Spoliers: del quinto libro unicamente.

Los personajes, ni Hogwarts, ni nada relacionado con Harry Potter, me pertenece.


Fantasía del ocaso.

El cielo se manchaba de colores rojizos pintando al horizonte en un hermoso atardecer. El lago de Hogwarts se encontraba en una plena quietud, al igual que los terrenos de los alrededores. Era una fría tarde de otoño sumamente hermosa, o eso pensaba Angelina Johnson, quien sentada bajo un frondoso y hermoso árbol, dibujaba distante el ocaso.

Su piel morena era iluminada por el Sol que se ocultaba lentamente con gracia y esplendor, su cabello le caía liso un poco más arriba de sus hombros de un color castaño oscuros, y su par de ojos cafés tan expresivos observaban fijamente los trazos en papel que acababa de realizar.

Dibujar en definitiva no era su fuerte, sus líneas eran demasiado bruscas, y no podía captar objetivamente la esencia de ciertos objetos. Pero mientras lo hacía, de su mano salían todas sus frustraciones, y podía pasarse horas así, pintando para ella sola, plasmando sus sentimientos en una hoja.

Apartó el block de dibujo a un lado, y abrazando sus rodillas se dedicó a observar con ciertos aires de nostalgia el paisaje que su escuela le ofrecía.

Si, aquel día en definitiva se sentía sumamente extraña. Tenía un presentimiento fuera de lo común que comenzaba a ahogarla, o quizás estaba paranoica por el partido de Quidditch que tendría lugar unos días después.

Suspiró y recogió sus lápices, se levantó del suelo y por inercia volteó su mirada hasta el Bosque Prohibido.

Vio efímero a un chico pelirrojo con pecas entres los árboles, sonriéndole y saludándola con la mano con un gesto gracioso, sin embargo desechó la idea de inmediato y siguió su camino hasta la sala común de Gryffindor.

Ella había escuchado con sus propios oídos como Fred le anunciaba que jamás volvería a estudiar en Hogwarts, por eso debía de sacarse esas ideas de su mente de que él estaba junto a ella.

Sin embargo la añoranza jugaba constantemente con su mente, y a pesar de saber que cuando le escribiera a Fred diciéndole que lo había imaginado junto al Bosque él bromearía a su costa hasta enojarla realmente, se lo contaría igualmente, para que él supiera que en ningún momento lo había olvidado, porque era sumamente extraña esa sensación que se despertaba en ella cuando tan solo escuchaba su nombre.


Fin.

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