Prefacio

En el mundo si existen conspiraciones.

No obstante, el 99% de las que oímos son simple fantasía o incluso mentiras intencionales.

Por ejemplo, si te pasas por una librería, no sería muy raro que dieras con los siguientes títulos:

La Gran Conspiración Judía para Arruinar la Economía Japonesa! o,

La Súper Conspiración de la CIA para Ocultar su Pacto Secreto con Extraterrestres!

Aún así, a la gente le encanta oír de conspiraciones. Estamos perdidamente fascinados por la idea agridulce del mal supremo atándonos a todos.

Pero consideremos el origen de esta teoría de la Conspiración Judía: Su autor padecía de varios complejos, complejos del tipo "¿por qué no puedo volverme rico?", "por qué no puedo tener un mejor trabajo?", "por qué no puedo conseguir una novia?", "por qué mi vida es una basura?".

De esta forma, su mente se halla bajo presión, reprimiendo y acumulando rencor todo el tiempo, lo que desemboca en continuos sentimientos de ira hacia el orden social.

Sin embargo, la mayor causa de esa irritación no es más que su propia cobardía: si es pobre, es porque carece de talento. Si no tiene un mejor empleo, es porque carece de iniciativa. Si no halla novia, es porque le falta carisma. Si odia su vida, en definitiva, es porque debe cambiar algo.

Pero el proceso de encarar estas verdades y reconocer su propia ineptitud requiere de bastante coraje. No hay ser humano -sin importar de quien se trate- que esté dispuesto a mirar directamente sus propios defectos.

Por eso es que el teórico de la conspiración proyecta su cobardía en el mundo exterior.

Crea un enemigo ficticio, un enemigo fuera de sí mismo al que todos puedan odiar.

"No puedo ser feliz por la maligna conspiración. Por la maligna conspiración no puedo conseguir una novia. ¡Por supuesto! ¡Todo es por culpa de los Judíos! ¡Los Judíos traman nuestra perdición! ¡Por los Judíos no puedo ser feliz! ¡Malditos Judíos! ¡Jamás los perdonaré!"

Todos los llamados teóricos de la conspiración, necesitan ver más de cerca la realidad.

No hay tales enemigos, ni hay tal mal externo. Uno tiene que asumir la responsabilidad de sus propios errores, de su propia idiotez.

No es por una Conspiración Judía, ni por una Conspiración de la CIA, ni -en lo más mínimo- por una Conspiración Extraterrestre.

Primero que nada, no olvidemos esto en nuestras vidas.

Ahora bien...

Un pequeño porcentaje de personas realmente se han topado con una conspiración seria. Hay, de hecho, alguien que es testigo, con sus propios ojos, de una conspiración que existe, en este mismo momento, en el más extremo de los secretos.

¿Quién es esa persona?

Soy yo.