Era atrevido, excitante y sagaz.

Elevaba su adrenalina tanto como un buen partido de fútbol; solo que esta vez la victoria no seria grupal. Si no enteramente suya.

Y eso, era lo que más le atraía.

Asomo la cabeza para espiar, y lo encontró con la boca abierta, divirtiéndose al atrapar las pequeñas e insaboras gotas de agua.

Irrumpió en él tan rápido como un parpadeo; y las gotas cesaron de caer. Todas ellas se habían agolpado en una gran masa húmeda, que ahora empujaba su lengua.

Con sus ojos carmín bien abiertos y el aire amenazando con estallarle los pulmones, la imagen de Kuukai, junto cada textura percibida fue registrada en retina y cuerpo.

Apenas escucharon el forcejeo de la puerta la intrusión y el manoseo cesó.

Huyendo ante él tan rápido como había aparecido.

Dejando al pequeño rey excitado y con vergüenza: Tan caliente que ni siquiera el agua helada ahogándolo podía aliviarlo.