Estaba cansado. En verdad que el Sargento Rivaille era serio y duro.
Abrió lentamente los ojos. Se había despertado a causa de los rayos de luz provenientes de afuera.
Miró a su lado.
-No está... - Susurró Eren mientras se sentaba y estiraba en la cama.
¿Cómo podía seguir amándolo después de que casi lo viola?
Bueno, tal vez se lo merecía; al igual que un premio del 1er Lugar como acosador.
Esos duros exámenes médicos los habían destrozado. Sin hablar lo que le había hecho el Sargento…
Estaba confundido. Dios, al recordar lo que pasó anoche se sonrojó, pero sobretodo, sintió tristeza.
Esos lugares que había tocado Rivaille ahora ardian y Eren se sentía sucio. ¿Por qué? Porque sabía que el Sargento sólo "le dio el gusto" y en verdad no lo amaba. Tal vez lo hizo porque quería hacerle razonar que estaba confundido.
Suspiró. En verdad estaba dolido pero, ¿por qué no lloraba? ¿por qué sentía que podía aprovecharse de eso?
Miró la hora. ¡Maldición! Ya eran las 10. El otro se había ido sin siquiera despertarlo.
Se vistió rápidamente, o lo más rápido que pudo debido al complejo uniforme. Se lavó la cara y fue hacia la cocina.
No se esperaba esa sorpresa.
El Sargento estaba recargado en una columna y Hanji estaba sentada en la mesa, analizándolo con la mirada.
-Siéntate, Eren. - Le dijo Hanji con una sonrisa. Eren obedeció y se sentó frente a ella. -Eren... - La loca mujer tomó sus manos. - ¡Me haces tan feliz! - Continuó con los ojos llenos de lágrimas.
Eren la miró algo asustado. ¿Había algo raro con los exámenes médicos?
- Eren... Tú... Tú puedes... - Dijo la mujer sin soltarlo. Eren abrió los ojos de sobremanera.
¿Qué había dicho? ¿Qué el qué?
Dios Santo. Era irreal, ¿O no? Tenía que estar soñando, ¿verdad?
Pero primero, para entender todo esto, tuvo que volver al principio de su historia...
