¡Ey, muy buenas a todos y a todas!

Desde hace mucho, Monster Musume no Iru Nichijö ha sido una historia que me ha gustado mucho tanto por el mensaje que transmite como por la manera en que lo hace (y sí, qué demonios, también por las chicas sexys). Por eso, por fin me he animado a escribir mi primer relato sobre esta fantástica historia, esperando que os guste tanto como he disfrutado yo escribiéndola. No será un relato demasiado extenso, de tan solo unos cuantos capítulos, ya que en el fondo soy de los que piensan que lo bueno y breve, dos veces bueno.

Aprovecho a su vez para mandar un saludo a Tarmo Flake, autor de "No es fácil ser una Arachne", cuya historia me encuentro siguiendo actualmente y que, a falta de una expresión mejor, es una auténtica pasada. Si lo vuestro son las historias que lo tienen todo, esta definitivamente os encantará.

Sin más dilación, empecemos nuestra historia.


Capítulo 1: El Monstruo Arcoíris

Residencia Kimihito, 10:32 AM

-...de la compañía ya se encuentra en prisión. Los cientos de afectados por las reformas del presidente se agolpan a las puertas del juzgado, a la espera del día del juicio.

La voz de la presentadora de televisión era el único sonido que se oía en esos momentos en la amplia sala, con solo una un tanto aburrida Rachnera como única espectadora. La ya de por sí perezosa aracne se sentía todavía menos animada debido al tiempo de fuera, que no parecía invitar más que a quedarse uno calentito en su sofá/hamaca y mirar la tele. Llevaba nublado ya varios días, y la idea de salir de casa para pasear con Querido no la atraía tanto como a Centorea, quien prácticamente saltó de su sitio nada más mencionar su "estimado Amo" que tenía que salir a hacer unas compras. Solo Mero se había animado a acompañarles, arguyendo que un clima tan húmedo como el que estaban teniendo era perfecto para salir a la calle (muy para horror y desagrado de Rachnera), y dejándola a ella sola para que cuidara de la casa.

O lo que era lo mismo, para que se quedara haciendo el vago en su hamaca, mientras Mia cuidaba realmente de la casa.

-Hmmm… Qué raro-murmuró Rachnera, tomando consciencia entonces del silencio que reinaba en la casa-. Generalmente, esto suele estar mucho más animado. ¿Qué…?

No bien hubo pronunciado esas palabras, que un fuerte ¡BOOM! resonó desde el piso de arriba, sobresaltándola. El sonido de pasos y gritos anunció la llegada de las dos "niñas" de la casa, las siempre animadas Suu y Papi, quienes entraron en el antes tranquilo salón con el ímpetu de una manada de búfalos asalvajados. Adiós a su tarde tranquila…

-¡Volved aquí!-exclamó Mia, apareciendo detrás de ellas. A juzgar por su uniforme de maestra, la lamia les había estado tratando de dar clase cuando ellas, seguramente, habían aprovechado el primer descuido de Mia y se habían dado a la fuga-. ¡Todavía tenéis que acabar vuestros ejercicios!

-¡Pero si es un rollo…!-se quejó Papi, corriendo a parapetarse junto a Suu tras el sofá. Dando vueltas al mismo, trataban de evitar que Mia las pillara-. Además, Papi no entiende esos ejercicios tan complicados. ¿Por qué no los haces tú?

-¡Porque yo ya se hacerlos! ¡La idea es que aprendáis a hacerlos vosotras!-exclamó Mia, persiguiendo insistentemente al huidizo par.

Las correrías de las tres empezaron a molestar seriamente a Rachnera, quien se encontró irritándose por momentos al ver a esas tres dar vueltas a su alrededor como si de un ruidoso tiovivo se tratara. No solo le molestaban al no dejarle ver bien la pantalla del televisor, sino que encima no conseguía oírla del todo. Y por si fuera poco, tanto correr (o reptar en el caso de Mia) estaba haciendo zozobrar su hamaca, lo que si bien otros habrían agradecido, estaban consiguiendo poner de los nervios a la mujer-araña.

Con una vena marcada contra su sien, Rachnera sacó un par de sus hilos de seda, y empezó a tender una trampa mientras las otras tres inquilinas la ignoraban completamente.

-Par de… ¡Dejad de correr de una vez!-exclamó molesta Mia, jadeando ligeramente tras tanta carrerita.

-¡No! Papi y Suu querían ir con Esposo, pero por tu culpa nos han dejado atrás. ¡Fea, tonta, Mia aburrida!-la insultó Papi.

-¡Aburrida, aburrida!-repitió Suu, imitando a su plumífera amiga.

Los insultos de ambas, si bien infantiles para alguien de su edad (o la que fuera que Suu tuviera), consiguieron su objetivo de acabar de cabrear a Mia, quien con varias venas marcadas en su sien empezó a sonreír a la pareja de extra-especies.

-¿Oh~? ¿En serio pensáis eso~? Vaya…-murmuró Mia, haciendo crujir sus nudillos. Congeladas, Papi y Suu se preguntaron si no se habrían pasado un poco con todo aquello-. Ya veo… Parece que he sido muy blanda con vosotras dos.

La sinuosa lamia empezó a avanzar hacia la pareja compuesta por la arpía y la slime, quienes retrocedieron algo intimidadas ante el aura asesina que emitía la sonriente Mia. Antes, pero, de que esta consiguiera atraparlas…

…se encontró de repente atrapada por una sólida red de hilos blancos, enredando su cuerpo y atándola de brazos y cola en una posición un tanto comprometida.

-¿Eh? ¿Pero queHMMM?-trató de decir Mia, cuando otro hilo la amordazó. Sorprendidas, Papi y Suu observaron como Rachnera (a quien habían ignorado por completo) aparecía aparentemente como por arte de magia allí, observando sin mucho interés a la atada lamia.

-Hay que ver… ¿Es que no sabéis comportaros como personas civilizadas?-comentó con tono burlesco, irritando por momentos a la ya de por sí molesta lamia-. ¿Qué diría Querido si os viera correteando por ahí e insultándoos de esa manera? Cuesta creer que tengáis las agallas de pensar que podréis casaros con él comportándoos de esa manera…

Mientras que Papi y Suu parecían visiblemente arrepentidas, Mia se debatía en su trampa al tiempo que miraba mal a Rachnera. Quería preguntarle si eso también se extendía a ella misma, porque su Cariño ya la había advertido de que dejara de poner trampas por la casa, que no hacían más que molestar a los demás en sus quehaceres diarios. Por desgracia, la mordaza le impedía articular sus quejas.

-…de la semana-seguía diciendo la presentadora, audible una vez gracias al silencio que acababa de regresar al salón-. En otro orden de noticias, las autoridades siguen en alerta ante los repetidos avistamientos del ser que ya se conoce como "el Monstruo Arcoíris". Sumando las imágenes que a continuación les mostraremos, ya son tres las veces que esta extraña criatura ha sido vista dirigiéndose hacia nuestras costas en los últimos días-informó la mujer, llamando la atención de las cuatro inquilinas. La pantalla pasó a mostrar unas imágenes que alguien había captado con su móvil desde un pesquero, lo cual significaba que la calidad de la imagen y el bamboleo del navío se compaginaban para tornar un tanto difusa la escena, además de la espesa niebla que rodeaba el barco. Sin embargo, a pesar de dichas interferencias, su contenido estaba claro: varios marineros, espantados, señalaban a un ser que avanzaba por el mar atravesando la niebla, de decenas de metros de altura y con solo su silueta visible y un par de brillantes ojos blancos como focos en la cúspide. Al pasar junto al barco, un poco de su cuerpo quedó a la vista para que la cámara lo filmara, revelando una superficie que, tal y como decía su nombre, presentaba una amplia variedad de colores. Tan pronto como había aparecido, el ser siguió su camino y atravesó la niebla, perdiéndose en el horizonte-. Según los expertos, la descripción de esta misteriosa criatura no corresponde con ninguna de las extra-especies registradas hasta el momento, lo cual significaría el descubrimiento de una nueva especie liminal, la más grande de la que se tiene constancia hasta el momento. Su origen o motivaciones son desconocidas hasta el momento, pero el gobierno, en estrecha colaboración con MON, se encuentra en estos momentos rastreando al misterioso ser. Nuevos datos serán revelados tan pronto se conozca la identidad de esta nueva especie, cuyo rumbo parece encaminarla cada vez más hacia nuestro país.

-Vaya… Ese sí que es un monstruo grande de verdad-comentó Rachnera, ligeramente interesada. Incluso Mia se olvidó por un instante de sus ataduras y observó las imágenes del televisor (si bien pronto volvió a recordar su situación, y se puso a agitarse de nuevo).

-¡Woaaaah!-exclamó Papi, visiblemente emocionada-. ¡Qué guay! ¡Papi quiere conocer al monstruo gigante! ¿Tú que dices…Suu?

Al girarse, Papi había esperado ver a su amiga imitándola con el mismo entusiasmo, pero lo que vio consiguió sorprender hasta a una cerebro de pájaro como Papi. Allí de pie, observando la pantalla, estaba una muy quieta Suu…llorando. Con expresión algo asombrada, observaba atenta la repetición de las imágenes, con pequeñas gotas cayendo desde sus ojos hacia el suelo. Su limoso cuerpo hacía resbalar las lágrimas, que corrían libres por su cuerpo hasta caer finalmente a sus pies. De inmediato, el buen humor de Papi se convirtió en preocupación, asustada al ver a su amiga llorar sin razón aparente.

-¡Suu!-exclamó Papi, abrazándose a la joven slime y tratando de ver qué era lo que le sucedía-. ¿Qué te pasa? ¡Suu!

Rachnera y Mia observaban incrédulas la situación. De todas las presentes en la casa, Suu era la última que hubieran esperado ver llorar (de todas formas, ¿podían llorar las slimes? Aparentemente sí...). De carácter infantil por lo general, parecía más centrada en imitar a los demás que no en expresar sus propias opiniones, y en limitar su interacción con los demás a los ocasionales ataques erótico-depredativos y a cumplir con su parte de las tareas del hogar. Por alguna razón, pero, parecía que la visión de aquellas imágenes había hecho reaccionar a Suu de una manera que ninguna de las presentes había visto antes. ¿Qué había visto en ese video, que la había llevado a reaccionar así? ¿Se trataba de la criatura esa? ¿Acaso sabía lo que era? Y lo más importante… ¿por qué había provocado que Suu derramara lágrimas?

Pronto, la noticia cambió, y con ella se fueron las imágenes del Monstruo Arcoíris. Tan pronto como había comenzado, Suu dejó de llorar, observando con aire confuso a la asustada arpía que en esos momentos la envolvía con sus alas.

-…tú también has visto eso, ¿no?-preguntó Rachnera a Mia, sin perder de vista a Suu (quien se encontraba ocupada consolando a una preocupada Papi). Al no recibir respuesta, Rachnera se giró, y vio que Mia simplemente la miraba con una ceja enarcada, y su boca todavía tapada-. Ups, disculpa… Culpa mía-dijo Rachnera, quitándole la mordaza.

-Ugh… Sí, también lo he visto-dijo Mia, optando por olvidar por el momento el hecho de que seguía atada como un paquete-. Ese monstruo… Sea quien sea, parece haber afectado a Suu. ¿Tú que relación crees que pueden tener?

-No lo sé, pero en mi experiencia solo hay dos razones por las que alguien lloraría al ver a otro alguien-comentó Rachnera, desatando a Mia. No parecía estar de humor para seguir jugando.

-¿Crees que…?-empezó a decir Mia, preocupada ante la posibilidad de que Suu hubiera sentido miedo de ese ser. Si realmente se trataba de esa razón, entonces su situación actual podía peligrar en los próximos días, tornándose en un lío del cual no tenía muy claro cómo iban a salir.

-Creo que lo mejor será esperar a Querido y al resto de la tropa. Pase lo que pase, esto es algo que nos va a afectar a todos.


Mientras tanto, fuera:

Un pequeño y variopinto grupo avanzaba por las calles de la ciudad, cargados de bolsas y charlando animadamente. Se trataba de una visión harto singular, consistente en una centauro rubia que caminaba con dignidad y mucha distinción, un joven japonés que muchos habrían catalogado de "normalito", y una joven sirena de cabellos rosados que en esos momentos era empujada por el chico antes mencionado. Volviendo de hacer la compra, charlaban entre ellos sobre esto y aquello sin ninguna preocupación, observando de vez en cuando el encapotado cielo y preocupados por la posibilidad de que les fuera a llover encima.

-Buf… Menudo día, ¿no?-comentó Kurusu, sonriendo ligeramente ante la inminente tormenta que se les venía encima.

-A mí me encanta-respondió Mero con una sonrisa más dulce, posando su mano sobre su mejilla con aire encantador-. Esta humedad… Este aire fresco… Es como estar de vuelta en el mar.

-Mejor será que nos demos prisa, Amo-dijo Centorea, reequilibrando una de las cajas de su lomo para acomodarla mejor-. Las demás deben de estar muertas de hambre.

-Cierto, aún tengo que hacer la comida-dijo Kurusu-. Hmm… ¿Qué os parece si hago una lasaña vegetariana?

-¡Esa es una idea excelente, Amo!-se apresuró a decir Centorea, fallando al controlar el entusiasmo que sentía ante las recetas vegetarianas de su estimado anfitrión. No tenía nada en contra de las ensaladas que este le preparaba, pero cuando incluía platos para herbívoros en el menú… La joven centauro babeaba solo de pensarlo.

Divertida, Mero optó por no comentar la cara sonrojada que se le había quedado a su amiga, ya que solo serviría para avergonzarla… y para que dejara de hacerla. Y la verdad era que era adorable verla así de alegre en vez de su siempre presente expresión de seriedad.

-Ah, jaja… Bien, pues espero que la esperas con ilusión-empezó a decir Kurusu, riendo algo incómodo ante la emocionada reacción de Centorea. Esta no parecía haberla oído, demasiado abstraída como estaba imaginándose el fabuloso plato que Kurusu tenía todavía que preparar.

De esta manera, el grupo consiguió llegar a la puerta de su hogar compartido, esperando a que el anfitrión abriera la puerta para así poder entrar. Pero en cuanto su mano giró el pomo…

-Tenéis correo-dijo una voz susurrante, perteneciente a una joven de piel azul y ojos oscuros que se encontraba justo al otro lado de la puerta, pillando desprevenido a Kurusu. No había notado su presencia hasta que esta había hablado.

-¡AAAAAAAH! ¡Lala, ¿qué te tengo dicho de pegarme estos sustos?!-exclamó Kurusu, llevándose una mano al pecho. Su corazón latía a mil por hora, como siempre que la extravagante dullahan hacía sus sorpresivas apariciones.

-No era mi intención acortar vuestro lapso de vida, mas casualmente me encontraba junto a la frontera de este vuestro dominio para recoger las misivas pertinentes, que presentí vuestras almas en las proximidades-explicó Lala, a su propia y peculiar manera. Básicamente, daba la casualidad de que les había oído llegar cuando fue a buscar el correo.

-Ya…veo-dijo Kurusu, más recuperado. Por suerte, la compra se había salvado del salto que este pegó-. ¿Y qué ha llegado?

Lala le entregó a Kurusu las cartas, tomando a su vez las bolsas que este traía, y llevándolas junto con Centorea y Mero hacia la cocina. El joven anfitrión examinó los diferentes sobres, catalogándolos rápidamente en facturas, publicidad, y…

-¿Hm?-murmuró extrañado, al llegar a la última de ellas. Un simple sobre blanco de aspecto bastante gastado, sin dirección ni remitente escrito por ninguna parte. La única parte reconocible eran cinco simples letras de color rojo escritas en la superficie: E-. ¿Slime? ¿Una carta para Suu?

Eso era raro. ¿Por qué iba Suu a recibir una carta? ¿Por qué no había un remitente? ¿Cómo había llegado hasta allí, si no estaba escrita su dirección? Tal vez fuera un error, y la carta no fuera para ella, aunque según le había dicho Smith tampoco era como si hubiera otros slimes por ahí. Por lo que ellos sabían, Suu era la única slime de todo Japón.

Optando por ver qué era lo que contenía la carta, se la llevó consigo al salón, donde esperaba encontrar a Suu para poder dársela. Allí no solo la encontró a ella, sino que también estaban el resto de inquilinas de la casa, observando Rachnera y Mia con aire pensativo cómo Suu y Papi jugaban despreocupadamente a sus videojuegos.

-Suu, ha llegado esto para…-empezó a decir Kurusu, pero se detuvo al ver las expresiones de las dos chicas monstruo más grandes-. ¿Ocurre algo?

-¡Cariño!-exclamó Mia, como si hasta el momento no se hubiera percatado de su presencia-. Justo a tiempo. Tenemos algo que comentarte respecto a Suu.

-¿Qué le ocurre?-preguntó confundido Kurusu. Mientras tanto, Suu se había girado de repente hacia él nada más entrar, parando el juego para mayor confusión de Papi, y corriendo rápidamente hacia el-. Ah, Suu. Tienes co…-empezó a decir su anfitrión, pero Suu se le adelantó y tomó la carta de su mano sin decir nada. Sorprendidos, ninguno de los presentes se había esperado esa clase de reacción por parte de la siempre tranquila slime, quien parecía bastante agitada por alguna razón.

Con ayuda de sus tentáculos, Suu abrió el sobre y tomó la carta de su interior. Sin mediar palabra, empezó a leer su contenido, despertando la curiosidad de los demás sobre quién podía haberle escrito a Suu, y para decirle el qué. Violando claramente su intimidad, Kurusu y las chicas (menos Papi, quien seguía con el control en la mano) se acercaron por detrás suyo, y miraron por encima de los hombros de Suu el contenido de la carta.

VOY A IR A POR TI

CUANDO TE ENCUENTRE, TE LLEVARÉ CONMIGO

NADIE PODRÁ IMPEDIRLO

Tres líneas, escritas con la misma letra roja del sobre, su tinta corrida por la página como si fuera…

-… ¿sangre?-preguntó asustada Mia, claramente inquieta por el críptico mensaje.

-¿Una amenaza? ¿Contra Suu?-murmuró Kurusu, tan confundido como espantado ante la noticia. No todos los días recibían mensajes así en esa casa (bueno, él sí recibió uno en una ocasión, pero esa era otra historia…), y mucho menos iban dirigidos contra alguien tan tranquilo como lo era Suu. ¿Tal vez fuera alguien a quien había molestado con sus…tendencias? ¿O tal vez algún conocido de su pasado?

-Querido, ¿había algún remitente en la carta?-preguntó Rachnera, visiblemente más serena pero por dentro igual de inquieta.

-No, nada de nada. Tan solo la palabra "slime" escrita en rojo.

-Bueno… Tal vez sea una broma-propuso Mia-. Tal vez…se trate de un error. Quiero decir… Si no hay remitente, esta carta podría haberla enviado cualquier persona. Además… ¿cómo sabemos que iba dirigida a Suu? No puede ser que sea la única slime del mundo, ¿no?

-Sí, tienes razón-comentó Kurusu, agarrándose a esa pequeña esperanza como pudiera-. Tal vez…

Justo entonces, las dos inquilinas más su anfitrión se fijaron en una cosa. Suu, carta en mano (o tentáculos), había empezado a llorar de nuevo.

Su reacción alarmó a Papi, que corrió a abrazarla una vez más. Kurusu y las otras, confundidos, se quedaron consternados al ver que sus sospechas parecían haber cogido fuerza. Al parecer, Suu sí que sabía de quien era esa carta. O, por lo menos, sabía que iba destinada a ella.

-¿Qué…le pasa a Suu?-preguntó Kurusu, asustado ante la reacción de Suu.

-Cierto, tú no la habías visto llorar antes…-comentó Rachnera, llamando la atención del joven humano.

-¿Qué? ¿Suu había llorado antes?-preguntó alarmado.

-Sí. Estábamos viendo las noticias, y apareció en la tele una imagen de ese misterioso monstruo del que tanto se ha hablado últimamente, el Monstruo Arcoíris. Al verlo, Suu se puso a llorar como ahora-explicó Mia.

-Eso es muy raro… ¿Creéis que ambos casos pueden estar relacionados?

-No lo sé, no tengo ni idea. Y sinceramente, me estoy empezando a asustar un poco-comentó Mia.

-Bueno… Ahora mismo, yo solo tengo una cosa clara-declaró Kurusu, posando su mano sobre la cabeza de Suu. Esta, mirando hacia arriba, fijó sus dos enormes ojos en la cálida sonrisa de Kurusu, quien la miraba con confianza y amabilidad-. Pase lo que pase, protegeremos a Suu. En esta familia, todos cuidamos de todos. ¿No es cierto?-preguntó a Suu, guiñándole un ojo.

Al verlo, Suu dejó de llorar y sonrió de nuevo, complacida por las palabras y caricias de su querido Amo. Sonriendo, Papi envolvió con sus alas a ambos en un tierno abrazo, riendo dichosa al ver que la alegría había vuelto otra vez a la casa. Incluso Mia y Rachnera, quienes hasta hacía unos momentos se habían mostrado preocupadas, se permitieron una sonrisa al oír hablar a su anfitrión.

-Bueno… Entonces, el siguiente paso está bastante claro, ¿no creéis?-preguntó Kurusu. Las demás asintieron conformes.

-Mm-hm, indudablemente-dijo Mia.

-Ya lo puedo ver…-murmuró Rachnera.

Todas a una, cada cual exclamó bien en alto lo que creían que debían hacer a continuación, tan metidas que a sus espaldas prácticamente podía verse la ilusión de su mundo de fantasía hecho realidad.

-¡DAR CAZA AL BASTARDO QUE AMENAZA A SUU!-exclamó Mia, con llamas en sus ojos, mientras se veía a sí misma en plan guerrillero, avanzando con sus aliadas por la jungla en busca del enemigo.

-¡ATRINCHERARNOS Y PONER TRAMPAS POR DOQUIER!-exclamó a su vez Rachnera, sus mejillas ruborizadas ante las infinitas posibilidades que su ferviente imaginación creó en un instante, muchas de ellas testadas previamente en los ocupantes de la casa.

-¡JUGAR A VIDEOJUEGOS TODA LA NOCHE Y MONTAR UNA FIESTA!-propuso Papi, quien si bien no se había enterado de qué iba todo el tema, ella también quería participar proponiendo su propia idea. Esta pareció gustar especialmente a Suu, que empezó a comerse la comida imaginaria de la ilusión de Papi.

Mientras las tres chicas monstruo vivían su propia fantasía, Kurusu optó por salir tranquilamente del salón.

-Llamar a Smith-san, para variar…-dijo más tranquilamente, dirigiéndose hacia el teléfono. No pareció que nadie le hubiera escuchado, pero tampoco importaba.


Mientras tanto, lejos de allí:

La gente de a pie proseguía con su día a día con normalidad, cada uno con su mente puesta en sus propias cosas mientras caminaban de aquí para allá de camino a sus destinos. Los trabajadores transportaban su carga, las amas de casa iban a hacer la compra, los estudiantes iban al instituto… Por la calle caminaban los peatones y por la carretera circulaban los coches, ambos separados por barreras físicas, pero con objetivos comunes en las mentes de todos los presentes: llevar a cabo su día de la manera más segura y preferible para ellos. Todos en conjunto formaban parte del tranquilo paisaje urbano, elementos tan imprescindibles que sin ellos, la ciudad no sería la misma.

En esos momentos, una pequeña niña corría animadamente enfrente de sus padres. Acababa de recibir de manos de estos un pequeño cucurucho de helado y, a pesar de sus advertencias, la alegría que esto le provocaba le impedía estarse quieta. Entre lamida y lamida de su delicioso helado, la joven proseguía con su animado día, cuando…

-¡Ay!-exclamó, chocando contra algo duro que la mandó al suelo de culo. Aturdida, se frotó tanto la cara como el culo, oyendo cada vez más cerca como sus padres la llamaban por su nombre. No fue hasta darse cuenta de que el helado ya no estaba en su mano, que la pequeña no alzó la mirada.

Ante ella se encontraba una alta figura encapuchada, su cuerpo cubierto por una especie de gabardina azul oscuro que la tapaba por completo. Un par de ambarinos ojos brillantes se podían entrever desde las sombras de la capucha, fijos en ese momento en el pequeño helado que había sido aplastado contra su ropa. Al darse cuenta de lo que había hecho, la niña corrió a disculparse.

-¡Ah, yo…! ¡Lo siento mucho, yo no quería…!-empezó a decir la niña, nerviosa por si aquella extraña persona se enfadaba con ella por haberla manchado con el helado. Sin embargo, en lugar de regañarla, esta se limitó a inclinarse sobre ella. La larga manga derecha se alzó, y revelando una negra mano con el índice estirado, tocó la frente de la niña con la punta blanca de su dedo. La pequeña no entendía qué era lo que se proponía hacer aquella persona, pero esta pronto retiró la mano y se alejó de allí, olvidándose de ella rápidamente y del helado que manchaba su ropa, el cual cayó al suelo sin mayor importancia aparentemente.

Sus padres llegaron junto a ella, comprobando preocupados que no se hubiera hecho daño. La niña, pero, seguía con la mirada el andar de aquel señor (o señora), mientras cruzaba la calle sin mirar…

…justo cuando un gigantesco camión se disponía a cruzar por delante de ellos.

El conductor, sorprendido, no consiguió reaccionar a tiempo y no pudo frenar su vehículo.

-¡CUIDADO!-exclamó la niña, pero su aviso llegó tarde.

¡CRASH! El impacto sonó con fuerza por toda la calle, sobresaltando a cuantos transeúntes se encontraban en la misma, y llamando su atención en un instante. La niña, única testigo del brutal accidente, observaba con expresión consternada el resultado del repentino choque.

Aunque, la verdad sea dicha, el resultado no había sido el que ella se había esperado en un primer instante.

En el momento del choque, en vez de lanzar por los aires el cuerpo de aquella persona, sucedió todo lo contrario: fue el camión el que se detuvo de golpe. Su duro morro de metal se hundió como si de papel se tratara en torno al cuerpo de aquella persona, quien no se movió ni un centímetro de su sitio. De tan violento que había sido el choque, todo el mundo había parado lo que estaban haciendo para fijar su sorprendida mirada en el repentino suceso, que en cualquieras otras circunstancias habría terminado con la muerte del accidentado. La misteriosa figura implicada, pero, permaneció en su sitio como si nada.

No contenta con ella, esta siguió caminando como si ni se hubiera percatado de lo sucedido, atrayendo las miradas confusas y las exclamaciones de sorpresa por parte del resto de viandantes, quienes no daban crédito a sus ojos ante semejante suceso.

Olvidados quedaban el helado y su caída al suelo, demasiado sorprendida por cómo se habían desarrollado los acontecimientos como para pensar en el dolor o la pena. ¿Quién era esa persona? ¿Cómo había hecho aquello? Y lo más importante…

¿A dónde iba?


Espero que os guste el inicio de la historia.

Chao, chao.