Summary: Él era su guardián, quien la protegía de todo. Cuando su dolor dejó de ser físico, comenzó a replantearse qué clase de protector era, si ella estaba sufriendo de todas formas. – "¡Por favor! ¡Por favor, termina con todo! Por favor... Has que deje de doler."
Pareja: Kagome/Sesshomaru
Rated: M. (18+)
Descargo de responsabilidad: Los personajes no me pertenecen.
Last Chance
Había estado esperando por él todo el día. Hoy era su aniversario. Había prometido venir por ella y juntos salir a cenar. Como habían hecho en sus primeros años de casados. Pero eran las nueve de la noche ya, y sabía.
Sabía dónde estaba.
Sabía, aunque le doliera admitirlo, que él estaba con esa mujer.
Esa que era su amante.
Apretó con fuerza el cuadro en sus manos. Hasta el punto de que sus nudillos se pusieran blancos por la presión. La foto que embarcaba, era la de una pareja el día de su boda.
Una bella muchacha de cabellos negros y enigmáticos ojos azul zafiro, vestía un vestido totalmente blanco, un ramo de lirios y rosas blancas en sus manos. A su lado, un joven de cabellos rubios y ojos verdes, vestía un esmoquin negro. Ambos sonreían con felicidad.
Oh, cómo le dolía ver esa imagen.
Habían pasado cinco años desde que se habían casado. Años que se iban haciendo más y más largos con el pasar de los días.
En antaño, eran la pareja perfecta. El romance de ensueño que toda joven sueña en su niñez. Pero se cumplió el año y se dio cuenta que no todo era color de rosas.
Él comenzó a alejarse más y más. Y cuando se dio cuenta, podían pasar semanas sin que durmiera en la misma cama con ella.
Poco más de un año atrás, había vuelto pasado en copas. La había tocado como hacía meses no lo hacía, hicieron el amor como antaño. Y por un segundo creyó que todo iría mejor.
Pero no.
Ni siquiera cuando meses más tarde se enteraron que estaba embarazada.
No.
Él seguía prefiriendo a su amante, por encima de su familia. El niño de cinco meses que dormía en el piso de arriba, casi no lo conocía.
Él era un extraño en su casa.
Un extraño a su mujer.
Un extraño a su hijo.
Y le dolía más saber que su hijo no conocía a su padre, que saber que él en estos momentos estaba con su amante.
Sin darse cuenta, había comenzado a llorar. Y se rió con amargura, cuando por fin se admitió que él no iba a dejar su amante por ella. Porque pese a ser su esposa, ser su dama, era la otra.
Porque mientras ella estaba en su aniversario sola y esperando por él, él estaba con ella. Siendo feliz.
Una sonrisa agridulce se posó en sus labios. Siempre la otra.
El peli-plata vio a su cargo llorar nuevamente y comenzó a cuestionarse las cosas. Cosas que tenían años y años girando en su mente. En sus recuerdos.
Gruñó con fastidio. El maldito ser humano que ella había tomado como pareja, estaba con otra hembra revolcándose como gatos en celo. Y eso lo enfureció.
Dejó su mente vagar para tratar de calmarse.
Recordó la euforia que había sentido cuando la había encontrado, casi quinientos años después de su desaparición, después de la derrota de Naraku. Pero ella no recordaba.
Porque para ella, eso nunca había pasado.
Le dolió saber que el último miembro de su paquete no lo recordaba. Pero después de meditarlo, comprendió que la joya, pese a todo el daño que había causado, debía amar verdaderamente a su sacerdotisa para evitarle el sufrimiento de estar lejos de sus seres queridos.
Así que la maldita joya había decidido que los cinco años que la miko pasó en el pasado, no existieran. Cuando ella volvió por el pozo, tenía quince nuevamente. Sin recuerdos, sin cicatrices que prueben su pasado. Para ella, ellos nunca habían existido.
Así que decidió presentarse como el hijo de un antiguo amigo de su padre. Y cuando ella le sonrió, con esa sonrisa deslumbrante, se juró que la iba a proteger de todo.
Incluso si eso significaba que ella tuviera que vivir y morir como un simple mortal.
Incluso si eso significaba perder al último miembro vivo de su paquete.
Él lo haría.
Y ahora no quería nada más que matar a ese miserable humano que la hacía llorar. Yuki Kuran. Incluso su nombre dejaba un mal sabor de boca.
Al principio, el maldito humano la hacía feliz. Pero después de casarse, parecía haberse aburrido de la pequeña miko. Y hoy, diez años después de haberla encontrado, la luz de la miko Shikon se estaba extinguiendo a una velocidad alarmante.
Temía el día que iba a venir a buscarla, y ella no respondería.
Ni siquiera el pequeño cachorro que tenía podía hacerla sonreír. Porque pese a que la miko amaba a su hijo, la triste realidad que la rodeaba la sofocaba. Y lentamente, la estaba matando.
Cómo cayeron los grandes. Pensó.
Si hace quinientos años alguno le hubiera dicho que ahora iba a estar jugando a ser un simple guardaespaldas, habría encontrado la muerte en un instante.
Pero en el fondo sabía que por ella, cumpliría cualquier papel que haga falta. Porque ella era la mujer que había aprendido a amar hace tantos años. Ella era la miko que había unido las diferentes razas y creado un mañana para todos sus seres queridos.
Se acercó sin hacer ruido a donde ella se había quedado dormida y la levantó suavemente. Acunándola en sus brazos, como si fuera un cachorro, la llevó a su habitación.
Al acostarla en la cama fría, la sintió murmurar. Y su sangre comenzó a correr rápidamente con la furia que lo cubría. Porque pese a todo el daño que ese humano le estaba causado, ella lo seguía amando.
Ella lo seguía llamando.
Del mismo modo que hace siglos llamaba a su hermano. Con esa misma voz rota y llena de amor.
"Yuki..."
Con los ojos tintados de rojo, abandonó la habitación conteniendo el enojo. Mañana ese maldito humano conocería el final de toda esta farsa. Mañana le daría a su pequeña miko, las alas que había perdido.
Un pensamiento vago rondó su mente antes de abandonar completamente la mansión. Y mirando la luna en lo alto, tratando de calmarse, una pequeña sonrisa se posó en sus labios.
Tu nombre, siempre será tu maldición, Kagome...
Así que... ¿Qué les parece? Tenía intención de que sea un one shot con un solo lado, pero luego pensé: Tengo que hacerlo interesante, ¡Metamos a Sesshomaru! Y wala... xD
Es triste, y realmente me gustó como quedó. Pasaron quinientos años para él, pero para ella todos esos recuerdos nunca pasaron. Él estuvo solo hasta que la encontró, y sin embargo la dejó ir para que fuera feliz con otro. Y ahora la monotonía la está matando :c
Realmente soy mala... Pero...
¡Nos vemos! *Huye sin mirar atrás.*
Michelle~
