Un joven de pelo negro con un sombrero de paja paseaba por un pueblo de costa. Acababa de arrasar con la bodega de un bar y tras ver que no tenía suficiente para pagar la cuenta, había salido por patas. El jefe del bar era un hombre algo obeso, así que aunque le vio salir por la puerta, no se dispuso a correr tras él, no merecía la pena. Llevaba unos 5 minutos andando por el puerto de ese pueblo, había grandes barcos esperando a poder salir, todos mercantes. Ninguno le llamaba la atención por grande que fuera, esos barcos no le interesaban, su futuro solo constaría de unos nakamas que valieran la pena con los que ser libre, sin ataduras. Así que no, un barco mercante no servía. Se alejó del puerto y dirigió sus pasos hacia la playa. Estaba vacía, quizás porque el frío del invierno arraigaba. Tan solo pudo ver a lo lejos un pequeño barco amarrado a unas rocas. Quiso acercarse a ver si había alguien dentro. Afirmativo.

Un chico alrededor de su misma edad, yacía en una tumbona dentro del barquillo, una cuerda tendía su ropa atada a la costa.

-Eh, me gusta tu barco! –Gritó el pelinegro. –Tiene pinta de aguantar buenas tormentas!

-Gracias, supongo. –Contestó el de gafas, tumbado todavía. Acaso aquel loco querría entablar una conversación? –Esta es mi casa ahora mismo.

-Vaya! Cómo te llamas?

-Rayleigh. –Cogió con la mano una petaca cercana a la tumbona.

-Yo Roger! Sabes, Rayleigh? Pienso que esto es cosa del destino.

-Destino? No me hagas reír. –Bufó el rubio. Roger puso un pie en el pequeño navío.

-Quiero conseguir una buena tripulación para hacerme pirata y no tener que dar explicaciones a nadie... He sido claro y conciso?

-Sí, lo has sido. –Rió.- No crees que es un poco arriesgado ir contando esas sandeces por ahí a desconocidos? Podrían arrestarte.

-Como te he dicho, esto es cosa del destino, así que no dudo que te vendrás conmigo como mi segundo de a bordo.

El rubio volvió a bufar, acaso lo decía en serio? La verdad es que él había robado ese barco, no tenía más planes de futuro que conseguir algo de comida y volver a descansar. No perdía demasiado, y la convicción y emoción de aquel tal Roger parecía tener la capacidad de mover montañas. Sería divertido, pensó. Rayleigh se levantó de la tumbona y le tendió la mano.

-Trato?

-Trato! –Rió Roger, viendo que había conseguido lo que quería. El moreno pegó un salto dentro del barco, casi tumbándolo. –Oh... Ahora que lo pienso, no estaría nada mal que tuvieras una función en mi banda... Sabes hacer algo?

Rayleigh pensó que quizás había sido una mala elección formar banda con ese fantoche. Se echó hacia atrás algunos cabellos que con el viento se le habían venido encima y se colocó las gafas.

-Sé algunas cosas sobre navegación. –Admitió. En realidad sabía bastante, en su pasado había tratado con navegantes de todo tipo, así que todo lo retenido lo podría ser útil.

-Perfecto! Vayamos a por provisiones para el viaje! Empezaremos mañana!