Sus labios eran delgados y siempre estaban fruncidos en su acostumbrada mueca de seriedad.
El uniforme que portaba era digno de un general de alta categoría: un pantalón de vestir de color verde musgo, casi negro, que hacía juego con el saco de vestir del mismo color y los mocasines negros, haciendo contraste con el blanco de su camisa y su corbata negra, más no obstante, aún con tanta prenda encima podía apreciarse lo bien trabajado de su corpulento cuerpo. Varias insignias de honor se mostraban en el lado izquierdo del pecho del hombre. El cabello del Uchiha, negro como el carbón, se veía rebelde y despeinado debajo de la gorra a juego con el uniforme.
Pero, a pesar de alzarse con orgullo y llevar ese porte tan característico de las fuerzas armadas de Amohue, la mirada de Uchiha Obito se encontraba perdida en el vacío. ¿Por qué? Porque, en realidad, él no era un poblador de Amohue, ni siquiera su línea hereditaria portaba tal genética; él era poblador y sobreviviente de la ahora escasa población de Altain. Debido a lo violenta de las circunstancias tuvo que abandonar a su pueblo y formar parte del ejército de Amohue antes de que su familia se viera afectada por éste. Aún podía sentir el peso de la traición en sus hombros, a pesar de haber pasado ya muchos años de eso.
Todavía recordaba ése día: él tenía quince años recién cumplidos cuando las fuerzas armadas de la gran población del norte habían llegado con sus enormes banderas con la intención de poseer los grandes y bien trabajados campos pertenecientes a la población de Altain. Él se encontraba labrando la tierra, vistiendo solamente un pantaloncillo desgastado y un par de sandalias, con el torso descubierto, para deleite de las adolescentes que acarreaban el agua para el riegue de los cultivos, pues podían apreciar su abdomen perfectamente notificado por el arduo trabajo de campo.
Él sabía que, desde hacía años, debido a los abusos de la tecnología en el mundo y que éste comenzaba a dar sus últimos alientos, cinco personas se reunieron para liderar cinco aldeas alejadas de cualquier indicio de tecnología: querían restaurar la vida en el planeta Tierra desde cero para que éste siguiese existiendo. Fue así como se crearon cinco razas: Altain, Aroyell, Gonick, Jacer y Veray. Cada una de ellas se concentró en un aspecto del planeta. Altain se concentró en los campos, los cultivos y la fuerza de trabajo.
Altain se había caracterizado de entre los seis sectores al ser el único fundado por un joven genio de trece años, quien sirvió de ejemplo para los demás jóvenes del recién nacido sector para trabajar más duro y hasta vestirse como él. Muy pronto, y gracias a la dedicación de la gentil población que lo apoyaba, el joven creó sistemas de riego, de administración y cuanto más necesitaban los pobladores para poder vivir como se tenían merecido. Altain había nacido como un sector de hombres trabajadores y mujeres dedicadas a la prosperidad de su raza.
Desgraciadamente, Amohue no estuvo de acuerdo en la separación de las razas y, siendo la más grande y con mayor número de recursos, se dispuso a conquistar las otras cinco aldeas y recuperar la gente que, después, era considerada como traidora y era tratada como esclava.
El general de Amohue en ése entonces era un hombre que él no conocía y que en su vida había visto: vestía demasiada ropa, tanta que él mismo se preguntó si estaría sufriendo de escalofríos y buscaba resguardarse en su indumentaria para conservarse cálido. Portaba una gran cinta alrededor de sus caderas, la cual parecía piel de lagarto, y en ella portaba un cuchillo un tanto diferente al que ellos utilizaban para su vida diaria: era de un color plateado y parecía tener varias funciones, ya que poseía varios orificios, tenía incluso un mango que hacía verlo como un boomerang.
El general bajó de su enorme caballo blanco y caminó con porte hacia el fundador de Altain, quien se conservaba joven aún; las diferencias entre ambos podían apreciarse desde kilómetros a distancia, aún así el joven permaneció serio y en su posición, sin inmutarse ante el invasor. Fue entonces cuando las palabras del general se clavaron amenazantes en el pecho del joven: venían a conquistar las tierras, opusieran resistencia sus habitantes o no.
Fue un hecho histórico para todos los sectores y un bello recuerdo para Altain el momento en el que el joven fundador impactó su fuerte puño contra la mandíbula del invasor, haciéndolo retroceder de un salto hacia su caballo. El golpe había sido apropinado con tal precisión y odio que el general quedó inconsciente en el acto, sorprendiendo a los soldados a su cargo. En el puño aún cerrado del joven podían notarse la sangre derramada por el general y una herida seria localizada justo entre los nudillos de sus dedos corazón y anular, la cual, en un tiempo, se volvería la primer cicatriz de guerra de tan enérgico muchacho.
Los hombres se habían ido con la promesa de una conquista inminente, la cual cumplieron tan sólo una semana después, arrasando con todo a su paso y llevándose más de una centena de vidas con ellos. El joven fue capturado y condenado a servir a los habitantes de su nueva población, llevando el papel de rata de laboratorio para los extraños experimentos de los científicos desquiciados de la gran ciudad. Desde ése momento nadie supo su ubicación y la población de Altain se vio casi extinta.
El primer sector, Amohue, después de un tiempo, se volvió su infierno personal.
Muchos decían que ése muchacho se volvió loco ante tanto medicamento administrado por los sádicos científicos y acabó con su propia vida. Otros decían que asesinó a toda una masa de guardias y logró escapar, que ahora se encontraba con los nómadas de la rara población de Veray, protegiéndolos. Otros, más osados, inventaron que los científicos de Amohue crearon a un súper-humano, utilizando el cuerpo del joven, y que lo escondieron para utilizar su material genético modificado y así crear un ejército de hombres perfectos para asesinar y sobrevivir a cualquier cosa. Pero todas esas teorías se redujeron a simples rumores y al pobre joven se le dio por muerto.
—Bien, puedes marcharte— las fuertes palabras del líder resonaron en toda la habitación. Obito abrió los ojos, desorientado al haberse perdido en sus pensamientos, y asintió una sola vez, volviendo a reverenciar a su jefe. Seguido de esto, se marchó.
Al cerrar la puerta caminó un par de pasos hacia el cuartel, fue cuando entonces un escalofrío recorrió su columna vertebral y fijó la dureza de su mirada en una puerta de metal. Parecía inofensiva, pero el letrero justo debajo de la ventanilla logró que una gota de sudor resbalase por su sien derecha.
"Laboratorio de Investigación".
Sus dedos acariciaron inconscientemente la pequeña e imperceptible cicatriz en su mano derecha, justo entre los nudillos...
Uchiha Sasuke se maldijo mentalmente y chasqueó la lengua. Recibió un empujón y, al alzar la mirada por encima de su hombro, notó que se trataba de uno de los oficiales que lo habían apresado. A él y a muchos de su pueblo a quienes consideraba de su familia. El oficial le lanzó la orden de que apresurara el paso, él simplemente puso los ojos en blanco y obedeció, tratando de hacerlo sin lastimar a sus compañeros de atrás, debían tener cuidado al caminar. ¿Por qué? Porque iban en fila, esposados, tanto de pies y manos como de cuellos, y jalados por una cadena a manos de otro oficial, exhibidos a la población de Amohue como si de un ganado recién adquirido se tratasen.
Mordió su labio inferior y apretó la mandíbula, mientras a su mente regresaban los recuerdos de las cabañas quemadas y todos los santuarios reducidos a cenizas. Cerró los ojos y concentró su cerebro en recordar que debía de avanzar.
Un paso a la vez.
Frunció el ceño al sentir que el guardia dejaba de tirar de la cadena y ponía su lanza frente a su cuerpo, haciendo que se detuviese e indicando a las demás personas detrás de él que hicieran lo mismo. Frente a ellos se alzaba una enorme edificación de grandes paredes de cristal oscuro, Sasuke, maravillado, no sabía que los hogares podían crearse con tal material: parecía el cielo. Su familia había hablado mucho de las tribus del norte, decían que el cielo existía, pero que era totalmente lo opuesto a ese lugar. Decían que las tribus del norte, las de Amohue, alzaban sus hogares con material robado y trabajaban en el mismo infierno, creando nuevas formas de hacer sufrir a los que buscaban la paz.
Pero él no lo veía de esa manera, pues un lugar donde las paredes eran de cristal no podía ser tan malvado, ¿cierto? Aún así no quería portarse como un ignorante y creerse todos los cuentos que estaban a punto de soltarle Su hermano mayor, Itachi, le había advertido acerca de dejarse llevar por las mentiras de los pobladores de Amohue. Se atrevió a alzar la mirada por encima de su hombro y lo vio casi al final de la fila, éste le sonrió y algo en su mente se tranquilizó. Si Itachi estaba con él, todo estaría bien.
Pero una imponente presencia llamó su atención al frente. Subiendo una pila de escalones fabricados con lo que parecía ser mármol, la figura de un hombre se erguía justo frente a ellos.
Estaba cruzado de brazos, haciendo que estos delatasen lo fornida de su complexión. Portaba un extraño chaleco de color rojo por encima de su camisa del mismo color, pero de un par de tonalidades más claras. Su pantalón era liso e impecable, de un puro color negro. Llevaba unos zapatos negros, un poco ridículos, pensó Sasuke. El cabello del hombre era largo, casi hasta las caderas, de un color azabache, muy parecido al propio. Sus facciones le resultaban un poco familiares al joven Uchiha, más aún al ver sus ojos lilas.
Le recordó incluso a su familia.
Aquél extraño hombre alzó su mano derecha y la bajó un poco, haciendo un extraño ademán que a Sasuke no le dio un buen presentimiento. Y en efecto: el hombre indicaba que quería que los recién llegados, es decir, la fila de personas esposadas, se arrodillaran a sus pies. La ira en los ojos del joven comenzaba a destilarse.
Todos obedecieron, todos menos él. El hombre del chaleco clavó sus ojos en su persona, intentando intimidarlo con la autoridad de su mirada, más él no se echó para atrás, al contrario, le devolvió la mirada, como si de un reto se tratase. El hombre volvió a cruzarse de brazos y una media sonrisa apareció en su rostro, parecía satisfecho.
—Parece que tenemos almas rebeldes entre las filas de Jacer— el cinismo en la sonrisa del hombre de largos cabellos hizo aparición y señaló directamente a Sasuke—. Parece que tenemos a nuestras dos primeras ratas de laboratorio. Comandante, ya sabe qué hacer— la sangre de Sasuke se heló por completo y una descarga eléctrica recorrió su columna vertebral. ¿Dos?
Volvió a mirar, por tercera vez, por encima de su hombro, rogándole al Dios Susanoo que Itachi no hubiese sido tan estúpido como él para no haberse arrodillado. Pero no, se equivocaba: sí era lo suficientemente estúpido como para compararse con él mismo.
Antes de poder reclamarle con la mirada, un par de guardias lo custodiaron y separaron sus cadenas de las de la fila. Hicieron lo mismo con su hermano mayor y a ambos los llevaron a la entrada del edificio, subiendo los escalones y pasando justo al lado del hombre de cabello largo. Sasuke, al pasar a su lado, no pudo evitar mirarlo con el odio y el rencor que se dedica a una persona de la que apenas se conoce, pero que se tiene el completo conocimiento de que no se toca el corazón al mandar hacer a sufrir a alguien o acabar con la vida de muchos. No, ése hombre era peor que el mismo Diablo.
Pero no tuvo mucho tiempo para dejarle saber con su mirada el profundo odio que sentía; había desafiado al rey en su propio reino y ahora debía de acatar las consecuencias. Pero, lo que más le preocupaba, era que Itachi iría con él para que no estuviese solo. No sabía si sentirse aliviado por tenerlo a su lado o culpable debido a que por causa suya él también estaba metido hasta el cuello en ese asunto de ser "ratas de laboratorio".
Y hablando del tema... ¿qué iban a hacer con ellos?
El interior del edificio era de lo que menos se esperaba: las paredes eran de colores serios y habían ciertos lujos que él nunca había visto en su vida; habían camas pequeñas y cortas de cuero negro, parecían incómodas y demasiado chicas como para que alguien normal pudiese dormir tranquilamente en ellas. Habían muchos escritorios y mujeres vestidas de traje trabajando en ellos, tocando con sus finos dedos diminutos mosaicos con símbolos marcados en ellos a una velocidad endiablada mientras concentraban sus miradas en las delgadas cajas luminiscentes frente a sus rostros. Había un pozo de mármol en el centro del recibidor, justo encima del brillante piso, con un extraño diseño. Las personas de ahí debían de ser muy flojas para acarrear el agua, puesto que este pozo lanzaba chorros y chorros de tan vital líquido. Debía admitir que, a pesar de ser un diseño muy malo e incómodo para un pozo, le sorprendía el hecho de que ninguna gota se fugaba del mismo para dar a parar en el impecable suelo.
Ellos siguieron caminando y Sasuke comenzaba a preocuparse acerca del porqué las personas que laboraban en ése edificio de ensueño no se perturbaban al ver a una guardia completa de oficiales custodiar a un par de jóvenes con apariencia de delincuentes. ¿Será que esa clase de situaciones sucedían muy a menudo?
El joven Uchiha no pudo evitar preguntarse si de verdad ambos tendrían apariencia de delincuentes; ambos tenían el cabello negro, pero en dimensiones distintas, ya que Itachi llevaba el suyo largo, atado en una coleta baja, la cual no sobrepasaba la altura de su media espalda, debido a lo corto de la parte delantera de su cabello, algunos mechones rebeldes se escapaban de la presión de la coleta y adornaban ambos lados de su rostro. Sasuke no tenía el cabello así; él lo llevaba un poco más corto, pero relativamente largo comparado con el de otros hombres que se habían cruzado en su vida. Dos largos mechones se localizaban a cada lado de su rostro, alcanzando la altura de su fuerte barbilla, adornado también por un corto flequillo formado por un par de mechones; el resto de su cabello se erguía fiero y rebelde en punta sobre su espalda. Otra de las tantas diferencias entre ambos hermanos era que Sasuke poseía ciertos reflejos azules en la negrura de sus cabellos.
Sasuke no podía apartar los ojos de su alrededor, parecía irreal todo por lo que estaban pasando. Inconscientemente su mirada se dirigió a los ojos de su hermano, notando, por primera vez, que poseían la misma tonalidad en sus oscuros ojos; podría decirse que eran igual de oscuros que el carbón, pero éste mineral no poseía el brillo que caracterizaban los bellos orbes de los hermanos Uchiha. No, el ónice se asemejaba más.
Itachi sintió en su corazón la presión de la preocupación de Sasuke y le sonrió con la poca tranquilidad que podía transmitirle en esos momentos de crisis. Al ver a su pequeño y tonto hermano menor desafiar las órdenes de quien perfectamente bien podría ser el verdugo de su pueblo, arriesgándose a una muerte inminente, no le quedó más opción que acompañarlo. ¿Qué clase de hermano sería él si dejase que el idiota de su hermanito se aventurara él solo en el mismo infierno? Tendría que estar loco como para dejar que eso llegase a suceder.
Pero aún así... todo esto comenzaba a salirse de control.
Los pasillos de aquél edificio parecían ser interminables; entrando por varias puertas, doblando en esquinas para ir a internarse en más pasillos sin fin... hasta que, sorpresivamente, se detuvieron frente a una enorme puerta de metal.
Sasuke, alzó la cabeza y bufó irritado al no poder ver el letrero que indicaba el lugar detrás de la enorme puerta. Miró hacia atrás e hizo un ademán con sus ojos y cabeza a Itachi para que éste, siendo más alto, pudiese indicarle dónde estaban. Éste entendió sus intenciones y alzó un poco el cuello, tratando de distinguir las letras en la placa metálica. Sus ojos se abrieron de par en par y su ceño se frunció en una mueca de dolor y preocupación que sólo sirvió para que una alarma se encendiera en la mente de Sasuke.
"Laboratorio de investigación" fueron las palabras que Sasuke pudo leer en los labios de Itachi.
Así que de verdad iban a utilizarlos como ratas de laboratorio, no era una simple metáfora. Sasuke apretó los puños, sintiendo la dolorosa presión de las esposas, y apretó la mandíbula, haciendo que su cuello se tensara y se pegara a las paredes del metal en su cuello. Los labios del joven de oscuros cabellos comenzaron a pronunciar una silenciosa plegaria a quien fuese el protector de la familia Uchiha de Jacer.
Aunque, siendo sinceros, en esta realidad, dudaba que un Dios lograse escuchar sus rezos y salvarlos de tan fatídico e incierto destino que se les avecinaba.
Fue cuando la enorme y pesada puerta de metal comenzó a abrirse lentamente. Para los hermanos Uchiha fue ridículamente eterno el tiempo que le tomó a la persona del otro lado de la puerta en abrir la misma, incluso parecía que lo hacía a propósito con la intención de hacerlos sufrir aún más. La respiración de Sasuke se hizo más pesada e Itachi tuvo que cerrar los ojos para no perder la compostura.
—Vaya, vaya, vaya... parece que Madara fue más generoso esta vez— una voz masculina y venenosa emergió desde la otra habitación, comenzando a acercarse a los presentes quienes se hallaban esperando con anterioridad— ¿Qué tenemos aquí?
Fue cuando Sasuke tuvo la oportunidad de analizar la complexión del portador de tan molesta voz.
Era alto y delgado; su piel era de un enfermizo color blanco, casi transparente, Sasuke incluso se preguntó por cuánto tiempo tal persona tuvo que estar encerrada en ése lugar como para que su piel adquiriera esa tonalidad. Su cabello era muy largo, demasiado, y muy negro. La sonrisa del sujeto era venenosa y sus ojos ámbar le recordaron a las serpientes que él e Itachi cazaban por diversión en su niñez. El hombre parecía recién sacado de una leyenda de Jacer para hacer dormir a los más jóvenes.
Vestía una bata blanca abierta, dejando entrever su impecable camisa blanca y pantalones negros lisos. Los zapatos que portaba eran parecidos a los del hombre del chaleco.
Pudo seguir analizando las intenciones y la apariencia del chiflado frente a él por más tiempo, pero pronto se halló descubierto por el mismo. Antes de que pudiese desviar la mirada para demostrarle su indiferencia, el extraño hombre le sonrió satisfecho. Muy satisfecho, a decir verdad.
Un escalofrío recorrió su columna vertebral y su frente se tiñó de azul al sentir la insistente mirada de aquél loco con bata. A su lado, Itachi apretó los dientes, conteniendo su ira.
—Háganlos pasar— la siniestra sonrisa de aquél hombre seguía sin borrarse. Se hizo a un lado, dejándolos pasar, sin apartar la vista de Sasuke, quien comenzaba a perturbarse, ya que nunca antes lo habían mirado de una manera tan lasciva como la que portaba el chiflado de bata.
Encontrándose a sólo un par de pasos de chocar hombro con hombro, Itachi detuvo el paso repentinamente. Ésta acción no fue ignorada por el oficial a cargo de los hermanos y, sin cuestionarle siquiera, lo empujó con el mango de su lanza. El mayor de los hermanos, aprovechando tal ímpetu, impulsó su cuerpo hacia la derecha, impactando su hombro con la espalda del hombre de largos cabellos. Éste perdió el equilibrio y fue proyectado hacia una de las paredes del pequeño corredor, tropezándose en el trayecto y cayendo de costado.
Tanto Sasuke, como el hombre en el suelo, miraron al joven de la coleta un tanto sorprendidos. Éste se limitó a sonreír con encanto y se incorporó, ya que su cuerpo se había inclinado al ejercer tal acción.
—Mis disculpas, estos caballeros no saben medir su fuerza— fueron las suaves palabras aterciopeladas del Uchiha antes de comenzar a caminar, impulsando a su hermano menor por la espalda con las esposas de sus manos, incitándolo a reanudar el camino hacia el interior de la habitación.
El oficial que empujó a Itachi le extendió la mano al científico, recibiendo un fuerte rechazo de parte de éste al ignorarlo e incorporarse él mismo sin su ayuda. El hombre uniformado se encogió de hombros y continuó escoltando a los jóvenes hacia el centro del laboratorio, donde hizo que se detuvieran para que una cuadrilla de científicos pudiesen examinarlos y dar el veredicto final.
Sasuke miraba con insistencia a su hermano, quien se limitaba a sonreírle para tranquilizarlo. Después de unos momentos, los hombres le hicieron saber su decisión a los guardias: ambos jóvenes eran aptos para continuar con el proyecto.
Automáticamente, como si fuese un reflejo, los guardias comenzaron a soltar las cadenas, liberando a los hermanos de tan dolorosa prisión de acero. Inconscientemente los jóvenes Uchiha llevaron sus manos derechas a sus muñecas izquierdas, masajeándolas para que la sangre volviese a circular por sus venas. Después prosiguieron a hacer lo mismo con las manos derechas y sus cuellos, se sentía tan bien volver a estar libres y no atados como unos perros.
Pero no les duró mucho el gusto, pues rápidamente se vieron abandonados por los oficiales, quedando en las sádicas manos de los hombres de batas blancas y expresiones de cansancio.
Uno de ellos caminó fuera de la cuadrilla, posicionándose justo frente a ella, al lado del hombre perturbador de cabellos largos y ojos de serpiente. Tenía el cabello largo atado a una coleta media, la cual sobrepasaba por poco la altura de sus hombros, era de color gris claro y un flequillo conformado por un par de cabellos cortos, justo arriba de sus profundos ojos negros, los cuales, a su vez, eran cubiertos por un par de grandes anteojos redondos, de armazón bastante grueso. Al igual que los demás, vestía una bata blanca y, del lado izquierdo de su pecho, podía distinguirse una pequeña placa.
"Yakushi Kabuto".
Itachi no perdió el tiempo leyendo las placas de los demás científicos: le bastaba simplemente aprenderse el nombre de aquél que estaba molestando a su hermano. Giró la cabeza y leyó mentalmente el nombre del hombre de largos cabellos, grabándose en su memoria al instante.
"Orochimaru".
¿Sin apellido? ¿Qué clase de hombre era él? ¿No tenía familia, acaso? Fuera lo que fuese, él había molestado a su hermano y él mismo se encargaría de hacerle la vida imposible desde ahora, sea como sea.
Estaba tan concentrado en la organización de su nuevo plan para proteger a su hermano que no percibió la presencia de alguien más a sus espaldas, quien al parecer había aprovechado sus momentos de distracción para clavarle un pequeño artefacto en el cuello, vaciando todo su contenido en su sistema. La solución no tardó en hacer efecto, provocando en el cuerpo del joven una extraña sensación de mareos y somnolencia. Sólo atinó a caer de rodillas para evitar un golpe mayor a su cabeza cuando ésta finalmente diera contra el suelo.
Antes de cerrar los ojos, pudo notar que, a lo lejos, dentro de unos contenedores de cristal en los que parecían contener un líquido burbujeante, un par de ojos curiosos lo miraban con insistencia. El tierno brillo verdoso de ésos irises lo devolvió a Jacer, a las bellas praderas en las que él solía pasar su tiempo a solas.
Con tan bello recuerdo se desvaneció a los ojos de su hermano menor, quien, después de unos momentos de ira, fue obligado a unirse al sueño de su hermano.
Había despertado asustada al escuchar un ruido extraño en el laboratorio; no todos los días se escuchaba la entrada principal abrirse, sólo en ocasiones especiales, por lo que ya se había acostumbrado a simplemente no escucharla. ¿Cuáles eran ésas ocasiones especiales? Cuando los hombres de fuera traían personas de otras partes para comercializarlas, de entre ellas elegían a una, para traerlas al lugar en donde ella se encontraba.
Había oído de parte de los hombres de las batas blancas— quienes, después de un tiempo de haber convivido con ellos en el mismo lugar, se enteró que se hacían llamar "científicos" o "buscadores de la verdad", ridículo nombre si es que le preguntaban a ella— que los hombres de fuera habían encontrado una pequeña población de personas pertenecientes a la nación de Jacer y habían traído a quienes consideraban aptos para trabajar con ellos. Tal vez habían seleccionado a alguien para "jugar", que era como los científicos llamaban a los experimentos que hacían con ella y con las pocas personas que quedaban para sus pruebas.
Ella no conocía muy bien las naciones y tampoco conocía la historia alrededor de las mismas, sólo recordaba las maravillosas historias que su madre le relataba a la hora de dormir. Historias como el llamado "Golpe de Cultivo", la cual relataba el día en el que Amohue fue a Altain con la intención de apoderarse de sus tierras, pero fueron recibidos por el joven fundador de la nación de los campos, quien no dudó en asestarle un golpe al fanfarrón del general de las fuerzas armadas. Otra historia que a ella le gustaba era la llamada "Canto de Sirena", que fue cuando una joven evitó la caza de delfines en los mares de Gonick al seducir a todo un ejército con su dulce voz, guiándolos a las profundidades del océano, donde los tiburones se dieron un festín con los soldados de Amohue. Todas y cada una de las historias que su madre le contaba en su niñez habían sido grabadas en su memoria.
Gracias a Shizune, una científica perteneciente a la cuadrilla de investigación, es que se mantenía informada y bien educada en cuanto al exterior se refería. La mujer de cortos y oscuros cabellos siempre le contaba todo lo que sucedía en las naciones y lo que Amohue planeaba en el ámbito científico.
Gracias a ella es que se dio cuenta de lo que hacían con ella en realidad.
Los científicos del laboratorio podían ser sádicos y crueles si se lo proponían; a veces medicaban mucho a las personas que traían para las investigaciones y tenían que amputarle las extremidades que quedaban inservibles al contener altos niveles de morfina— Shizune le explicó que era una clase de droga que funcionaba como calmante para el dolor—; otras veces los mataban de hambre para comprobar pruebas de resistencia, la mayoría terminaba en fracaso y muerte, los pocos que sobrevivían eran llevados a otras cámaras de investigación para continuar con el proyecto, pero después de eso nadie sobrevivía.
A ella no la trataban mal, de hecho, a veces ella misma sentía que tenía ciertos privilegios sobre las demás ratas de laboratorio; ella recibía dos comidas al día, los medicamentos eran administrados por intravenosa— término utilizado por Shizune para referirse a la bolsa con líquidos que conectaban a un tubo que, a su vez, conectaban a sus venas— y, lo más importante, la dejaban descansar en uno de los contenedores creados para las entidades especiales.
Ella, al principio, no comprendía la razón de éstas acciones. A veces tenía miedo de que intentasen ganarse su confianza para después hacerle cosas aún peores que a los demás. La verdadera razón por la que la trataban bien era porque ella había nacido y formado parte de la extraña nación nómada de Veray, quienes eran difíciles de encontrar dadas sus habilidades en orientación y manejo de idiomas, además de su gran capacidad para escapar de enemigos.
A los pobladores de Veray no se les seleccionaba para las investigaciones: ellos eran llevados directamente a ellas, puesto que eran considerados lo suficientemente valiosos como para malgastar sus habilidades en trabajos de esclavos.
Su madre solía explicarle con extrema paciencia las formas más eficientes de evitar a los conquistadores de las tribus del norte, pero desgraciadamente una niña de cinco años era incapaz de llevarlas a cabo. Tenía leves destellos de los recuerdos de ése día, el día en el que la atraparon y la llevaron al laboratorio. Gracias a estos destellos pudo armar su propia versión de los hechos: su familia se había separado del resto de la población, la cual viajaba en grupos de diez personas. Al ser ellos simplemente tres sus padres pensaron que así sería más fácil desplazarse por las naciones sin ser detectados, pero no fue así, ya que llamaron más la atención al ser tan pocos miembros viajando juntos. Fue una noche en la que dormían cuando una cuadrilla de soldados los habían amotinado y obligado a correr hacia un callejón de piedra; sus padres habían subido sin dificultad las altas paredes de los muros, pero para ella, al tener solamente cinco años, fue una tarea simplemente imposible. Al final fue capturada y llevada a la fuerza por los hombres de las fuerzas armadas de Amohue. Todavía tenía pesadillas con los gritos de dolor de su madre.
Sacudió la cabeza, tratando de alejar ésos horribles recuerdos de su mente, y se concentró en averiguar de quién se trataba esta vez. Al estar dentro del contenedor con el extraño líquido burbujeante, sólo tuvo que flexionar las rodillas y poner sus manos en el duro cristal, arrastrándose hacia abajo. Cerró un par de veces sus ojos, tratando de enfocar mejor la vista, y alzó un poco la barbilla para que la máscara de oxígeno no estuviese tan forzada a estirarse.
Hubieron ciertos movimientos bruscos que ella trataba de descubrir, pero al estar tantos científicos alrededor de la persona que ella quería observar, le era prácticamente imposible definir de qué o quién se trataba.
Fue cuando la persona cayó al suelo de rodillas, para después tumbarse completamente en el suelo, aparentemente inconsciente. "Le administraron la dosis A", fue el primer pensamiento de la joven al ver la misma reacción en el joven de la que ella había tenido de niña.
Pero él no estaba inconsciente. Al alzar la mirada, ella pudo apreciar los profundos y oscuros ojos del muchacho mirándola, como si estuviesen tratando de atravesar el cristal del contenedor y clavarse directamente en los verdes de ella. La joven no pudo evitar lanzarle una mirada curiosa, tratando de identificar la razón de la mirada de él; se concentró en las espesas y largas pestañas oscuras de él, sus ojos profundos y las graciosas ojeras debajo de los mismos, a lo que ella tuvo la absurda interrogante de si el joven dormía bien o no.
Un extraño sentimiento de abandono la embargó cuando, finalmente, los ojos de él se cerraron, dejándose llevar por el tranquilizante.
Grande fue la sorpresa de la joven al ver caer otro cuerpo al lado del joven de cabello largo. Éste era otro muchacho, aparentemente más joven, de cabello más corto que el del primero y con unos extraños reflejos azules. Su semblante parecía ser incluso más sereno que el del otro sujeto.
Con un fuerte sonrojo en sus mejillas, la joven confirmó que ambos jóvenes eran demasiado atractivos como para ser tratados como conejillos de indias. Tal como a ella la venían tratando desde hacía muchos años, once, para ser exactos.
Lo que la tenía más intrigada era el porqué habían traído repentinamente a dos personas para "jugar". Eran muy raros esta clase de casos en el laboratorio, usualmente traían sólo personas de Amohue en binas, pero nunca había visto que trajeran a más de una persona de otra aldea. Parecía ser que ella ya no estaría tan sola, después de todo. Se preguntaba qué clase de habilidades mejorarían en ambos jóvenes y cómo se desenvolverían con el tiempo, cómo las manejarían.
Cuando los científicos terminaron con ella, le advirtieron que comenzaría a desarrollar habilidades que ella nunca había pensado tener. Al ser ella de pequeña edad y no tener conocimiento alguno del mundo exterior, honestamente no entendió mucho a lo que se referían esas extrañas personas de blanco. Pero, con la práctica, lo supo después.
Ella tenía un secreto: en las pruebas de habilidades, donde se suponía que todos los residentes debían presentar las habilidades desarrolladas, ella sólo había mostrado dos de las tres que los científicos le habían explicado que tendría.
Una de ellas era la de poder manejar los elementos naturales a su antojo: habían puesto frente a ella los seis elementos de la naturaleza— agua, fuego, tierra, aire, relámpago y hielo—, después le explicaron que ella debía de tener cierta afiliación por dos de ellos. Grande fue la sorpresa de los hombres al ver que, aquélla jovencita de ocho años, había podido manejar los seis elementos con gran precisión.
Después vino la segunda habilidad: cambio de forma. Debido a que los habitantes de Veray eran simples nómadas, podían camuflarse perfectamente en el medio ambiente para evitar a los depredadores y los soldados que buscaban hacerse con ellos; la segunda prueba constaba de poner su cuerpo al límite en situaciones de alto riesgo, una de ellas: la clase de natación. Sonaba estúpido, pero la clase de natación no era nada parecido a lo que el nombre daba a parecer. Lo que hicieron los hombres de bata fue lanzarla a una tina demasiado grande de agua y cerrar la cubierta, imposibilitando la salida de la pequeña cabeza de la niña para que pudiese respirar. Fueron momentos de desesperación para ella, hasta que, como si su cuerpo hubiese despertado y reaccionado por sí mismo, de sus mandíbulas comenzaron a brotar varias líneas que se abrieron lentamente, permitiendo el paso de agua a ellas, devolviéndole la respiración. Los científicos, maravillados, habían comprobado la segunda habilidad: cambio de forma para la supervivencia.
Luego de ése horrible episodio, Kabuto, quien era el segundo al mando en el laboratorio, habló personalmente con ella, diciéndole que debía ser una buena niña y mostrarle a todos su tercer y última habilidad. Ella no comprendió sus palabras hasta que Shizune se lo explicó: lo que hacía especiales a los pobladores de Veray, además de lo ya mencionado, era que, cuando se pasaban las dos primeras habilidades, el individuo pasaba a desarrollar una única y especial basada en su propia personalidad, es decir, ningún habitante de Jacer modificado genéticamente tenía las mismas habilidades, siempre eran diferentes y especiales.
Pero ella se negó definitivamente a probar con su tercer habilidad, ya que no quería darle todas las de ganar a sus secuestradores. Porque eso seguían siendo, a pesar de que la trataran mejor que los demás y ella estuviese conviviendo con ellos desde hacía ya varios años, ella todavía los seguía viendo como los monstruos que le privaron de su libertad y de su oportunidad de ser feliz al lado de sus padres.
La joven sabía perfectamente cuál era su tercer habilidad, la sintió incluso antes de probar con los seis elementos. Más no obstante se negó a mostrarla, alegando que ella no poseía tal don. Afortunadamente los científicos le creyeron y, hasta el día de hoy, seguían estudiando su sistema para tratar de averiguar las causas del porqué ella no había desarrollado su tercer habilidad. Los medicamentos que le administraban eran dosis demasiado fuertes que sólo servían para fortalecer tal capacidad. La estaban haciendo indestructible sin que ellos mismos se dieran cuenta.
Por eso, ahora que esos jóvenes estaban ahí, le gustaría conocer qué habilidades desarrollarían al ser de una población de gran espiritualidad. Sólo era cuestión de tiempo para que la dejaran salir del contenedor y ella pudiese observarlos más de cerca.
—Sujeto VY-005 — la venenosa voz del líder de investigaciones, Orochimaru, se hizo presente, llamándola—, es hora de jugar— una terrorífica sonrisa hizo aparición en los labios de aquél hombre de pálido rostro y la joven se estremeció. Orochimaru presionó una secuencia de números en el sistema operativo del contenedor, para después pulsar el botón rojo al lado del pequeño teclado.
El líquido que rodeaba el cuerpo de la joven comenzó a ser expulsado. En un par de minutos la portadora de los bellos ojos verdes se vio sentada en el suelo, sin la necesidad de la máscara de oxígeno. Estaba desnuda, con su larguísimo cabello rosado cubriendo sus senos de tamaño mediano, era delgada y de facciones demasiado delicadas. Sus largas pestañas rosadas encantaban a todos los hombres del laboratorio y sus pequeños y carnosos labios incitaban a los más fríos de corazón a probarlos. Era una joven demasiado hermosa como para ser un conejillo de indias en ése lugar.
Abrieron la puerta del contenedor y Shizune se apresuró a cubrir el cuerpo de la joven con una pequeña toalla que había encontrado en el almacén, escondiendo el frágil y bello cuerpo de la jovencita de las miradas lascivas de todos los científicos presentes en la sala. La joven tosió un par de veces y se dejó llevar por la mujer que prácticamente la había criado.
—Shizune, encárgate de ella— sentenció Orochimaru, visiblemente decepcionado por la acción de su compañera y caminó lejos de ellas.
La mujer de cabello corto asintió y la llevó a una de las habitaciones del laboratorio. Después de ayudarla a tomar un baño y vestirla con la ropa de práctica que le había sido asignada, Shizune se dio a la tarea de preparar a la joven para su entrenamiento.
—Tienes el cabello muy hermoso— pronunció la mujer con suavidad, pasando sus dedos por las finas hebras rosadas de la joven—... y muy largo— dijo divertida al ver que los suaves mechones rosados caían en cascada hasta los tobillos de la muchacha— ¿Te gustaría que lo cortara?— siguió pasando sus dedos por tan hermoso cabello y le sonrió a través del espejo.
La chica asintió levemente con la cabeza.
—Pero...— su voz cantarina sorprendió a Shizune. Era como si una sirena estuviese cantando una melodiosa canción a las orillas del mar, como si la suave brisa acariciara las campanas de viento en las montañas frías del norte. Nunca había escuchado una voz igual—... me gustaría que lo dejaras a las rodillas, no lo quiero tan corto— y Shizune comprendía la razón: desde su nacimiento hasta los dieciséis años nadie había tocado su cabello, dejándolo crecer hasta donde ahora lo llevaba.
En realidad, la joven de rosados cabellos no había nacido con tan extraño color de cabello; ella nació rubia. Pero, debido a los medicamentos administrados por intravenosa, el gen de su cabello se vio comprometido y, desgraciadamente, modificado de manera cruel y despiadada. Debido a que se trataba de algo tan insignificante como el color de cabello, los científicos decidieron dejarlo como estaba, alegando que se veía demasiado bien como para cambiarlo. Desde ése entonces, a la edad de seis años, el cabello de la niña pasó a ser de color rosado pastel, creciendo como si su pigmentación se debiera a una anomalía de nacimiento.
La mujer de cabello negro asintió y comenzó a cortar las hebras rosadas de la joven, justo a la altura que ella deseaba. Estaba tan concentrada en cortar el cabello que no se percató del momento en el que la joven comenzó a mirarla con insistencia y a llamarla por su nombre.
—Shizune, ¿por qué yo no tengo un nombre?— le cuestionó la pequeña joven de dieciséis años, mientras la miraba a través del espejo.
La mujer la miró sorprendida y se culpó mentalmente por haber olvidado tan importante detalle. Cuando la joven de ojos verdes llegó al laboratorio todos comenzaron emocionados con las investigaciones y los experimentos en ella, limitándose a llamarla simplemente "Sujeto VY-005", y como la habían secuestrado los oficiales, nunca supieron su verdadero nombre. Shizune comenzó a sentirse terriblemente mal ante este hecho: se sentía un monstruo.
—Nee Shizune— la joven sin nombre volvió a sacarla de sus pensamientos—, ¿qué es eso?— con su pequeña mano y su dedo índice señaló un objeto sobre un jarrón. Shizune siguió el dedo de la joven y sonrió al ver la hermosa margarita en un florero de su tocador.
—Eso, querida, es una flor— le informó con dulzura acariciando su cabello recién cortado. De pronto, como si de una revelación se tratase, un nombre vino a su mente con tal fuerza y esplendor que fue difícil no gritarlo a los cuatro vientos— Haruno— la joven de rosados cabellos la miró confundida y Shizune le sonrió para tranquilizarla— como los campos de flores: Haruno— siguió acariciando el cabello de la jovencita y volvió a sonreír.
Era demasiado obvio, ¿cómo no lo había pensado antes? Su cabello, su rostro, sus ojos, su cuerpo, toda ella era un bello campo de flores, de hermosas margaritas, elegantes rosas y alegres girasoles. Su rosado cabello le recordaba a las hermosas flores de cerezo que brotaban de los grandes árboles en la primavera.
—Haruno, Sakura Haruno— dictó la científica, rodeando el cuerpo de la recién nombrada con sus brazos, en un fuerte agarre—. Tu nombre es Sakura Haruno.
Y bueno, ¿qué les pareció? Sé que estuvo confuso desde un inicio, pero poco a poco las cosas se irán esclareciendo. Espero que les haya gustado este capítulo que, si bien fue un poco corto, servirá de base para un mejor desarrollo en la historia :D
Y díganme: ¿qué les gustó? ¿Qué no les gustó? ¿A qué no le entendieron?
Seré demasiado feliz si me dejan un review dándome su opinión, pues es lo que me alienta a seguir escribiendo :)
Pues, me despido por ahora ^-^v ¡Gracias por leerme!
Lee Lee out.
