Ese es un fanfic de Friends basado en lo que pasa(ría) meses después del último capítulo. Por supuesto que los personajes de Friends no me pertenecen. Ojalá fuera yo tan original. Espero que lo disfrutéis. Si lo leéis…¡¡Dejad reviews!!

El primer capítulo primero cuenta cómo va la vida de todos, y los principales conflictos que va a haber. Los demás capítulos no los haré así, con los apartados de los personajes separados, claro.

CAPÍTULO 1: TODO SIGUE

Ross & Rachel

Rachel abrió los ojos, desvelada repentinamente de su sueño. Durante al menos veinte segundos, no supo en qué lugar estaba. Luego, su mente reconoció su habitación a oscuras. Notó la flácida mano de Ross apoyada muy cerca de su vientre. Cálida, y en cierto modo, protectora. Él estaba sumido en un profundo sueño, su respiración era regular y calmada. Rachel lo miró un momento, adivinando en la penumbra los rasgos de su rostro. Se acercó a él, apoyando la cabeza en su torso, disfrutando de la sensación de estar con la persona a la que más quería en este mundo. A excepción de Emma.

Desde aquella posición, tuvo el impulso de besarle el cuello, pero no lo hizo por miedo a despertarle. Sus ojos vagaron por la habitación, y se detuvieron en algo que llamó la atención a Rachel. El cajón de la cómoda de Ross estaba abierto. Algo muy raro en alguien organizado como Ross. Bueno, si habías vivido gran parte de tu vida con Mónica, no te quedaba más remedio que ser ordenado.

Se levantó con cuidado, procurando no levantar a Ross, y fue hasta la cómoda. A ver que había en el cajón. No estaría mal echar un vistazo. Después de todo, era su novia. Qué más daba.

No había gran cosa, sólo ropa colocada pulcramente. Se veía que ese no era precisamente el cajón de los secretos de Ross.

Entonces, cuando iba a cerrarlo, resignada, vio algo que no encajaba allí. Una cajita pequeña, forrada de terciopelo azul. Una cajita de joyería. El corazón de Rachel dio un vuelco. Madre mía. No podía ser lo que ella estaba pensando. No podía…no. Ross se lo había devuelto a Judy, a su madre. No podía ser lo que ella pensaba. Para desvelar sus dudas, la cogió entre sus manos y la abrió. Notaba como le sudaban los dedos.

Y allí estaba. El anillo de compromiso de la familia Geller.

Ross iba a pedirle matrimonio. Madre mía.

Chandler & Mónica

Lástima que la cámara de fotos estuviera en proceso de ser arreglada, porque lo que había en el salón era todo un cuadro.

Chandler estaba sentado en sofá, totalmente dormido, con la cabeza echada hacia atrás, la boca abierta y un hilillo de baba colgando de la comisura izquierda del labio, hasta rozar el sofá. Aún llevaba puesto el traje del trabajo, y con cada uno de sus brazos, abrazaba a sus dos hijos, Jack y Erica, también dormidos. Había vuelto del trabajo muy tarde, y nada más poner un pie en la casa, había escuchado a los dos pequeños llorando. Antes de que Mónica interrumpiera su sueño, los cogió a los dos y se los llevó al salón. Había puesto la tele mientras los sostenía contra sí, con la esperanza de que quedaran dormidos pronto. Y sí, lo habían hecho. Pero él también.

Se despertó de un salto cuando la tele empezó a emitir una serie infantil especialmente ruidosa. Al notar el movimiento, los niños se despertaron también, llorando.

-¡No,no!- exclamó Chandler, con cara de susto- ¡No lloréis! ¿No querréis despertar a mamá, verdad?- Jack y Erica empezaron a berrear con más fuerza- Eso se llama sadismo ¿sabéis?- miró un momento el sofá- ¡Oh, mierda! Lo he manchado de babas. Oh, Mónica…- intentó limpiarlo con su corbata, frotando frenéticamente- Oh, Dios mío, ya puedo ir despidiéndome de mi virilidad. Este sofá ha costado mil dólares.- miró a los niños- ¡¿Por qué no me avisasteis de que babeaba?!

Mónica apareció bajando por las escaleras, con aire somnoliento, bostezando. Se la veía muy cansada, puesto que bajo los ojos habían aparecido dos profundos surcos violetas y tenía la cara ligeramente más delgada que hacía unos meses.

-¿Por qué armas tanto jaleo?-preguntó al acercarse a dónde estaba Chandler- Dios, dime que aún no son las siete.

-…y media, Mónica-apuntó Chandler mirando su reloj. Luego dirigió sus ojos a los de su cansada esposa. Se volvió de la mancha del sofá. Estaba preocupado por ella. Su fortaleza empeoraba a ojos vista. La cogió por los hombros y la sentó en el sofá- Cariño, ya sé que hemos hablado de esto hace menos de una semana, pero… ¿Estás segura de que no quieres darte de baja por maternidad?

Mónica negó con la cabeza.

-No, no…en serio, estoy fenomenal. Sólo un poco cansada, pero… ¡Bien, bien, sí!

Chandler la miró con indulgencia.

-Escucha, no tienes que demostrarle a nadie que eres una súper-mujer, ni nada por el estilo. Nadie puede llevar dos hijos pequeños, trabajo y una casa a la vez. Nadie es tan…No se puede- le sonrió- Para mí ya eres como Wonder Woman, eres perfecta. No intentes hacer lo imposible.

-Chandler, cielo, tranquilo… ¡Si no me pasa nada! Claro que se pueden llevar adelante las tres cosas, no seas tonto. Cualquier-cualquier mujer puede hacerlo. Y yo no voy a ser menos- esquivó el rostro de su marido, que en esos momentos era como la agobiante voz de la conciencia- ¡Oh, están llorando! ¡Pobrecitos míos!- fue a coger a Jack y a Erica- Seguramente tengan hambre, voy a…- se incorporó, pero al parecer, hacerlo tan rápido no le sentó bien, porque se puso una mano en la cabeza- Uff…que mareo…

Chandler se levantó del sofá.

-Mónica, mírate. Estás cansadísima- se acercó a ella, abrazándola- Seguro que ayer estos dos no te dejaron dormir hasta pasadas las dos…

-¡No seas exagerado…!- Mónica se mordió el labio inferior con ademán culpable- Sólo fue hasta las dos menos diez.

- y ahora, tienes que irte al trabajo pitando, y luego llegas a casa, yo no estoy, y tienes que ocuparte de todo, y de los niños, hasta que llegue… ¡Por Dios, cariño! ¡No puedes seguir así! Vas a caer enferma.

-Eso no es verdad- protestó Mónica, aunque sin demasiada convicción- ¿Qué crees que soy? ¿Una cobarde? ¡Ja! ¡Mónica Geller puede con todo!

Chandler suspiró.

Joey

De todas formas, L.A no estaba hecho para él, pensó Joey mientras descendía del avión. Eran muy exigentes, y eso él no lo toleraba. Ahora volvía a casa, a New York. Con suerte, su apartamento seguiría estando libre. Ah, el viejo piso 19…

Pero cuando llegó, y comprobó que sí, que seguía estando disponible para él, no sintió la alegría que creía que iba a sentir. Estaba solo. No había nadie en ese piso, ni tampoco en el 20. Y desde el suyo no se veía el de Ross y Rachel. ¡Y además la nevera estaba vacía! ¡Y no tenía representante! ¡Ni trabajo! ¡¡Ni nada!!

Se sentía vacío. Todos le habían abandonado. No tenía a nadie.

Bueno, tampoco tenía que esperar a que todos fueran a él. Bien pensado, eso era bastante egoísta. Iría a visitarlos. Sí, eso mismo. Ja, no le había ocurrido. Para que luego dijeran que Joseph Francis Tribbiani era tonto. Volvió a coger las llaves y salió del apartamento vacío.

Justo en ese momento, una mujer salió del apartamento de enfrente. Tenía la piel morena y el pelo negro, y unos ojos que Joey juzgó preciosos: completamente negros, grandes y enmarcados por espesas pestañas oscuras. La mujer lo miró un segundo, y le sonrió al ver como él se le quedaba mirando.

-¿Nuevo por aquí?- preguntó amablemente.

-Sí…quiero decir ¡No!-replicó abriendo mucho los ojos- Antes vivía aquí, me mudé y he vuelto.- le tendió la mano- Joey Tribbiani. Italo-americano.

-Sofía Méndez, hispano-americana- ella se rió, y le estrechó la mano- mucho gusto conocerte.

-Lo mismo digo, mana.-dijo él con una versión muy chapucera acento sudamericano.

-Eeeh…te agradecería que no volvieras a hacer eso.

-Entendido.

La voz de Sofía era amable y cercana, como si, aunque no la conociera, le fuera familiar. Era muy agradable. ¡Y estaba realmente bien! Joey sonrió mentalmente. Tal vez no iba a estar tan sólo.

Se metió las manos en los bolsillos y arqueó una ceja.

-Bueno, Sofía… ¿Cómo va eso?

Phoebe

Phoebe conocía esa sensación matinal de que tus tripas intentaban escapar por la boca. La sintió mientras preparaba el desayuno, y al hacerlo, se quedó un poco en estado de shock. Permaneció muy quieta, como esperando que algo sucediera. Un pájaro empezó a trinar afuera.

-¡Shhh!- le reprendió Phoebe, como indicándole que estaba en alerta por algo muy importante.

Sí, allí estaban. Era náuseas, estaba completamente segura. Náuseas matinales. Aquello podía no significar nada, o…podía significar ¡Algo! ¡Algo muy gordoooo! Sintió una emoción muy fuerte, y empezó a pegar botes por todo el apartamento, mientras gritaba en silencio.

Luego tuvo que ir al servicio corriendo, porque al parecer ese ejercicio no había sentado muy bien a su estómago. En cuánto terminó, se lavó los dientes, para que no le oliera el aliento, y fue a despertar a Mike.

-¡¡Mike!!- gritó, zarandeándolo- ¡¡Mike, despierta!!

Mike dio un manotazo al aire, pero como su esposa no dejaba de chillarle, terminó por abrir los ojos y sentarse en la cama. Aún medio dormido, se restregó los ojos y preguntó:

-¿Qué pasa, Phoebe?

-¡¿A qué no sabes qué?!

-¿Qué?

-¡¡¡Acabo de vomitar!!-anunció alegremente.

Mike estaba demasiado acostumbrado a las salidas de Phoebe como para quedarse perplejo.

-Ah, qué bien, cariño….¡Vaya, el otro día fuiste al servicio y se me olvidó felicitarte! Soy idiota.

-¡¡No seas tonto!! ¡¿No sabes lo que significa vomitar por las mañanas?!

-¿Qué comiste algo en mal estado anoche?

-¡Noooo! ¡Significa que hay un pequeño Miebe aquí dentro!- se señaló el vientre.

-¿Mi-Miebe?

-¡Claro! ¡De Mike y Phoebe!

Esta vez, Mike sí que se quedó con la boca abierta. Miró la barriga de Phoebe como si en ella se encontrara algo increíble. No podía creérselo.

-¿Es-estás segura?

-Bueno, sólo falta el pis en el palito, pero, básicamente…¡¡Sí!!- se lanzó encima de Mike.