He aquí el primer fanfic de Harry Potter del que me puedo sentir orgullosa. Está situado en el final de Harry Potter y el misterio del príncipe, principio de las Reliquias de la Muerte. Además es un AU ya que Sirius no está muerto. Cualquier cosa que no sea canon seguramente será explicada en la historia. El pairing principal es Sirius/OC. Pido disculpas si cometo algún fallo respecto a los libros o películas, ya que hace tiempo que no los leo o veo. Harry Potter pertenece a JK Rowling, mi única invención es mi OC Erin Hardy. Espero que os guste, no dudéis en dejar un review. :)


Era una tranquila mañana de junio, con un gran sol resplandeciente en el horizonte. Los días calurosos no eran muy comunes en Londres por lo que cuando aparecía uno había que aprovecharlo, sin embargo Erin era incapaz de disfrutarlo. Hacía solo unos días que había recibido una de las peores noticias que se podía esperar: Albus Dumbledore había sido asesinado. Y por Severus Snape, para más inri. A Erin no le había gustado demasiado Snape mientras que estudiaba en Hogwarts pero no esperaba para nada que hubiera hecho algo así. Se escapaba de su razonamiento y quizás nunca lo entendería.

La joven llevaba esperando alrededor de un cuarto de hora, sentada en pequeño restaurante del Callejón Diagón. Ya empezaba a preocuparse por si la persona con la que tenía que reunirse llegaría pero nunca la había decepcionado así que allí continuó. Finalmente llegó cuando ella ya había pedido un té de hierbas para aligerar la espera.

—Gracias por tu paciencia, Erin. —Habló su esperada cita nada más llegar.

—No hay de qué. —Contestó la joven poniéndose de pie.

Estiró su mano para estrechársela al que había sido su jefe aquellos últimos dos años, Kingsley Shacklebot. Hacía mucho tiempo que ambos se encontraban y Erin deseó que las circunstancias por la que se habían reunido fueran distintas.

— ¿Cómo se encuentra? —Preguntó Erin nada más sentarse.

—Hemos tenido días mejores, ¿cierto?

Erin asintió con una sonrisa triste en el rostro. La verdad es que estaba bastante asustada por lo que podría pasar a partir de aquel momento. Hogwarts ya no era un lugar seguro para nadie al igual que el Ministerio no lo sería en poco tiempo. Se avecinaban tiempos muy difíciles, podía sentirlo.

— ¿Por qué nos hemos citado aquí, señor? —Erin estaba un poco extrañada.

—Puedes tutearme, ya lo hemos hablado muchas veces. Pensé que este sería un lugar adecuado. —Respondió Kingsley en un tono suave. —Tengo que pedirte algo muy importante, Erin.

Ella lo miró con atención, expectante. ¿Acaso habría accedido por fin a sus peticiones?

—Las cosas van a ponerse muy feas para todos, me temo. Va a haber muchos cambios también. —Explicó. —Han empleado un muffliato en esta sala para que nadie nos moleste así que voy a contártelo. Me han encomendado proteger al Primer Ministro Muggle.

Erin abrió mucho los ojos, sorprendida. Todo se había vuelto muy peligroso desde hacía un par de años debido a la vuelta de Voldemort pero si los muggles necesitaban protección es que el asunto era muy serio.

— ¿Renunciarás a tu puesto de jefe de aurores?

—Por supuesto que no, pero no soy omnipresente. —Aclaró Kingsley. —Para eso te necesito a ti. Llevas largo tiempo intentando entrar en la Orden del Fénix y sé que es lo que de verdad deseas.

Ella asintió con energía y dio un sorbo a su té.

—Eres una de las mejores aurores de tu promoción, Erin, por no decir la mejor. Voy a concederte tu deseo pero quizás no de la forma que tú deseas. No vas a estar presente en todas las misiones de exteriores.

—Pero…—Comenzó dubitativa. — ¿Va a apartarme de las misiones de campo?

Nunca la habían dejado al lado casi de ningún evento que requiriera sus habilidades. Apenas se había dedicado al papeleo y no podía imaginarse qué quería que hiciese en la Orden si no era luchar contra el Señor Tenebroso y sus seguidores.

—En cierto modo, sí. Pero la tarea que voy a pedirte es muy importante, ¿comprendes? Hay mucha gente de confianza en la Orden Erin, pero para esto tú eres la candidata ideal. Ellos han accedido, solo falta que aceptes.

—Está bien. —Dijo Erin dejando escapar un suspiro.

Si Kingsley consideraba de verdad que iba a ser de utilidad, haría lo que le pidiera igual que siempre lo había hecho. Además, era la Orden del Fénix, fundado por el propio Dumbledore y con los miembros más selectos. Si ella podía formar parte de aquello era incapaz de negarse.

—Entonces disfrutemos de la comida. —Habló ella. —Quizás va a pasar mucho tiempo hasta que tengamos un rato libre de nuevo.

—Eso creo. —Dijo Kingsley reflejando preocupación en su voz.

— ¿Qué es lo que tengo que hacer, exactamente?

La intriga la embragaba por dentro, a la vez que se sentía orgullosa de lo que había conseguido. No había sido fácil, hacerse notar entre tantos orgullosos alumnos de Gryffindor y Ravenclaw.

—Serás mi mensajera, la portavoz de cualquier comunicación entre yo mismo y la Orden y viceversa. Además, podrás intervenir siempre y cuando sea necesario.

Le sonó a algo así como ''vas a ser una lechuza mensajera'' pero no lo mencionó.

—Tienes otra misión más pero lo entenderás mejor cuando te lleve mañana a nuestro cuartel.

Kingsley no le dio más detalles durante la comida. El resto de la mañana hablaron de sus familias, y su jefe le recomendó que se despidiera de sus padres y amigos. Al día siguiente ya comenzaría su tarea. Erin hizo tal y como le dijo, no sin antes pararse a comprar un helado en Fortescue. Quería darse un pequeño capricho que no volvería a disfrutar aquel verano. Nadie sabía cuando aquella guerra acabaría, ni siquiera si serían capaces de acabar con Lord Voldemort. Saboreó cada cucharada de su tarrina de helado de menta con chocolate igual que si fuera la primera vez que lo había tomado.

Caminó con tranquilidad hasta la tienda de sus padres que se encontraba en una calle paralela al Callejón Diagón, con los rayos del sol aún calentando sus brazos desnudos. A Erin siempre le había encantado el verano, la playa, los paseos largos a la orilla del mar… todo lo que no podría disfrutar en aquellos momentos. Estaba dispuesta a sacrificarse.

Entrando por la puerta de la tienda, pintada en un verde oscuro, una campanita sonó. Siempre hacía ese ruido al abrir y cerrar la puerta para avisar a sus padres de la llegada de clientes. El interior era un poco caótico, con plantas colgantes en el techo y estantes con filas y filas de plantas florales, aromáticas etc. Había todo lo que un Herbólogo podía encontrar, y también todo lo que alguien que acudiera a Hogwarts necesitaría para sus clases. Sus padres estaban de lo más orgullosos con su trabajo. Erin pensaba que los había decepcionado no eligiendo el mismo camino que ellos habían tomado. Habría sido más fácil, pensó, pero ella no quería lo fácil. Quería algo que le llenara, un trabajo con el que pudiera ayudar a los demás también.

— ¡Mamá, soy yo! —Gritó pasando de la entrada.

No había nadie en la tienda a aquella hora, por lo que Erin sacó su varita y colgó el cartel de cerrado en la puerta. Quería un poco de privacidad para hablar con sus madre, su padre seguramente ya se encontraba en casa. Al darse la vuelta vio una cabeza asomándose por uno de los pasillos centrales. La cara de su madre, Katherine, era inconfundible.

— ¡Erin! —La llamó con alegría.

Bajó de la escalera donde estaba subida con rapidez y ambas se encontraron en el medio de la tienda. Se abrazaron y Erin sintió las manos reconfortantes de su madre en la espalda. Le dieron tantas fuerzas que deseó haber podido abrazarla días antes.

— ¿Estás bien, cariño? —Le preguntó mientras se separaban.

—Más o menos. —Contestó ella. Su madre se atusó un poco el pelo, muy rubio, igual que el de su hija. —Supongo que ya sabréis lo de Dumbledore.

Los ojos de la mujer brillaron con tristeza.

—Claro que sí. Está en el Profeta, en todas partes… No podemos creerlo.

Erin aún se sentía de la misma manera. Parecía increíble que alguien tan importante como Dumbledore estuviera muerto y más aún de aquella manera. Por supuesto, los detalles de su muerte no habían sido revelados al público pero seguro que la gente ya habría elaborado sus propias teorías.

— ¿Están todos tus amigos bien?

—Sí. He visto a Kingsley esta mañana. Todos los Weasleys están bien. —Erin estaba particularmente preocupada por Fred y George, que habían sido sus amigos y compañeros desde primer curso. —Han sacado también a Harry Potter, Hermione Granger y otros chicos. Hogwarts ya no es un lugar seguro.

¿Acaso lo había sido en los últimos años?, pensó con amargura.

Su madre se había tapado la boca, totalmente horrorizada.

— ¿Qué vas a hacer tú?

Sabía que el trabajo de Erin implicaba no revelar ningún secreto pero aún así siempre preguntaba. Erin comprendía lo preocupados que sus padres estaban cada vez que pasaba algo así. Que temieran por la seguridad de su hija era muy normal, pero después de más de dos años como Aurora pensaba que ya se habían acostumbrado.

—Tengo un trabajo que hacer, mamá. Por eso he venido, no sé hasta cuánto va a durar. —Erin se apoyó un momento en el mostrador al lado del que se habían quedado. —Lo más probable es que no haya descanso hasta que todo esto termine.

Ella estiró la mano y le acarició un poco un mechón del pelo.

—Lo único que he deseado con todas mis fuerzas es que no tuvieras que vivir nunca una guerra como nos ocurrió a nosotros. —Dijo refiriéndose a ella y su marido. —Y ahora vas a tener que luchar.

—Todos vamos a tener que luchar. –Le corrigió. —Si no es seguro para papá y para ti estar aquí, os lo haré saber.

— ¿Ya te vas a marchar?

A Erin le dolía volver a separarse de sus padres. Apenas los había visto en los últimos seis meses, y tampoco había tenido mucho tiempo para hacer vida social. En momentos como aquel echaba de menos sus años como estudiante en Hogwarts y la libertad que tenía. Al menos su trabajo era reconfortante.

—Iré contigo a ver a papá, cenaré con vosotros y luego recogeré algunas cosas en mi casa. Mañana tendré que marcharme. No voy a estar lejos, espero.

Katherine asintió con levedad. La forma en que había bajado la mirada le decía a Erin que lo entendía pero no compartiría nunca los riesgos a los que se exponía su hija. Erin lo comprendía también, tenían una vida muy diferente a la suya.

Solo esperaba que lo que fuera que le deparase del día siguiente mereciera la pena.