Me encuentro frente al espejo. Sola.

Analizo cada parte de mí minuciosamente. Paso una mano por mi pelo, está más corto de lo que pensaba. Pero el color es bonito. Deslizo la mano por mi cara, mis ojos, mi nariz, mis labios… donde se detiene.

- Beso mal… ¿Tal vez? – susurro para mí misma, fijando los ojos en el espejo, en donde me encuentro, desnuda.

Niego lentamente con la cabeza, volviendo a deslizar mi mano por mi cuerpo, hombros, brazos, pecho, estómago. Vuelvo a detenerme ahí. ¿Estaba gorda?

Trago saliva y cierro los ojos, recordando cómo sus manos acariciaban ese estómago que ahora se encontraba entre mis manos…

"Eres perfecta, Hikari, esto es perfecto" recuerdo sus palabras y suspiro. Tal vez mi cuerpo no tuviera nada que ver.

Dejo caer mi cuerpo, para apoyarlo en la pared que tengo justo detrás, cayendo, hasta sentarme en el frío suelo con los ojos muy cerrados.

No logro entender que es lo que está mal en mí. Mi personalidad.

Tampoco puedo entender que está mal conmigo. ¿Le quise demasiado? ¿Le di demasiado? ¿Lloré demasiado cuando tenía que sonreír? ¿No fui fuerte? ¿Era celosa? ¿Me enfadaba con facilidad?

La primera lágrima del día comienza a caer y yo no sé quién soy. Me falta un trozo grande de corazón, estoy sola, me ha dejado.

Leí la carta un par de veces, con una sonrisa sin sentimiento, era gracioso. ¿Yo había escrito eso cuando tenía 17 años? Irónico que sintiera que iba a morir y que varios años después yo siguiera tan bien, tan viva, tan feliz. Seguí sonriendo porque recordar a tu primer amor siempre es algo mágico.

El primer beso, el primer abrazo después de novios, la primera discusión, la primera reconciliación, la primera vez que la cagas y pides perdón, la primera vez que él la caga y te regala flores. El primer perdón, las primeras lágrimas, la primera vez que te dejan, la primera vez que te rompen el corazón…

Pero lo que no sabes es que el corazón se recompone, con el tiempo… con mucho tiempo. Pero yo ya estaba bien, podía leer y recordar sin sentir apenas algo de melancolía y un suave pero agradable pinchazo en el pecho.

Guardé la carta donde estaba, en una pequeña caja de zapatos, llena de recuerdos de ese amor pasado, que de vez en cuando miraba, simplemente por curiosidad, por recordar, por no olvidarlo todo. Habían fotos, una flor seca, un osito de peluche y dos cartas más. Fue lo único que pude salvar cuando una noche, después de haber llorado todo el día por él, intenté quemar todos y cada uno de sus recuerdos.

En cuanto vi aquello arder, no me sentí bien, ni mucho menos, sólo sentí dolor y tuve que pararlo. Y lo que sobrevivió lo guardé en la pequeña caja de zapatos en la que guardaba mis tesoros desde pequeña. ¿Qué mayor tesoro que tu primer amor?

Sonreí de nuevo y guardé la caja de zapatos en una de las maletas que tenía preparadas. Era el día de partir.