Capítulo 1: Gran descubrimiento

Mi nombre es Scarlet, probablemente cuando lean esto yo ya haya dejado de existir, pero por ahora prefiero pensar que mi historia se va a poder difundir y eso nunca sucederá.

Para comprender mi punto de vista les voy a contar como llegue hasta acá, es una larga historia de rarezas, cosas fantásticas y maravillas, tal vez algunos no quieran creerme pero eso está en ustedes.

Todo comenzó el día en que tuve mi primera mascota, cuando tenía tan solo 8 años y todo era mucho más simple. Yo vivía con mis padres en San Francisco, Estados Unidos, en un vecindario donde pasaba horas y horas con los chicos vecinos que tenían cerca de mi edad, en una de esas medianas casas con un jardín enorme, una piscina, unas tres habitaciones, dos baños, un gran comedor y una cochera que salía a la rotonda del barrio.

Volviendo, mi primera mascota fue un cachorrito que desde hacía tanto insistí a mis padres que quería uno. Me dejaron ponerle nombre, así que como es de esperarse para una niñita le puse un nombre que a mi parecer sonaba chistoso, Roots como raíces en inglés. Él era un ovejero alemán, cuyas orejas parecían ser grandes para su cabeza, pero tenía una mirada que te enamoraba. Me lo había traído mi padre en uno de sus viajes de trabajo, así que fue inesperada su llegada con el nuevo integrante de mi familia. Como yo no tenía hermanos, por lo menos no de los que supiera, trataba a Roots como si fuera uno.

Un día lo senté en una de esas sillitas de las mesitas de té y jugué con él a que era mi alumno y yo su maestra que escribía en el pizarrón. Le hice una pregunta, suponiendo que me contestaría con un breve ladrido, pero para mi sorpresa su respuesta fue muy parecida a una ¿frase? Sé que parece raro pero fueron verdaderamente dos palabras, tras preguntarle varias veces lo mismo siempre conseguí la misma respuesta: "quiero aprender". No logré una mejor respuesta a otras preguntas pero de todas formas lo lleve con mi mamá y le dije, pero cuando le hice decirme al perrito lo mismo que me había dicho, simplemente mi mamá dijo que solo escuchaba un ladrido "normal". Quise creerle, tal vez yo estaba tan entusiasmada que me imagine esa extraña escena, pero en cuanto mire a Roots a los ojos él me susurró:

–Nadie más que tú puede –ante eso quedé impactada y respondí.

– ¿Cómo que nadie más puede? –sinceramente yo estaba sorprendida, era un hecho tal ilógico pero parecía tan real a la vez.

–Scar –era como me decía mi madre siempre–, cariño, él no puede escucharte, además si lo hiciera no podría responderte como podríamos entender.

–Pero ma, tienes que creerme, el me acaba de decir "Nadie más que tú puede". Juro que me dijo eso, no entiendo por qué tú no lo puedes escuchar.

No obtuve mejores noticias.

–Scar, Roots no puede hablar ¡Es un simple cachorro, hija! Nunca lo hizo y jamás lo hará, entiende. Tanto estar encerrada aquí con tu nuevo mejor amigo te debe haber afectado- suspiró–. Pensé que no llegaríamos a los amigos imaginarios y esa etapa –susurró casi para sus adentros o como si hablara con papá, quién ya había vuelto al trabajo–. Vamos, ve afuera con los chicos, hace calor como para que sigas acá adentro – era de esos días de 30° C de primavera en los que prefieres estar con un aire acondicionado–.

Como podrán imaginar salí afuera a buscar a mis amigos, todavía furiosa porque mi mamá no me creía. Llegué a la puerta de Lisa, una de mis mejores amigas y luego juntas fuimos a buscar a Sean y así hasta que reunimos a la banda de los seis, con los mellizos Sam y Alex y Cay. Una vez todos juntos les conté sobre mi experiencia con Roots, nadie me creía como era de esperar, se notaba por sus expresiones, aunque Sean afirmaba que me creía, como siempre él me apoyaba en todas mis opiniones e ideas, pero yo sabía que él aún estaba incrédulo.

Les pedí que vinieran esa tarde a merendar para demostrarles, tal vez así lo escucharían. Así que todos fuimos a mi casa a buscar al cachorrito quien se encontraba en mi pieza. Les mostré como lo hacía hablar y dijo como esa mañana: "Nadie más que tú puede". Ya me estaba dando por vencida, me recordé enseñarle a mi papá esa noche para ver si él podía escucharlo hablar, pero no les insistí más a mis amigos, quizá me tomaran por loca o me dijeran inmadura y decidí no correr más y decir una pequeña mentirita, que les hice una "broma", aunque para mis adentros sabía que estaba traicionando a mi conciencia.

Jugamos un ratito en mi patio con el perrito a que nos corra y le lanzábamos pelotas. Fue una linda tarde como todas las que pasé con ellos en mi infancia y me concentre en ignorar que el perro me decía "divertido", no quería seguir molestando a mis amigos, ya esa noche hablaría con él, me prometí.

Luego, casi a la puesta del sol, salimos a la calle a jugar un partidito de futbol, como le dicen en Latinoamérica, siendo chicas: Lisa, Sam y yo contra chicos: Alex, Sean y Cay. Íbamos empatados cuando nuestras madres, que se reunían todos los domingos a la tarde mientras sus maridos estaban en el trabajo, salieron de la casa de los mellis a por nosotros y de un momento de distracción, Cay nos metió un gol gritando enérgicamente y diciendo que deberíamos poner más atención al juego y menos a las tonterías que pasan alrededor, como todo lo que dice Cay siempre es bromas, así que no le dimos importancia, pero acordamos hacer la revancha el día posterior.

Cuando llegué a mi casa mi papá justo estaba entrando el auto, así que cuando se bajo fui a abrazarlo como siempre y le dije que tenía algo importante que contarle. Antes de la hora de cenar, le mostré lo que estaba haciendo cuando el perro habló, mi padre quedó boquiabierto, todavía no sé si por la sorpresa que se llevó o que yo hablaba tan rápida y eufóricamente que no me entendía. De todas formas dijo que podría existir la posibilidad de que Roots me hablara, pero que él no tenía la misma capacidad "infante" para comprender como yo. Por un momento estuve feliz de que alguien me comprendiera, mi padre siempre trató de no lastimarme con la verdad, por eso no podía diferenciar si el creía o no en lo que yo decía.

En fin, como me había prometido, una vez que terminamos de cenar me lavé los dientes y me fui a mi cama con mi adorado perrito y cerré la puerta de mi habitación. Le expliqué que no entendía por qué solo yo y ni siquiera estaba segura si se refería a que solo yo podía escuchar o había otra cosa que no sabía. La respuesta más lógica que me dio entre ladridos y mis alaridos fue: "Ellos no son como tú" a lo cual respondí preguntando quienes y dijo otra vez: "Yo aprendo". No sabía exactamente que es lo que estaba aprendiendo porque no me lo pudo responder, el resto parecía hablado en morse, inentendible. Mi cabeza iba a estallar, no quería seguir con esa discusión perro-humano, seguramente mi mamá nos habría estado espiando y prefería no terminar en el psiquiatra, así que le dije que sea lo que quiera decirme que no sea enfrente de los demás porque parecería la psicópata del grupo, que era hora de dormir y que como al día siguiente tenía escuela todo el día debíamos descansar. Para mis adentros sabía que esa conversación tendría lugar más adelante, seguramente.