Prólogo
Una noche cualquiera…
Aunque en sí, después dejó de ser una noche cualquiera.
La angustia y ese extraño sentimiento de malestar lo despertó de golpe y sudando, sintiendo que faltaba aire en sus pulmones.
Tras tranquilizarse y confirmar que seguía vivo y que no se caería al poner los pies en el suelo, el joven se levantó y comenzó a correr, tratando de ser lo más silencioso posible, con dirección a la habitación de su hermano mayor.
Entró con suavidad, sin hacer mayor ruido, y cerró de la misma manera.
Paseó un rato en la oscuridad, tranquilo se oír la respiración y los ligeros ronquidos de su hermano. Le gustaba, desde niño, el saber que él podía dormir aún si el mismo no podía hacerlo. Se detuvo después de un rato junto a la ventana, fascinado por la luz de una luna a medio completar.
-Ven aquí. - la voz del mayor sonaba rasposa por el sueño, pero también divertida e intrigada por su presencia en la habitación.
Se sentó en la orilla de la cama, sin decir nada. El mayor haló su brazo para que se recostara junto a él y ya más despierto notó el sudor al acariciar su cabello.
- ¿No puedes dormir? - el más chico se limitó a asentir con cierta timidez. –Bien… Entonces vienes a oír algo para dormir, ¿me equivoco? -
-Solo si tú quieres. – El mayor estaba más que acostumbrado a esa situación, y obviamente no le iba a negar nada. Sin embargo, una ligera risa de parte suya rompió la perfecta rutina de cada tantas noches.
-¿Qué pasa? – preguntó curioso el menor.
-Nada, es que esa sonrisa no ha cambiado desde que eras así de pequeño. – dijo tratando de recordar la posición que sus, en ese entonces pequeños, brazos debían adoptar para poder sostener al bebé de hace quince años.
-Mentira. Tuvo que haber cambiado por lo menos en algo.
-Sí, Shun, lo que tú digas.
Entre risas, Shun se acomodó más cerca del mayor para escuchar mejor la historia que esperaba bastante ansioso.
-Bien, la historia entonces… Veamos…
En un pequeño jardín de una pequeña aldea en un mundo de tamaño relativo a los ojos del espectador se encontraba un joven cuidando sus enredaderas, acariciando sus hojas y flores y esquivando ágilmente sus espinas.
El joven tenía el cabello rojizo, era alto y sus ojos, grandes como si siempre estuviera impresionado, estaban ciegos a lo que lo nuestro sentido de la vista ve, pero estaban dotados de esperanza y sueños que los hacían brillar como un espejo.
mientras cuidaba sus plantas, sentía como los perros pasaban halando a sus dueños con las correas, a los niños que corrían y de vez en cuando lo saludaban, a los ancianos de paso lento, a los pájaros que pasaban junto a él… le encantaba sentir los pájaros, porque ellos hacían vibrar y sonar los cables de electricidad, cantaban y algunos hacían otro tipo de sonidos para contribuir a la orquesta de todos los domingos por la tarde.
Pero había algo que el pelirrojo no sentía, no porque no pudiera, sino porque evitaba hacerlo, porque sabía que, si lo hacía, sus ojos llenos de alegría se llenarían de lágrimas tristes y melancólicas.
No quería sentir la sonrisa y la cálida mirada de ese ángel que no podía concebir en su imaginación. Sabía quién era ese ángel, pero a la vez, no sabía el por qué lo sabía. También estaba consciente de su presencia, pero a esta ya solo reaccionaba con una triste sonrisa que esperaba que él viera. También sabía que ese ángel lo vigilaba y sentía junto a él.
Lo sentía siempre, desde que fue capaz de recordar, pero lo sentía especialmente en esas tardes de domingo cuando sentía todas las emociones positivas que conocía juntas…
Shun sabía de sobra el nombre de ese pelirrojo. Y le gustó la idea de poder decirle quién era ese ángel. Siempre las historias de su hermano le hacían pensar en distintas cosas de su vida… por eso, últimamente había estado pensando en algo de lo más interesante.
-… Y esa tarde de domingo, cuando recordó todas las emociones que conoció juntas, vio también por primera vez a ese ángel de cabello cano y poblado bigote sobre una linda sonrisa. - la mirada de su hermano se había perdido en la imaginación y los recuerdos, mientras a la vez seguía con su hermano.
-Ikki…- el peliazul bajó su mirada para encontrarse con la de su hermano.
-Dime.
-Deberías hacer un libro con todas las historias que me has contado ¿Sabes? Podrían hacer una película, o una película por cada historia… o incluso podrían hacer teorías extrañas sobre cómo se relacionan todas (yo ya tengo dos).
-Estás loco, eres la única persona rara que se interesa por mis historias.
-Porque solo me las cuentas a mí. Si las compartieras, te aseguro que harías felices a muchas personas. - Shun se estaba quedando dormido, pero con el tono adormilado en su voz, hacía que Ikki pensaras más a fondo en sus palabras, aunque en ese momento desechó la idea de inmediato.
-¿Sabes? – Shun solo hizo un ruido para indicarle que lo escuchaba. –Debería dejar de contarte historias para dormir, ya tienes… ¿qué? Quince años.-
-No me importa.
Shun se quedó dormido e Ikki se quedó la noche observando a su hermanito.
-Buenas noches, Shun. - Ikki sintió algo raro en el pecho antes de volver a dormirse. Sintió miedo, y a él le aterraba sentir miedo, porque el miedo era siempre lo que sentía antes de la tristeza.
Notas: ¡Hola! tanto tiempo...
Espero que les llame la historia, más que todo si les gusta esto del drama de hermanos entre Ikki y Shun, porque de eso es plenamente la historia.
Espero les guste y dejen sus comentarios sobre si llama o no llama la historia, primeras impresiones y todo eso!
Hasta dentro de quizás una semana...
Bueno, gracias por leer! Bye!
