[U N O]

Vivaldi suena a través de los parlantes, llenando el lugar y endulzando los oídos de aquel adolescente, sus manos estaban concentradas en terminar la escultura. Modulando con sus manos las curvas y perfeccionando su técnica mientras en su cabeza sacaba todas las notas musicales de «Verano».

Eran los pocos momentos en los que se sentía en paz.

Una mañana como cualquier otra, los papeles desperdigados por el suelo, su cama desarreglada, sus medicamentos intactos en la bandeja.

La música de repente dejó de sonar por los altavoces e inmediatamente después la puerta de la habitación se abrió, los pasos resonaron en la habitación, pero él los ignoró, siguiendo como si nada, la música no se había detenido en su cabeza. Sus manos siguieron tallando los dedos de su escultura.

Alguien carraspeó detrás de él, él se detuvo y escuchó atentamente. —Atenea, se te dijo que debías tomarte tus medicamentos...— comenzó casual, pero había cierta amenaza en su voz que a Atenea no se le pasó desapercibido. —...no quieres que te los demos nosotros, ¿verdad?

Atenea asintió. El hombre se acercó a él y le colocó el pequeño tarrito con las pastillas de diferentes colores y formas. — Tómalas— hizo lo que le pidieron enseguida, él odiaba las inyecciones y más cuando las personas que lo hacían no estaban con buena disposición de inyectarle. Atenea no le miró en ningún momento. — Bien, pequeño, sólo quería decirte que Donna ya no podrá atenderte.

Atenea se tensó. ¿Donna?

—Ella se encuentra un poco mal— el adolescente vio a través de la gran mentira. Donna no venía hace como un mes a visitarlo, Atenea supo que algo le habían hecho pero no preguntó. Allí se iba su posibilidad de escapar. El hombre, de nombre Yakov Feltsman, miró a su alrededor y el disgusto tiñó sus facciones. —Les diré a los de limpieza que orden éste chiquero. Un niño prodigio como tú, no debería estar en semejante basurero— refunfuñó. Luego pareció darse cuenta de que se había ido de tema. — Como te decía, Atenea, tendrás un nuevo doctor a tu cuidado, trátalo bien, como con Donna— la advertencia estaba implícita. Acarició sus cabellos, en un gesto que quería hacerse pasar como paternal e hizo a Atenea estremecerse. —Tú nuevo doctor será Viktor Nikiforov...entra Viktor— otro par de pasos y podía sentir otros ojos clavados a su nuca.

—Hola, Atenea— saludo el nuevo, su voz era apacible y amable, pero él no se dejó engañar. — Soy Viktor Nikiforov, tu nuevo cuidador.

Atenea se quedó en silencio por largo tiempo, ignorando a los dos hombres. Pasaron minutos en silencio hasta que se rindieron con él.
Sus pasos resonaron, alejándose.

—Antes...— su voz los detuvo, lo pasos se quedaron estáticos. — Antes de que se vayan, ¿podrían encender otra vez la música?

—¡Claro que sí, Atenea!— la voz emocionada de Viktor rompió el silencio y un segundo después, la petición fue concedida. Vivaldi llenaba la habitación y Atenea volvió a trabajar en su obra.

(*)
Nuevo proyecto. No debería, pero es algo que hace tiempo ronda en mi cabeza y en borradores.

La idea fue sacada de Zankyou no Terror pero no será igual, obviamente. Si quieren ver el anime, por favor, háganlo, es súper recomendado.